martes, julio 12, 2016

PÍO MOA, EN NOMBRE DEL PADRE (FRANCO)

Encuentro de Franco y Eisenhower durante la visita del entonces presidente de Estados Unidos a España el 21 de diciembre del 59 (el autor de estas lineas testigo presencial en la Gran Vía, contaba entonces diez años) Pío Moa en unas declaraciones recientes de un innegable alcance político en el marco de la crisis política por la que atravesamos los españoles ataca con dureza al PP a los que acusa (sic) de escupir sobre la tumba de sus padres y abuelos. Léase de cumplir (sic) la ley de la Memoria. No es ecuánime Pío Moa. ¿Y que decir de Franco entonces al que el historiador revisionista -antiguo ex-comunista- rinde (ahora) un auténtico culto iconográfico (sin la menor crítica)? No escupía acaso aquél -recibiendo a Eisenhower- sobre la memoria de sus fieles aliados de la guerra civil, vencidos en el 45? Y qué decir del propio Eisenhower ¿no habia escupido sobre la tumba de los suyos en la guerra sin cuartel que hizo en la tierra de sus antepasados (alemanes), en el 45? La ley de la Memoria no es mas que una secuela o una fatalidad más en la sucesión de fatalidades que se sucedieron en nuestra historia contemporánea tras la rendición(fatal) del régimen de Franco a los aliados en el 45, algo que en lógica interna de sus posturas Pío Moa se ve por razón de fuerza mayor a todas luces incapaz de reconocer. Es sin duda mas fácil seguir jugando a que ganamos la Segunda Guerra Mundial, del lado de los buenos, de los demócratas
Tiempo de memoria, de recordación, de aniversarios estos días de Julio, más agudizado si cabe por al crisis política por la que atravesamos. Me acabo de leer unas recientes e interesantes -y polémicas- declaraciones de Pío Moa, supongo ye con ocasión de un enésimo y último libro (¡qué fecundidad!) en las que cabe distinguir con cuidado y espero dos planos el histórico y el coyuntural o de actualidad (política, y electoral incluso) con el primero de los cuales me siento en sintonía desde que le empecé a leer y desde que oí incluso su nombre por primera vez, tras bastantes años ya de residencia en Bélgica, y con el segundo en cambio no puedo dejarme de mostrarme discrepante como no dejé de consignarlo en estas entradas, cada vez que sentí necesidad de hacerlo.

Aunque tal vez peque de ingenuidad en mis apreciaciones y que lo que al autor de estas líneas le parece una clara dicotomía en la obra y en el pensamiento del autor citado -tan emblemático y tan controvertido- no esconda mas que una unidad monolítica, sin fisuras, mucho mas compacta e irrompible e irresquebrajable de lo que yo me suponía, y que por vía de consecuencia, nuestras divergencias y discrepancias sean mucho mas irreductibles y elementales en el fondo (¡ay dolor!) de lo que lo parecen a primera vista y de lo que yo quise creerme hasta ahora. Y tal vez lo pruebe e ilustre, mejor que mejor, una de las divergencias que juzgo fundamentales entre la visión del franquismo de Pío Moa y la mía propia.

El abordaje de Pío Moa -un ex-comunista que asume su pasado sometiéndolo a su vez al tamiz de la auto critica- de la figura de Franco y de su régimen se reviste de un carácter indiscutiblemente apologético. Franco en el fondo -conforme a la óptica histórica que trasluce en los escritos de Pío Moa- estuve acertado en todo o que hizo o dijo en su larga trayectoria en particular en los años décadas) en los ye desempeño la jefatura del estado “Decidle al justo que todo está bien” reza la biblia canónica, y ese es sin duda el veredicto que le merece la figura del Caudillo a Pío Moa, sin entrar en mayores abundamientos de posibles errores o saldo negativo en el balance de la vida y de la obra de aquél.
En esta obra, su autor Pío Moa, da testimonio, personal e intransferible, de un episodio de nuestra historia contemporánea, la eclosión de lo que él llama “la izquierda violenta (1968-1978)” -que él autor de estas líneas también presenció y vivió de cerca- que hipotecaria no poco (hasta hoy) el futuro de los españoles, y que no se explica o no del todo sino en el marco de la guerra civil interminables del 36 y su sucesión de capítulos o episodios de guerra asimétrica desde la terminación oficial de la misma -y a través de la Segunda Guerra Mundial- que todavía dura. Un enfoque que brilla por su ausencia -aunque solo fuera a modo de hipótesis- en los textos de Pío Moa y que se se muestran por el contrario claramente refractarios o incompatibles con algunos de los basamentos fundamentales de la obra histórica del autor revisionista. Así me lo parece a mí al menos
El autor de estas líneas prefiere en cambio asumir el franquismo como una fatalidad de nuestra historia, en un reconocimiento explicito de ese Fatum (o Hado) de los antiguos, y de su innegable protagonismo en la marcha de la Historia, y de su papel esclarecedor a la vez, de clave de explicación indispensable en la investigación historiográfica. Y la fatalidad se impone o se “invita” por decirlo así a la hora de emitir un veredicto sobre el franquismo en un determinado capitulo de la historia del mismo -tan crucial-, a saber de todo lo relacionado la Segunda Guerra Mundial, con su inicio, su transcurso o desarrollo y su desenlace.

