23 de marzo de 1982. Triunfo en Guatemala del golpe de estado que catapultó al poder al general Efraín Ríos Montt (en el centro de la foto) El caso más emblemático de "apostasía" de un católico hispano bautizado (como lo era Ríos Montt) en la iglesia del (pos) concilio. Ríos Montt es uno de los grandes calumniados de la prensa global de las últimas décadas. En marzo del 83, justo antes de la llegada a Guatemala del papa Juan Pablo II –que el autor de estas líneas siguió desde la cárcel portuguesa (y en celda disciplinaria) en la que se encontraba-, hizo ejecutar a guerrilleros marxistas condenados a muerte haciendo oídos sordos a los pedidos de perdón y clemencia (que eran de esperar) del papa polaco. Fue aquel uno de los principales hitos del ya largo contencioso entre la iglesia católica (posconciliar) y un aluvión de iglesia protestantes que se habrán esparcido por todas partes en la América ex hispana las últimas décadas. Aliados insólitos de la causa del Orden y de la Civilización, los enjambres de misioneros (anglófonos) protestantes -de derechas- y sus acólitos en aquellos episodios colaterales de la guerra civil (del 36) interminables que fueron los conflictos armados –entre guerrillas marxistas y militares anti-marxistas- en la historia de la segunda mitad del pasado siglo en el subcontinente americanoEl hombre tiene un rostro difícil, no me digan, hasta sus más encendidos partidarios y sus adeptos mas incondicionales tendrían que reconocérmelo. Y me estoy refiriendo al ex ministro de Finanzas griego, Varoufakis, del gobierno de Syiriza, destituido tras el psicodrama del referéndum griego y sus secuelas. El diario El País anuncia para mañana una entrevista que le dedican a toda página y en la que ya de entrada cabe conjeturar o adivinar lo que vendrá a decir (más o menos)
Estuve a inicios del pasado mes de junio en la Facultad de Derecho de la Complutense –no especialmente reputada por su izquierdismo como si lo es en cambio Políticas de Somosaguas- para dejarles en depósito –en la librería de la facultad- un ejemplar de mi libro “Guerra del 36 e Indignación callejera”, y me sorprendió, en los escaparates, a la entrada, que los únicos títulos de una significación política o ideológica cualquiera lo eran los dedicados a Podemos y a la crisis griega, y me llamó la atención sobre todo una obra con la foto (o el nombre) de Varoufakis en la portada, sin duda un recopilación de artículos o entrevistas sobre él y apuesto que no de él, porque si hay algo que caracteriza el fenómeno indignando es el carácter ágrafo de su protagonistas.
Se inspiraron –al nacer- en un panfleto de un nonagenario (francés) que tampoco se caracterizaba por la abundancia de su producción escrita, y digo panfleto, a secas –y no panfleto (pamphlet) literario-, por el volumen reducido de sus páginas independientemente de su calidad literaria –que ni elogio ni pongo en duda porque no me di el gusto de leerle, bastándome y dándome por satisfecho con todo lo que leí escrito de un tiempo a esta parte sobre él y su manifiesto aquel (¡Indignaos!)-, casi una obra póstuma porque murió a los pocos meses, como del parto de aquello (y que no me lo tomen a mal sus partidarios tampoco)
El caso es que busqué las últimas veces que estuve en España todo lo que pudiera encontrar en materia de producción escrita de los líderes de Podemos y no me salían más que entrevistas o articulitos –más bien raquíticos-, o a lo sumo obras colectivas, recopilaciones de textos escritos (mayormente) por otros en definitiva. O sea que concluí –y creo que fundadamente- que Pablo Iglesias y los suyos son sin duda puntos fuertes en la comunicación audiovisual, en el manejo de las redes sociales, en la consigna, en el mensaje escueto a fines (mayormente) de agitación, pero de prosa (escrita) poco, y de poesía mucho menos por no decir nada.
