sábado, febrero 23, 2019

23-F, ANIVERSARIO

Nulla ethica, sine aesthetica. El aforismo (romano) que utilizó Nietzsche, de título de uno de sus ensayos, nos viene ipso facto a la mente ante esta foto que el semanario alemán Der Spiegel (fuera de toda sospecha) publicó a seguir al 23-F en primera página, provista o adornada de un recuadro, como una obra de arte, plástica y fotográfica, barroca o renacentista. No era para menos. Porque si aún hoy no sabemos qué pensar (exactamente) de aquello, si fue bueno o malo su desenlace –que yo de esas cosas (como diría Francisco Umbral) no entiendo-, algo en cambio tenemos más que claro: y es que esa instantánea (de la foto) redime con creces e inmortaliza a su autor –y coautores y demás protagonistas- piense quien quiera lo que piense y digan (aún) lo que digan los medios, y es porque proyecta una imagen hacia fuera en la que algunos –expatriados (de antiguo) por cima de los Pirineos- sin mucho esfuerzo nos reconocemos. De una España/diferente que con gestos como ese –heroico e inconformista para unos e irritantemente anacrónico para otros- se empeña en buscar y encontrar su vía de futuro en nuestro tiempo, y su puesto –de igual a igual- en el concierto de las naciones. Y ofreciéndoles tanta cobertura y tal realce, parece que así lo pensaron también en Der Spiegel (y muchos otros medios extranjeros). La vía –española, constitucional- del pronunciamiento. O del golpe militar (sin guerras civiles, sin chapuzas ni divisiones en la cúpula, ni indecisiones, quirúrgico y con éxito, como el chileno, heredero y tributario, por tantos y tantos conceptos, del del 36, el nuestro) (…). Que quise en lo más hondo –como tantos- que triunfara. Lo confieso
No hay mal que por bien no venga, dijo (o dicen que dijo) Franco cuando la muerte del Almirante Carrero. Y el fracaso (estruendoso) del golpe de estado del 23-F, estabilizó a la sociedad española en sus instituciones, fortaleció la convivencia, ahuyentando el peligro (próximo) de guerra civil, e hizo que muchos –Santiago Carrillo por ejemplo- le vieran (deo gratias!) las orejas al lobo. Y si hubieran triunfado, ¿qué? Un viaje a ninguna parte como nos lo ofrece el ejemplo –trágico y desgarrador a la vez- de los coroneles griegos. Y un pretexto –como anillo al dedo- para una invasión (aliada, como en Libia) en toda regla, lo que no lograron –de un tris- en el 45. Para ajustarnos de una vez por todas las cuentas -de la derrota de Alemania nuestra (fiel) aliada (…)- y sin que esta vez, los faldones eclesiásticos y las sacristías, nos sirvieran de vía escapatoria. Aunque no estaríamos como estamos, en Cataluña (…) Y sin ello -como vino a decir a la prensa uno de sus abogados defensores, en Campamento, que buscó sin exito (por mi negativa) el defenderme a mí también ante la Justicia portuguesa- no se explica mi gesto de Fátima (...) Por eso y mucho más ¡honor y rehabilitación al teniente coronel Tejero!
¿Imagen para la galería? Todo hace (hoy) pensar que Adolfo Suárez estaba al tanto de lo que ocurrió. ¿Arribista, “traidor”? Un “hombre de paja” –y no "un gigante en la niebla”- de las potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial. Y al que -como el valor en las Ordenanzas de Carlos III, y como al general Gutierrez Mellado- se le suponen patriotismo y convicciones sinceras en su actuación
 Y soy consciente pronunciándome como lo hago que doy la nota, condenado (otra vez) a estar o a verme (fatalmente) reñido a una mayoría de la opinión publica española, de lo que trasluce al menos en las ultimas horas, coincidentes con el aniversario, y es del tono hagiográfico –un eufemismo apenas- de los comentarios que vienen apareciendo en los medios, y es a nombre o por cuenta de Adolfo Suárez, el rival inmediato de Tejero, como un forma la más eficaz de exorcizar –evocando, precisamente en la efemérides del 23-F, a su más directo adversario o rival- a éste en el recuerdo. “Gigante en la niebla”? Se puede decir -aguantándonos la vergüenza ajena- que los que así le ven o así se expresan están en su (perfecto) derecho. Aquí no obstante, todos saben, los que me leen regularmente en este blog, y en varias entradas en concreto que le dediqué, lo que de él yo pienso. Y para glosar o resumir un poco más -y más finamente- su figura y su trayectoria, lo haré –como últimamente vengo haciéndolo- en clave de la historia de la Segunda Guerra Mundial y de su desenlace, de la victoria de los aliados y de la derrota de los nazi fascismos, y (a la vez) de los amigos y aliados de estos últimos, entre los que figuraron –lo dije y lo mantengo- España y los españoles aunque hayamos vivido desde entonces sin reconocerlo (…) Haciendo (obstinadamente) abstracción de un hecho histórico de tal magnitud, que el régimen anterior intentó a toda costa soslayar sin éxito. Como lo prueban o ilustran los jalones mas cruciales de la historia (española) de la posguerra mundial, que no apuntaron menos la evolución subterránea o a la superficie del régimen anterior, como fueron la solución monárquica (y borbónica, 1947), la liberalización económica (sellando el fin de la autocracia, 1957), clausurando así todo un proceso global de desnazificación –lease de expulsión o erradicación progresiva e implacable del menor sello o influencia que recordase o evocase a la Falange, o en otros términos (sólo para entendernos) de desfascistización-, y a modo de clausura de conclusión como digo, o de colofón, lo que se da en llamar la transición política.

