En la rendición del régimen de Franco (por mediación vaticana) a los aliados en el 45, la muerte de García Lorca iba raudo a convertirse en un arma de chantaje político del más alto nivel y de un valor incalculable. Como lo ilustra la anécdota que hacía pública hace pocos días el País, que durante el encuentro en Madrid de Eisenhower con Franco en Madrid (diciembre del 59), el general norteamericano, a la sazón presidente de su país, comandante en jefe (nota bene) de los ejércitos aliados en Europa durante la Segunda Guerra Mundial (de ascendencia alemana), puso el tema Lorca sobre la mesa. Habría que esperar no obstante al concilio y sus secuelas para que el chantaje saliese a la luz, o se convirtiese en asunto de estado (sic) como lo escribe púdicamente el País en un editorial ahoraCalentando motores. A dos días de la fecha (oficial) de aniversario de la muerte de García Lorca, ciertos medios enfrascados en la guerra civil interminable vienen calentando los ánimos de un modo análogo a como lo hacían los dazibaos de la revolución cultural en China, a base de escraches periodísticos en toda regla -pero esta vez a los muertos (typical spanish)- denunciando con nombres y apellidos y fotos acompañando los presuntos autores -tratados (sic) de asesinos- de la muerte de Lorca. En base a rumores, y -a falta de actas de acusación propiamente dicha- a toda una leyenda histórica con abundante literatura -en prosa y en verso incluso- a su servicio que habrá florecido sobre todo en los últimos cuarenta años y habrá conocido un recrudecimiento de diez años a esta parte, tras cumplirse el setenta aniversario de la muerte del escritor granadino. Hay poco de nuevo, por no decir nada en absoluto en lo que ahora se publica que quepa añadir a la vulgata que se nos viene infligendo de antiguo sobre el tema.
Un camisa negra (sic) -en realidad un falangista por más que los falangistas/puros le negaran antes y después de que cantase el gallo, y les escueza y produzca sarpullidos el recordarlo-, Juan Luis Trescastro, pariente lejano (por alianza) de Lorca, se ve de preferencia puesto en la picota, en base a rumores ya digo, sin pruebas, emplazado -ante la opinión- como el autor material de la muerte de Lorca, de lo que se habria vanagloriando justo a seguir en los bares de la capital granadina, e incluso si eso fuera verdad no es prueba concluyente tampoco -en base a derecho- de la culpabilidad de aquel y de su responsabilidad directa en los cargos de los que de antiguo se le acusan. Los defensores de la figura de Lorca echan ahora toda la carne en el asador, en un plano propagandístico -de propaganda de guerra, de guerra cvil se sobreentiende- pero honestamente cabe preguntarse si no están condenados ya de entrada a que les salga fatalmente el tiro por la culata.
Porque a fe mía que si hay algo que sale a relucir entre tanta lamentación bíblica y tanto culto de martirologio lo es el hecho de que Lorca se había creado enemigos por todas partes, en su ciudad natal por lo menos. La Iglesia, la Guardia Civil -el (teniente) coronel al que Lorca atacó en su célebre romancero (que dicen que le pasó factura)-, su propia familia (relativamente cercana), hasta el mismo Manuel de Falla convertido en figura iconográfica -de martirologio como Lorca, eso también es cierto- del guerra civilismo irreconciliable tras su exilio durante la guerra civil y su muerte posterior en Argentina (en Alta Gracia cerca de Córdoba que visitó el que esto escribe) Ramón Ruiz Alonso dijo de aquél -o dicen que dijo- que hizo mas daño (sic) con la pluma que otros con la pistola, en alusión a la militancia partidista del poeta en los meses -abrasadores- que precedieron el estallido de la guerra civil y más abrasadores aún si cabe en Granada en la capital como en la provincia, y a sus intervenciones repetidas -una tras otra- en aquellos meses de inequívoca significación política partidista, mítines, entrevistas y declaraciones a los medios, firma de manifiestos etcétera, etcétera...Y no le faltaba razón a aquél.
