Ana Caballé (Masforols), profesora (un respeto) de la Universidad de Barcelona. Ejemplo emblemático de mujer intelectual de talla y de apellidos catalanes, y autora (fecunda) de una obra compuesta en su (práctica) totalidad de títulos escritos y publicados en lengua castellana. Siempre me negué a escribir su nombre (de pila) –de Ana- con dos enes, y a fe mía que no sé si me lo tuvo en cuenta y si eso contribuyó en mayor o menor medida a su decisión de interrumpir (hasta hoy) los contactos y la correspondencia que mantuvo conmigo –hace ya siete años- por cuenta de Francisco Umbral, quiero creer que no. Ana Caballé -lo digo sin espíritu de adulación, simplemente porque es rigurosamente cierto- es una escritora con su estilo propio e inimitable en lengua castellana, como lo probó con creces en su biografía de Francisco Umbral. ¿Precisamente por sus raíces catalanas? Cabe preguntárnoslo. En las conferencias (a las que asistí) que dio –en un castellano sin reproche- en Bruselas cuando nos conocimos, hacía desde luego gala de un castellano hablado oral y coloquial de lo más fluido y desenvuelto, con expresiones de lo más castizas incluso que a mí, madrileño de nacimiento, me eran desconocidas, como aquella de “apuntarse a un bombardeo” ¿Habrá que prohibir a autores catalanes emblemáticos -como la Caballé- publicar en castellano en contrapartida de la opresión insufriblemente afrentosa que sufre el castellano en Cataluña? Mucho me temo que el conflicto lingüístico latente en la agravación de la situación a la que allí asistimos acabe llegando a esos extremos de paroxismoGuerra de banderas en el ayuntamiento de Barcelona en espera de la de verdad que puede estallar de un momento a otro. Me hervía la sangre, como a tantos y tangos españoles sin duda alguna, presenciando el bochornoso incidente que habrán protagonizando los separatistas en el balcón del consistorio, y la nota dentro de la escena escandalosa la habrá puesto un “español” de la hora nona, Pisariello de su nombre, muy frecuente en la zona urbana del Gran Buenos Aires, hijo (por lo que leo a toda prisa) de un opositor argentino –desaparecido por lo que dicen- de la época de las Juntas Militares y habiendo aterrizado –o desembarcado en España- hace once años apenas y ahora dando lecciones de civismo, de moral que me diga (anti-española) desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona.
Un criollo –y con perdón- resentido, y además de eso desagradecido pese al refugio que le brindaron en la madre patria (como muchos de ellos dicen a menudo, en un tono de irrisión y de mofa y de escarnio en invariable) ¿Problema el mío con los argentinos que dirá aquí tal vez algunos? Problema el suyo mas bien, el de sus raíces y el de sus orígenes. El representante del partido de los complejos (y complejines) ha hecho acaso lo que debía de hacer y no más que eso?
Provocando el incidente habrá levantado como sea –hay que reconocerle- la liebre del escándalo de toda una fauna o ralea de renegados –ya sean oriundos de otras regiones españolas, o ex hispanos del otro lado del Atlántico- que vienen a ser la punta de la lanza en la ofensiva secesionista las horas que corren. El País en su edición de hoy recoge las declaraciones de los concejales izquierdistas y podemistas –podemistas nota bene y no “podemitas” que suena demasiado tierno, demasiado indulgente y como cómplice y revelador en extremo también de las querencias intimas que mueven a algunos- del ayuntamiento de Badalona, la tercera ciudad en número de habitantes de Cataluña, responsables del relevo del anterior alcalde (Javier García Albiol) ganador de las lecciones del pasado mes de mayo –por una ventaja aún mayor que en los anteriores comicios- y puesto no obstante en minoría tras el desenlace electoral por un escaño de diferencia.
Apellidos castellanos, qué otra cosa se podía esperar. Renegados y de una susceptibilidad enfermiza como en todos los renegados, tal y como lo mostraron algunos o algunas de ellos –integrantes del partido CUP de extrema izquierda- boicoteando un acto del líder de Podemos en Barcelona, en señal de protesta por unas declaraciones suyas en las que se permitía una referencia -halagadora, bailándoles el agua a los interesados más bien- a los orígenes no catalanes de algunos catalanes que aquellos y aquellas jugaron ofensiva y humillante, por etnicistas.
Y por si cupieran dudas, uno de sus portavoces echaba todavía más leña al fuego de la afrenta anti-española mientras explicaba el sentido de su protesta, declarándose “de barrio”, de abuelos murcianos y además (sic) independentista. Más claro el agua. De barrio sí que no de pueblo. De uno de esos barrios y barriadas de las ciudades y centros urbanos situados en región catalana, que fueron tierra prometida del éxodo rural de los años cincuenta y principios de los sesenta, durante la Gran Tregua de los Veinte Años (como la llamo en mi reciente libro) de la guerra civil interminable (de los Ochenta y Tantos Años) que tuvo tanto o más –como viene a ocurrir ahora en el éxodo de sirios e iraquíes en continente europeo al que asistimos- de extrañamiento por motivos políticos (léase político/religiosos en el actual éxodo) que de simple emigración interna y por motivos económicos.
Y todo apunta a que la Cataluña rural –no menos catalana que esos extrarradios o periferias urbanos plagados de oriundos y de sus descendientes- es la gran ausente de a movilización independentistas, como lo ilustra la posición minoritaria del pequeño/burgués Mas en la coalición independentista, preso de las fuerzas que le apoyan en resumidas cuentas.
