martes, marzo 29, 2022

LA PROVENZA Y CATALUÑA


Foto -como yo lo vi ´(hace tanto) y hasta hoy se me quedó- de la localidad de Baux de Provence catalogada entre "las más bellas" del Hexágono. Pugna tragica (sic) la existencia humana (José Antonio díxit) "entre lo espontáneo y lo dificil", entre el (viejo) nacionalismo particularista y romántico y el (nuevo) "nacionalismo misional" ("Ensayo sobre el nacionalismo", en "Destino" -O.C-) Entre el patriotismo "telúrico", de la tierra, y el patriotismo de la sangre, "de la estirpe" ("España germanos y bereberes"). Y entre la Patria grande -apostillo yo- y la patria chica. Y esa tension se eleva a la enésima potencia por mor de la Belleza. Y en regiones bellas por definición como la Provenza -y a las pruebas me remito- aquella alcanza límites de paroxismo. Cataluña más bella que otras regiones españolas? En sus paisajes, en sus parajes -mediterráneos- , en sus cielos -y en sus vientos- y en sus "co-mar-cas" y en sus noches estrelladas (tan "pirenaicas") ? Ni lo afirmo ni lo invalido, pero sólo ya  planteando esta cuestion (personal e intransferible) -de un punto de vista, y de una visión y una sensibilidad no/catalanas- me parece que ofrezco a los (directamente) interesados una muestra de empatía y de comprensión, por minimas que sean. Susceptible todo ello de evitar el enfrentamiento y sus peligrosas escaladas. Como observamos impotentes y consternados en Ucrania   

La Provenza, mi patria chica de adopcion? Lo pensé y rumié un buen rato tras el final -que aguanté solo en un nuevo intento (en segunda sesión)- del film "Tiempo de secretos" ("Le temps des secrets") del escritor francés y provenzal Marcel Pagnol. Es una vieja historia (en mí) o un viejo sueño más bien, un sueño medio dormido y medio despierto a imagen del sonámbulo que era yo o digamos aquel en que me habia convertido su paso (finales de los sesenta principios de los setenta) por la Universidad madrileña en estado de sitio o de siniestro total (léase en estadode guerra civil larvada) que asi es como la vi y la viví yo. Como dicen los franceses, passons! El caso es que de tanto mirar -como Quevedo- los muros (en ruinas) de la patria mia -léase de aquella generacion que era la mia y a la que dije adiós- me cansé y me puse a buscar (sin querer) un patria extranjera o del más allá o allende las fronteras, alguien me lo podrá reprochar? 

Y uno de los hitos a modo de recuerdos inmarcesibles desde entonces de aquel insólito itinerario de expatriación o de extrañamiento, de aquel insólito peregrinar, lo fueron unas lecturas semi clandestinas que empecé en español y que me sirvieron de iniciación a la lengua de Molière en la que le acabé de leer, del boletín -que unos (pocos) españoles estoicos se empeñaban en, traducir- "La Contra-Reforma católica en el siglo XX", del clérigo integrista francés Georges (Abbé de Nantes) celoso de la pureza y de la integridad del dogma y celador no menos apasionado de literatura francesa que él vertía en su estilo brillante y peculiar y en los temas que abordaba a la vez. Y en uno de aquellos boletines en rojo y negro que periódicamente me llegaban como pan nuestro de cada mes o a cada trimestre, -verdadero alimento espiritual en verdad como esas lecturas lo fueron para mí- uno de los artículos como digo de su único redactor venía dedicado a los "felibriges", el movimento de renovación provenzal, a la vez artístico y cultural que linguístico, y a su principal figura, Federico Mistral. 

Acompañada mi lectura  de una ilustración grafica de la localidad de Baux de Provence (ver foto) cerca de Arlès, catalogada entre "les plus beaux villages de France" y a fe mia que no exageran, como lo podria comprobar yo mismo "in visu" a mi paso por allí, yo solo el mismo verano aquel, -de traje y rigurosa corbata (de flores de lis, dandismo obliga), y como lo mandaban los cánones de la TFP también, en un caluroso atardecer (...)- en la gira turistico espiritual que entonces emprendí en pos o en busca de "mi vocacion" que entonces se pensaba (religiosamente) y se hablaba así. Un pueblo todo de blanco en lo alto de una montaña -y de unas murallas- visto desde Carpentras -no lejos de Marsella- en una instantánea visual al atardecer que se me quedó grabada como con polvos mágicos y de lo que en esta entrada intento explicar y averiguar el por qué y darlo aqui a todos a conocer. "Di Baus fariéu ma capitalo!" escribió (sin necesidad de traducción) Federico Mistral -en "Mireillo", "poema provenzal", que cita Camilo José Cela (fuera de toda sospecha)-, como lo lei en el boletín integrista aquél, la única frase en provenzal -o si se prefiere en catalano-provenzal- que hasta ahora acerté aprender. Cuestión de magia, insisto en ello otra vez.  

Y de aquello en gran parte al menos me quedó mi apego a la Provenza francesa que aquí en este blog y de la mano de Marcel Pagnol, escritor francés -y autor teatral y cinematográfico (del que oí hablar por vez primera, nota bene, en el Seminario de Ecône)- , estoy tratando de expresar (y de explicar) Provenza francesa o más bien una excepción francesa, y es por lo que tiene (a mis ojos) de meridional, de mediterránea, y de hispana o si se prefiere de hispano/catalana (dicho sin ánimo de faltar) Una tierra de sol -"La République du Soleil" la llamaba Albert Thibaudet (el gran crítico literario de la Francia de entonces, próximo de la Acción Francesa de Charles Maurras) en su biografía de Federico Mistral. De sol y de un cielo azul o más exactamente "azur", batido por el viento (el Mistral), y de noches de ensueño plagadas de estrellas -como las del Ampurdán o de los Prineos aquí alguno dirá-, "el sueño de una noche de verano", que escribió William Shakespeare y que a fe mia no se ve qué otro sitio o parte del mundo aquello le pudo inspirar. Como la vista de noche que anda colgada en la Red del puerto de Toulon. Y todo eso se traduce en el film al que  hago alusión más arriba. Marsella, 1915 (en la pantalla al comienzo del film) Un viaje por el túnel del tiempo de la mano de los recuerdos autobiográficos de infancia de Marcel Pagnol, que aparece en pantalla al final de la película, en verdad como una aparición.

De una tierra y unos paisajes que ahí aún están -ahí están- como (mudos) guardianes de un mundo que se fue, muy parecido al nuestro (español) dicho sea en honor a la verdad, que se fue tambien -para no más volver-, justo un poco después (de la salida y proyección del film, quiero decir) Provenza eterna ("eternelle"), se podía leer entre las numerosas referencias que se sucedían en la pantalla al final del film aquél. Que da idea de la fuerza de agarre y de arraigo en algunos de ese sueño/provenzal y que me ofrece a mí un mínimo de empatía y comprensión a la hora de enfocar o examinar ese otro sueño, catalán. Como lo dije más arriba, dicho sea sin ánimo de faltar. Y es comparando sin un ápice de odio ni desprecio, sin más propósito (desinteresado) que el de encarrilar por veredas de mesura y de cordura ese contencioso tan fatal. Cataluña y su encanto provenzal. Vistos desde fuera, me apresuro en precisar (....)

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