viernes, abril 12, 2019

DOCTOR GOEBBELS Y "EL ANTICRISTO"

Magda Goebbels, -Quandt, de sus primeras nupcias-, la primera dama del III Reich, sobre todo en los últimos días (antes de la derrota). Y su rostro más visible al final, como lo fue el doctor Goebbels (en versión masculina) La bruja o el diablo –o diabla- en persona en la propaganda anti-nazi y en la leyenda negra (negrísima) que la rodea. Una mujer del mayor temple –y de gran belleza y atractivo y seducción- que permaneció fiel al doctor Goebbels y a aquél en quien los dos creían y tenían puestas sus esperanzas. Hasta el gesto (supremo, sacrificial) de devotio antigua, que la equipara –digan lo que digan sus detractores- con las mayores heroínas de la tragedia antigua. Y sin ella no se aclara el aura de misterio que rodea al hombre al que suguió hasta el fin. Magda Goebbels, icono y luz astral en la memoria de los vencidos. La clave del eigma
El doctor Goebbels o la Victoria con alas, léase la moral de victoria que él encarno con nadie esperando contra toda esperanza (Pablo de Tarso dixit) , hasta el mismísimo final –aun después de la muerte del Fuhrer con lo que vino a sucederle en un trance rodeado de silencio y de tabúes y cargado a la vez de simbología- con lo que le arrebato al cristianismo –y su fondo innegable de religión judía (Umbral díxit)- una de sus principales si no la principal bandera o estandarte de su mística del mas allá, destapando o desenmascaran do así su fondo pacifista y anti-guerrero y desmoralizante y desalentador y decadente y derrotista, con sabor a fracaso y a derrota en resumidas cuentas (me refiero “en esta vida”). El ministro de Propaganda del III Reich tiene a no dudar mala imagen en España y no me refiero a la leyenda en negro de la historiografía y de la ideología oficial que llevan a rastras todos sin excepción los dirigentes de la Alemania nazi, entre españoles más si cabe que en otros pueblos por paradójico que parezca, sino a la imagen en negro (alquitrán) comparativa que se le dispensa gratuitamente, comparada en verdad a otos jerarcas nazis, como el más cruel, el más cínico y cruel y sin piedad de todos ellos. Pura leyenda ya digo, reforzada de sambenitos, lo que reserva la santa/madre iglesia a los mayores réprobos y heresiarcas. Y es que en la gradación moral de buena o mala fama que me diga o reputación, Goebbels ofrece la (triste) figura del peor de todos, peor que el mismo Hitler por increíble que parezca. ¿Y por qué, a santo de qué un dato tan insólito y llamativo, e inexplicable?

Y no me van a creer los que aquí me leen pero el motivo o pretexto no puede ser mas fútil y ridículo (y pueril) y más evidente a la vez, y lo era por el carácter canónico (o disciplinario) del mismo. Porque Goebbels al contrario de Hitler que nunca fue tratado asi incurrió a no dudar en la pena de excomunión "latae sententiae" que la santa/madre reserva (aún hoy) a los divorciados o a los que contraen nupcias con ellos (o con ellas) en segunda nupcias, como fue el caso del ministro de la Propaganda nazi. Lo que tal vez, bien pensado, no sea más que un hábil y oportuna coartada en definitiva. Si bien se mira, y es que lo que temían en él como la peste los guardianes del templo –léase de la moral judeo cristiana- era la imagen de integridad moral -amén de física por supuesto- que del líder nazi se desprendía, de su vida como de sus ultimas días, y de las circunstancias rayando en lo macabro t espeluznante –a fuer de trágicas y heroicas a un punto o a un grado incomparablemente mayor que en los demás de sus camaradas de partido o correligionarios- amen de la claridad y de la contundencia de su mensaje y del resurgir insólito del neopaganismo –como respuesta religiosa o espiritual a la tragedia-, que destilaba su arte de propaganda de guerra y que hacen indiscutiblemente de él el campeón o héroe indiscutible de aquella guerra que fue y lo sigue siendo al dia de hoy una guerra de propaganda (…)