El autor de estas líneas viene enarbolando y esgrimiendo desde hace algún tiempo en estas entradas y en mis libros recientes un (pequeño) manojo de postulados que se antoja que habrán venido a mostrar una extraordinaria fecundidad en el análisis histórico y de la actualidad mas cadente incluso. Un conjunto de evidencias -así me lo parecen a mi al menos- que se ajustan y sostiene unas a otras y también, -como argumentos a contrario-, unas contra otras.

La primera de esas evidencias lo sea sin duda ese nexo de causalidad o de correlación cronológica -como se lo quiera ver o llamar- entre la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial, en lo que no creo que quepa ver -infringiendo así una especie de dogma de la historiografía en vigor-, una mera cuestión de coincidencia o de inmediatez cronología, y que hace que se pueda hablar y razonar de la guerra civil española como de la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial (sic), algo en lo que -de lo que tengo leído de él u odio de sus propios labios- creo que disiente radicalmente Pío Moa.

El segundo postulado se deriva en linea recta del anterior, y es que la actitud del régimen de Franco durante el conflicto mundial no fue de neutralidad mas o menos calculada sino de una neutralidad pactada (Umbral díxit), léase oficiosamente beligerante en favor de las potencias del Eje -como lo fue la de la Suiza- algo en lo que el historiador revisionista parece disentir también categóricamente.

Pero sin duda lo que más nos separa -en el plano historiográfico- lo sea le juicio radicalmente distinto que nos ofrece a él y a mí la actitud del régimen de Franco en al posguerra inmediata tras el 45, que Pio Moa -haciéndose eco del consenso generalizado entre los vencedores (aparentes) de la guerra civil- juzgaba un milagro de supervivencia del orden de lo maravilloso o preternatural si cabe hablar así en lenguaje de nuestros días (y a fe mía no cabe otra apelativo posible) -en una explicación deus ex machina en la que el papel central se vería adjudicado (según los gustos o versiones) al santo/papa Pío XII o a la santisima virgen/maría reina y patrona de los españoles)- y que el autor de estas lineas le parece en cambio una rendición en toda la regla por muy condicional y sin duda honrosa -por mediación vaticana- que fueran las circunstancias de las que se revestiría.

Aunque reconozco que esa sea una conclusión en cierto modo inseparable de unos análisis de política religiosa (sic) -en el sentido que le dio el francés Maurras al término- como los que me vengo permitiendo de antiguo en estas entradas y en otros escritos míos, y que algunos puedan resultarles un tanto extraños o inéditos o desconocidos. Una rendición pues con sus clausula -más o menos secretas o discretas- su calendario y sus hojas de ruta correspondientes, faltaría más.

