jueves, octubre 13, 2016

DONALD TRUMP Y EL SEXO (DE LAS MUJERES)

Paula (Rosales) Jones, encarnación moderna de las Euménides -o Erinias- o Furias romanas de la Antigüedad clásica (greco/latina) Saltó al primer plano de la actualidad hace más de veinte años por sus acusaciones de acoso sexual en contra de Bill Clinton, y habrá sido ahora una de las cuatro testigos de cargo -y la más pugnaz y belicosa de todas ellas, replicando por su cuenta directamente a los periodistas que acusaban al candidato republicano- de las que se habrá hecho acompañar en rueda de prensa Donald Trump antes de iniciarse su debate con la señora Clinton, en el que volvieron a aparecer como invitadas de excepción del debate sentadas en primera fila del publico asistente. Una de ellas incluso -Juanita Broaddrick- acusa de antiguo a Bill Clinton de la haber violado (sic) en los inicios de su carrera política (en el estado de Arkansas) La presencia de las cuatro Furias anti-Clinton ayudó decisivamente sin duda a Donald Trump a salir vivo del debate -como todos así lo admiten- tras el video (ya antiguo) que viene circulando ahora en el que se le oyen escabrosidades, no mayores por cierto que las que se permitía Francisco Umbral en su libros y en sus artículos. A Esperanza Aguirre -umbraliana si los haya- le habrá profundamente escandalizado no obstante hasta el punto de tratarle de machista siniestro (sic) y repugnante. La clase política española hoy y ayer -por lo que se ve- siguen de Voz de su Amo (in casu Barak Obama y su anunciada sucesora) por la vida, para andar por casa que me diga
Los Estados Unidos son una gran nación protestante antes de ser la mayor democracia del planeta. Un detalle insoslayable e irrebatible en el pleno de la cronología histórica a no olvidar ni perder de vista en ingun momento en los análisis desde fuera de la actualidad política norteamericana. Como los que nos exige casi a diario la campaña electoral americana que habrá alcanzado su punto mas álgido tal vez hasta el momento con la segunda intervención cara a cara ante la cámaras de los dos candidatos en liza, Hillary Clinton y Donald Trump, dominada como se habrá visto por acusaciones y réplicas -y contrarréplicas- en materia de buenas costumbres, o acusaciones de índole sexual para dejarnos de eufemismos.

El protestantismo americano es algo que me escapa bastante en la medida que no viví en aquel país, sí tuve en cambio una experiencia no cabe mas directa -y esclarecedora- de una versión de protestantismo europeo -durante mi estancia en las navidades del 85 recién salido de la cárcel portuguesa en el domicilio de un pastor holandés -anteriormente cura católico- en Arnhem (en el centro de Holanda) donde me ofreció alojamiento todo el periodo de las fiestas navideñas-, no tan distinta tal vez del americano si se tiene en cuenta que los primeros pioneros de la colonización de los Estados Unidos eran a partes iguales de procedencia holandesa y anglosajona.

Born again (nacidos otra vez), una noción clave omnipresente en las diferentes variantes de protestantismo evangélico, y que gravitaba de forma obsesiva en las platicas con mi anfitrión aquél, verdaderas sesiones de la vado de cerebro que fueron sin duda el peaje que tuve que pajar a cambio del alojamiento que aquel santo/varón (que dios le tenga en su gloria) me hizo pagar entonces a cambio alojarme y de acogerme con los suyos en aquella situación sin rumbo en la que me encontré al salir de Portugal. 

Born again, en la mente de aquel pastor/evangélico tan fanático era algo obra de la gracia divina por cierto, el buen/hombre no obstante no sabia tal vez lo que decía y no sospechaba tal vez tampoco que ese “renacer” pasaba por el derrumbe psíquico que es lo que estuve rozando al cabo de aquella experiencia de sesiones interminables de adoctrinamiento a diario de mi anfitrión biblia en la mano,, y que era lo que en el fondo se escondía detrás de aquella muerte (sic) al hombre viejo, condición previa al renacimiento o al nacer otra vez.

