"Muerto ese negro, el cetro de la poesía en lengua española me corresponde a mí" La cita (referente a Rubén Darío) es de Alejandro Sawa (en la foto) -español de origen griego por su padre (rara avis)-, que inspiró (a modo de caricatura) el Max Estrella de Luces de Bohemia. Sawa fue el “negro” de Rubén Darío para el que escribió algunas colaboraciones en la prensa en castellano española y extranjera. ¿Peor poeta que el nicaragüense? Una cuestión imposible de dirimir o elucidar al día de hoy. Y es en la medida que el auge hegemónico que viene de antiguo en el seno de la literatura en lengua española -o en otros términos al interior de las diversas literaturas panhispánicas- de las variedades lingüísticas y literarias del otro lado del Atlántico no dejaba de ser un signo (magno) de los tiempos a finales del siglo XIX como lo fue a lo largo del siglo XX, y una secuela fatal en suma de nuestra decadencia histórica. Como sea, estaba escrito que Sawa el español -señorito sevillano de ascendencia foránea/europea- perdiera su pulso literario con el panamericano (y mestizo) Rubén, que fue un prodigio de éxito literario en vida y después de muerto. A expensas y a costa de otros nombres y figuras de nuestra literatura. Una secuela entre tantas, nota bene, del Desastre del 98El broche final -en el plano literario- de mis breves vacaciones madrileñas, lo habrá sido una borrachera (a fe mía) de lectura, enfrascado en el salón general de la Biblioteca Nacional en Madrid durante varias horas, en la poesía de Rubén Darío. El nicaragüense Rubén Darío ¿mejor poeta del siglo diez y nueve (y principios del siguiente) español y Garcia Lorca gitano de alma -¿quién me lo negará?- el mejor poeta en lengua española del siglo viente como me lo hacían observar -a modo de denuncia y acusación- amigos catalanes de los de ocho apellidos de allí hace unos meses en Barcelona? El interrogante o los interrogantes siempre en pie a falta de cumplida respuesta (hasta hoy) se mereceN una reflexión profunda. Por cuenta sobre todo de nuestra identidad colectiva, prenda de autenticidad de nuestro ser histórico y de la fecundidad -más allá de su esterilidad o declive aparente- de nuestra tradición cultural y espiritual española.
“Muerto ese negro me corresponde a mí el cetro de la poesía en lengua española” -escribía Umbral citando al poeta bohemio madrileño (de orígenes eslavo/orientales) Alejandro Sawa (que parece que trabajó de “negro” (literario) para el nicaragüense- en uno de sesos rasgos de crudeza y de ausencia de rémoras y de de escrúpulos y prejuicios de las que el autor de Mortal y Rosa daría tantas muestras (en su vida como en su obra. Como sea, a Rubén Darío le redime del drama de sus orígenes, la poesía -léase la lengua española, enriquecida por su tránsito por el francés- y también su hispanismo leal y sincero del que dio muestras hasta el final de sus días. El hispanismo sincero y a la vez “sui generis” de un anti-clerical “de derechas” Sin necesidad de emigrar -o huir- a otros mundos -o submundos- culturales (léase contra culturales) como fue el caso de García Lorca
ADDENDA Iba a terminar ya esta entrada sin llegar apercibirme (del todo) del valor y al importancia y transcendencia hallazgo crucial que acababa de hacer en este búsqueda en la vida y en la obra de Rubén Darío, un tanto fugaz y errática entre balbuceos y a tientas, e infructuosa o estéril sólo en apariencia y es que como en el “kajetón” bíblico (judeo-cristiano) que impide la llegada del anticristo, lo que me impedía a mi y a todos el descubrimiento del autentico gran poeta de nuestra literatura española en la era contemporánea -Anticristo (literario) en el sentido que le dio al término Federico Nietzsche- , lo era el brillo o relumbrón del que le hizo sombra y le robo el cetro que a él propiamente le correspondió. Y me estoy refiriendo a Alejandro Sawa (Martínez), el poeta ciego, sevillano de ascendencia griega paterna, nuevo Homero de nuestra literatura, que inspiró a Valle Inclán el personaje -grotesco esperpéntico, caricatural y sin duda profundamente injusto - de Luces de Bohemia, como un paradigma (literario) del fracaso en la imagen que arrastra que se merece una revisión urgente, profunda y minuciosa por lo que cuento ocuparme de él en este blog (mi palabra) en las próximas semanas
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