martes, junio 10, 2014

INSTITUTO CERVANTES DE NUEVA YORK TRIBUNA SEPARATISTA

La escritora de nacionalidad mejicana Elena Poniatowska, de remota ascendencia hispana nacida en Paris y que aprendió el español (por confesion propia) a los diez años de edad, se permitio al hacérsele entrega del Premio Cervantes 2013 atacar a Hernán Cortés ¿Hasta cuándo vamos a permitir la afrenta patria histórica y lingüística del otro lado del Atlántico?
Los Cervantes, sin careta. Llevaba yo ya unos cuantos años en Bélgica cuando por vuelta creo que fue de 1996 y no antes, en las postrimerías de la larga era felipista parecieron dos divinas/sorpresas para españoles aquí en Bruselas. Una de ella lo era un diario que duraría una media docena de años, "El Sol de Bélgica (“Sol de España” en su origen, pero que a poco de su aparición cambió su cabecera por presiones de aquí o de allí, de quien fuera.

Fueron seis años en los que seguí mas o menos de cerca la pista a la publicación aquella, de la que hoy no guardo prácticamente más que vagos recuerdos polarizados en torno a contados lugares temáticos, entre ellos, la actividad y actividades de los euro/funcionarios, que me traerían bastante sin cuidado para qué ocultarlo -si se excluye las concentraciones anti-ETA que me diga contra el terrorismo o más bien en señal de duelo de los atentados terroristas que por aquellos años -y si se exceptúa un periodo de tregua por vuelta del dos mil- eran por así decir el pan nuestro de cada día, y de las que ya aquí hablé aquí a menudo, de las incidencias de las que fue protagonista directo o indirecto y de la estima (a fe mía no mucha) que me merecían.

Un buen día por vuelta del 2001 (o del 2002) el semanario aquel desapareció sin pena ni gloria sin dejar (prácticamente) traza alguna hasta el punto que si se rastrea su pista en internet por ejemplo, entra la duda de si fuera una invención de mentes febriles, de si esa publicación existió realmente. Como si su propios protagonistas principales, los que la dirigieron y redactaron, y los que ocupaban de preferencia sus páginas numero si otro también (o casi) a saber los euro/funcionarios, los emigrante/españoles y entre ellos una variante o clase aparte de los mismos reunidos en tornos a la asociaciones o asociaciones de niños de la guerra que servirían sin duda de placentas matriciales de la aparición años más tarde de las asociaciones para la recuperación de la memoria (o de algunas de ellas), prefirieran no meneallo en lo sucesivo, por lo que fuera (...)

Y de hecho, la desaparición súbita de aquel semanario español (o “españí”, como me dan ganas de llamarlo) fue precedido de un artículo editorial no poco retumbante en el último numero (o en el penúltimo), de la firma de una octogenaria presidenta entonces de la asociación hispano/belga de Niños de la guerra o una de ellas) que nos sonó a algunos a un desenterrar de la hacha de la guerra -años antes de la promulgación de la ley Zapatero en la materia- en el tema de la memoria histórica con alusiones directas al bombardeo de Guernica, a los golpistas del 36 etcétera, etcétera, en lo que cabía preguntarse si no si era un dar barreno al semanario aquel, algo que solo podían permitirse los que habían estado en el ajo de su nacimiento -en los albores nota bene de la era Aznar- y de su salida semana a semana a la calle durante todos los años aquellos,
En toda su obra y en particular en sus diccionarios ,Umbral no deja de poner en su sitio a la literatura latino/ché y de denunciar le hegemonia injusta e inmerecida de la que gozaron en los mercados editoriales a escala del planeta y a todas las instancias del poder cultural en la España de las utimas décadas (y en el extranjero), ellos lo mismo que sus compñeros de viaje, los escritores del exilio. Una voz clamando en el desierto, Umbral (en ese aspecto) En defensa de la pureza de la lengua (hablada y escrita) y de la cuna del idioma (...) Y ese mérito hay que reconocérselo
La otra divina/sorpresa a la que hago alusión más arriba lo fue la fundación del Instituto Cervantes de Bruselas que prometía a ojos de los propios belgas o de españoles aqui afincados mucho sin duda alguna, pero que recibieron en cambio con notable aprensión algunos, entre ellos el que esto escribe. También dediqué algún artículo de internet a los Cervantes y en particular al Cervantes de Bruselas durante estos años. Y durante un tiempo lo frecuenté, siempre a rachas de todas formas y nunca de forma frecuente o continuada.