Narciso Perales, figura emblemática de falangista/puro (joseantoniano), en una fotografía de la época cuando yo le conocí (segunda mitad de los sesenta) Guardé buen recuerdo personal de él, vaya dicho de entrada, de la imagen que de él me quedó (grosso modo como la de la foto) El protagonismo que se le atribuye no obstante en la leyenda de martirologio montada por cuenta de Lorca y de su muerte y en la operación de chantaje de la que la figura del escritor y poeta granadino sigue viéndose objeto, es lo que me mueve y autoriza a cuestionar su testimonio. Ramón Ruiz Alonso, el malo de la película de leyenda “azul” de Lorca y de su muerte, tuvo un protagonismo innegable y sobresaliente en el triunfo del Alzamiento en Granada y en los meses -de guerra civil larvada- que le precedieron en aquella capital andaluza, tras las elecciones de febrero del 36. De Narciso en cambio no reza la historia. ¿Seguía dado de baja de la primera línea, desde su llegada meses antes a la capital granadina (procedente en Sevilla)? ¿Lo estaba aún al producirse al Alzamiento? Su testimonio va de palabra de evangelio para algunos no obstante en relación con García Lorca y con la operación de guerra de propaganda que se prosigue imperturbable por cuenta de su muerte (y de sus restos)A Ezra Pound, poeta como Lorca que incluso llegó a lamentar en publico su muerte desde Italia donde se encontraba, se le acusó grosso modo de lo mismo desde el otro lado de las líneas de trincheras de la guerra civil europea (1914-45), y sólo le salvó del paredón de fusilamiento el tiempo, que jugó en su favor, que permitió la movilización de sus muchos amigos en los Estados Unidos que consiguieron que fuera declarado insano mental, lo que le salvó la vida (al precio de pasar más de diez años internado) Con lo que demostró al fin ser profeta en su tierra (ademas de poeta), lo contrario de Lorca, que se fue a Madrid a triunfar -durante la República (e incluso nota bene ya con la Dictadura)- y se volvió a su Granada natal para morir, encotrando la tumba allí donde esperaba encontrar un refugio seguro. Y en la vulgata que se está recitando ahora de nuevo en los medios por cuenta de Lorca y de su muerte, el protagonismo (de comparsas) de los falangista está fuera de dudas.
De los falangistas de Granada para comenzar, de los falangistas granadinos y de otros que estaban allí en tránsito como quien dice a pesar de ser forasteros, como Narciso Perales, sevillano que se encontraba en Granada -con el propósito de ponerle a buen recaudo- apartado de la primera línea tras los sucesos (sangrientos) de la localidad sevillana de Aznalcollar en los que había tomado parte un año antes. Y además de la Falange local sale a relucir en la leyenda del martirologio de García Lorca el no menos innegable protagonismo de otro núcleo falangista que merecería a Francisco Umbral la mejor de sus novelas, el de los falangistas del cuartel general -en Burgos o de Salamanca- reunidos en torno a Ridruejo, que el autor de la Leyenda del César Visionario bautizaría para la posteridad “los laínes”, en alusión a uno de los miembros del grupo -el menos relevante tal vez de todos ellos-, Pedro Laín Entralgo, enemigo personal (irreconciliable) de Francisco Umbral andando el tiempo, tras el nombramiento de aquél a la cabeza de la Real Academia de la Lengua que a Umbral se vería vedada hasta su muerte.
En algunos de los reportajes que se acaban de publicar ahora sobre la muerte de Lorca, se alude a la enemistad o rivalidad personal al menos entre Ramón Ruiz Alonso y el propio Ridruejo, que según ciertos versiones acabaría purgándole y expulsándolo de los centros del poder que Ridruejo junto con su amigo Serrano frecuentaban a la sombra del cuartel general de Franco durante la guerra, y en particular de la delegación de Prensa y Propaganda que acabaría convirtiéndose en feudo inexpugnable de Ridruejo -y de su íntimo Serrano- hasta su dimisión durante la Segunda Guerra Mundial (en señal de protesta y disidencia)
Ramón Ruiz Alonso en esas versiones va por cierto de malo de la película, lo que se oculta cuidadosamente en cambio de él, es que fue elegido diputado por Granada en las elecciones de febrero del 36 y despojado de su escaño tras la anulación de los resultados -por un pucherazo a alto nivel del Frente Popular- y la repetición de las mismas en las que como cabía esperar aquel no se vería elegido. En un hecho que Ramón Ruiz Alonso desempeñó un protagonismo del primer plano -y en primera línea- en los meses que precedieron al estallido de la guerra civil que fueron ya de guerra civil larvada como lo fueron en otros puntos de la geografía española, y en particular en ciertas provincias andaluzas, y que ese protagonismo llegó un punto álgido en el Alzamiento en Granada en el que tomó parte directamente, siempre dando la cara, en primera línea.
