Vidy (Lausanne), a orillas del lago Leman. Hoy viernes, 7 de agosto.Si hubiéramos sabido que el amor era eso, escribió Umbral de titulo a uno de sus libros –autobiográfico como todos o casi todos los suyos- donde evocaba un antiguo amor de juventud con grandes dosis de nostalgia y melancolía. Y si hubiera sabido yo lo que era el amor de una patria carnal no hubiera dejado treinta años a Lausanne -y con ella a Suiza toda entera- como abandonada en el baúl de los recuerdos, sin volver a verla. Y hoy de vuelta, recorriendo los mismos trayectos y las mismas etapas que me recorrí (y pateé) entonces –como estaciones de un vía crucis (o algo así)- pero hoy ya con un estado de ánimo bien distinto, me doy cuenta que Suiza fue mi primera patria de adopción que me dejó su marca hasta hoy aunque no me lo quisiera reconocer nunca después a mí mismo.
Una marca suiza y por supuesto europea, no en vano el país alpino se haya situado en el corazón de la Europa occidental. Hay algo no obstante de propio e inalienable al espíritu suizo que me intrigó y me llamó siempre (mucho) la atención, relativo a su tradición de neutralidad tan acendrada (continúa) Los suizos fueron oficialmente neutrales –con España en la Segunda Guerra Mundial- y en realidad igual que la española, la suya fue una neutralidad pactada a favor del III Reich aunque sin la participación militar (de la División Azul) de los españoles (y que me perdonen los suizos si les hiero en algo con mi aserto). Y fueron netrales también en la guerra civil española, con una neutralidad nota bene pactada igualmente a favor de los nacionales, como lo ilustra el que en Suiza al contrario que lo que fue la regla en otros países europeos, los voluntarios de esa nacionalidad (del lado rojo/republicano) –muchos de ellos simples residentes extranjeros- no fueran nunca rehabilitados.
Me siento bien de vuelta en Suiza, y en particular en Lausanne. ¡Cuánto la amé! Por lo fría –¡que invierno aquél!- y por lo bella. Y por lo distante entonces y hoy en cambio por lo cercana. Lo cercano de la cordialidad de los suizos y del hechizo y del fuego –el de la raza alpina- en las miradas de las suizas. Un fuego sagrado, no se me ocurra otra glosa. El de la civilización europea, la nuestra. ¡Cuánto te amé Lausana! Y perdóname de haber pretendido sacrificar mi amor por ti. Sólo el hombre -escribió el poeta inglés- es capaz de sacrificar lo que más ama. ¡Perdóname, Lausanne!
ADDENDA Me permito añadir retrospectivamente a esta entrada -después de habermela leido y releído una y diez veces (y muchas más)- el poema que dediqué a Lausanne (y a Suiza) en mi anterior blog de Periodista Digital (que con otros poemas de aquel periodo alcancé a recuperar) Es una version aumentada -como lo señalan las lineas en rojo-, fruto de la memoria recuperada, de Lausanne, del tiempo que allí pasé, que me habra granjeado mi reciente estancia allí
Mi encrucijada suiza
13.01.13 | 16:59
("Las crónicas de Juan Fernández Krohn (Periodista Digital)
¡Bella y qué fría Lausan(ne)!
Así te recuerdo ¡aún!
Del invierno aquél (tan crudo)
-enero del ochenta y seis
(y febrero y marzo ¡frios!)-
de noche cuando te descubrí,
tú y la belleza desnuda
de tus cielos surrealistas
de tus valles y hondonadas
blanco y grises, allá al fondo,
pateándome tus calles
y tus plazas y tus parques,
adentrándome en la nieve
sin parar, de arriba a abajo
como si ya fueras mía
¡ni un alma saliéndome al paso!
Era, eras la Otra Suiza,
la que me hurtaba o escondía
el valle aquel a donde "huí"
(eso creía ¡ingenuo que fui!)
mientras España ardía
en banderas -y en movidas-
¡que la guerra estuvo en un tris!
Mirando a las estrellas de noche
y el Mont Blanc delante de mí
por el cristal de mi cuarto
día y noche, cuatro años,
como un faro, día a día,
como el rey sin corona aquél,
mientras un mundo se hundía,
mil mundos lejos de allí.
Cura de belleza y de calma,
de reposo y convalecencia
para un alma sonámbula
y un gran manojo de nervios
en fase de temple aún
¡Eso me dio Suiza a mí!
Descubriendo mil paisajes
y pueblos de alta montaña
-de las novelas de Ramuz-
oteando el infinito
¡Alpes de Imperio (azul)!
Y buscándome en el fondo a mí
(¡Me valió la pena, sí!)
¡Años suizos de mi ayer,
cantón/refugio del Valais!
Donde mi alma "europea"
se forjó en la nieve, al sol,
(gris) de un cielo azul/añil,
sueño astral del poeta:
te dejé a la fuerza sólo
por eso nunca ya olvidé
lo que acabé por descubrir
de vuelta a verte bien después
¡Si hubiéramos sabido
que el (gran) amor -de una patria
carnal, de tierra y sangre-
era eso (Francisco Umbral)!
¡Un mundo/nuevo para mí
lo que en Lausanne yo sentí!
En Sils María, en Suiza,
lago/volcán de Silva Plana
"mil pies por cima del mar"
Nietzsche descubrió su luz
Y en aquella calle/balcón
en el centro de Lausanne
como una grande escarpa
de espaldas al lago Leman
-un bulevar/baluarte (…)
(¡era el bulevar de Grancy!)-
"calle Gonzague de Reynold"
-una autoridad en Ecône
y en "la España nacional"-
(que así se llamó para mí)
por donde pasaba el viento
loco al galope, sin piedad,
barriendo aceras desiertas
antes de torcer y perderse
hacia el lago cuesta abajo
como el río busca el mar,
tuve una visión de golpe
como a la luz de un farol,
que en la encrucijada aquella,
lugar de cita o de paso
del Tiempo y de mil caminos,
tenía yo justo una cita
no sabía entonces con quien
antes de conocerte a tí:
sin venir tampoco a saber
si la cita no lo era yo
(¡la que tenías marcada tú
de antes de conocerme a mí!)
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