¿Se equivocan el PP y otras fuerzas españolistas en sus estrategias electoralistas o electorales intentando ganarse a esa masa operacional de oriundos, léase de descendientes de los nuevos/catalanes de apellidos castellanos? Mucho me temo que de parte en parte. Y es por esa apuesta que es la de ellos a todas luces en favor de ese arma envenenada o de doble filo–por verse mayormente en manos de renegados oriundos (lo que intenté explicar en la presentación de mis libros en Madrid el pasado martes)- del habla catalana a expensas de prestigio innegable –de lengua superior (y con perdón de nuevo) del que el español (léase la lengua de todos los españoles) sigue gozando entre catalanes de pura cepa (y con perdón) y de otras regiones de habla catalana (o asimilable)
Como tuvo ocasión de percatarme hace ya bastantes años –porque no creo que en ese aspecto la situación haya cambiado mucho- en Palma de Mallorca donde ciertos palmesanos reprochaban a otros de sus paisanos –de lal buen a sociedad de Palma (y de apellidos de gran arraigo en la isla- de esforzarse en hablar castellano porque era de buen tono, a pesar de su estirpe mallorquina.
Una actitud loable en extremo –la de esos castellano parlantes- y nada reprochable por cierto, y de la que me parece botón de muestra ilustrativo inmejorable el ejemplo de Rafael Nadal, mallorquín de pura cepa como su nombre lo indica y que viéndose abordado una vez en catalán respondió en seco a su interlocutor “déjate de bromas”
¿Imprudente contraproducente un actitud anti-bilingüe como la que vengo abiertamente defendiendo en este blog y como la que expuse y expliqué ante un auditorio joven en Madrid el pasado martes, a la hora de salvar lo que salvar aun se pueda en Cataluña? No lo creo en modo alguno. Pienso al contrario que la actual situación de tensión –en gran parte artificialmente provocada por los medios dy sectores de la clase política dentro y fuera de Cataluña- puede servir de revulsivo potente y eficaz y decisivo a la hora de replantearnos todos –jóvenes y menos jóvenes, catalanes y no catalanes- de arriba y abajo el problema lingüístico en Cataluña.
En Francia no se permite ni de broma las mas mínima cohabitación o tolerancia lingüística que pueda poner en peligro o hacer la mas mínima sombra a la irradiación y al impero (que lo es) de la lengua y la cultura y la civilización francesa, y a nadie le produce ni produjo nunca escándalo alguno ni dentro ni fuera del Hexágono, ni antes ni después de la segunda guerra mundial, desde hace ya más de doscientos años.
El Estado de las Autonomías que fue una de las opciones mayores mas discutidas y polémicas de la constitución del 78 y no tenía otro fundamento histórico que la memoria de los vencidos del 36 –léase de la fase inicial de la guerra civil interminable- traía fatalmente consigo un bilingüismo conflictivo y corruptor –como a seguir harto se demostraría- en las regiones autonómicas mas conflictivas léase Cataluña, Galicia, el país vasco –y en menor medida en la región valenciana y en las Baleares- las únicas en las que de verdad se reivindicaban formas cualesquiera de autonomía. Constitución del 78 -aprobada y promulgada por el anterior monarca padre del actual y régimen actual de monarquía democrática-, bajo la égida de la dinastía reinante. ¿Cómplices de la actual situación en Cataluña como así lo vienen profiriendo a algunos en tonos y registros cada vez más desafiantes?
Sin trampa ni cartón. Creo haberme pronunciado al respecto en más de una ocasión en este blog y en el anterior que tuve en la blogosfera de Periodista Digital dese hace ya varios años exactamente desde que hizo eclosión la movida de los indignados del 15-M y e hizo erupción pari passu un sentimiento republicano o neo republicano –de signo tricolor surcado de negros presagios- en ciertos sectores de la sociedad española y en particular en ciertos sectores (mayoritarios pero no insignificantes) de su juventud.
En lo que me viene a reiterar tras la abdicación del rey Juan Carlos y el ascenso al trono de su hijo Felipe VI. No cuestiono la legitimidad de la dinastía reinante -como tampoco (entiéndaseme bien) ataco a algunos que así lo hacen- aunque solo sea por la legitimidad de ejercicio que les asiste de trescientos años –con minúsculos intervalos (apenas)- de nuestra historia contemporánea.
Sí creo en cambio –entiéndaseme bien también- que la dinastía borbónica, léase los Borbones españoles, son una dinastía irredenta (sic) que arrastra un problema o una asignatura (fundamental) de redención –ante la Historia y de cara a la sociedad española- que pasa insoslayablemente por Cataluña que fue el gran yerro de los Borbones franceses, por su protagonismo innegable en la llamada revuelta de los segadores -y en el asesnato innoble del virrey español de Cataluña (tal y como ya lo dejé sentado en anterior entrada)-, madre de nuestras guerras civiles contemporáneas y fuente histórica primera de todos nuestros males en aquella región española.
La memoria nos rige a todos de manera más o menos ciega o determinante. Tanto la memoria individual como la colectiva. Y la memoria o si se prefiere la guerra de memorias es factor del primero orden en el conflicto en curso en Cataluña. ¿Se acabará revelando acaso la memoria (dinástica) de la dinastía reinante incapaz de salvar Cataluña para España?
La serie interminable de afrentas patrias y ultrajes graves impunes –como el que acabamos de presenciar- y el proceso de desmembración que nadie parece capaz de yugular -y en fase galopante las horas que corren- legitiman sobradamente nuestras dudas. Como las del Cid Campeador en Santa Gadea
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