Y recuerdo que el punto de inflexión, por vueltas del dos mil, lo fue un incidente que ya relaté aquí y en otros sitios con José Carlos Mainer (un respeto) en una conferencia que dio -sobre la prensa en la guerra civil que debió haberse tratado en puridad –a tenor del anuncio- no de la prensa roja (de la guerra civil) sino de la prensa de ambos bandos pero a fe mía que no habló más que de aquella, salvedad hecha de las respuestas que le impusimos, el que esto escribe y alguno de los asistentes, en el turno de preguntas y respuestas.

Y fue por culpa de su libro (de 1971) "Falange y Literatura" que dejó allí (de nuevo) enterrado y bien enterrado, y había que creerle a fe mía porque lo que dijo allí tan rotundamente de palabra –lo que me dijo a mí también (…) en presencia de testigos, que aquwello no lo volvería a escribir(...)-, lo volvió a corroborar en varias ocasiones por escrito en los años que se seguirían.

Los tiempos cambian y también los vientos, no obstante y aquel firme propósito de una autoridad tan destacada en materia literaria de la España de hoy quedaría en agua de borrajas. Fue no obstante como el mentarle la soga en casa del ahorcado el recordarle aquel libro suyo, por la reacción tan destemplada (y tan visceral) de su parte en incidente (verbal) que aquí evoco.

A partir de ahí, así lo recuerdo ahora al menos, el ambiente se enrareció notablemente entre los empleados (españoles) del Instituto por cuenta mía y si se exceptúan regresos esporádicos y fugaces me mantuve al margen de la actividad del Instituto Cervantes que se vio notablemente marcada en los años Zapatero por campañas de la mayor envergadura de recuperación de la memoria histórica (de los vencidos)

Otra institución cultural española -subsidiada y protegida, me figuro, como/se/debe-, la librería Punto y Coma sita en el corazón del barrio de las instituciones europeas y frecuentada me figuro especialmente por euro/funcionarios españoles, era otro botón de muestra de esa inflación de memorialismo guerracivilista (de los vencidos de la guerra civil) hasta el punto que de la última vez que por allí pasé por vuelta del 2006 me quedó una imagen propiamente de pesadilla: no tenían prácticamente otra cosa en sus mesitas y estanterías, memoria de la guerra civil hasta al hartazgo al gusto de los vencidos.

¿Han cambiado? No lo sé, nunca mas volví, ya digo. Detalle poco trivial no obstante lo fue la pequeña discusión si se le puede llamar así -por aquello de que dos no discuten cuando uno no quiere-, que tuve esa última vez que por allí pasé, y fue a cuenta de la fiesta taurina, como no podía ser menos se diría. ¿Política cultural española de ámbito y alcance internacionales? Cualquier parecido con la realidad pura coincidencia. Y no dudo que puedan captar muchos estudiantes de español en la dependencias del instituto y demás antenas suyas en Bruselas como en otras (muchas) capitales extranjeras.

El prestigio del español como lengua de peso e influencia en el campo de las relaciones internacionales, es algo que no sé exactamente como haya que medirlo, un índice revelador no deja no obstante de ofrecerlo su nivel de presencia en Bruselas, capital de la UE –léase la sede de las instituciones europeas- y mucho antes habiendo servido de corte (durante siglos) de los países bajos españoles (sic) -"les Pays Bas Espagnols"- que cuenta de antiguo con una importante colectivo de origen emigrante (años sesenta y setenta) y de euro/funcionarios españoles, y que es poco menos que inexistente en la vida de todos los días y a fe mía que sé de lo que hablo de todos los años que llevo aquí viviendo.

