martes, agosto 16, 2016

¿GITANA LA MADRE DE LORCA?

Emma Penella, en uno de sus filmes más celebres (de 1957) Una gran actriz, e hija ejemplar que defendió siempre la memoria de su padre, Ramón Ruiz Alonso al que la guerra civil interminable echó de España en la transición y llevó a morir en el exilio (en los USA) Avisado en julio del 36 por el mayor de los hermanos Rosales (falangista) , detuvo a García Lorca -por cuenta de las autoridades al mando de Granada en aquellos momentos (que iban en busca de Fernando de los Ríos, del que Lorca pasaba por ser el secretario)- dando la cara, sin violencias ni malos modos y sin ponerle las esposas siquiera, como lo recordaba su hija. Amigo de Ramiro Ledesma, compañero de combate suyo en los primeros tiempos de las JONS, y hombre de probado valor personal, algunos falangistas se ensañarían con él -haciendo así el juego de los guerra civilistas- porque no se entendió con José Antonio, sus razones tendría
“Si la política es la continuación de la guerra por otros medios, no es menos cierto que la paz es la continuación de la guerra por otros medios también”, dejo escrito fuera de toda sospecha -parafraseando la celebre frase de Clausewitz- Chapochnikov, uno de los grandes nombres del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial y consejero militar de los más escuchados del padrecito Stalin, tal y como lo recoge un libro -de lectura apasionante- del escritor e historiador francés Dominique Venner que ya mencioné en entrada anterior (“El siglo de 1914”) Y ese aforismo -que no dejó de inspirarme en mi libro “Guerra del 36 e Indignación Callejera (“la guerra de los Ochenta años”)- se me antoja de aplicación en todo punto, es cierto, a la guerra civil interminable que escondió siempre pudica e hipócritamente su nombre y que los españoles llevamos arrastrando desde la terminación oficial de la misma el primero de abril del 39, hace ya la friolera de ochenta años.

Y viene a cuento del nuevo recrudecimiento de la guerra de propaganda por cuenta de Garcia Lorca y de su muerte -y de sus restos- al acercarse (ya pasado mañana) el ochenta aniversario de su muerte. Los medios españoles de la prensa global viene a ofrecer incienso ahora de nuevo al culto de martirologio que se sigue rindiendo al escritor granadino, siempre floreciente aunque ya en franco declive tras el fracaso clamoroso -en las navidades del 2011- de la operación de búsqueda de sus restos. En las semblanzas que ahora se le dedica se aborda con total desenvoltura lo que aún no hace mucho seguía rodeado de espesos tabúes, a saber, la homosexualidad (notoria) de Lorca. Otro tema estrechamente asociado a la biografía del poeta y a su obra en cambio, si no compleamente obviado sí se ve tratado con paños no poco calientes de ordinario, como lo ilustra el texto que se incluye en el reportaje del diario el Mundo con ocasión aniversario de la muerte del granadino, del escritor y poeta Luis Antonio de Villena -propagandista destacado nota bene de la causa homosexual- en el que se alude como de puntillas a lo gitano en Lorca, al que según se lee en el citado texto agobiaba (sic) la etiqueta de cantor de los gitanos, que hay que reconocer que se había ganado a pulso, estarán aquí todos de acuerdo.

¿Lorca gitano, o más claro y crudo aún, mestizo o cruce de payo y de gitano, o de gitano u otras minorías sociológicas estrechamente relacionadas con aquellas como la de los quinquis o mercheros? ¿Lo fue acaso por parte de su madre, de una extracción social (muy) inferior a la del padre del poeta -de la que aquella era la segunda mujer- Federico García Rodríguez, de una de las familias más potentadas y sobresalientes de la Andalucía y de la Granada de su tiempo? ¿De ascendencia gitana -o “merchera”- la madre del poeta, Vicenta Lorca Romero? ¿En un caso comparable (mutatis mutandis) la ascendencia familiar de Paco de Lucía del que ya me ocupé en este blog, en una de ss entradas?

Una hipótesis que nos aclararía no pocos interrogantes, todos aquí estarán de acuerdo. La guerra civil en llamas o en ascuas tantos años después y de la que García Lorca sigue siendo casus belli de los más destacados nos autoriza sobradamente desde luego lo que pueda parecer a algunos una irreverencia o una transgresión o una provocación incluso. En uno de los textos en homenaje al poeta granadino que se recogen en el reportaje del Mundo, del escritor gaditano, de ascendencia francesa, Caballero Bonald -¡si su ilustre antepasado de vizconde (francés) levantara la cabeza!- se sienta la tesis, original lo menos que se puede decir, que Lorca reinventa -“refunda” (sic)- el castellano. Y si cabe una interpretación cabal y propiamente lorquiana, de ese aserto, aparte de esa transmutación del lenguaje poético común a todos los poetas (léase a los que merecen llamarse tales), no es otra a mi juicio que la de que Lorca se apropiaba del castellano para enfeudarlo o injertarlo o confiscarlo lisa y llanamente en provecho de la memoria colectiva del pueblo gitano, de la que de una forma u otra o por los motivos que fuera él se erigía en celador y en tributario.

