“Un río de heridos desfigurados llegó a las puertas de mi casa”, Así presenta –desafiante y sin pudor-en primera plana, en esos términos tan crudos y sensacionalistas (y terroríficos) y en un texto sin reproche (por favor), el testimonio de uno de los supervivientes del bombardeo de Hiroshima, en su 75 aniversario el diario El País. Escarmiento por cuenta de la Democracia: ¿hasta cuándo, señor?
“Un río de heridos desfigurados ante mi casa”. Una simple impresión visual capaz por sí sola de borrar de nuestra mente una nube de eufemismos y resituarnos –brutalmente- ante la realidad como lo predican los marxistas. “La brutal alteridad del ser” decía poética y filosóficamente- Martín Heidegger (en Sein und Zeit) Y en román paladino se podría traducir o transcribir por la realidad de las cosas, y la realidad -no menos tangible y real- de la Historia (…) En su aspecto más feo hediondo y brutal, el del crimen de guerra (….) Jacques Verges –el polémico abogado francés- del que ya hable aquí en alguna ocasión, tuvo a poco de mi llegada a Bélgica una disertación mas que brillante espectacular ante un auditorio hostil –en una sala a reventar y un boicot tenaz de silencio en los medios-, sobre la belleza (sic) del crimen. Y lo pensaría él a fe mía dos veces ante las vistas en retransmisión brutal –en directo- del asesinato –o crimen político- del coronel Gadafi que fue su protector y amigo, y no una ni dos ni tres dejaría de pensarlo también, cuando detalles horripilantes de testimonios visuales acabaran llegando como ahora a sus ojos y a sus oídos sobre el bombardeo de Hiroshima, uno –con el de Dresde- de los más feos y hediondos y sobrecogedores de los crímenes de guerra que cometieron los vencedores, a falta de esa sobreabundancia de documentos gráficos de los crímenes contra la Humanidad de los otros. ¿Por qué no hay fotos de ello, de ese río de heridos y desfigurados?, ¿sólo sufrieron inmuebles y naturalezas muertas de aquel bombardeo de atrición –como le llaman púdicamente en la historiografía a los bombardeos de castigo (y de venganza) por cuenta de a Democracia-, en los reportajes que nos viene sirviendo la prensa global sin falta cuando llega (cada año) la efemérides? :Y eso explica –que no lo justifica- el buenismo (frustrante e irritante a más no poder) del que que toda una generación de jóvenes españoles (salvo excepciones) da muestra ahora debatiendo sobre el tema en las redes sociales . Bombardeo estratégico –buscando la rendición- eso es lo que fue Hiroshima, como Dresde. Punto. ¿Y como Hamburgo y como Colonia y como tantas y tantas ciudades europeas blanco de bombardeos salvajes por cuenta de la Democracia?
Comandante (major) Kenji Hatanaka de la Guardia Imperial. Autor de una tentativa de golpe de estado, tras Hiroshima (14 y 15 de agosto de 1945) con lo que intentaba impedir la difusión por las ondas del mensaje del Emperador Hiro-Hito instando a la rendición. El Emperador (nota bene) era encarnación del dios del Sol (Naciente) en el sintoismo, reliión nacional del Japón. Tras su fracaso, junto con un compañero de intentona cometió suicidio ritual , en su bolsillo un poema de adiós. “No me arrepiento de nada, ahora que se disipan las sombras del reino del Emperador”. El idealismo japonés en la Segunda Guerra Mundial, fue algo innegable –y ejemplar- pese al machacamiento de la contra-propaganda buenista y archicorrecta –marca España-, que se habrá desparramado ahora por la Red sobre la cuestión. Y lejos de comprometer su causa, ese empecinamiento en negarse a la rendición, que al decir de los buenistas –contra mas jóvenes mas buenistas, ¡ay dolor!- fue culpable del bombardeo nuclear, guardó en cambio (bien a resguardo) el honor de su pueblo y deshonró al bando de los ganadores, que no dudaron en cambio en franquear así las leyes de la guerra de la Moral y del Honor. Dresde e Hiroshima, o el honor perdido de la Democracia (….) En Alemania como en el Japón
Culpable sobre todo –en la Vulgata en curso- la obstinación de los vencidos negándose a la rendición –en Dresde como en Hiroshima-hasta el final, fieles en Alemania a una estrategia declarada de “derrota total” y a la mística samurai en el Japón, de autoinmolación y sacrificio individual como colectivo. Y toda una masa flotante de rumores y chismes a su servicio. Como aquello que dijo o dicen que dijo el Fuhrer de que “el pueblo alemán no había sabido a mostrarse a la altura” –a la de él- mereciéndose y labrándose así su propia suerte. O de las (presuntas) atrocidades japonesas en la guerra del Pacifico, versión edulcorada –a gusto de los vencedores- como la que nos servian de aquella guerra –como si fuera una guerra aparte de la Segunda Guerra Mundial- en mi servicio militar (Campamento de la Granja, de IPS)-, que les permitía a Franco y a sus militares posicionarse hábilmente –a gusto de Pío Moa y de Stanley Payne y de toda la corriente que ellos encarnan en historiografía- del lado de los vencedores. Y que nos servía ya de forma suave, hábil y subliminal las historias de “las Hazañas Bélicas” de nuestros años niños. De “malos” rusos y japoneses según que se tratase de una guerra o de la “otra” Los rusos tuvieron su hora de rehabilitación con los vientos favorables para la izquierda que habrán venido soplando sucesivamente las ultimas décadas. Los japoneses siguieron en cambio sufriendo impávidos –entre españoles- la suerte de réprobos y de malditos. Y a ello contribuyo no poco toda una predicación o sermoneo de propaganda “fide” que tendía a despreciar, ningunear y ridiculizar al fascismo japonés por su carga o vertiente pagana al borde (a ojos occidentales) de la idolatría. Como lo ilustra –a los ojos de nuestra cultura (occidental)- el culto que profesaban a la persona del Emperador, tal y como lo pone de manifiesto el episodio que ya habré evocado aquí de la tentativa de golpe de estado a seguir a Hiroshima buscando por todos lo medios a impedir la difusión por las ondas del mensaje del Emperador instando a la rendición.
