La base aérea de Chanute (estado de Illinois, “Midwest”) -aún en pie, pero fuera de uso hace ya mucho- donde mi difunto padre estuvo destinado (1956-1957) en misión de formación y adiestramiento -y también de confianza política en su calidad de oficial de Aviación (…)- en aquellos años delicados –en la era Eisenhower- de ruptura del aislamiento internacional de España, y de guerra fría. Un deber de memoria lo que me anima –entre otros motivos y pulsiones- en mi apuesta por Trump, y no una simple apuesta atlantista (más o menos oportunista)
Noche de infarto –¿y también de quirófanos?- la que nos espera (mañana martes tres, que no trece), como hace cuatro años hoy, cuando reñí yo solo (a cuerpo limpio)la guerra de nervios aquella tan espantosa, recorriéndome de paso alegre y ligero la ciudad desierta (o como si lo fuera) La politología es una ciencia aparte como lo es uno de sus principales apartados, el de los sondeos, con sus reglas y sus principios aparte y por encima de toda sospecha. Eso dicen (y nos cacarean) Pero algunos serios por demás en las cosas del espíritu, como sea, no nos chupamos el dedo . Quiero decir que no nos creemos a pie juntillas –o al menos no del todo- ciertos axiomas. Y no somos los únicos, que nos asisten grandes nombres en la historia contemporánea de las ideas, como lo es el del maestro (prusiano) Carl (von) Clausewitz, autoridad todavía sin destronar en la ciencia de la guerra, que vio antes que nadie la relación estrecha e inextricable entre la política y la guerra (moderna) Y lo mismo se puede decir mutatis mutandis de esa guerra que esconde su nombre –y que algunos llaman híbrida y otros asimétrica- que se riñe bajo capa o pretexto de lides electorales, de algunas de ellas sobre todo, por lo indecisas y por lo global y de transcendencia tan crucial y decisiva como la que se anuncia para pasado mañana en Norteamérica. No un mero juego o cálculo de
cifras y de previsiones –y probabilidades- y de sondeos al gusto de los medios y de periodistas y politólogos, lo que ocurrirá mañana en las elecciones mas reñidas no sé si de la historia (a secas), pero sí de la historia americana, con la sola salvedad o excepción también de la que riñeron hace mas de cincuenta años John Kennedy y Richard Nixon, de un desenlace imprevisto y sorprendente a fe mía en la mente de todos y estrujando todavía las conciencias. James Ellroy, niño travieso –o “perro rabioso”- de la novela negra marca USA, dice en una de sus novelas cumbre sobre el “underworld” en Norteamérica -sin que se haya visto (nota bene) desmentido hasta ahora-, que la lid tan transcendental aquella la decidió una consigna de último minuto de Sam Giamcana, amigo -y compinche o rival (no se sabe bien)- de Joseph Kennedy (padre de JFK), y a la vez gran jefe de los bajos fondos de Chicago, esto es de la Mafia ítalo/americana.
Y todo nos lleva a pensar en un escenario similar ahora. No es óbice que la carga ideológica era y es inseparable hoy como entonces, en la lucha electoral aquella y en la que se anuncia ahora con tantas voces de sirena. Que lo mismo que Clausewitz dijo aquello que todos recuerdan de él –y (casi) ninguna otra cosa-, que la guerra es la política por otros medios (o, ya no recuerdo bien, al revés o viceversa), unas elecciones no dejan de mostrar ideologías (acerbamente) enfrentadas, unas más que otras es cierto, pero sin que nos dejemos engañar pese a todo por las apariencias. Y que las apariencias nos engañan muy a menudo es lo que parece ilustrar esa campaña tan furiosa –los últimos días y las últimas horas- en los medios de la prensa global que están vendiendo la piel del oso antes de tenerla en mano presa y están mostrando a un Donald Trump mordiendo el polvo de la derrota. "Fake", o como dicen los argentinos, milongas (…) Una grandiosa guerra global, la primera vez (quizás) de la historia, y como tal esencialmente ideológica.
Como lo ilustran uno detrás de otro los llamados estados columpio o pivote (“swing”), de los que todos están pendientes y donde se deciden (en principio) las tornas. Michigan, Ohio, Wisconsin- estados del “Midwest”- y sobre todo, otros tres donde el envite o la apuesta es no cabe más ideológica, como lo son Arizona, Carolina del Norte y sobre el estado y a la vez refugio de los cubanos de Florida. Que cristalizan, los tres, las más graves y profundas tensiones que habrán marcado la sociedad y la opinión publica USA. Estados columpio y a la vez (no se olvide) escenarios principales (o principalísimos) en el campo de batalla, electoral y por ende, política e ideológica (…) En Arizona, primero de todos, gran teatro de la lucha titánica del presidente Trump por la defensa y salvaguarda de las propias fronteras frente a la inmigración en masa ilegal o clandestina en mucho mayor grado allí de aquello a lo que estamos asistiendo en Europa.
