Martin Heidegger o la Otra Modernidad en filosofía y en el campo del pensamiento. Pasó del integrismo teológico de su adolescencia y de su medio sociológico y familiar -de hijo de un sacristán de pueblo, en el Sur católico mas recóndito de Alemania (en la Suabia)- a un pensamiento plenamente emancipado tanto del magisterio eclesiástico como igualmente del ideal democrático pese a que se viera obligado a compromisos por razón de simple superviviencia en la posguerra. Como lo demostró el profesor Nolte en la biografia que le dedicó y de la que le traduje varios capítulos al francés (a mediados de la década de los noventa) En su tumba -como lo recordaba Nolte- no admitió cruces, sino una estrella (de cuatro puntas, como los luceros del Frente de Juventudes) Heidegger se reía de seguro en su fuero interno de ese pretendido derecho a la Vida (con mayúsculas) (...)El ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, después de haber dejado caldear el patio un rato en el tema en ascuas de la interrupción del embarazo con propuestas (sensatas y razonables) como la ms reciente del Conejo del poder Judicial y las especulaciones lógicas y normales a las que habrá dado lugar en los medios, nos pita de golpe el final del recreo (como los franceses dicen) coincidiendo como por casualidad con la vuelta del nuevo monarca (y consorte) al Vaticano, y su encuentro con el papa Francisco en el primero viaje (oficial) al extranjero de su reinado.
Soy consciente que la postura que vengo manteniendo (sin falla) ya hace años en este tema -desde los primeros tiempos de mi intervención en la blogosfera de Periodista Digital- me crea incomprensiones y corre el riesgo de aislarme aún más -como si todavía no lo estuviera (ay dolor!) lo suficiente- o de hacerlo en sectores en los que escapa hasta hoy a una censura cualquiera.
¿De perdidos al río? No, no es una actitud de despecho o de huida hacia adelante la mía, de seguir manteniendo mi postura en el tema, contra viento y marea y más resueltamente si cabe tras las declaraciones recientes del ministro de Justicia. Sino plenamente responsable bien al contrario (así lo creo) asumiendo así plenamente lo que pienso y lo que siento en estos temas complejos y delicados (e igualmente discutibles) y buscando igualmente -¿por qué lo debería negar?- a reivindicar y a probar llegado el caso mi v solvencia moral y a la vez ideológica, como creo que es mi derecho más estricto, más si cabe que en otros en la medida que me habré visto de antiguo puesto en entredicho en esos terrenos precisamente como sin duda o fueron pocos.