viernes, junio 27, 2014

MARINE LE PEN COMPUESTA Y SIN NOVIO

En primera fila de mis testigos (entre cielo y tierra): Jan Rulewski, actual senador del partido en el poder -Plataforma Civica- y figura respetada de la política polaca en la actualidad. Fue mi anfitrion (vistiendo yo entonces de sotana) en julio del 81, en la ciudad de Bydgoszcz (antigua Bromberg) en el centro de Polonia -donde representaba al sindicato Solidaridad- durante mi gira por todo el país entonces, unos meses antes de la declaración del estado de guerra. ¿Memoria escondida e irredenta también entre los polacos? A Rulewsky le persegúia el rumor entre sus allegados -doy fe de ello- de que su padre había servido en el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial (en las Waffen-SS)
Marine Le Pen acaba de arrojar la toalla en sus denodados esfuerzos por crear un grupo propio en el Parlamento Europeo. La manzana de la discordia -entre sus propios socias y aliados en el empeños, en particular los holandeses del partido de la libertad dirigido por Geert Wilders- lo habrá sido una formación polaca el Congreso de la Nueva Derecha por la que habrá venido el escándalo y el rasgarse de vestiduras del aliado holandés de Marine Le Pen, alguien que habrá cuidado y confortado su imagen de antiguo-con no sé cuántas visitas a Israel)- la imagen pública de un aerófobo y anti-musulmán convencido pero frecuentable y políticamente correcto al mismo tiempo e intratable en materias en las que nos e admiten bromas (ni indecisiones) en el mundo que vivimos. Y a los holandeses del Partido de la Libertad los polacos de esa formación que yo prácticamente desconocía hasta ahora se pasan de la raya a todas luces en materia de revisionismo léase anti-semitismo (de palabra o por escrito)

"Un grupo propio sí, pero no a cualquier precio" habrá declarado aquel poniendo así un punto final al suspense y echando así por tierra los sueños de la presidente del Frente Nacional Con lo cual Marine le Pen habrá podido comprobar por propia cuenta que en todas partes cuecen habas y que como dicen los franceses a los puros les salen siempre otros un poco más puros que ellos, lo que cabe aplicar en el caso que nos ocupa, que en materia de acusaciones de revisionismo, negacionismo y derivada pocos se ven libres de culpa en los terrenos por donde pretende seguir arando -aunque sea con mil melindres y distingos que la caracterizan en lo sucesivo- la político francesa, y que si a ella los griegos de Amanecer Dorado y los húngaros de Jobbik le parecen infrecuentables -como si fueran apestados- a otros no se lo parecen menos algunos otros hacia los que Marine Le Pen parece mirar con gran complacencia.

Soy alérgico de antiguo a la actualidad política polaca, lo confieso. ¿Gato escaldado? Que se piense lo que se quiera. Pero no creo que nadie anduviese tan apasionado con la actualidad de aquel país como lo estuvo el que esto escribe en el tiempo -de un año y medio o dos- que precedió a mi gesto de Fátima que dio inicio con la primavera de Solidaridad (como así la llamaron los medios) y también con los meses que siguieron a la declaración del estado de guerra.
En la foto el presidente del partido polaco Congreso de la Nueva Derecha, el electrón suelto por el que se habrá roto el idilio entre Marine le Pen y el holandés Geert Wilders que los acusa de revisionistas (anti semitas) Una imagen inédita de Polonia la que ofrecen este politico y su pajarita, para el que esto escribe desde luego. De una Polonia monarquica -que dejo de serlo (y con todas las consecuencias, a costa de la erradicación de su nobleza) hace ya más de dos siglos (...)- pro rusa o por lo menos más pro rusa que pro alemana. Y a riesgo de perderme en el laberinto polaco, y en el de sus siglas eslavas, diria que las de ese njuevo partido (KNP) hacen extrañamemente pensar a otra vieja formacion polaca -la KPN (Movimiento por una Polonia Indepediente)- de la que se hablaba en los medios y en la calle cuando yo estuve en Polonia (en junio del 81) que venía de la guera fria, y por aquel entonces ya no poco amortizada entre polacos, que le endilgaban lazos y ataduras con el régimen comunista (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra)
Y ese apasionamiento da sin duda la medida de la fría indiferencia que se siguió en mí después, prácticamente hasta nuestros días. No es óbice que Polonia por su situación geográfica aunque solo sea es insoslayable en un análisis por somero que se pretenda de la actualidad política a escala europea. Y mucho más todavía si se le añade el protagonismo tan destacado que habrá sido el suyo y lo sigue siendo desde la incubación y el estallido de la crisis de Ucrania -país con el que comparte fronteras comunes (y otras muchas cosas)- actualmente en curso.