Uno de los mayores celadores “azules” de la memoria de Lorca, el falangista/joseantoniano Narciso Perales -que le habrá dado mucho juego a Ian Gibson en la construcción de sus teorías conspiracionistas (y conspiranoicas) por cuenta de Lorca y de su muerte- estaba también en Granada al producirse el Alzamiento, pero de su papel en aquellos momentos no reza la historia, que se sepa por lo menos. ¿Seguía dado de baja de la primera linea como la había estado desde su llegada meses antes a la capital granadina? Todas las hipótesis se admiten. Lo cierto es que Lorca y la circunstancias de su muerte se convertirían con el paso del tiempo en coartada privilegiada de los falangistas y del sector más proclive a ellos dentro del régimen de Franco tras la rendición que operó aquél a los aliados en el 45. Cuando la muerte de Lorca se convirtió en elemento principalísimo del chantaje aliado al régimen, tal y como lo ilustra la anécdota de la que se hacia eco hace unos días el Pais en un articulo editorial sobre el tema Lorca, de la visita de Eisenhower a España en diciembre del 59 que habría puesto sobre el tapete el tema en su encuentro a solas con el Generalísimo.
Y víctima de ese chantaje del más alto nivel -asunto de estado (sic) lo llama púdicamente el diario el Pais- lo seria también Francisco Umbral, uno de los más grandes propagandistas del culto de martirologio a García Lorca -aunque al final de sus días ya se le notase mucho más sosegado en el tema, en ese como en otros varios- falangista en su infancia y en su juventud (como lo tengo sobradamente demostrado en el libro que le dediqué) y muy próximo a todas luces en sus años mozos del grupo de Burgos -que antes nota bene habían pasado por Valladolid- y en particular de Ridruejo al que sin duda conoció bien, de primera mano. En la santa/hermandad de la Falange -versión Ridruejo y otros comparsas ilustres como él lo fue- cabía a todas luces una figura tan controvertida -y tan explosiva a decir verdad- como García Lorca, pero no cabía por lo que se ve alguien como Ramón Ruiz Alonso y otros muchos como él, de la CEDA o provenientes de las filas de aquella, con los que la Falange no dejó de concluir una santa alianza -sellada con sangre- nada más producirse el Alzamiento, en la capital granadina y en otras muchas ciudades y localidades españolas.
Y a fe mia que es triste de verdad y poco viril ese espectáculo de acoso a un hombre que ya murió -en el exilio ademas- chivo expiatorio privilegiado por designación, del que las únicas que saldrían en su defensa serian sus propias hijas. Ochenta años transcurridos desde el comienzo de la guerra civil española y ya casi setenta de la terminación de la Segunda Guerra M undial, el chantaje aliado -a la “desnazificación” (del régimen anterior y de su sucesor)- continua más apremiante y arrogante que nunca. ¿Hasta cuando?
esta noche en TV1, en los noticiarios, están hablando de Garcia Lorca, con fotos del poeta. Seguidamente entrevistan a Ian Gibson después hacen un reportaje sobre cine de Almodovar
ResponderEliminarAyer, ojeando la revista Pronto, en portada se anuncian sendos reportajes en el interior sobre dos parejas de homosexuales, "casados"...y a uno de cada pareja le llaman "MARIDO".
La pregunta mia es ¿Cómo hay que llamar a la pareja de cada uno de esos "maridos"... upongo que todavia no han inventado el palabro adecuado