Reynard Heydrich, jefe de la Gestapo, asesinado por partisanos armados en Praga, durante la Segunda Guerra Mundial. Uno de los reclutas más capaces que tuvo el régimen nazi (leyendas aparte) La Gestapo fue una policía de Estado eficaz y modélica, al servicio de la ley y del ordenamiento vigentes –y del Nuevo Orden- como lo fue la policía del régimen de Franco o la PIDE portuguesa en el Estado Novo. O como lo fue la Checa rusa, o la Okrana de los zares. Leyendas aparte. José Antonio Aguirre, refugiado en un convento benedictino de Brujas se les escapó de sus redes (por culpa del catolicismo belga flamenco), pero Companys que buscó refugio en una colonia veraneante –elitista en extremo- de la costa francesa atlántica, no. Fueron más listos que él que fue siempre de listo -antes de empezar a ir de mártir (en la memoria)-, y se las daba del más listo de España y de Cataluña (por catalán y por republicano) Y eso es lo que más les escuece a sus devotosLa Forcadell, erre, que erre. Ayer volvió a reincidir con Companys, el asesino de masas, en nombre de la independencia de Cataluña. Lo tienen fácil desde hace setenta años los guerra civilistas españoles a la hora de desenterrar el hacha de guerra de la guerra civil interminable y cerrarnos la boca con la derrota en el 45, que nos condena al ostracismo in saecula saeculorum a los que defendemos la memoria del Primero de Abril (léase de la Victoria del 39)
Fue (reza la leyenda) víctima de Franco que lo condenó a muerte –y que le llevó al paredón de fusilamiento como él había llevado a tantos otros- y también, y esto sea tal vez lo más concluyente en la batalla de memorias que hace estragos en torno a su figura, fue víctima de los verdugos/nazis que le detuvieron y lo entregaron a España.
Es curioso lo intratables que se mostraron los nazis con el separatismo catalán, porque todo llevaba a pensar, habida cuenta de las raíces ideológicas del nacionalsocialismo que se hundían en el romanticismo alemán del siglo XIX, no poco tributario de la Leyenda Negra anti-española que debían ver en principio en el nacionalismo catalán un pariente ideológico o un retoño incluso del nacionalismo alemán romántico y anti-liberal que iba dar nacimiento al III Reich y a la experiencia nacional socialista.
Pero como ya vengo explicándolo en las últimas entradas y cuento probarlo e ilustrarlo con mi nuevo libro a punto de aparición, todo se explica, y cabe ver un hilo conductor ideológico e histórico perfectamente perceptible entre la génesis ideológica del nacional socialismo, y su visión (‘weltanschaaung’) de la historia universal y de la historia europea.
El nacional socialismo como se puso de manifiesto en la fase final de la guerra –en la propaganda de guerra me refiero- sobre todo en el frente del Este era tributario de la memoria de las Cruzadas en las que señores y monarcas germanos tuvieron un protagonismo tan destacado por no decir dominante o exclusivo (casi) Y no hay más que pensar en el nombre con el que fue bautizada la ofensiva alemana en el frente del Este, Operación Barbarroja del nombre del emperador alemán, muerto ahogado al paso de un río en el Asia Menor, que pagaria con la vida su participación a la Segunda Cruzada
Y confieso haber arrastrado de antiguo un visión un tanto oblicua del protagonismo alemán en las Cruzadas por culpa de la figura atípica y tan controvertida en tanos aspectos, de Federico (II) de Hofenstaufen –nieto de Barbarroja-, el emperador que recuperó Jerusalén pactando con los árabes, lo que ya en sí –en el simple gesto- llevaba en germen la muerte del ideal de Cruzada. Como fuera el nacionalismo contemporáneo heredaba de esa memoria histórica de la empresa europea colectiva que fueron las Cruzadas. Y lo ilustra la actitud de dirigentes nazis de los mas emblemáticos en relación con Cataluña.
Como fue el caso del mas desprestigiado y mas maldito de todos ellos tal vez, mas aún que el propio Fuhrer, Heinrich Himmler –católico bautizado, no se olvide- que estuvo varias veces en Cataluña en la posguerra española inmediata y durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Estuvo una primera vez en Barcelona en un ambiente de delirio (pro nazi) –del que dan cuenta fehaciente testimonios gráficos de la época- en junio del 39 discurriendo por una Diagonal a reventar de muchedumbres entusiastas.
