miércoles, febrero 18, 2015

REFORMA DEL ABORTO MI APLAUSO

Dresde tras el bombardeo (13 de febrero del 45) El papa polaco Juan Pablo II arrastraba un odio irreconciliable, personal (por las razones que fuera) contra el pueblo alemán –que a aquel pontífice del perdón no le mereció nunca el menor gesto o señal en espíritu de reconciliación por nimio que fuera-, lo que trató sin duda de sublimar por la vía teológica (y eclesiástica), por cuenta –como una coartada intelectual irrebatible- del llamado “derecho a la vida”, (frente a "la cultura de la muerte" de los nazi fascismos, inmortalizada en el grito de "¡Viva la Muerte!" tan familiar para españoles)- que él fundamentaba (a través de una de sus encíclicas) en la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de la Revolución Francesa, y en las luchas del siglo XIX de la clase obrera (…) Para un viaje así no necesitábamos alforjas
Legislar es un acto de prudencia política. No se legisla en todo ni tampoco todo lo que se debería en abstracto por un imperativo moral o jurídico. Hay una moral en política que difiere -aunque no la contradiga- de la moral individual, lo mismo que existe una clara línea divisoria entre la moral y el derecho, y todavía más entre moral natural y positiva de un lado y el dogma o la teología del otro.

Me opuse intransigentemente, intratablemente hasta el precio de quedarme más solo que la una en ciertos medios y ambientes, a la predica anti-abortista del magisterio eclesiástico de los papas del concilio, por lo que me parecía una aberración pretendiendo dogmatizar en una materia –el momento de la infusión del alma léase en versión moderna secularizada, del inicio de la existencia de una persona (humana) en fetos no nacidos-, en la que el magisterio de la iglesia católica no había zanjado nunca ex professo. Con la opinión nota bene (de un peso incalculable) a su favor del Doctor Común, Tomas de Aquino (…)

Y todavía me parecía mayor aberración el confundir o el pretender reforzar o justificar sentencias o asertos de tipo dogmático como los esgrimidos por los anti-abortistas a partir de argumentos y razonamientos prestados de las ciencias experimentales como pretendía el antiguo marxista Gustavo Bueno, y con lo que la iglesia venia implícitamente a erigir aquellas en dogma o materia de fe, y a inventarse por su cuenta y riesgo una nueva religión, la del ADN. Y más aberrante, como una provocación, me parecía el pretender erigir un pretendido derecho a la vida sobre la base de la doctrina de los derechos del hombre de la revolución francesa como hizo el magisterio de la iglesia a raíz del concilio y en particular el papa Juan Pablo II que se prestaba a demás en la encíclica que dedico al tema a malgamas penosas (y funestas) entre la lucha de la clase obrera en el siglo XIX y las campañas por el derecho a la vida (que un siglo más tarde él mismo encabezaba) (…)
Tomás de Aquino fue declarada y reconocido hasta hoy Doctor Común por el magisterio eclesiástico durante siglos. En materia de interrupción del embarazo –y en relación con el tema de la infusión del alma el cuerpo, léase en lenguaje actual, del inicio de la existencia de la persona humana en un feto no nacido- no obstante, la iglesia del concilio le contradijo abiertamente desde luego. Como contradijo otros actos de magisterio más recientes pero no menos respetables, por ejemplo, la condena del comunismo ateo por ejemplo -renovada por varios pontífices, Pío XII el último de ellos- que los papas del concilio echaron los perros sin el mejor escrúpulo o complejo. Con lo que contradecían abiertamente un axioma fundamental del magisterio eclesiástico y de la tradición: lo que siempre se creyó, en todas circunstancias y en todas partes. Y el que esto escribe desde luego, no se tragó el anzuelo
El derecho a la Vida en abstracto no deja de ser una abstracción más, no poco monstruosa en sus aplicaciones y consecuencias como lo fue la declaración de los derechos del hombre (y del ciudadano) En nombre del derecho a la vida (sic) contra la cultura de la muerte (sic) de los nazi fascismos los bombarderos anglo/aliados arrasaron campos y ciudades durante la Segunda Guerra mundial en suelo europeo, y también en el Extremo Oriente. Dicho en román paladino: el derecho a la vida no nos obliga a abrir nuestras fronteras sin límite ni restricción ninguna como viene predicando por lo demás desde su nombramiento el papa Francisco. Y no nos obliga a poner la otra mejilla en cualquier tesitura y circunstancia negándonos asi un derecho a la legítima defensa, y por supuesto no puede negarle tampoco al estado el derecho a ejercer justicia por la pena capital si necesario fuere.

