martes, febrero 10, 2015

¡BANDERAS ROJAS MIL VECES ANTES QUE EL TRAPO REPUBLICANO!

Policromía coreográfica –y no poca cacofonía simbólica también- entre los pro rusos del Dombás. Banderas rojas y hoces y martillos (junto a otras “sudistas”) omnipresentes sin duda pero no en exclusiva –ni siquiera en plan hegemónico (más bien en un segundo plano)- que algunos en España (aprendices de brujo o idealistas sinceros) se apresuran a airear en lo que suena a guerra (sutil) de propaganda más que otra cosa. ¡Mil veces antes esas banderas (y símbolos) que la tricolor de Podemos!
Según un responsable de la república autoproclamada de Donetsk, en comunicaciones de radio interceptadas al bando enemigo los últimos días en las inmediaciones de la localidad ucraniana de Debaltsevo, que aquellos mantienen en estado de asedio, se oye hablar en cuatro lenguas que delatan la presencia de combatientes extranjeros del lado de las tropas de Kiev, a saber inglés, polaco, francés y probablemente (sic) flamenco (neerlandés). Y esta última mención que me hace daño por razones fáciles de captar de mis lectores me ha movido a dedicar al tema esta entrada.

Ángela Merkel –a mí que me registren- está demostrando los últimos días con la crisis de Ucrania –y también en el enfrentamiento con el nuevo presidente griego un peso específico en la escena internacional que desmiente o emborrona a no poco la imagen de canciller lacayo de los Estados Unidos que se le tenía creada en ciertos medios, en particular a la izquierda del tablero político e ideológico.

Resistiendo por un lado, por boca de sus ministros, el chantaje del griego, ye intentando así agotar la vía diplomática y plantándole cara así al presidente USA Obama. “No hay solución militar en Ucrania" habrá declarado terminante Ángela Merkel en su visita a la Casa Blanca tras la reunión con Obama, que a su vez se habrá apresurado a declarar que “todavía no tomó una decisión definitiva de armar al gobierno –o la junta- de Kiev” Alemania estaba muerta y enterrada al día siguiente de la segunda guerra mundial en el 45 y durante décadas dio la impresión de un gigante económico con pies de barro, a saber, atado a los dictados e imposiciones de las potencias anglosajonas vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra y sobre todo los Estados Unidos.

Y el escándalo internacional montado en torno al caso de (contra) espionaje del más alto nivel protagonizado por el agente norteamericano Snowden el pasado año agudizaría esa imagen y soliviantaría no pocos todos los espectros y fantasmas que la acompañan. Por eso nos sorprende tanto a algunos el ver a la diplomacia alemana jugar por boca de sus más altos representante unos solos de lo más audibles en crisis de la más rabiosa actualidad como las que aquí ya tengo mencionado. El presidente griego izquierdista acaba de declarar -setenta años después de la terminación de la guerra- que Alemania tiene que pagar reparaciones por la ocupación nazi en Grecia.
Los años de ocupación alemana en Francia no son recordados de igual manera por todos los franceses. Hubo la Resistencia y hubo la Colaboración. En la portada de la foto –de un libro de gran impacto en el país vecino-, se ve a un oficial alemán galanteando a una joven con todos los visos de ser francesa. “L’occupation ce fut le bon temps” (“una época magnífica") declaró, con gran estruendo en los medios el célebre cineasta Claude Autant- Lara hace unos veinte años (que no se retractó nunca de sus palabras) Y con la ocupación alemana en Grecia ocurrió sin duda tres cuartos de lo mismo. Memorias divididas. Por eso sin duda que sólo el nuevo jefe de gobierno (de izquierda radical) griego se acordó de exigir reclamaciones tras setenta años de posguerra
Y por qué acuerdan solo ahora a sacar a relucir el tema. Tras una sucesión interminable de gobiernos de izquierdas y de derechas en la posguerra que decidieron a todas luces echar tierra y más tierra a ese asunto. Obvio el precisar que el régimen de los coroneles hizo también caso omiso de esas reivindicaciones, a pesar de que fue un régimen de inspiración atlantista –léase norteamericana- y al que podría haberle merecido un interés político cualquiera ese tipo de reclamaciones por el eco favorable que hubieran podido encontrar en ciertos sectores de su opinión pública aunque solo fuera. Nada. Silencio. Y lo sacan a relucir ahora –tanto el partido mayoritario Syriza como su aliado de derechas, los Griegos Independientes- en lo que tiene todos los visos de un arma (más) de chantaje o de moneda de cambio en las negociaciones difíciles con la troika (europea)