La tentativa de golpe de estado del mayor Hatanaka que aprendo sólo ahora hace inevitablemente pensar a Jukio Mishima (en la foto) –célebre poeta y escritor- y su tentativa de sublevar una guarnición militar de Tokio el 25 de noviembre de 1970. Como un rayo de tormenta en un día de sol, con veintiún años (¡pobre!) así la ví. Como una señal de mal augurio de la mutación cultural –en el plano sobre todo de la Memoria en la España de entonces- y de las tormentas y ventoleras que arrastraba, así es como no dejo de verlo ahora (¡ay de mí!)
Tiene ello una explicación mitológica y religiosa que se merece aunque solo sea una simple mención y aunque la cultura occidental –y no digamos en su versión española- los continua rodeando tenazmente del mas espeso tabú. Y todo ello en clave de shintoismo, la religión nacional del Japón, una mezcla de politeísmo y de animismo –y (nota bene) de modernidad- , que se merece por lo menos de tanto respeto y atención que le merece el animismo indígena amerindio a Francisco Umbral tal y como lo registré en un reciente articulo en este blog por cuenta de la persona y de la obra –objeto de extremo de veneración (rayana en la idolatría o el encantamiento bobalicón de la parte de Umbral) del chileno Pablo Neruda. Y era que en la creencia sintoísta que profesaban unánimemente los japoneses, el Emperador era la encarnación del dios del Sol (naciente) Lo que explica el encarnizamiento de los vencedores –concretamente del general McArthur- en humillar y ridiculizar la persona del imperador Hiro-Hito. Y cabe a fe mía decir que el heroísmo del que ejercito japonés dio muestras hasta en los últimos momentos, honró esa creencia nacional con creces, lo que explica además si falta hacia la preservación de la Monarquía en el Japón hasta nuestros días. Una mística guerrera que habrá probado pues con creces sus meritos en la Historia contemporánea, y que se habrá plasmado en el código samurai, el Bushido que los ingleses traducen por el alma del Japón, y que honró también a su estilo y manera –como también ya lo registré en este blog- Millán Astray, fundador y jefe de la Legión. Y como lo recogió igualmente en su testamento el escritor francés Dominique Venner poco antes de su muerte (….)
En los meses que precedieron al final de la guerra, Franco –un dato documentado- quiso declarar la guerra al Japón (….). Por cuenta de la suerte que el Imperio del Sol Naciente –verdad o ficción- reservaba a los descendientes de españoles en Filipinas. ¿Tanto se le pedía?. ¿Por unos mestizos –como Rizal (en la foto)- que dieron la espalda (escupiéndola también) a la Madre Patria, en el 98? Rebelión mestiza antiespañola, en la América ex española como en Filipinas. Sin trampa ni cartón. Moraleja: tan grande no fue su culpa, el sueño imperialista japonés. Lo que se ve mejor ahora en estos tiempos de pandemia (y del COVID) (…) Dicho sea con perdón
Y como lo simboliza artística y arquitectónicamente el santuario nacional de Yasukuni –ver foto- cerca de Tokio, envuelto desde su fundación en espesas nubes de polémica por rendir culto a las victimas de guerra japonesas en los últimos siglos, y con ellos algunas de las figuras –como el general Tojo- condenados por crímenes de guerra en los procesos de Tokio (versión de Nuremberg japonés) O Félix culpa! El que el bombardeo –salvaje- de Hiroshima nos haya permitido a algunos saltarnos barreras antes infranqueables de puesta en el índice y de prejuicios y acercarnos –con interés y veneración- a la religión nacional del Japón. Léase al misterio japonés en el centro de la Historia
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