La memoria es inseparable de la cultura y de la lengua que la vehícula, un principio o axioma -de moda en nuestros días- que no me hubieran rebatido ni Lorca ni los grandes lorquianos que en el mundo se precian hoy por hoy de serlo. Hace unos meses, en una conferencia que pronuncié sobre mi penúltimo libro (“Cataluña en guerra”) en Barcelona -en donde me empleé a fondo en una defensa cerrada de la españolidad de Cataluña y de los catalanes, a costa nota bene del habla catalana- uno de los asistentes (de los de ocho apellidos catalanes) tuvo al final una intervención en el turno de preguntas y respuestas en la que dijo algo de lo que no me di en modo alguno por aludido pero que me hizo reflexionar lo reconozco, y fue que vino a decir escuetamente que mientras que el padre del catalán moderno pasó su vida a traducir del alemán y de las literaturas en lenguas germánicas, el que va de más grande poeta de lengua castellana en el mundo de hoy dedicó lo más granado -y celebrado- de su obra a cantar a los gitanos y a su cultura, y a su folclore, y a sus tradiciones y a sus costumbres (sexuales)

Y digo que no me di por aludido porque me sentí siempre de un modo u otro inmune al maleficio o sortilegio que ejerció de antiguo el poeta granadino entre tantos españoles por razón mayormente de guerra civilismo como aquí ya lo tenemos apuntado. No me entró nunca García Lorca, ni me sedujo su poesía ni me inspiró de una forma u otra. Ni a él le debo en modo alguno tampoco la musa -o las musas- que me inspiran desde que empecé hace ya más de veinte años a escribir poesía en verso después de llevar ya muchos años haciéndolo en prosa lirica (como se dice ahora) casi sin darme cuenta. No creo que Lorca cantase mejor al amor que ningun otro poeta en lengua española a lo largo de la la historia conforme a la leyuenda o vulgata que siguen tejiendo los celadores de su memoria, por cuenta suya y con la que nos vienen ahora a machacar de nuevo los oidos (¿hasta cuando?)

¿Cantó acaso Lorca mejor que otros a los gitanos -pueblo pansexual (sic), Villena díxit-, a los homosexuales, a las bacanales (sic) de los negros en Nueva York en las que habría participado, al sexo con menores de edad y con-vio-len-cia (en su pieza teatral "irrepresentable" "El público")? Con su pan se lo coman algunos (en lo que proceda), pero es no les autoriza a elevarle al podio de príncipe de los poetas, de los poetas del amor –o del Amor (en mayúscula o en minúscula)-, y mucho menos del amor a la Mujer (excusado el precisarlo) La mujer, las mujeres en general -e individualmente consideradas (por supuesto)- fueron y siguen siendo, secreto a voces - lo reconozcan o no lo reconozcan los activistas y las activista y propagandistas de la ideología LGTB- víctimas (o chivos expiatorios) de predilección del culto garcía/lorquiano, y las grandes marginadas en suma del conjunto de su obra, y me refiero a mujeres de carne y hueso y no las caricaturas más o menos enfermizas -o monstruosas- que pinta Lorca en alguna de sus obras más plebiscitadas (ya sea Yerma, Bernarda Alba o Rosita la de las flores)

Y tal vez fuera -así se me antoja de pronto mientras le doy a la tecla- porque como al igual que otros españoles payos o mezclados (o “mestizos”) de payos y gitanos, Lorca era también tributario de la moral tradicional sexual judeo-cristiana conforme a la cual -salvedad hecha nota bene de la santísima/virgen y de la propia madre- el conjunto de mujeres del planeta y a lo largo de la historia de la humanidad se ven puestas en entredicho, como así es el caso en el dogma y en moral del catolicismo. Tal y como lo escribió proféticamente Nietzsche en el Anticristo, el dogma de la Inmaculada Concepción, declarando libre de mancha a una sola mujer, maculó (sic) a todo el resto. Y ese axioma que un plano general arrastra una verdad innegable, en el plano de los comportamientos y juicios individuales habría que matizarlo: a todo el resto, salvo a la propia madre de cada miembro de la comunidad o de la masa de creyentes.

Entre la propia madre y "las mujeres de poca -o pequeña- virtud" (como los franceses le dicen): ahí se sitúa -equidistante, en un equilibrio inestable- la virgen de la tradición judeo/cristiana, de la que sin duda era tributaria la poesía erótica -o pseudo erótica- de Garcia Lorca. No me siento menor poeta que Lorca, ya digo, no creo que cantase mejor al Amor y a la Mujer de lo que lo pueda cantar yo, y de lo que lo hayan cantado muchos otros en lengua española y otras lenguas, y no creo que le inspirase poéticamente a él más de lo que me inspira a mí mi memoria española. He dicho (sin acrimonia)

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