“La ocupación fue una magnífica época” (“ce fut le bon temps”) declaró al final de la década de los ochenta el (célebre) cineasta francés Claude Autant-Lara –próximo del Frente Nacional- desatando un tempestad en los medios que estuvo a punto de costarle una condena judicial; algo de lo que fue absuelto in extremis. Y de la ocupación alemana Grecia y más allá de las tragedias existenciales individuales y colectivas que comporta toda ocupación extranjera –como la ocupación napoleónica en España- cabe decir que algunos –griegos, muchos pocos, guarden una opinión análoga, y el acaso de Amanecer Dorado y su arraigo en un sector de la opinión pública griega como acaban de demostrarlo, parecería confirmarlo.

Presidencia nefasta, la de Barak Obama. Fue un día de luto para algunos –entre los que me encuentro- el de su elección haced ya (casi) seis años pero nunca pudimos imaginarnos que la realidad de los hechos iría a confirmar –y superar- nuestras previsiones más pesimistas. Después de haber llevado a la Humanidad al borde de una tercera guerra mundial en la crisis de las armas químicas en Siria, hace año y medio y por la via de la revancha o de vuelta/a/intentarlo el presidente afroamericano y la diplomacia USA de común acuerdo con la de algunos países europeos, del gobierno socialista francés en particular, y con la ayuda de la instancias directivas de la UE, se montaron en cuestión de semanas un escenario insurreccional en la plaza Maidán de Kiev que llevaría en breve espacio de tiempo a la situación de guerra declarada a la que asistimos poniendo en (muy) grave peligro la seguridad del continente europeo.

¿Corrupto Yanukovitch? No más que los jeques de los petrodólares, con los que la administración Obama parece entenderse a las mil maravillas. Y el hecho que en el plazo de más de un año ya transcurrido desde la caída de aquel no se haya conseguido consolidar una situación verdaderamente creíble a ojos de observadores de fuera en la zona de Ucrania bajo control de Kiev, abona no poco lo que aquí estoy manteniendo.

En algún enlace en lengua española –de aprendices de brujo o idealistas desinteresados- se vienen aireando imágenes de las zonas controladas por la rebelión pro-rusa en las que aparecen antiguas banderas soviéticas. Y me voy a permitir aquí en el marco de esta entrada una reflexión de la actualidad más candente en España las horas que corren, en relación con el ascenso (meteórico) –azuzado y jaleado por les medios- del partido Podemos y de su líder. Y es en relación con la guerra de banderas que tienen declarada o mejor dicho que viene riñendo desde que hicieron aparición en la palestra de la política española sin osar no obstante declararla abiertamente hasta la fecha.

Las banderas rojas para el comunista e hijo de comunista –y nieto de socialista- que es Pablo Iglesias –y como él sin duda muchos de sus partidarios- son un pasado muerto y enterrado, la que representa la bandera tricolor en cambio es el pasado que no pasa que quieren hacer tragar al conjunto de la opinión pública española. Y en ese contexto me atrevo decir que en la mima medida que la bandera republicana me hace echar de inmediato el freno de mano al instante y ponerme en estado de alerta, as viejas banderas soviéticas me parecen ya parte de un decorado, que no es el mío por cierto, pero por el que en ninguna manera me siento amenazado como si es el caso –conmigo y sin duda con tantísimos otros españoles- ante esos espectáculos de flamear de banderas republicanas que ese partido emergente nos viene infligiendo de un tiempo a esta parte, como hicieron en la concentración de la Puerta del Sol hace diez días.

Decía de Umbral Jaime Campmany que el verle levantar el puño -como llegó a hacer alguna vez en la transición- era como ver a alguien cogido de la barra del autobús o del tranvía. Algo surrealista o postizo o artificial en extremo, y que le pegaba menos –como se decía antes- que a un cristo dos pistolas. Y es el que el comunismo (“sui generis”) umbraliano era ya un comunismo transicional de bandera (constitucional) roja y gualda, lo que los niñatos en la órbita de Podemos que componen sus bases y sus instancias dirigentes no perdonan.

Y es lo que me lleva a mí en cambio a correr un tupido velo –de olvido y de silencio- en lo sucesivo sobre al figura del que fue llamado el marqués de Paracuellos. Al pan, pan y al vino, vino

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