“Reforma agraria cuestión de conciencia” (traducido suavemente en España por “Socialismo y propiedad rural”) una de las obras fundamentales del Profesor Plinio, fundador de las TFP(s) Tenía razón el profesor Plinio, en la intuición anti-socialista que le inspiraba aquella obra de denuncia aunque los postulados (tan anacrónicos y tan obsoletos) –del magisterio eclesiástico- en los que se basaba le hicieran un flaco servicio como se demostró al final de su vida, por la implosión de las TFP (s) tras la muerte del fundador, y la rapidez con la que la jerarquía eclesiástica echó mano del patrimonio que el legó y la facilidad con la que se captaron –de vuelta al redil (de la obediencia)- a una mayoría de sus militantes (los más jóvenes sobre todo) Una cuestión de conciencia (sic) que me acabó atormentándome no poco –hasta que acabé dándola por zanjada (hace ya mil diluvios)- tras haberla tenido poco menos que por un dogma de fe, tal y como se desprendía de la lectura de las obras completas de José Antonio Primo de Rivera. Palabra de dios, te alabamos señorAl ex ministro griego de Finanzas le presentan ahora en el diario de Prysa como un soñador metido a economista por accidente. Como un poeta (en la vida por lo menos) Y me viene de pronto a la memoria una frase que le leí en uno de sus libros de viaje por el subcontinente asiático, al escritor británico de ascendencia hindú, Naipaul, que hablando del fundador del Pakistán Ali Jinah, escribió que a los poetas no se les debería reconocer el derecho (sic) de llevar al infierno a sus propios pueblos.
Los griegos a fe mia no sé si lo están ya, pero el propio Varoufakis tendría que reconocer que están ahora –tras el corralito, y otros traumas mayores que habrán vivido estos últimos meses tanto los griegos como su sistema financiero- mucho más cerca del infierno de lo que lo estaban antes de que Syriza accediera a las riendas de su gobierno. No es la poesía no obstante la que aquí está en juego o en discusión –y los que aquí me leen asiduamente tanto en prosa como en verso, se darán rápido cuenta de ello- por aquello aunque solo sea que escribió Ernesto Giménez Caballero, que los poetas son lo más sensato entre todos los que componen una nación o un pueblo.
Y si Varoufakis sea un poeta sensato o un profeta de calamidades (y calamitoso) está por ver, pero las pruebas a las que remito a sus partidarios no abonan mucho en su favor, ya digo. Muerte al capital y viva el estado sindical, eso es lo que en su artículo de mañana vendrá sin duda a decir, o sea que vendrá a decirlo todo y a la vez nada de nada con todo el lirismo del mundo, eso sí tal vez, como aquellos eslóganes que canté tan ardorosamente en mi juventud (primera) de militancia falangista joseantoniana.
En mi entrada de ayer evocaba (foto acompañando) la visita –en octubre del 40- del alto dirigente nazi Heinrich Himmler al monasterio (o abadía) de Montserrat y me servía en mi reflexión de un articulo ya atrasado publicado en su blog del Mundo por el escritor y periodista Arcadi (léase Arcadio) Espada, en el que se recogía el dialogo más que plausible que se atribuye de antiguo al dirigente nazi en su intercambio de palabras con uno de los monjes de la abadía que servía de interprete.
Y es altamente curioso y significativo el que el número dos en la jerarquía del III Reich evocase a la vez –de su cuaderno (sin duda inagotable) de agravios contra la iglesia- dos acusaciones principales en el contencioso que opuso -sin llegar a persecución religiosa propiamente dicha- a la iglesia católica y al vaticano de un lado y del otro al régimen nazi. Y eran la pedofilia –o abuso de menores a manos de eclesiásticos- por un lado, y por el otro la evasión de capitales.
La criminalización de la libre circulación de capitales es algo que pertenece al pasado, a la Europa –y al mundo occidental- de los años treinta, y que se vería definitivamente arrumbado al cuarto de los trastos viejos (después del 45) tras la caída del muro, o si se me apura tras la caída del régimen del coronel Gadafi, uno de las ultimas reliquias de economía cerrada en el mundo actual. Y si cabe decir que en lo referente al la plaga del abuso de menores -por parte de eclesiásticos a los que se vieron confiados-, el numero dos el III Reich se reveló profeta, en lo referente al capítulo de la economía en cambio hay que reconocer que el régimen nazi ofrecería un amplio muestrario de errores (trágicos) por donde acabaría viniéndole el fracaso y la derrota.
