Foto aparecida en el diario “La Nueva España” de Oviedo en la que se ve la cabeza decapitada -junto al cuerpo- del general (de convicciones republicanas y afiliado a la Masonería) Eduardo López Ochoa, artífice del aplastamiento de la revolución de Octubre del 34 en Asturias. El 18 de julio le pilló ingresado en el Hospital Militar de Carabanchel, y las milicias obreras dueñas de la situación tras el fracaso del Alzamiento en la capital, le arrancaron del lecho le cortaron la cabeza y la pasearon en una pica por el centro de Madrid. Al doctor Albiñana -dirigente monárquico- le reservaron una suerte análoga: le cortaron la cabeza y jugaron con ella al fútbol en el patio de la cárcel madrileña donde le pillaron los primeros días de la guerra. Y con ellos los innombrables caso anónimos que cabe imaginar de aquellos primeras semanas en zona roja marcadas por los crímenes y los desmanes mas atroces y salvajes. Y viene a cuento del nuevo hombre fuerte de la política francesa, Manuel Valls (tras el desistimiento electoral del presidente de la República acabado de anunciar) En el prologo a un libro publicado a princpios de este año sobre los inicios de la guerra civil (“L'été impardonable. 1936: la guerre d'Espagne et le scandale de la non-intervention) evocaba, enumerando las atrocidades (practicamente) de uno sólo de los bandos en liza, “tous ces morts à venir: tous les bombardés de 1937,tous les décapités de 1938, tous les fusillés de 1939” Y es su alusión a decapitaciones (sic) lo que me habrá movido a escribir estas líneas (en caliente) Y comprenderán mis amigos franceses que ante un caso tan insólito de guerra civilismo español irreconciliable en un jefe de gobierno francés no nos sintamos ligados a un deber de reserva alguno a la hora de pronunciarnos sobre la actualidad política francesa más candenteFrancia, país vecino, y próximo por tantos y conceptos de los españoles (pese a Napoleón y a la guerra de la Independencia) atraviesa una grave crisis política. Y si la cosa no estaba lo suficientemente a la vista para algunos habrá venido a quedar clara de sobra ante el anuncio -como una relámpago en el cielo azul- del actual presidente de la república François Hollande- que no se presentará a la reelección de cara a las lecciones presidenciales de la primavera próxima para así no venir a perjudicar (sic) las posibilidades electorales de la izquierda frente a la derecha y a la extrema derecha.
El anuncio viene a coincidir con recientes sondeos que otorgan al actual presidente socialista francés los indices mas bajos de popularidad -no mas de un diez por ciento- desde el comienzo de su presidencia. Viene a suceder además, apenas unas horas más tarde, a un encuentro entre el presidente y el jefe de gobierno Manuel Valls, y todos esperan que se vea sucedido por otro anuncio en las próximas horas, y es el de la candidatura a las primarias de la izquierda francesa del propio Valls, en quien el grueso de la izquierda francesa parece estar poniendo todas sus esperanzas y complacencias.
De Manuel Valls ya me ocupé repetidamente en este blog en particular hace unos meses a propósito del prologo que escribió para una obra publicada a principios de año sobre la actitud del gobierno de frente popular en Francia -de Leon Blum- en 1936, desgarrado entre el pacto de no intervención y la represión de la calle buscando a a hacerles acudir en auxilio de los rojos en nuestra guerra civil, y en él el jefe de gobierno francés venía a comparar los desafíos políticos que enfrenta el mundo de hoy con el verano del 36 (como suena)
E hice alusión también a ello en mi reciente libro autobiográfico “Krohn, el cura papicida” Manuel Valls es hijo de un catalán nacionalista qui emigró a Francia en el año tardío nota bene de 1948 lo que no le impidió volver a su tierra natal repetidas veces, como lo ilustra el que su hijo naciese en Barcelona y lo que cuadra mal con la leyenda de antifranquismo militante (hereditario quiero decir) que el actual jefe de gobierno arrastra y que él mismo no dja de cultivar, con frecuentes referencias guerra civilistas -en particular antifascistas y antifranquistas- en extremo beligerantes (en términos de “pasado infame” y expresiones así), en cuanto que la ocasión se le presenta.
