martes, diciembre 10, 2013

¡CATALANISTAS ESCARMENTAD CON UCRANIA!

Vista al anochecer del Pirineo catalán desde Viella, valle de Arán. Un paraje doblemente español: por derecho de conquista y de reconquista. En la guerra civil y contra la incursión del maquis del 44. ¡Cataluña doblemente mía!
¿Son los catalanes más europeos que "nosotros" acaso? Eso fue lo que de siempre (de forma un tanto subliminal incluso) se inculcó a párvulos y bachilleres de las demás regiones de España. La imagen no obstante, como helado de vainilla al sol, se fue paulatinamente derritiendo en mí los años que viví por cima de los Pirineos, y es que tuve en todo este tiempo numerosas ocasiones de observar la forma de desenlvoverse de catalanes (jóvenes o sin serlo) que en todos estos años me habre cruzado por aqui y a fe mia que no desenvolvian mejor, con mayor éxito o soltura o más a sus anchas que otros compatriotas.

Estaba claro pues que habia gato encerrado tras la imagen o el problema aquel de imagen -para ser exactos- que arrastrábamos muchos españoles por cuenta de los catalanes y de Cataluña (en relación con Europa) ¿Pero donde? Y la respuesta tal vez se la venga a ofrecer ahora a muchos sin esperársela la crisis que atraviesa Ucrania. Porque en la crisis en aquel pais de la antigua Union Soviética que viene acaparando la atencion de los medios españoles y extranjeros subyace a todas luces un movimiento separatista en fase de fermentacion (de nuevo) de un tiempo a esta parte, que habra hecho eclosión al calor de los recientes acontecimientos.

Y si dudas habia -de ese cariz separatista innegable del mvimiento por la UE entre los ucranios- las disipa todas las declaraciones al ABC en su edición de hoy de un clérigo uniata presente en las manifestaciones de Kiev que soprenden a fe mía por el tono beligerante de quien parece andar buscando y provocando el enfrentamiento (cuanto más pronto mejor) antes que una forma de entedimiento o de apaciguamiento cualquiera. Los uniatas son los cristianos de rito griego ortodoxo unidos canónicamente a Roma en lo que cabe ver como el corolario inseparable del contencioso del que se vieron teatro de antiguo unas regiones de Europa del Este disputadas entre la Rusia de los zares y el imperio austro hungaro, y donde confesion religiosa venía fatalmente a identificarse con demarcacion territorial (y conflicto de soberanias)

La visita del papa polaco (junio del 2001) a Kiev y a Lvov (Oeste de Ucrania) sembró vientos de separatismo que descargarían con furia tres años mas tarde en la llamada revolución naranja que llevó al poder a las fuerzas separatistas anti-rusas y anti-ortodoxas. Esa fue la tónica general de las visitas de Juan Pablo II en los países de Europa del Este tras la caida del Muro, una intensificacion del proselitismo uniata (sumiso a Roma) y un recrudecimiento de la tension entre catolicos y ortodoxos pareja a una recordacion -de fines apologeticos- de esos capítulos (dolorosos) de historia eclesiástica particularmente conflictivos, lo que el papa polaco -tan olvidadizo de su propio pasado de colaboración con el régimen comunista en su país- llamaba "la purificacion de la memoria" (...)
Lo que explica con creces que el lazo confesional se viera sin falta esgrimido de antiguo por arma política, por unos como otros sin duda alguna, pero no en menor grado o medida por parte de la iglesia católica (o del Vaticano) Como lo ilustró el renacer de la iglesia uniata -version posconciliar "ostpolitiek" nota bene- tras la caída del Muro gracias (sobre todo) a los auspicios y la instigación personal incluso del mapa polaco Juan Pablo II que se veria plasmada en la visita papal a Ucrania del 2001 que contó con el "nihil obstat" del patriarcado de Kiev, fraguada a espaldas no obstante del patriarcado de Moscú, mayoritario en el conjunto de Ucrania -por el numero de fieles- , y en particular en las regiones del Este (y del Sur) pro/rusas, por oposición a la regiones del Oeste y del Centro mayoritariamente favorables al ingreso en la UE (entonces como ahora) y repartidas entre la disciplina uniata y la del patriarcado de Kiev un poco a partes iguales.

