miércoles, marzo 18, 2020
BÉLGICA Y LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Segundo por la derecha –en su uniforme de marinero (de primera comunión)- con su padre y sus hermanos, Baudoin (Balduino) (Pierre, Francois) (Barón) Greindle, caído –el 16 de abril de 1937, a la edad de 27 años (…)- en el frente de Madrid (junto a Ciempozuelos) con el grado de teniente de la 19 Compañía de la Quinta Bandera de la Legión. Botón ilustre de muestra de cómo vibraron –unánimes- a favor del bando nacional la nobleza belga en nuestra guerra civil. Salvando así –en la Memoria- el honor de Bélgica (y del conjunto de su población)
En mi libro “Guerra del 36 e indignación callejera” hice alusión a Bélgica como “el teatro privilegiado” de la (interminable) guerra civil española, y me referia no a la Belgica de entonces sino a la de hoy (ochenta y tantos años después) Y en el acto en publico de proyeccion –a puerta cerrada y en una sala a abarrotar de funcionarios con invitación especial- del reportaje sobre “las fosas del franquismo (y la “memoria histórica”) en una local de organismo oficial en el centrp de Bruselas- que interrumpí a propósito, denuncié, desde el estrado, que los belgas se apasionaban tanto con nuestra guerra civil –y a las pruebas de la sala abarrotada (de belgas) me remitia-, por razón de su pasado español (sic) mal asumido. Y hoy tal y como van las cosas
me parece que tengo que aumentar el grado de severidad –o añadir un golpe de tuerca- en mi diagnostico y es en la medida de sentirme obligado a concluir que ese apasionamiento –partidista por supuesto, nada imparcial- y ese protagonismo tan destacado –y aunque sea por pasiva- de los belgas con nuestra guerra civil esconde un más o menos disfrazado complejo de culpa, En claro y crudo: que se sienten culpables individual o colectivamente de nuestra guerra civil. Lo que está lejos de ser una suposición gratuita. Culpables los belgas, se me dirá, ¿de qué? Ni sus élites ni su clase política y mucho menos la casa real que adopto una irreprochable actitud de neutralidad, lo que hizo perder la paciencia -y los papeles- al embajador de la Republica aquí, Ossorio y Gallardo, hasta forzarle a su dimision entre criticas ( y maldiciones) hacia la fivura real (del monarca Leopoldo III de entonces) No, no fue en sus responsables y figuras más o menos autorizadas de entonces, sino en su opinión publica convenientemente azuzada –dicho sea en su descargo- por los medios (….) en un conflicto que llevaba todos los visos de convertirse desde el momdento de su estallido (hasta hoy) en una guerra global, lo que hoy se traduce en mayor o en menor medida en numerica o virtual (----) Hasta el pungto de convertrse en acontecimiento diario -y divertimiento- en los noticiarios de inicio de la sesion de las salas de cine aquí como me confio divertdamente un belga que cruzaba yo en mi barrio en Bruselas entonces (Saint Gilles) los primeros tiempos de residir aquí, y que se paseaba de lo mas ufano ostentando en el ojo de la solapa el emblema de la hoz y del martillo (justo antes de la caida del Muro) y que vaya dicho por descontado habia vivido de lo más intensamente todo aquello aquel ambiente –lleno de esperanzas y expectativas de uno y otro signo- de lo más vivo y fresco en sus recuerdos, en torno a nuestra guerra cicvil Y es lo que tuvo aquí de festivo entre algunos –muchos pocos- aquel trágico acontecimiento de nuestra historia lo que más me choco a mí siempre desde que vivo aquí, y lo que sin duda no debe de dejar de chocar también en una visión retrospectiva y con la serenidad y objetividad del tiempo transcurrido en la mente de muchos belgas ligados por tantos lazos de la más diversa índole con los españoles desde mucho antes de nuestra guerra civil, embargándoles de un indecible malestar y embarazo cuando evocan el episodio aquel, tal y como ello –una generación interpuesta- fue vivido aquí (….) (continúa)
En mi libro “Guerra del 36 e indignación callejera” hice alusión a Bélgica como “el teatro privilegiado” de la (interminable) guerra civil española, y me referia no a la Belgica de entonces sino a la de hoy (ochenta y tantos años después) Y en el acto en publico de proyeccion –a puerta cerrada y en una sala a abarrotar de funcionarios con invitación especial- del reportaje sobre “las fosas del franquismo (y la “memoria histórica”) en una local de organismo oficial en el centrp de Bruselas- que interrumpí a propósito, denuncié, desde el estrado, que los belgas se apasionaban tanto con nuestra guerra civil –y a las pruebas de la sala abarrotada (de belgas) me remitia-, por razón de su pasado español (sic) mal asumido. Y hoy tal y como van las cosas
me parece que tengo que aumentar el grado de severidad –o añadir un golpe de tuerca- en mi diagnostico y es en la medida de sentirme obligado a concluir que ese apasionamiento –partidista por supuesto, nada imparcial- y ese protagonismo tan destacado –y aunque sea por pasiva- de los belgas con nuestra guerra civil esconde un más o menos disfrazado complejo de culpa, En claro y crudo: que se sienten culpables individual o colectivamente de nuestra guerra civil. Lo que está lejos de ser una suposición gratuita. Culpables los belgas, se me dirá, ¿de qué? Ni sus élites ni su clase política y mucho menos la casa real que adopto una irreprochable actitud de neutralidad, lo que hizo perder la paciencia -y los papeles- al embajador de la Republica aquí, Ossorio y Gallardo, hasta forzarle a su dimision entre criticas ( y maldiciones) hacia la fivura real (del monarca Leopoldo III de entonces) No, no fue en sus responsables y figuras más o menos autorizadas de entonces, sino en su opinión publica convenientemente azuzada –dicho sea en su descargo- por los medios (….) en un conflicto que llevaba todos los visos de convertirse desde el momdento de su estallido (hasta hoy) en una guerra global, lo que hoy se traduce en mayor o en menor medida en numerica o virtual (----) Hasta el pungto de convertrse en acontecimiento diario -y divertimiento- en los noticiarios de inicio de la sesion de las salas de cine aquí como me confio divertdamente un belga que cruzaba yo en mi barrio en Bruselas entonces (Saint Gilles) los primeros tiempos de residir aquí, y que se paseaba de lo mas ufano ostentando en el ojo de la solapa el emblema de la hoz y del martillo (justo antes de la caida del Muro) y que vaya dicho por descontado habia vivido de lo más intensamente todo aquello aquel ambiente –lleno de esperanzas y expectativas de uno y otro signo- de lo más vivo y fresco en sus recuerdos, en torno a nuestra guerra cicvil Y es lo que tuvo aquí de festivo entre algunos –muchos pocos- aquel trágico acontecimiento de nuestra historia lo que más me choco a mí siempre desde que vivo aquí, y lo que sin duda no debe de dejar de chocar también en una visión retrospectiva y con la serenidad y objetividad del tiempo transcurrido en la mente de muchos belgas ligados por tantos lazos de la más diversa índole con los españoles desde mucho antes de nuestra guerra civil, embargándoles de un indecible malestar y embarazo cuando evocan el episodio aquel, tal y como ello –una generación interpuesta- fue vivido aquí (….) (continúa)
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