Jean Claude Pérez (en la foto), de ascendencia española, uno de los jefes de la OAS, médico de Orán -refugio de rojos después de la guerra civil española- y según lo afirma Dominique Venner en una de sus obras, antiguo comunista. La transversalidad (sic), en cambio, que invoca ahora Pedro Sánchez – a gusto de Podemos, léase contra la derecha- es una especialidad guerra civilista “typical spanish” que no tiene nada que ver con la significación ideológica de ese término, en su acuñación original por lo menos (de por cima de los Pirineos, ya sea de marca rusa o francesa) En Francia se dio -hasta cierto punto- una reconciliación entre franceses de derechas e izquierdas que fue la que trajeron consigo la ocupación alemana (por activa como por pasiva, en la Colaboración como en la Resistencia) y más tarde, la guerra de Argelia, lo que en España no se dio. Entre españoles no hay -ni hubo nunca (en ochenta años)- reconciliación sino provocación (sic) -léase una serie innombrable de ellas- como lo declaró con tino uno de los oradores en el acto de desagravio a la memoria de Millan Astray el pasado sábado en la Plaza Mayor madrileñaLa hora de la rendición, de un partido que viene empeñándose en soplar los vientos y las ascuas de la guerra civil interminable, desde los tiempos de Felipe González que sembró no pocos vientos en ese sentido que hoy viene a recoger sus herederos en la dirección del partido, afilando cuchillos a toda prisa unos y otros tras la debacle electoral de ayer domingo. Que se acuchillen entre ellos, que no es quien el que esto escribe para tomar partido entre los llamados barones del PSOE y su empecinado secretario general, el moreno de verde luna (cuatro caminero) mas verde y más “camborio” que nunca tas su nuevo fracaso electoral (ante las cámaras), algo que parece enardecerle más que otra cosa. ¿Española, castiza, esa pugnacidad, esa pertinacia, ese empecinamiento? Característica o prototípica, se nos antoja más bien, de ese guerra civilismo español que tuvo su origen en la guerra de Independencia (contra los franceses) en lo que tuvo de ruptura y de revolución social, y de destrucción de las élites -a los que la rebelión berebere (José Antonio díxit) calificaba en tono de irrisión de persas (sic)- que habían hecho grande a España hasta no hacia mucho.
Y aunque tal vez sea mucho honor prestar un lazo cualquiera de parentesco-ya sea histórico o ideológico- al socialista cuatro caminero con el insigne (y polémico) guerrillero (Martín Díaz) que se mereció el ser así apodado, sin duda sea preferible el agarrar el toro por los cuernos visto la gravedad de la hora. Pedro Sánchez se empecina en su no -”el no es no”- por cuenta de la lucha contra la corrupción en la que no parece el mas destinado a tirar la primera piedra, y sobre todo por esa linea roja (a su juicio infranqueable) que es al divisoria entre izquierdas y derechas y que en el caso español-no hablo de Francia u otros países europeos- huele a guerra civilismo que apesta. ¿Trasversal (sic) Pedro Sánchez como se acaba de definir de nuevo haciendo un enésimo llamamiento a una alianza anti-Rajoy con Podemos (y lo que se presente)? ¡A otro perro con ese hueso!
Me he estado leyendo estos últimos días una obra autobiográfica de Dominique Venner (“Coeur rebelle”) -con el telón de fondo de la guerra de Argelia (en la que él participo activamente de muy joven) y de sus secuelas próximas o lejanas- en donde su autor viene a calificarse en ciertos momentos de bolchevique (sic) de derechas. Un estado de espíritu -como él mismo lo hace observar en esa obra-, el llamado nacional/bolchevismo, más que pertenencia o una filiación a una corriente organizada o definida. Que cunde o encuentra sin duda grande eco hoy del otro lado de los Pirineos, y que en el caso francés arrastra sin duda unas raíces históricas insoslayables, remontándose a la alianza entre la derecha gaullista y el partido comunista francés durante la Segunda Guerra Mundial, enterrada en la posguerra y más tarde a la guerra de Argelia tras la vuelta al poder del general De Gaulle -con ocasión del golpe blando del 13 de mayo del 58 en Argel- y de resultas de la política argelina de aquél de que hizo resucitar de nuevo esa alianza con los comunistas francesss para enterrarla años más tarde otra vez tras el desenlace de lo acontecimientos de amyo del 68.