Hasta ahí el terreno de los principios, pero como más arriba dije, el legislar es esencialmente un acto de prudencia política, como lo definió el Doctor Común en su obra "De regimine principorum", inspirada esencialmente de la Política de Aristóteles, en sus versiones comúnmente aceptadas y no en variantes apócrifas como la que se defendía -verdad o ficción- en la célebre novela el Nombre de la Rosa donde se hace decir al célebre texto aristotélico que los simples (sic) tiene derecho a la palabra, lo que lleva al guardián del dogma y de la tradición –el monje Jorge de Burgos, trasunto de José Luis Borges en la novela (¿por qué de Burgos, pues?)- a pasar a la acción de la manera que se relata en la novela, hasta el asesinato y hasta la destrucción por el fuego de la biblioteca de la abadía aquella, antesala del cielo (Aula Dei) como debían ser monasterios y abadías medievales –como por ejemplo la del monte Saint-Michel (en el límite entre la Bretaña y la Normandía) y su escenario incomparable- para sus contemporáneos.

Nunca defendí en mi blog –y emplazo a quien sea a desmentirme (en cuyo caso me comprometería a retractarme por cierto)- un derecho ilimitado y absoluto de la mujer a disponer de su cuerpo. Pensé y sigo pensando que una legislación se imponía en la materia y por legislación entiendo la imposición de deberes también y no solo una acepción de dicho verbo en sentido permisivo. ¿Tienen derecho in abstracto las menores a decidir si deben abortar o no? Es posible –conforme al principio (abstracto) “in dubio libertas” aunque solo sea- pero en el terreno de la moral y de la prudencia en política, es de toda evidencia mejor para la sociedad hic et nunc el someterlas al juicio sabio y sensato y razonable de sus propios progenitores.

Lo mismo que el estado tiene perfecto derecho a legislar en materia de plazos y de supuestos. A imponer los unos y admitir o negar los otros. Más claro que el agua –en mi modesta opinión- todo lo que precede. Y luego esta no obstante, otro plano distinto, y es el de la coyuntura. El partido en el poder ha pagado y es posible que vaya a pagar un alto precio –en términos de pérdida de votos- en próximas consultas electorales por culpa de la retirada del proyecto de ley Gallardón. Personalmente no creo que la sangre llegue al rio, léase, que se dé una objeción de conciencia masiva o por lo menos electoralmente decisiva -y tan calamitosa- como lo que provoco entre un sector del electorado español conservador el no del papa Wojtyla a la guerra del Irak, lo que se había abstenido de formular años antes en la intervención de la OTAN contra los serbios y los bombardeos de Belgrado.

De todas formas, el legislar como lo han hecho ahora por la vía de urgencia –y por medio de una ley orgánica (e invocando, con razón, un consenso social en el tema) - se merece mi aplauso, en lo que tiene además de decisión enérgica y valiente frente a las campaña de agit prop y de intimidación de la izquierda en la materia. Y sienta un (saludable) precedente por supuesto. Mil veces preferible la ley y el orden al vacío legislativo o institucional, fuente de caos y de calamidades (bíblicas) sin cuento. Y eso me parce que esa es la enseñanza moral o moraleja (sin moralina) más crucial y de mayor transcendencia de las llamadas primaveras árabes, y en general del periodo de caso institucional –promocionado e impulsado por la mayor potencia de la tierra (desde la Casa Blanca)- que abrieron las llamadas revoluciones de colores tras la caída del muro, de las que las primaveras árabes no serían ms que una versión adaptada a las realidades de esa región geoestratégica del planeta.

La retirada del proyecto de ley Gallardón tal vez no le granjee al gobierno actual y al partido en el poder pérdidas sustanciales de votos, pero si est claro que se habran creado enemigos irreconciliables –de por vida- en el campo de los anti-abortistas irreductibles, que a todas luces emprenden a partir de ahora una deriva –o travesía- en una soledad un tanto patética que a fe mia que no se puede prever a donde les conducirá y a donde les llevará a arribar en definitiva, y que al decir de algunos en cambio les estaría llevando al borde de la ruptura con un pontífice que se ha reído de todos ellos –un poco como un payaso del altísimo (que parece ser lo suyo) – de sus convicciones y pretensiones (rayanas en la exageración y en el desatino)

“Vaarwel” dicen los belgas flamencos de fórmula de adiós, lo que en traducción literal viene a significar, buen viaje. Y a fe mía que no me alegro de sus desasosiego ni de su desconcierto evidentes. A riesgo no obstante de pasar por cínico (un poco poco por demás), me atrevería a decir que no les vendría mal una experiencia de travesía en solitario. “Fuera hace frio”, decía un anti-clerical belga (de derechas) refiriéndose a los católicos progres –en Bélgica flamenca- que se jactaban de estar en contra de todo lo que dictaba o prohibía el magisterio pero que se guardaban muy mucho de dar el paso (fatal) de ruptura de vínculos canónicos cualesquiera, por leves o ligeros que fueran.

Y el sentir un poco de ese frío del que se dispone seguir su propio camino sin tutelas ni albaceas, espirituales o las que sean, no creo que les venga mal, al contrario, a ellos y a los suyos. Y de verdad que lo digo sin el menor atisbo de ironía ni de acrimonia

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