Lacayos dóciles de la OTAN desde la caida del Muro y ya en camino de serlo desde los tiempos de la santa/alianza del papa Juan Pablo II con Ronald Reagan y antes aun por el protagonismo indiscutible del que gozó justo antes, en la administración Carter, uno de sus principales consejeros, de origen polaco Brzezinski. Esa es la imagen tenaz que ofrece de antiguo la política exterior de los sucesivos gobiernos polacos desde la caída del muro.

Y la crisis ucraniana parece venir a confirmarlo y a reforzarlo. Como lo ilustrarían la movilización militar USA en las fronteras de dicho pais con Ucrania al alcanzar la crisis su paroxismo tras la caída del anterior presidente Yanukovich y el estallido justo a seguir de rebeliones pro rusas en la parte oriental del país, apoyadas mas o menos discretamente un día sí y otro también por el presidente Putin. Y en la santa cruzada por la democracia universal que lleva a cabo el presidente Obama, no hay duda que encuentra en los polacos -y en su tradición nacional democrática patriótica e insurreccional y anti-rusa- unos preciosos aliados y compañeros de viaje insustituibles.

El nacionalismo polaco fue en los dos últimos siglos casus belli o fautor de guerra de la primera especie, no creo que aquí se le ocurra alguien el desmentirme. Lo fue a lo largo del siglo XIX en las sucesivas insurrecciones que protagonizaron -en nombre siempre de la Biblia y del Espíritu Santo-, y lo serian en los albores de la Segunda Guerra Mundial, en la medida que la ciudad portuaria de Danzig fue la gran coartada de la que se sirvieron los gobiernos occidentales de Inglaterra y Francia para declarar la Guerra a la Alemania Nazi.

No soy un anti-polaco visceral no obstante, me curo aquí en salud de inmediato de lo que puedan pensar algunos. No se me escapa tampoco que los condicionamientos geopolíticos habrán gravitado pesadamente sobre el destino de aquel país y de aquel pueblo en los tiempos modernos. Consideraciones elementales de memoria histórica me impiden además echarle toda la culpa a los polacos en los infortunios que surcarían la historia contemporánea de los países occidentales. Marcada sobre todo por lo que el historiador alemán Note, amigo mio de antiguo como aquí todos ya saben- por la “Guerra Civil Europea” dominada a su vez por la gran confrontación ideológica entre fascismo y comunismo, y sus respectivos aliados y compañeros de viaje.
No soy un anti-polaco. A menos, no obstante, que ello me obligara a hacerme anti-aleman, como tanto ocurrió en la historia contemporánea. Y me dejo guiar no poco de mi amigo el profesor Nolte (catolico bautizado) del que a sus noventa años acabo de tener noticias directas, en una carta suya muy amble. En sus libros se desprende una vision muy ecunaime y equlibrada de la historia de las relaciones geramno/polacas en los ultimos siglos. Asi por ejemplo le da la razon a Maria Teresa de de Austria y se la quita a Federico de Prusia (feroz anti-polaco) en el capítulo de la guerra de los Siete Años (1756-1763), la madre de todas las batallas entre alemanes y polacos tras la Revolución Francesa
Y en la historia oficial o en otros términos en la historiografía políticamente correcta de aquel gran episodio de la historia universal, los polacos figuran invariabledmente del lado de los vencedores, de los ganadores -al final de la Guerra del catorce como en el 45 y si se me apura en tiempos recientes también con la caída del Muro. Demócratas de toda la vida y fuera de toda sospecha. A otro perro con ese hueso. Y mi amigo el profesor Nolte, gran conocedor y estudiosos de los movimientos fascistas (menores) en la Europa del periodo de entreguerras no me lo desmentiría.