Remontándose también -del otro lado de las barricadas (de Argelia, me refiero)- a la alianza anti-FLN que se sello entre la población europea de Argelia, en particular de sus grandes ciudades, como Argel y Orán, sin distinción de barreras de izquierda y derechas, tanto en el barrio europeo -fuerte bastión comunista- de Bab-el-Oued de Argel como entre la población de origen español de Oran, refugio de numerosos rojo/republicanos al final de la guerra civil (tal y como lo hace observar repetidamente Dominique Venner, elogiosamente, en la obra mencionada) Lo que Dominique Venner no hace en cambio resaltar en su libro -sin duda por considerarlo sobreentendido (entre franceses)- lo era el hecho innegable de la ruptura de lazos de obediencia con sus medios izquierdistas (léase comunistas) de procedencia de todos aquellos pied/noirs de izquierdas que acabaron integrando en masa la OAS (con el general Salan, antiguo socialista a la cabeza) Como lo ilustra el caso de uno de esos jefes, Jean Claude Perez, médico de Orán, de origen español y -según lo afirma Dominique Venner- antiguo comunista.
Esa santa/alianza entre los pied/noirs de Argelia -de izquierdas como de derechas- no tuvo no obstante equivalente en España en décadas de posguerra, y fue por culpa de la guerra civil del 36 interminable que vengo denunciando sin pausa ni descanso en estas entradas. Verdad de esta lado de los Pirineos, error del de mas allá. Y esta claro que esa transversalidad que pregona ahora Pedro Sánchez adolece de un fenómeno de ilusión óptica que tal vez halla mella en algunos españoles -jóvenes desprevenidos o desorientados mas que nada- y también entre franceses poco al corriente de nuestra historia mas o menos reciente y con tendencia sin duda a extrapolar sus propia problemática mas allá de las fronteras del Hexágono, de preferencia al Sur de los Pirineos. Y es que en los labios de Zetapedro esa fórmula nos suena a muchos a un llamamiento a proseguir la lucha, léase la guerra civil -las o menos larvada (se entiende que en sus formas asimétricas)
¿Morir matando? Y qué le importa a él cargarse a su partido si el PSOE se revela ser al final un obstáculo al re-encenderse de la guerra civil. El PSOE -nuevo molde (en aquel entonces)- igual que el PC pactaron más o menos forzadamente en la transición. Pero entre los herederos de uno y otro, no habrán dejado de hacerse oír llamamientos desde la llegada al poder de José Luis Zapatero,a dejarse de pactos, y proseguir a la claras la guerra civil interminable. Argumentos del tipo histórico -amen de los ideológicos- no les faltan desde luego. No hubo armisticio, ni firma de un a paz cualquiera -como el abrazo de Vergara- ni siquiera de un acta de capitulación o algo que se le pareciese mas o menos remotamente, como así suelen terminarse las guerra civiles (por ejemplo la guerra civil americana entre el Sur y el Norte de los Estados Unidos)
Porque el pacto de amnesia de la transición -mas que un acto de reconciliación- lo fue efectivamente en el sentido que dejo deliberadamente en suspenso -aparentando olvidarlo- el tema crucial de la guerra civil. ¿Se había terminado acaso ya de una vez? ¿Quién la había ganado, quién la había perdido? Los artífices de la transición de un lado como del otro dejaron expresamente esa pregunta en el aire en suspenso. Y esa pregunta sin respuesta como un bumerán habrá resurgido en los últimos años -desde la llegada al poder de José Luis Zapatero (tras los atentados del 11 de marzo)- con la mayor fuerza hasta convertirse en la cuestión central, qué digo en el reto mayor del actual momento político español y de la crisis política -de nueve meses de duración ya- por la que atravesamos. Señores del PSOE barones como incondicionales del jefe, críticos/posibilistas como indignados anti-sistema) ¡a rendirse tocan.
A firmar el acta de capitulación y terminar la guerra civil del 36 de una vez -ochenta años después-, de la manera como se terminan las guerras civiles. La única manera de poner fin de una vez por todas a ese anacronismo/insoportable -e indescifrable- que a los ojos de muchos mundo a través sigue siendo el pasado español, y que les lleva a seguir proyectándolo injusta e impunemente sobre nuestro presente. Con la complicidad de los guerra civilistas de dentro, y en particular del que por voluntad propia figura hoy por hoy en cabeza de todos ellos. Como dijeron en la Plaza Mayor el sábado pasado, sólo una nación unida consigue ser respetada. A buen entendedor pocas palabras sobran
2 comentarios:
http://jmalvarezblog.blogspot.com.es/2016/09/la-ultima-masacre-de-alepo.html#more
Aquí, en este blog "comunista" coinciden contigo... y publican un comentario anónimo en que citan tu blog:
"Llevan casi dos años bombardeando constantemente Yemen y los medios como si no nada.
Crean una farsa en Alepo y los medios montan un guirigay."
Completamente de acuerdo. Gracias por el enlace. Saludos
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