Estuve a punto ya digo pero al final me salve por los pelos, y fue el sentido común sin duda lo que me salvó, lo que me ayudo asalir del paso de aquella terapia espiritual de electrochoque que me infligió mi anfitrión holandés (con la mejor de las intenciones faltaría más)

Y sin duda que era sincero, e ingenuo a la vez, por aquella creencia suya tan bobalicona en el re-nacimiento/espiritual -de alma y cuerpo nota beneque pregonan los textos bíblicos (en sus traducciones vernáculas corrientes al menos), que le llevaba a él a creerse a pies juntillas esos relatos edificantes que plagan las publicaciones de carácter religioso y de signo evangélico -mayormente del otro lado del Atlántico al Norte como al Sur del Río Grande- de presidiarios o ex presidiarios que encontraban/a/dios en el fondo de sus celdas, que reconocían su pecado -léase su crimen (sic), que en la teología judeo cristiana la distinción no es fácil de establecer entre lo uno y lo otro- y a partir de ahí emprendían una nueva/vida dedicada a dios, léase al servicio de la iglesia o secta o grupo o asociación que había conseguido vender con más exito sus “experiencias de salvación” -y sacarles de paso del atolladero (en todos los sentidos) en el que sus vidas se habían visto condenadas, léase ayudándoles a conseguir la libertad (definitiva o condicional)-, y es que la gracia divina no esta reñida -en el protestantismo evangélico al menos- con los negocios redondos y se ve fuertemente impulsada por ellos en cambio.

Naturalmente que la experiencia carcelaria que yo acaba de vivir (en primera persona) me ayudó no poco a verme libre de aquellas redes, y de aquellas patrañas,y mi anfitrión no consiguió darme el pego lo que sin duda le dejó frustrado. El born/again -en pura teología protestante- se aplica no obstante a todas las situaciones de la vida y también por supuesto a la política de todos los días en la mayor democracia de la tierra.

En los años de mandato de Ronald Reagan se produjo un fenómeno en los Estados Unidos que fue la erupción en el panorama político y electoral de lo que se dio en llamar la Moral Mayority una especie de revolución conservadora de signo protestante (judeo/cristiano) y de ambientación propiamente norteamericana. Fue cuando se pusieron de moda en los Estados Unidos predicadores televisivos de los de biblia en mano -y sombrero tejano- y colt y cartuchera a la cintura que confesaban ante las cámaras delante de sus propias esposas conmovidas y compungidas y entre mares de lágrimas de todo el mundo las mayores infidelidades conyugales  los mayores horrores en materia de sexto mandamiento, tras lo cual salían en olor de multitudes -"renacidos" (born  again)- perdonados por dios, por sus esposas y por el publico que les había estado escuchando (y los televidentes), y relanzando así sus carreras politico/religiosas o sus campañas electorales con un ímpetu y un vigor que nunca hubiera soñado.

Todo eso me hacia evocar el debate que enfrentó a Donald Trump y a la señora Clinton que derivó rápidamente del lado del sexto mandamiento, léase del sexo y de los delitos o acusaciones de carácter sexual, con un vídeo antiguo de hace mas de diez años suspendido como espada de Damocles sobre la cabeza del candidato republicano y puesto a la luz como por casualidad en vísperas del debate, en la que Dobnald Trump se permitía una desenvoltura en el lenguaje que habrá hecho rasgarse las vestiduras a todos los que se la tenían jurada, y que me habrá hecho pensar a mí no obstante en ese lenguaje transgresor y provocador que se permitía Francisco Umbral a drede y que tanto escándalo y ánimo de vindicta levantaba entre feministas.

Obras son amores y no buenas razones, reza el refrán castellano, y fue sin duda el mensaje que supo hacer pasar -en versión anglosajona y con bastante éxito a tenor del juicio que el debate habrá merecido a los medios- el candidato republicano que se hizo acompañar en al rueda de prensa que precedió al debate de un grupo de cuatro mujeres, como Furias reencarnadas de la Antiguedad Clásica -Juanita, Kathleen, Paula y Kathy- disparando todas ellas con su presencia y sus palabras -en tiro por elevación- contra Hillary Clinton esposa (fiel, y consintiente) de Bill Clinton, causante (por tres de ellas) de sus desgracias.Y acusado de acoso sexual e incluso de violación por la primera de las nombradas (Juanita Broaddrick)

Donald Trump se habrá saltado pues el guión en toda regla, y lejos de confesar su culpa habrá preferido buscar su salvación embistiendo contra sus enemigos. ¿La América protestante sabrá comprenderle o se lo tendrá en cuenta? Las apuestas se admiten, pero la mía aquí ya todos la conocen. Todo antes que una vuelta por el túnel del tiempo a los años de la era Clinton que fueron por una gran parte (horresco referens!) los de la era Wojtyla

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