Entre las novedades editoriales (españolas) que me permito comprar de cuando en cuando, figura -entre las mas recientes- una biografía de HITLER, basada en su historial médico, y más concretamente en los testimonios y en las fichas, informes y observaciones del médico personal del Fuhrer, Theodor MORELL, que le acompañó en su ascenso y le seguiría hasta el final. "El paciente A" es una obra interesante, -apasionante incluso- densa y profundamente documentada, y es también como no cabía menos de esperar, un libelo de propaganda/fide. De propaganda anti-nazi y anti-fascista, y virulentamente anti-hitleriana o sea. que no defrauda en lo más mínimo la declaración de intenciones o exposición de motivos de su autor, escritor y periodista italiano anti-fascista (como se debe)
Pero eso no resta valor a la obra en absoluto, y le confiere en cambio un plus de interés y de aliciente en la lectura, desde un prisma o ángulo mínimamente dialéctico aunque solo sea, Exponiendo y resumiendo uno por uno los cargos (clínicos), y ensayando de rebatirlos a cada paso, uno por capitulo, de un mismo impulso que es lo que vamos a intentar por nuestra cuenta y riesgo en estas entradas. Y sin sujetarnos al orden de exposición que preside esta obra, vamos a comenzar por el capitulo 7, abordando el que se nos antoja el cargo más ruidoso -y más cantoso- de todo el conjunto, y que lleva por titulo "El demente", el mas venenoso de todos, y el más grave y sin remedio tal vez, en el plano de la infamia sobre todo. Ahora y entonces, como veinte siglos antes, en la Judea de la túnica blanca bajo Poncio Pilatos, o como en la Alemania de la estrella amarilla, veinte siglos más tarde.
Y en la obra abordada y en el que se nos antoja su principal dictamen o diagnóstico se empieza tratando a HITLER de narcisista (sic), lo que hoy día parece desprovisto de una connotación clínica (o peyorativa) cualquiera, y se traduce en una particularidad psicológica, digna de estudio, de atención e investigación y no otra cosa. Incluso si se le añade en esa obra -de forma absolutamente gratuita- el dictamen o el dicterio (deshonroso) más bien de masturbatorio (sic), sin más valor denigratorio hoy que el que le confiere el tabú espeso que rodea de antiguo al término, o el que cada uno le quiera dar, por su cuenta y riesgo. Y correlativo o estrechamente asociado al cargo o reproche anterior figura el de megalómano, léase de manía o delirios de grandeza, un vasto campo de análisis en el que se puede palabrear lo que se quiera, pero del que cabe glosar que si hay algo que no se puede negar o discutir a HITLER fue lo grande (sic) de su derrota ("total") a la medida (o viceversa) de su fracaso.
Y lo que decía una de las mas destacadas figuras francesas (*) de la Nueva Teología -que triunfaría en el Concilio Vaticano Segundo-, de Joaquín DE FIORE -uno de los mentores (ocultos) de Adolfo HITLER, y más concretamente de su postulado ideológico del "Tercer Reich"- a saber que "fue grande hasta en su fracaso", se le puede aplicar sin pena ni complejo ningunos al propio Fuhrer. A su derrota/total y al suicidio que sellaría su fracaso. Y en la misma línea de la demencia o trastorno mental, cabe retener ese otro cargo importante, de disociativo (sic), léase de bipolar en lenguaje más reciente, o sea, de sentirse la encarnación de grandes figuras de la Historia como Alejandro MAGNO, NAPOLEÓN, CARLOMAGNO o Federico II, EL GRANDE (de Prusia), lo que nos permitimos también de relativizar, en el mismo modo o medida que ese precisamente -el desdoblamiento de personalidad- sería el principal distintivo de las vanguardias literarias del siglo XX, como lo ilustra el caso del escritor y poeta portugués, Fernando PESSOA, que utilizaría varios nombres (y apellidos) para sus personajes autobiográficos, e incluso para firma de sus obras.
Y se junta también a la hora de describir el cargo -de demencia- que aquí abordamos, la fe de los nazis en los astros y en las estrellas (y sus portentos). donde estaría marcado el destino de cada individuo y de la Humanidad entera. E ilustra lo que precede, el vuelo a Inglaterra en plena guerra de Rudolf HESS, en una misión de paz, que habría sido inspirado -según versiones creíbles- puramente en la astrología, de lo que se distanció públicamente un Joseph GOEBBELS, tratando aquello de desvarío y de locura. Y resume todo lo que aquí precede sobre Hitler, la fe ciega en su vocación, de Fúhrer, de guía, de nuevo Cristo -alter Christus- o Nuevo Mesías, lo que por un lado parece traducir una especie de compromiso entre las creencias paganas y la fe del cristianismo, en una forma de compromiso (histórico) que fue el que alumbró la civilización cristiano/europea.
Y a lo que no cabría objetar más -en el marco estricto de la ortodoxia y de la obediencia al Magisterio-, que la acusación de modernismo (sic), en el contexto de modernismo (teológico) y de la grave crisis que ello ocasionó al interior de la Iglesia, todo ello obviado como obsoleto y superado, en el Concilio Vaticano II (...) Y a lo sumo, esa fe ciega en el Fuhrer y en el Destino de Alemania, se vería englobada en el maximalismo de creencias (cristianas o pseudo/cristianas) que se veía condenado y denostado en el Concilio Vaticano II también.
Theodor MORELL, médico personal del Fuhrer -en la foto detrás de él- hasta el final. Caricaturizado y ridiculizado convenientemente -tratado de hechicero, curandero o charlatán- en la historiografía políticamente correcta, y en ciertas figuras encumbradas del régimen nazi, que desconfiaban de él (e intrigaron en contra suya), como fue el caso de Martin BORMANN. La verdad es que aparecía cargado de credenciales -clínicas, universitarias y académicas-, y de experiencia profesional bastante, que acreditaban sobradamente de sus competencias. De lo que atestigua la confianza que le brindó siempre HITLER. Se le reprochaba el privilegiar una medicina calificada hoy de "alternativa", y el atiborrar al Fuhrer de raros medicamentos -y de inyecciones y de drogas (anfetaminas)-, lo que él privilegiaba y anteponía a tratamientos más lentos y duraderos, en función del ritmo -a contra reloj- que les imponía el servicio a las órdenes de HITLER, en tiempos de guerra (...)
(*). Marie Dominique CHENU (O.P.), sacerdote y teólogo dominico, experto (peritus) en el Concilio Vaticano Segundo
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