Genio del arte de la propaganda de guerra, el doctor Goebbels, -del que Ezra Pound o Dionisio Ridruejo no fueron mas que fieles émulos- y del arte de reclutamiento que le llevó en los primeros meses del conflicto, en el marco en extremo exigente de una economía de guerra, a movilizar en cuestión de días unas veinte divisiones en primera línea. 18 de febrero de 1943, a pocos días de la debacle de Stalingrado. Discurso –uno de los más famosos en la historia del III Reich- de la Guerra total (Totale Krieg) del doctor Goebbels en el palacio de Deportes de Berlin. "Totaler krieg kurzer krieg“("Contra más total, más corta”) Modelo de oratoria del principio al fin. Y en una retórica sorprendentemente familiar –pese a la barrera lingüística- a oídos de falangistas (…) “¡Pueblo alemán –lo concluyó así- levántate (steht auf)- und Sturm brich los!- ¡Y que se desate la tormenta!”

Artífice de “la guerra total” y de la resistencia y de la derrota “total”, el doctor Goebbels, lo que hizo de él el puntal número uno del régimen en sus últimos dias como lo ilustra el hecho histórico irrefutable que sobreviviendo al Fuhrer –sólo por unos días- acabase sucediéndole en la jefatura del partido y de la Nación lo que hubieran querido para sí el resto de sus camaradas. Comparaciones odiosas, pero si se repasa la lista de las principales figuras del régimen, de un Goering fracasando estrepitosamente en su calidad de jefe de la Lutwaffe y en cuanto tal, responsable moral directo y principal del salvajismo de los bombardeos aliados sobre la población civil, de un Himmler –el protector y padrino (nota bene) de Leon Degrelle- destituido por el mismo Fuhrer en sus ultimos minutos de existencia, de un Martin Bormann mezclado estrecha y directamente a los arreglos de cuenta sangrientos –de los tribunales (secretos) de la Santa Vehema- que sirvieron de telón de fondo inmediato (inspirados en el romanticismo o neorromanticismo germano) a la emergencia del nacionalsocialismo en la Alemania de entonces, de un Rudolf Hess que –victima de sus creencias o supersticiones astrológicas (nórdicas)- fracasó estruendosamente en su vida y en su muerte, la figura del ministro de Propaganda del Reich emerge insólita como la del fiel e incasable luchador que no se rindió y resistió hasta el final y escapó así –excepción a lo que fue la regla en (casi) todos los otros- a las garras de sus enemigos. Y ¿por qué? cabe preguntarse. ¿Qué era lo que él tenia y que echaban en falta los otros por el contrario, que le permitió esa salida de escena tan trágica y a la vez tan lograda y tan airosa y tan triunfal por paradójico que parezca (…) ? Cuál fue el plus o “surplus” de talla que resalta hoy más claro y flagrante que nunca en vision retrospectiva? Esa talla –personal e individual- justamente que viene a a dar la clave de explicación de la solvencia moral e ideológica amén de su magnitud y envergadura histórica (y política) indiscutibles (…) Y la pista de exploración del eniga nos la ofrece ese titulo de “doctor” al que el ministro del Reich tenia tanto apego y al que daba tanta importancia según apuntan unánimes sus biógrafos e historiadores. Goebbels, el doctor Goebbels, era un humanista de formación –como otros (Hitler y Himmler) eran arquitectos o ingenieros-, tal y como lo atestigua su titulo de doctor no en Medicina, sino en filología clásica (antigua, grecolatina) –que cursó durante la guerra mundial, como una forma de hacer la guerra él, que había sido rechazado por incapacidad debido a su cojera- y era además escritor y como tal habitante de otro mundo o de otro planeta –el de la creación- y no un simple periodista o propagandista, como da de ello constancia su novela de juventud –claramente autobiográfica- “Michael, y el destino de Alemania”