Aquilino Morel -en francés, transcrito Morelle- hijo de asturianos exiliados, o emigrantes (lo mismo me da que me da los mismo) Un oriundo ante/el/altísimo (como los franceses le dicen) A las pruebas me remito. Y me refiero a esa marca indeleble que arrastran en la fisonomía y de la que me habrán hecho falta treinta años (casi) de expatriación para acaba disecándola y distinguiéndola. Estrella ascendente del socialismo y de la izquierda en Francia -pese al ruido de escándalo que arrastra tras suyo- gracias la protección de la que a todas luces goza de parte de otro oriundo de marca, Manuel Valls, actual jefe del gobierno que se ve por las nubes de pronto tras el anuncio del presidente de la República, Hollande, que no se presentará a las elecciones presidenciales la primavera próxima. Una ilustración flagrante, este descendiente de asturianos en Francia, de los lazos que el guerracivilismo -léase de la guerra civil del 36 interminable- sigue tejiendo por cima de los PirineosLlama la atención no obstante ese guerracivilismo beligerante en relación con el pasado español en el siglo XX del que tanto alarde hace el jefe de gobierno francés, en contraste flagrante con unas posturas en política afrancesa que le habrán venido a enajenar en cambio el apoyo de una franja importante de l a izquierda en Francia y de las centrales sindicales que mantuvieron meses pasados con motivo de la nueva ley laboral (llamada ley Khomry, del nombre de la ministra de tutela, de ascendencia marroquí) un pulso con el gobierno en los medios y en la calle, auxiliados nota bene por el el movimiento indignado (versión francesa) “Nuit Débout (que se pago al cabo de pocas semanas, antes del verano, como se había encendido casi, sin que se notase lo más mínimo) Manuel Valls viene pues a simbolizar de pleno consentimiento o a su pesar el auge en la política francesa de en la ultima década francesa -situados exclusivamente (el dato es de importancia) a la izquierda del espectro político francés- de oriundos nacidos en Francia de padres o abuelos marcados (al rojo) por la guerra civil española del 36 y por la memoria de os vencidos. Ees es el caso de Manuel Valls y es también el caso no menos emblemático de Ana (o Anne) Hidalgo la actual alcaldesa (socialista) de París de quien ya me ocupé también en alguna de estas entradas, nieta de un anarquista condenado a muerte e indultado después de la guerra tras verse acusado de la muerte de un adversario político -del otro bando- durante la guerra civil y que acabo emigrando a Francia y arrastrando con él a toda la familia. Una circunstancia familiar que lleva por montera la interesada desde los inicios de su trayectoria política, como no habrá dejado de ponerlo sin falta de manifiesto con ocasión de sus repetidas declaraciones a la prensa española desde que accedió al sillón de la alcaldía de la capital francesa
La actual alcaldesa de Paris se habrá significado por su postura radical en el tema de la acogida de refugiados -llegado a consentir en la instalación de campamentos en en la vía publica en pleno centro de la capital francesa (tras el desmantelamiento de la “jungla” de Calais (a al entrada del túnel del canal de la Mancha)- que le habrá granjeado numerosas criticas y enemistades. Otro ejemplo sintomático de esa emergencia de los oriundos -ligados al bando de los vencidos de la guerra civil- lo ofrece otra figura o de l izquierda francesa de un segundo plano pero revestido en cambio del mayor colorido, y me refiero a Aquilino Morel (transcrito Morelle, a la francesa) hijo de socialistas asturianos de la cuenca minera, procedentes de Mieres para más señas. Y me he estado leyendo de urgencia el currículum de este individuo del que lo menos que se puede decir es que arrastra (como los franceses le dicen) cacerolas ruidosas -léase una ristra grande de escándalos, particularmente en materia de conflicto de intereses y de tráfico de influencias- en su lo ye va de su carrera política.
Su nombre habrá venido curiosamente al primer plano de la actualidad las últimas horas por el anuncio de la publicación de un libro de su autoría en el que ataca al actual presidente Hollande, que prescindió de sus servicios de consejero hace dos años y medio . Y pese a ello (más curiosamente todavía) este antiguo consejero presidencial de ascendencia asturiana habrá guardado el favor del jefe de gobierno Valls como lo ilustra el reciente nombramiento de su actual pareja nada menos que para el puesto de directora de la Biblioteca Nacional de Francia el de mayor prestigio tal vez en el ámbito cultural del país galo. Y ello no deja de ser menos sintomático -e inquietante- no obstante del ascenso de esos oriundos en la vida política del país vecino e igualmente hasta en los más altos niveles de la administración pública en Francia, como también (nota bene) de las protecciones -guerracivilismo obliga?- que se brindan unos a otros.
Otro ejemplo emblemático del ascenso de oriundos en la política francesa lo ofrece un caso un tanto atípico que viene a ser un poco como la excepción a la regla, por no ofrecer un cariz guerra civilista como la anteriormente mencionados, y me estoy refiriendo a la ministro de Educación, Najat Vallaud-Belkacem de ascendencia marroquí y de abuelos españoles -me figuro que por la rama materna, procedente de la región de Alhucemas situada dentro de linea de demarcación del antiguo protectorado español de Marruecos. El anuncio de François Hollande habrá sido calificado por el candidato de la derecha François Fillon de síntoma de delicuescencia (sic) del poder político en Francia. Y no cabe duda que François Hollande paga así el precio político de los atentados -en extremo sangrientos- que el terrorismo islamista habrá infligido en suelo francés en los dos últimos años.
Y tampoco hay que ser un lince para no ver un nexo de causa a efecto entre el anuncio del presidente de la república y la evolución vertiginosa del curso de la batalla de Alepo en Siria en las últimas setenta y dos horas, donde parece tener sus horas contadas la rebelión islamista que contaba en el presidente Hollande el principal por no decir el último aliado -y padrino y protector- que le quedaba en el conjunto de los distintos pasies de la UE
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