Botón de muestra de lo que aquí afirmo lo ofrece la Feria del Libro de Bruselas, un certamen que en los más de veintiocho años que llevo aquí residiendo, solo en la edición de hace dos años se vio (¡al fin!) dedicado a la literatura española, una anomalía que no había dejado yo de denunciar de viva voz en alguna edición años pasados, ante la comisaria inclusa, de ascendencia española.

Otro botón de muestra más flagrante y sintomático si cabe lo ofrece la enseñanza de la lengua y la literatura española en las universidades belgas dondes se pone clamorosamente de manifiesto esa hegemonía del español de América latina, en los programas de estudios e incluso en el origen o procedencia de los docentes, belgas en no pocos casos y en su defecto hispanos, y prácticamente ningún español que yo sepa (hasta la fecha) en un caso de discriminación escandalosa y por partida doble si se tiene en cuenta que la regla en las universidades belgas lo son docentes originarios de los países que sirvieron de cuna a la principales lenguas occidentales, léase el francés, el inglés, el alemán, el italiano, el neerlandés –el portugués incluso- lenguas vernáculas todas ellas de los docentes respectivos en esas universidades. Salvo el español (...)

Una anomalía (discriminatoria) que esconde y traduce a la vez -aunque no sólo- el contencioso histórico que arrastran con su pasado español los belgas, como si para ellos el español fuera al mismo tiempo uin asunto que les concierne en primerísimo plano y a la vez se sintieran en la obligación de sentar bien las distancias y las diferencias . Y así, el titular de español –me imagino que lo seguirá siendo- de la Universidad Libre de Bruselas hace unos años apenas, no solo lo era un belga sino que además confesaba a quien le quería oír que su ámbito de competencias didácticas y profesionales lo era exclusivamente el español de la América latina. Punto. A propósito, el otro día en el avión de vuelta cayeron ante mi vista unas declaraciones de Carlos Fuentes de elogio del escritor Juan Goytisolo y de un regusto (margo) a afrenta patria inconfundible (e inadmisible).

Donde se justificaba por lo progre y transgresor de la figura del escritor catalán citado -del que el escritor mejicano daba de botón de muestra un escrito polémico y provocador en extremo de reivindicación del conde de Julián y con él de toda la tradición judaizante e islamízante española a expensas del casticismo español por supuesto. Y para más inri, citaba el comentario que le habían hecho otros escritores hispanoamericanos, que cómo se permitía mezclar a un gachupín (sic) con los castizos (sic) (de ellos), y aquí daban los nombres más emblemáticos del boom latinoché de los sesenta. A lo que aquel venía a responder en sustancia que Goytisolo no era un gachupín como los otros (…)

Apaga y vámonos, si ellos son los “castizos” y los guardianes de la lengua en el mundo que vivimos. ¡Si Umbral o Cela e incluso Delibes o el mismísimo Lorca levantaran la cabeza! ¿Y toda esta situación de postración y de humillación del idioma y de la Nación que le sirvió de cuna escapa a la incumbencia acaso de los Institutos Cervantes? Así lo parece desde luego.

Y a confirmarlo se diría que viene como anillo al dedo el escándalo que acaba de estallar en los medios por cuenta del Instituto Cervantes de Nueva York convertido en tribuna y altavoz propagandista del catalanismo lingüístico y político del signo separatista. En un país además que salta a la primera plana de los medios con casos frecuentes del discriminación del español de España en relación con el de su minoría hispana, como aquella profesora nativa norteamericana que se vio expulsada del centro donde enseñaba por culpa del acento español (sic) que se había traído de España donde había residido (…)

El espíritu no está en la lengua sino en el acento, ya lo dejé aquí bien sentado no hace mucho (…) Y ese es lo que venían a demostrar las desventuras de aquella española honoris causa. Institutos Cervantes, o el espectáculo bochornosos, indigno escandaloso -de la triste situación de nuestra lengua y de nuestra cultura en el mundo- que no cesa. Secuela – una más y tal vez de las más letales y funestas- de nuestra derrota en el 45 ¿Hasta cuándo?

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