Hasta el punto que se puede decir que Kiev le costó el papa polaco su soñado proyecto de visita a Moscu, buque insignia de su pontificado como ya lo expoliqué en alguno de mis recientes artículos. O digamos mas bien que la visita aquella fue el premio de consolacion de un sueño (pontificio) que con la caída del Muro -y de Gorbachev- se vino igual de estrepitosamente abajo (como aquí ya lo tengo también explicado) Del sello pontificio o vaticano del separatismo ucranio -a imagen de la impronta clerical tan ruidosa y visible de su principal icono, Stepan Bandera (del que me ocupé en mi artículo de ayer)- cabe dudar pues tan poco como del de los catalanes nacionalistas) Su conexion/europea respectiva se las da a unos (de prestado) el lazo confesional (uniata) que discurre mal que bien por las estructuras y engranajes de la construcción europea "marca UE", como en en el caso de Ucrania.
Un retrato de Federico Mistral, padre del moderno provenzal. Era un señorito de provincias que fue una sola vez en su vida a París y sus paisanos salieron a despedirle y a recibirle alborozados hasta mil leguas a la redonda. Alphonse Daudet se inspiró de él para su personaje célebre de Tartarín de Tarascon y el crítico maurrasiano Thibaudet se pitorreaba no poco de él en la biografía que le dedicó. "Prométeme -hace decir a una de las muchas novias (de pueblo) que Mistral tuvo (soltero hasta el final de sus días)- que cuando ya estemos casados te dejarás de todas esas 'couillonades'" (...) Sus lejanos discipulos catalanistas de nuestros días parecen todavía más provincianos (o aldeanos) desde luego que el maestro. ¿Más europeos (o cosmopolitas) los catalanes que el resto de los españoles? Vivir para ver fantasmas míos!
En el caso de Cataluña en cambio, la marca europea del padrinazgo vaticano del que disfruta el nacionalismo catalán desde sus prístinos origenes no está claro ni mucho meno. Son más clericales, de eso no hay duda, como lo ilustra la persona de su lider mas emblemático el actual presidente de la Generalitat, de ahí a decir que son más eropeos hay un largo trecho que explica con creces que el interesado se sienta en la necesidad de tener que ir a proclamarlo no a Bruselas (capital de la UE) o a otra capital europepa, sino del otro lado del Atlantico, a Nueva York, como así lo hizo hace unos meses.

La otra figura emblemática del nacionalismo catalán en la actualidad, el líder de izquierda republicana (de Cataluña) tampoco ofrece una imagen más europea que el resto de los españoles, si acaso comparte un poco (por su aspecto) la que se desprende del obreraje frances del Midi, de petanca y barra de pan debajo del brazo y buen vino de mesa y quesos variados de sobremesa, aunque se me antoja que éste prefiera -a tiempo o a destiempo- la butifarra (o la sobrasada) Con lo que quiero decir que no le veo más cosmopolita -para servirme de un eufemismo (más que otra cosa)- que el resto de los españoles (de verdad que ni de broma)

En sus declaraciones a la prensa de hoy no obstante, el líder separatista republicano se deja de aldeanismos y emplea un lenguaje al alcance de todos: si se nos prohibe la consulta convertirán la independencia en sinónimo de democracia. Más claro el agua, un lenguaje del gusto de indgnados, se me reconocerá sin pena alguna. Separatismo igual a democracia, o si se prefiere, derecho a la autoderminación como expresión fidedigna de la democracia/real (con la que tanto nos habrán atronado los oídos durante mas de dos años) A buen entendor pocas palabras sobran. ¡Catalanistas escarmentad con Ucrania en cabeza ajena! (antes de que sea demasiado tarde)

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