Volvió en el 40 en una misión primordialmente arqueológica en donde le sirvió de anfitrión el profesor y arqueólogo español Julio Santaolalla al que décadas mas tarde, en el tardofranquismo, mataron (literalmente) a disgustos –de un sincope en plena clase en la facultad nota bene- los rojos de la Facultad de Filosofía de la Complutense en la Universitaria madrileña, y en presencia nota bene de la que sería más tarde ministra de Educación de gobiernos PP, Pilar del Castillo, que era entonces una de ellos. Himmler–reza la leyenda- estuvo en Montserrat en busca de trazas o pistas del Santo Graal (en Español Grial).
El Graal es un mito medieval indisociablemente ligado a la historia de la caballería occidental y de las Cruzadas; que se vería recogido en testimonios literarios del mayor relieve en la historia de la literatura occidental, como Perceval –o el Cuento del Graal-, del francés Chrétien de Troyes. El Graal era el arca –o el santo cáliz (de sangre derramada)- de los misterios, que encerraba en sí todo el pasado y el presente y el futuro de nuestra civilización.
Un ideal medieval ligado a las Cruzadas y a la Reconquista española –de los cinco reynos de la Península, entre ellos el de Aragón- a mil años luz de esa historia reconstruida y falsificada del nacionalismo catalán que hace arrancar la historia de Cataluña en el siglo XVII, en la revuelta de los segadores (sediciosos y asesinos) como aquí ya lo tengo explicado.
El nacionalismo alemán del siglo XX encerraba en su seno una tentativa histórica (fallida) de reconciliación de las dos memorias europeas –católica y protestante- en las que hizo escisión de la conciencia colectiva europea con ocasión o por culpa de las guerra de religión y en particular de la Guerra de los Treinta Años que tuvo como teatro principal nota bene suelo alemán (del Imperio romano germánico)
Y en particular por la memoria de los calamidades y vejaciones y sufrimientos –unsentimento lancinangte omnipresente en la literatura de autores nazis y en particular en el Mein Kampf- que trajo a las tierras como a sus gentes del otro lado del Rin la intervención francesa en la última fase de la Guerra de los Treinta Años (en el bando protestante) –y no por el paso de los Tercios españoles contra lo que se podría pensar (Leyenda Negra obliga)-al socaire de la cual como aquí ya lo tengo explicado haría eclosión la insurrección catalana de los segadores, y la república catalana que ahora vitorea como una obsesa la Forcadell, aunque tal vez sea pedir peras al olmo el que algunos o algunas den un mínimo de conciencia histórica, y de memoria, de la que a ellos tanto se les llena la boca.
Por todo lo que precede estaba escrito en los astros que el Reich no podía mostrar comprensión hacia el nacionalismo catalán ni a su líder mas emblemático como lo fue Companys. Y por eso lo entregaron a Franco, lo que no hicieron con otros. Dice la Forcadell ahora que luchó por la libertad de Cataluña, él, que presidio durante los primeros tiempos de la guerra civil el régimen mas abyecto y liberticida (y homicida) -en Cataluña- que haya conocido la historia.
Y es curioso que en homenaje reciente a esta figura (siniestra) se puso de manifiesto una cacofonía digna de mención, y fue la de la CUP el partido clave en la designación del futuro nuevo “president”. Los de la CUP –si no me pierdo en el laberinto de siglas de la política española y catalana- proceden del comunismo de la guerra civil que luchó a muerte contra los anarquistas y echó de España a Companys el principal padrino y protector de aquellos.
No reivindico la figura de Stalin, pero es innegable que el final de la hegemonía anarquista en zona roja en Cataluña en abril del 37 fue la consecuencia fatal y perfectamente previsible de la vorágine de asesinatos –en el clima de caos y de anarquía y, salvajismo que ellos implantaron en Cataluña- de los que la violencia ácrata se hizo reo y culpable el primer año de guerra. Con la complicidad del “president”
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