"Si vuestra señoría sigue insistiendo en sus ataques a la propiedad privada con los padres de la iglesia va a conseguir que acabemos haciéndonos cismáticos griegos", declaró en las Cortes de la República el diputado tradicionalista (vinculado a la CEDA en su labor parlamentaria) Lamamié de Clairac. Unas palabras que sonaron en su momento a exabrupto a los oídos de muchos, y que resuenan no obstante con una fuerza no poco misteriosa y siempre vivas en los recuerdos de muchos tantos años después de haberse visto pronunciados.
Ocurre que el diputado tradicionalista daba en el clavo de un viejo contencioso, de aquella vieja polémica que arrastraba –desde su fundación en el último tercio del siglo XIX (con la encíclica Rerum Novarum)- la doctrina social de la iglesia. De lo que uno de los fundadores del movimiento francés de la Nueva Derecha –el profesor Louis Rougier- tituló en una de sus obras principales “el conflicto del cristianismo primitivo y de la antigüedad clásica (o civilización antigua)”
Un conflicto que versaba sustancialmente en torno al orden (civilizador) establecido y a uno de sus pilares principales, la propiedad privada. El profesor Plinio fundador de la TFP insistió en vida en su defensa del (sacrosanto) derecho de propiedad privada, que le parecía amenazada por la pulsión confiscatoria irresistible de los sistemas de económica socialista o colectivista. Y si hubiera sido plenamente consecuente con la intuición certera que sin duda le guiaba, hubiera acabado dejando caer los postulados tan polvorientos (y tan anacrónicos) –del magisterio eclesiástico- en los que se basaba.
Pero eso era sin duda pedir demasiado al profesor Plinio por razón de su circunstancia de tiempo y lugar –de hijo de su época y también (en cierta medida) de exponente de su generación- que le acompañaron en vida. Y sin embargo, si así hubiera sido, hubiera evitado con toda seguridad la implosión del movimiento por él fundado a raíz de su muerte, cuando la jerarquía eclesiástica echó mano sin problemas mayores a las propiedades y al patrimonio (sin duda cuantioso) de las TFP (s), consiguiendo captar –de vuelta al redil (de la obediencia canónica)- a una mayoría de sus militantes, en particular a los más jóvenes.
Y que el conflicto aquel entre las pulsiones colectivistas (por así llamarlas) del pensamiento clerical (o eclesiástico) y a defensa del Orden y de la Civilización no se limitaba sólo a ámbito estrecho y reducido del movimiento integrista aquél, lo demuestra el auge imparable desde hace décadas de misioneros protestantes al sur del Río Grande –preocupación central (por no decir obsesiva) del Vaticano y de los últimos papas (los del concilio)- en relación con un (sub) continente en donde guardan sus mayores reservas en número de fieles creyentes y donde se concentran los mayores bastiones y reductos de catolicismo de todo el planeta.
Y sin duda, la clave del éxito (fulgurante) de ese pulular de sectas o iglesias protestantes –de la tendencia fundamentalista (conservadora)- en los países (ex) hispanos la ofrece la crítica sin concesiones que oponen a las corrientes de la llamada teología de la liberación con las que el Vaticano coqueteó durante décadas -y que viene a re-exhumar ahora de nuevo el papa argentino- y su hincapié en la defensa de la propiedad privada, no en tanto que canonización del espíritu de lucro, sino de fundamento ultimo del Orden<.
Respeto y obediencia sincera y leal a las autoridades constituidas (civiles o militares) –sin indignaciones rurales o callejeras improcedentes, (y escandalosas e impías)-, y a cambio (¡ay dolor!) un respeto y acatamiento absolutos a la letra de la Ley (de Dios), léase a una Biblia canónica (protestante) de innegables raíces judeocristianas, expurgada no obstante -lo que ya es mucho- del mensaje insidioso (y subversivo) de los padres de la iglesia, que denunció (proféticamente) aquel diputado tradicionalista.
Por eso les están ganando la partida desde ya hace un buen rato en la América ex hispana -no nos duelan prendas como españoles- a la iglesia del concilio y a sus papas viajeros (e ilusionistas)
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