Dresde, 13-15 de febrero 1945. Bombardeo de castigo (atrición) -a base de tempestades (sic) de fuego- de la aviación aliada. Se calcula (hoy) en más de cien mil victimas: Holocausto en nombre o por cuenta de la Democracia. A cada bombardeo de atrición devastador, doctor Goebbels hacía de inmediato “in situ” acto de presencia, mostrando empatía y compasión –autenticas- con sus tropas y con la población civil que sabia de instinto apreciarlo, y a medida que la intensidad y frecuencia de los bombardeos iba en aumento, su ubicuidad y su dinamismo se crecían al mismo tiempo, hasta el punto de convertirse en el rostro visible y la figura más popular del régimen –y del III Reich-, por todas partes, acorde todo ello con lo más profundo de su carácter y de su personalidad y de su vocación de propagandista y de conductor de pueblos, y también con la fase primera de su trayectoria política dentro del partido, de antiguo “nacional-bolchevique”. Y todo ello a medida que “su” Fuhrer se eclipsaba (…), al punto que le llegó a suceder, justo antes de consumarse la derrota
Y rebosante además de un bagaje filosófico completamente fuera de lo común en los políticos de entonces como en los de ahora, como da de ello repetís veces muestras las páginas de su diario –exhumado y publicado por el historiador británico revisionista David Irving-, con sus evocaciones de frecuencia in crescendo a medida que se acercaba el final, a la figura y a la obra de Emmanuel Kant, un autor en los ámbitos universitarios y académicos de nuestros días- fuera de toda sospecha en verdad, nombre emblemático de la Filosofía alemana y propiamente de culto en todo lo relacionado con la enseñanza y con la especulación filosófica (..), sobre todo entre las izquierdas (…) Ya hablé antes de la integridad física del doctor Goebbels y me reitero en ello por paradójico que pueda parecer en un discapacitado, rechazado para el servicio como él lo fue, a quien le fue impuesta una ortopedia en un pie por culpa de una osteomielitis -seguida de atrofia- en su niñez. Y es que ahí estriba tal vez la fuerza y el increíble derroche de energías de lo que dio al final -y hasta el final (...)- muestras. “De la capacidad de violencia en los que la Naturaleza de una forma u otra agredió” escribí en un articulo de entre mis textos más tempranos, recién llegado a Bélgica. Y lejos de la imagen (diabólica) del cojo acomplejado lleno de odio y resentimiento de la propaganda anti-nazi, el doctor Goebbels ofrece la imagen emblemática ante la Historia del Superhombre (Nietszche dixit) léase del hombre moralmente superior capaz de triunfar de cualquier deformidad o anomalía. ¿Holocausto? El de él mismo, y el de su propio pueblo que él consiguió escenificar -y el único que se le puede probar (…)- en el final tan atroz de tragedia clásica que el Destino le reservó a él y a los suyos (…) Y por ahí me adentro en el fondo, en el meollo del enigma que la vida y la muerte del jefe de Propaganda (de guerra) del Reich sigue ofreciendo a historiadores y ideólogos y moralistas. Me adentro pues en terrenos(muy) peligrosos pensando –y escribiendo- así “peligrosamente”, del decir de T.W. Adorno (fuera de toda sospecha) y de Martin Heidegger. Y es que el suicidio de Goebbels y de su esposa Magda y de la muerte –asistida y consentida- de todos sus hijos, ilustra la respuesta personal de aquel a uno de los grandes dilemas del pensamiento filosófico y teológico en la historia de las ideas en Occidente, y es ante el escándalo magno de la bien/pensancia frente la ideología nazi en todo lo referente a la compasión y a la misericordia, legado innegable del pensamiento de Nietzsche tal y como lo expresa sin reservas sin tapujos en las paginas más crudas –y sinceras- e impactantes de su obra tardía, el Anti-Cristo. Y en particular en uno de sus pasajes tal vez el más enigmático de todos ellos, cuando escribe, parafraseando a Aristòteles que la tragedia (griega) venia a operar de purgativo (sic) a la compasión y a la piedad (y a la misericordia) (1) Y es la idea que nos viene a la mente una y otra vez repasando-y jalonando a la vez- la principales instantáneas de su trayectoria- los últimos días –con aires de tragedia griega- del líder nazi a medida que se iba consumando la tragedia (de la derrota) Cuando se iba creciendo y agigantando a ojos vista en la misma medida que los bombardeos salvajes de los aliados (por cuenta de la democracia) intentaban achantar y doblegar al pueblo alemán y dar cuenta de su voluntad obstinada de resistencia que aquél supo encarnar como ningún otro. Presente o (visiblemente) omnipresente en todas partes al final de la guerra, en las zonas mas álgidas del frente del Este como en la retaguardia alemana a seguir a los más devastadores bombardeos, por la empatía –y la compasión y la misericordia- que supo transmitir la población como ningún otro dirigente nazi. Junto –no se olvide- con la moral de combate y la esperanza de victoria que él supo infundir en aquellos también como nadie. Con lo que aquellas virtudes de la compasión y misericordia lejos de traducirse –como en el judeocristianismo- en un malgasto absurdo y enfermizo (y depresivo) de energías –“sin proporción con el quantum de la causa, la muerte del Nazareno” (Nietzsche díxit) (2) - galvanizaban en cambio a los suyos y les infundía moral de combate en un derroche de energías vitales y combativas, hasta la derrota total (a falta de la victoria) Derrota total -sin rendición (ni armisticio)- en la guerra total, de la Victoria con alas del doctor Goebbels –y de su final tan logrado y tan triunfal- encarnación del Anti-Cristo (pagano y germano) y  del hombre moralmente/superior, léase del Superhombre. La clave del enigma del interés que despierta en la actualidad su figura. Y del odio que suscita