Un homónimo insólito –como un convidado de piedra- del que fue artífice (modelo) de nuestra transición: el escritor (y editor) y periodista francés, Georges Suarez, fusilado en el 45 por delito (intelectual) de Colaboración. ¿Más “collabo” (colaborador) con el régimen de Vichy, el francés, que con el régimen franquista su homónimo español, y que además no se llamaba como este, (un respeto) Adolfo? (...) ¿No fue, no obstante, el apellido (español) de aquél lo que le llevó -en última instancia, y en insólita excepción a lo que fue la regla con muchos otros- al paredón? Esas preguntas en el aire, tras tantos años en países de francofonía, me mueven a apostar –evocando el 23-F y a sus principales protagonistas (por activa o por pasiva)- por la catarsis (auténtica) y la reconciliación
Y en ese enfoque o perspectiva, Suárez no aparece más que como lo que en realidad fue. Un hombre de paja, mas o menos arribista o ambicioso, de las grandes potencias vencedoras en el 45 y firmantes de los acuerdos de Yalta y entre ellos de sus cláusulas mas o menos discretas o secretas y de su hojas de ruta que concretaron y materializaron la rendición –por mediación vaticana- de España y de su régimen a los vencedores de entonces como vengo afirmando y sosteniéndolo sin pausa ni descanso en las paginas de este blog. Y todo en su perfil y en su carrera concuerda con el papel y el protagonismo que en función de lo que mas arriba afirmo se vería llamado a cumplir. De criatura del Movimiento, y de protegido de algunas de sus figuras mas descollantes y más fuera de sospecha –como Fernando Herrero Tejedor-, de su oscilación suave y discreta, hasta el final, entre falangistas que me diga franco/falangistas y el Opus Dei. Y de hijo, no se olvide, de un vencido –y perseguido y represaliado- de la guerra civil, en prenda todo ello a los vencidos de entonces y a los vencedores –como digo- en el 45, solo un poco después. Y dando garantías a unos como a otros en el mundo surgido del orden de Yalta y de la guerra fría: haciendo de mediador en la compra de armamento –y aviación (Douglas DC-9)- a los Estados Unidos en el tardo franquismo y sirviendo a la vez de puente –y de artífice de una política de mano tendida- a los exilados y a los vencidos –como Santiago Carrillo- de la guerra civil. Traidor? Así lo vieron y lo siguen viendo muchos. Pero la perspectiva del tiempo transcurrido entre otros factores nos impone un deber de matización. ¿Vistió la camisa azul –y la corbata negra- por simple oportunismo, lo mismo que al cantar el Cara al Sol? Esa es la solución más simple del enigma y la más fácil, pero el tiempo y la evolución del mundo y de España desde entonces no parece –a los que la arbolaron- que les haya dado la razón. Es mas sensato y más realista el conjeturar que hizo todo aquello –en parte al menos, además que por fuerza mayor o en razón de las circunstancias- por convicción. Mas aún, cabe apostar –como lo hago ahora yo- que Adolfo Suárez llegó a ser -y que me perdonen los del FES (y la memoeria de Sigfredo Hillers)-, realmente, auténticamente, al contrario de lo que aparentó, un falangista/joseantoniano, puro y más puro que muchos otros al punto que cuando él asi se mostraba hacía figura –en la España de los sesenta y de los setenta- con su camisa azul y su corbata negra de rigor, de excepción (clamorosa) Que vio en José Antonio –como otros puros, más que èl- un puente entre las dos Españas enfrentadas en la guerra civil y un modelo o artífice de catarsis o reconciliación: que lo lograse o no – o él o sus sucesores o descendientes- eso es otra cuestion. Digamos que su caso es encarnación o ilustración de ese drama (sic) íntimo, de las camisas azules, como lo explica con detalle en uno de sus escritos tardíos el francés Dominique Venner del que me ocupé (largo) en este blog. 

Y fue del estado de indefensión y de aislamiento en el que les situó fatalmente a aquellos el desenlace de la Segunda Guerra Mundial Y con eso, todo se explica de su trayectoria ondulante y sinuosa y trepadora en apariencia rayana en la traición. Como la de tantos franceses (collabos) que figuraron y destacaron en la Colaboración. ¿Hasta que punto primaba en ellos el idealismo, y las convicciones, o el oportunismo y la rendición servil? Es el debate abierto todavía en Francia e torno a la figura del mariscal Petain, como lo ilustran –entre muchos otros- las frases de elogio que le dirigió (fuera de toda sospecha) no hace mucho el presidente de la República, Emmanuel Macron. Y quien dice Pétain, dice Laval, arquetipo para muchos franceses de traidor. O un homónimo francés –como un convidado de piedra- del político español: Georges Suárez, escritor francés (de origen hispano) fusilado en el 45 por delito (intelectual) de colaboración. Y en nombre de esos y otros muchos ejemplos como esos de la historia de la Segunda Guerra Mundial la evocación de esta efemérides del 23-F y de sus principales protagonistas, me mueve a apostar por la catarsis (autentica) y la reconciliación.


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