Personaje de ATHOS -conde de la Fère- en el film "Les trois mousquetaires"" -de intérprete, Vincent CASSEL-, el más convincente tal vez -por su psicología y por su fiel correspondencia al relato histórico-, de todos los personajes del film inspirado en la novela homónima de Alejandro DUMAS, que le retrata fiel a la Monarquía francesa (bajo LUIS XIV, y MAZARINO, hasta la dispersión del grupo, cuando estalla la revuelta de LA FRONDA, en la que toma parte aquél) Mucho más probable (sic) -histórica- y psicológicamente- en todo caso, que el capitán ALATRISTE (de "Misión en París", en medio/ambiente francés)
ALATRISTE de nuevo. Como un hueso duro de roer, el personaje de Arturo PEREZ-REVERTE. "Esta vez en París". De roer a mí, que en Historia albergué la inaudita pretensión que no me tosía nadie. Y es ahí en el terreno de la Historia donde le quiero ver. A aquel. Mas en cualquier caso que en el otro campo donde me debería medir con el autor que le dio vida, es decir el de la Literatura aunque como dijo UMBRAL, pasados cincuenta años, la Historia se convierte en Literatura, o en novela histórica (apostillo yo), que ahí es donde queremos venir a parar. Un género que ofrece cierta ambivalencia, que cobija junto a la novela histórica propiamente dicha, la novela autobiográfica rayana en la auto ficción, y la novela de personaje histórico, real, como lo fueron en la obra de UMBRAL, las figuras de FRANCO y otras figuras de su tiempo o de su orbita entre las que se destacan al hilo de mis recuerdos, la de Dionisio RIDRUEJO y la de Ramón SERRANO SUÑER. Al lado de ellos ALATRISTE ofrece -exclusivamente en el plano histórico, atención- una (triste) figura, por lo históricamente improbable (sic) insisto otra vez: vista al tamiz o a la luz de un capitulo de la Historia Universal, que aún sin ser o formar parte de nuestra Historia española, no se puede negar que tenga mucho que ver.
Y me refiero -dentro de la Historia de la Iglesia o más propiamente- de un apartado especial o especialísimo de aquella -en su vertiente eclesiástica o propiamente católica, como en su vertiente laica de "histoire des religions", a saber la historia de las guerras de religión en su versión francesa, al periodo comprendido en esta ultima en el que se desarrolla la acción o la intriga de la ultima novela del autor, como en el mismo título de ella se nos indica, a saber la fase final y dominante -a fuer de crucial y decisiva- donde el destino de Europa -y mutatis mutandis el del mundo también- hasta hoy se decidió. Y ahí entramos en un laberinto propiamente inextricable, y es en la medida que en él se contempla la confluencia o sincronía y diacronía a la vez de grandes conflictos distintos, de causas y desarrollo por separado, pero íntimamente imbricados en un mismo cordón umbilical de natura religiosa o más exactamente de política/religiosa (sic) y que se puede contar en número de tres. La guerra de religión entre católicos y protestantes en Francia, la (s) guerra(s) de Flandes por lo que a España se refiere y que llegan a prolongarse y a fusionarse hasta el punto que la historiografía belga flamenca y holandesa, la llamaría "La Guerra de los Ochenta Años", como el prólogo o un capitulo más de la Guerra de los Treinta Años (sic), el conflicto mayor, a escala europea: el más laberintico sin duda en su génesis y desarrollo, hasta el punto que en los programas y manuales de historia (doy fe) los sufridos alumnos de colegios católicos de aquella época no conseguían mas que retener o deslindar una idea confusa y llena de contradicciones, en donde el esquema católicos contra protestantes -valido en todos los otros- no funcionaba o no muy bien, y era precisamente cuando Francia católica por definición, entraba en liza, del lado nota bene del bando protestante y reñía combate a una España no menos católica (¡por favor!) Y esa fue la idea llena de interrogantes sin respuesta, que de aquello, a una inmensa mayoría de colegiales de mi época y por extensión, de españoles todos sin distinción nos legaría.
A mi también y digo bien, pero solo hasta que llegué al Seminario (tradicionalista) de Ecône, donde pudo cotejar -en mi foro interno- la versión francesa de aquel conflicto y de aquellos periodos, que allí libremente discurría, con la otra que mi educación española como al agua fuerte me dejo inscrita y me legó, y fue sobre todo de aquella guerra de los Treinta Años cuyo desenlace puso un punto final a todas las demás guerras que aquí se mencionan, en la Paz de Westfalia (1648), en Münster, "tumba del Imperio -Eugenio MONTES dixit- y de una causa perdida" Y pongo como ejemplo o botón de muestra ilustrativa de todo lo que aquí estoy queriendo decir, un episodio histórico que cobra un gran realce en la novela de Alatriste en Paris, y fue el sitio de LA ROCHELLE, que se evoca como por causalidad en un film reciente (de fuerte audiencia) sobre los Tres Mosqueteros -que REVERTE recuerda también-, que tuve ocasión justo antes de mi marcha, de ver en una sala del centro de Bruselas, que me gustó y al mismo tiempo me movió a reflexión. La toma al final del (duro) asedio de LA ROCHELLE cobró sin duda en su evocación una gran dimensión literaria -y cinematográfica-, como lo justifica plenamente el interés y la atención que merecieron a PEREZ REVERTE y al film del que aquí hago mención. No dejó no obstante de ser un capitulo secundario o accesorio en relación con el reto mayor en juego en aquella fase francesa de una guerra de religión.
Y es en la medida que aquello no fue mas que una secuela del Edicto de NANTES, por el que se opuso (oficialmente) fin al conflicto político/religioso entre el bando calvinista protestante, y el bando católico, o en otros términos el de los amigos (franceses) de la España católica e imperial, de Felipe II, a saber el de la Santa Liga y el de sus jefes (*), entre ellos el duque de Guisa rival y enemigo jurado del católico converso -"a la francesa"- Enrique IV de Borbón, que se alzó al final -gracias a su conversión y a la frase aquella de "Paris vaut bien une Messe" -- con el santo y la peana- con su entrada triunfante al cabo de un largo asedio y de la empecinada resistencia de la Liga (católica) a los que acabó nota bene- rindiendo por el hambre-, en París, en (limpio) triunfador. Una "conversión" pues que vino justo antes como por casualidad del asedio aquel.
Y algo análogo se puede decir de RICHELIEU -católico converso de una familia de tradición protestante, que no vino mas que a jugar un rol de comparsa (sic) de la política real, del soberano de entonces, LUIS XIII, que (en devoción privada) subía en olor de santidad, camino de los altares, entre los seminaristas (franceses) de Ecône, y que mantuvo el rumbo de la política exterior de la Monarquía francesa -de aliada del bando protestante (anti-español), en aquella (primerísima) guerra mundial-, mientras consagraba su reino al Sagrado Corazón de María (¡ah sagrada hipocresía!)Y todo eso es lo que ALATRISTE en una (barata) rivalidad "marca España" hispanofrancesa camufla flagrantemente -y defrauda y decepciona- al sufrido y sincero lector.
Y por eso -y sin ánimo de faltar- los gestos y las palabras que PEREZ REVERTE le presta en su novela, apenas me merecen atención