Felipe González, desde hacía tres días a penas presidente electo -y con quien protagonicé un incidente meses antes en el aeropuerto de Orly en París-, recibe a Juan Pablo II en su primera visita a España (el 31 de octubre de 1982) Lo seguí desde la cárcel portuguesa donde me encontraba, preso desde el doce de mayo de mayo de aquel año por mi gesto de Fátima. La era felipista -de trece años y medio- que dio entonces comienzo se englobaría dentro de la era Wojtyla, uno de los pontificados mas largos de la la historia de la Iglesia católica. Un dato sobradamente elocuente de por sí que no sabrían negarme los adeptos españoles mas fanáticos del papa polaco. Entonces precisamente dio también comienzo (nota bene) mi larga expatriación, hasta hoy. Está claro como sea que no debo nada al PSOE -no sé si otros lo podrán afirmar con tanta rotundidad como el autor de estas líneas- lo que me da el derecho soberano de apostar por su implosión, que tantos indicios parecen presagiar al hilo de la crisis política a la que asistimos las horas que correnNo les debo nada. Ni a los unos ni a los otros. Un deber de memoria no obstante -como lo declaré en una charla sobre memoria histórica que di (octubre del 2011) en el pueblo jienense (entonces con alcalde PSOE) de Mancha Real, del que procedo por la vía paterna- me liga al PP en la medida que tras la transición y el fracaso de la UCD fue la formación que vino a acaparar y a representar sectores sociles de los mas extensos entre lo que se vería comprendido mi medio familliar y sociológico de origen. Al PSOE en cambio no me liga ni eso.
Un partido del que el ascenso en la sociedad y en la política española marcó mis años (treinta ya) de expatriación y extrañamiento. Y cuyo resurgir -con la misma siglas nota bene que ostentó durante los años de la República y lo que se siguió-, a cuarenta años ya de su derrota en la guerra civil, vendría a ser -algo que veo hoy claro mas que nunca- una de las imposiciones que la rendición de Franco a los aliados en el 45, -con sus cláusulas implícitas o secretas, y sus hojas de ruta y su calendario a corto, medio y largo plazo- acabaría trayendo consigo.