(1) "l'Antechrist" version en francés, en traducción de Henri Albert, p. 92, párr, VII
(2): Loc. ibídem
Portada de la revista del CEDADE, que encarnó a los ojos de muchos españoles, en el régimen anterior (y también un poco después), antes de su disolución (1993), la supervivencia del nacionalsocialismo alemán en la Península (y más concretamente en Cataluña) Nacionalsocialismo en versión “degrelliana”, para ser justos y exactos (…). Lo que da la clave tal vez del mutismo de ese grupo en relación con la figura del doctor Goebbels, si se piensa en la rivalidad personal –lo que el propio interesado belga evoca y reconoce sin pena en sus memorias- que opuso a los dos, y en el padrinazgo que aquel reconocía (y asumía) también de Heinrich Himmler, otra de las figuras o vectores primeros de poder del régimen nazi conforme al carácter confesadamente policrático (léase de fuerzas opuestas y rivales) del mismo. Lastima, porque se les escapaba, evacuando así una de las figuras mas cruciales y emblemáticas –y más actuales también- del III Reich, lo esencial del pensamiento y del movimiento y de la mística nazi, y era su ligazón estrecha con la Tragedia en la Antigüedad clásica (la más pura, la más antigua). Y es que no se puede dejar de pensar en ese aspecto esencial cuando se constata el efecto o valor de purgativo (sic) que producía en el doctor Goebbels -en cuanto a protagonismo (de primer plano) y a derroche de dinamismo y de energías- el espectáculo (en primera fila) de la derrota, a medida que se consumaba la tragedia alemana. ¿Peras al olmo, el pedir ese tipo de reflexiones a devotos y partidarios de San/Agustin, (y no digo ex profeso nombres), con su rollo teológico del pecado original (sexual) y de la culpa colectiva (y de la misericordia)? (…) Doctor Goebbels, o el nacionalsocialismo explícitamente expurgado (sic) de su poso de doctrina y de teología judeocristianas (…)

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