Y corolarios inseparables de todo lo anteriormente expuesto lo son dos otras dos nociones capitales a modo de hipótesis y postulados a la vez que vengo utilizando en mi análisis, la primera de ellas, lo que doy en llamare proceso d de desnazificación del que se vio objeto el régimen de Franco de resultas de su rendición a los aliados, y al segunda un concepto o postulado histórico que vengo utilizando y esgrimiendo contra vientos y marea y con los mejore resultados, a saber el de la continuación (hasta hoy) de la guerra civil del 36, o en otros términos lo que doy en llamar la Guerra de los Ochenta y Tantos Años que todavía dura, y que habré acabado acuñando a través de un método de comparación histórica con otros conflictos del pasado en particular las guerras de Flandes y la Guerra de los Treinta Años, sirviéndome también de una noción reciente -de la posguerra- entre tratadista militares y lo es la de guerra asimétrica (sic) un concepto o noción que no me pertenece, lo reconozco pero que me siento plenamente en el derecho de utilizar o hacer mío a la hora de intentar explicar el pasado más o menos reciente de España de los españoles y también su presente y su futuro inmediato.

Todo ello, ese conjunto de postulados es algo irreductiblemente extraño se diría a la visión del franquismo y de la guerra civil -y de la Segunda Guerra Mundial- que habrá venido defendiendo Pío Moa en sus libros tan valiosos y tan documentados. Al contrario de la obra y de los escritos por separado de Pío Moa salen a relucir una serie de hipótesis o presupuestos básicos que fundamentan sus posturas y sin los cuales éstas difícilmente se sostienen. Uno de ellos vino a recogerse en lo que se da en llamar la teoría de las dos guerras mundiales que Franco habría defendido a partir de un determinado momento de la Segunda Guerra Mundial, al socaire del distanciamiento progresivo -de la causa de las potencias del Eje- que fuer operando su diplomacia y la política exterior del régimen a partir de la primavera del cuarenta y dos, a unos meses de la debacle de Stalingrado.

El mundo en esa óptica se veía enfrascado en dos conflictos de una raíz (ideológica) completamente distinta e irreductibles por vía de consecuencia el uno del otro, por un lado la guerra en Europa entre el comunismo soviético y los nazi fascismos europeos, por otro la guerra en el Pacífico que enfrentaba (mayormente) a los Estados Unidos -y en menor medida a su aliado inglés- y el fascismo japonés que no era (por así decir) un fascismo como los otros lo que permitía y justificaba la neutralidad o el abstenerse de tomar un postura de beligerancia declarada. Un postura no sin analogía con la que defiende ahora la derecha polaca, a través del llamado Instituto por la Memoria Nacional (IPN) que viene a reivindicar el pasado polco en al Segunda Guerra Mundial como el de un país que habría protagonizado una guerra dentro de la guerra, o una guerra aparte por su cuenta, contra nazis y a la vez contra los comunistas lo que no se sostiene se mire por donde se mire, ni resiste la mas elemental de las evidencias.

Conforme a esa teoría España habría figurado en el bando de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, que es lo que Pío Moa viene a sostener (sin el menor sonrojo) Otra de esa hipótesis es la del carácter supuestamente democrático -en su potencialidades al menos- del régimen surgido de la Victoria del Primero de Abril en el 39. Una especie de democracia a la española -”avant-la-lettre como los franceses dicen- que vendría a reivindicarse sólo mas tarde -en la propaganda oficial del régimen y en sus textos normativos- como una democracia orgánica sic) -una vuelta a la democracia de concejos (sic) de la España medieval- y que es lo que vendría a darle al régimen franquista la legitimidad y sus cartas credenciales en el concierto de las nciones y en el mundo surgido de las conferencias internacionales de Yalta y de Postdam tras el 45.

Todo eso, estarán de acuerdo aquí muchos de mis lectores, difícilmente se sostiene. Su importancia es en extremo crucial en algunos no obstante a la hora de negarse pertinazmente a aceptar -entre lo que sin duda se encuentra Pío Moa- la realidad histórica de nuestra derrota -la de España y de su régimen de entonces, me refiero- en el 45, y que les lleva sobre todo a ignorar olímpicamente un fenómeno sin el cual no se explica ni nuestro presente, ni nuestra actualidad mas cadente ni nuestro pasado en los últimos ochenta años y es del de la guerra civil del 36 interminable un concepto que sin duda le es extraño a Pío Moa, pero que es la única explicación coherente de algunos de los episodios mas convulsos de la historia de España en la posguerra como lo fue la agresión de la ETA o ese otro episodio -en paralelo con el anterior- de la eclosión de lo que el propio Pío Moa dio en llamar la izquierda violenta (1968-1978) , ye se reseña en una de sus obras, y que el autor de estas lineas vivió y sufrió en propia carne como quien dice

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