¿Puro producto de generación espontánea, ese Congreso por la Nueva Derecha? Mil indicios me llevan pensar y a concluir lo contrario. A comenzar po el nombre, sin perder de vista en viejas foto que circula en Internet donde se ven juntos -pur casualidad- en una coincidencia todo menos trivial el líder de la formación que arriba evoco y dos figuras todo menos triviales de la política polaca, y me refiero a Moczulski, un veterano (ya entonces) político nacionalista -más o menos tolerado por el régimen comunista- y del que la prensa francesa se ocupaba mucho entonces, el KPN (partido por una Polonia Independiente) y sobre todo un Viejo conocido (y amigo) mío -que nunca más volví a ver (en persona)- y del que aquí habré hablado anteriormente.

Y me refiero sobre todo también a Jan Rulewski -actualmente senador por el partido en el poder (u se fe en vuelto en un escándalo los días que corren)- que fue mi anfitrión a mi paso por la ciudad polaca de Bydgoszcz durante mi gira por aquel pais en el verano del 21 un año casi abntes de mi gesto de Fátima. Y a los tres parece unirlos en denominador común del anti-comunismo. ¿Fascistas o fascistizados? Dios me libre el afirmarlo, pero sobre todos ellos gravitan ciertos viejos fantasmas del pasado polaco en el siglo XX como el de ese movimiento de Falange polaca (sic) que desapareció tras la Segunda Guerra mundial -y ahora parece resurgir por arte de magia o de birlibirloque (como si no hubiera pasado nada)- y cuyo fundador y dirigente tras la Segunda Guerra Mundial pasaría a ser el fundador del movimiento Pax un grupo títere o pantalla de la policía política del régimen soviético. Y también sin duda el pasado propio e intransferible de cada uno de ellos que por razón de la distancia aunque solo sea nos escapa en todo o en parte a los españoles.

Solo en parte ya digo, porque en el caso de Rulewski estando allí me llegaron ecos -malintencionados o admirativos, a fe mía que no sabría decirlo- de rumores que le atribuían un pasado familiar todo menos trivial y aún menos liviano de llevar en las circunstancias de tiempo y lugar que eran la suyas en la Polonia de entonces. Y fue que llego a mis oídos que su propio padre habia combatido en las filas del ejército aleman durante la segunda Guerra mundial.

¿Pasarelas o pasadizos también al alcance de españoles en esa memoria tan laberíntica vista des fuera como lo es la de la Polonia contemporánea y de los polacos que fe mia que lo es tanto o mas que lo pueda ser para los españoles –como aquí ya lo habré dejado bien a entender- la memoria de los belgas flamencos? Sin duda que si, en la medida que aquella no ve absorbida o no del todo por el mito o la mitomanía del papa polaco (...)

¿Aire fresco en la sociedad polaca y en su clase política las horas que corren con esa nueva formacion de la que me habré oucpado en esta entrada? Que me perdonen los polacos que no se reconozcan en la imagen que de ellos arrastro, pero siempre es de temer que por detrás de la pajarita se escondan estampas de San Wojtyla y de ese catolicismo polaco hermético e incomprensible por culpa del cual (en parte) el autor de estas líneas acabó renegando de las promesas de su bautismo (de cuando yo era un bebé) y de una Iglesia católica y democrática al mismo tiempo, que acabó dando la razón un siglo después a Ramiro Ledesma, a Charles Maurras y a Federico Nietzsche

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