Como lo habrá venido a polarizar allí la resistencia encarnizada a la invasión del que los medios califican del “sheriff más duro de los Estados Unidos”, Joe Arpaio, hijo de emigrantes italianos, acusado por los medios de todos los horrores más inimaginables en la lucha contra la inmigración ilegal y en la erección del célebre muro, y al que Donald Trump cubrió de su gracia presidencial tras una condena por la justicia, poniendo así de manifiesto una vez más algo de la idiosincrasia anglosajona que tenemos que envidiar y que imitar –y aprender (…) (y no nos duelan prendas)-, y es que no dejan a los suyos en la estacada, ni en las malas ni en las buenas (…) Por todo eso y mucho más no es de extrañar que los institutos de sondeos tiemblen o vacilen a la hora de avanzar sus previsiones –allí como en Pennsylvania-, en aquel estado USA tan crucial, en la frontera mexicana (…) En Carolina del Norte, otro de los estados pivotes –del Sur profundo (deep South”)-, y en su grandes urbes como Charlotteville salió a resurgir en la onda de crispación y de fiebre racial (“black lives matter”), e iconoclasta, por cuenta de la estatua del general Lee- que sacudió hace un año la sociedad americana, esa fibra sudista que aún no desapareció del todo, más de siglo y medio transcurrido de la guerra civil americana. Y de la que Donald Trump –en su campaña tan cerrada en defensa de la Ley y del Orden- no reniega por las razones que sea, y si ello (electoralmente) le renta o no lo renta, es lo que estamos aguardando (curiosos) de comprobar ahora. Y el estado tal vez más crucial de todos los nombrados lo sea la Florida, termómetro o barómetro de la conducta o comportamiento electoral de los “hispánicos” –o “latinos”- que más que otro grupo o segmento social –y racial- detenga tal vez la llave o la clave de la derrota o de la victoria (…) Y sobre ellos (nota bene) se cierne tal vez –como lo hizo ya por cuenta suya- la diosa de la venganza (Némesis) en los estrechos de Florida, y fue en las elecciones que dieron a otro republicano Georges W. Bush -desmintiendo una vez más todos los pronósticos- los laureles de la victoria.
Y me estoy refiriendo al caso de Elián (noviembre del 99, abril del 2000), el niño balsero cubano que se salvó milagrosamente de unas aguas infestadas de tiburones –al precio de la vida de su madre que se sacrifico por él- que sacudió en lo mas hondo a los cubanos exilados de Florida y les conmocionó, desatando un debate que polarizó en profundidad la sociedad americana y su opinión publica allí y se puede decir que en el mundo entero. Y es que no es difícil de imaginar que los cubanos de Miami –que hicieron causa común en cuerpo y alma en el caso aquél- no digirieron ni perdonaron todavía al partido demócrata –el de Biden, elector pontificio (del papa Francisco, nota bene) “ante el Altísimo (como los franceses dicen)- y a la actitud que mantuvieron entonces todos los “liberal” americanos con aquello, que personificó mejor (que me diga peor) que nadie la anterior fiscal (attorney) general, la demócrata Janet Reno, especie de coco para muchos cubanos y no cubanos después -e incluso antes de aquello-, por su actuación tan decisiva (y tan funesta) en aquella crisis (…) Y Al Gore, el candidato favorito entonces en las encuestas y perdedor, –a través de recuentos y mas recuentos (…), -, aprendió aquello en propia carne o a sus expensas. Precisamente en Florida (…) Por todo y mucho más, como digo, la pelota esta todavía en el alero y quedan (muchos) minutos de juego, digan lo que digan los medios.
¿Fanático de Trump? no lo soy, no, por la simple razón aunque sea que los Estados Unidos no son mi país, pero me negaría o traicionaría a mi mismo si no dijera que el actual presidente –e inquilino de la Casa Blanca- nos hace albergar a algunos -¿muchos, pocos en España?- la esperanza de una reconciliación, aunque sólo sea a base o a costa de un proceso -histórico y colectivo- de reconciliación (sic) como el que preconizaba, ante el tribunal que le condenó, el mariscal Pétain, entre Francia y Alemania. Y es la que algunos no atrevemos a propugnar- tantos años ya transcurridos del episodio del Maine y del Desastre (y demás), y también (¿para qué negarlo) del desenlace de la Segunda Guerra Mundial- con la sociedad y también con la propia historia de Norteamérica.
Y no oculto que entiendo ser en ello fiel a la memoria de mi difunto padre, enviado en misión –de formación y adiestramiento y también de confianza (política), como militar (del arma de Aviación) (…)- a la base aérea (hoy fuera de uso hace ya tiempo) de Chanute, estado de Illinois -uno de los estados “swing”-, en la era Eisenhower, durante todo un año (1056-1957) de guerra fría (y de paz social en España)
Y una derrota de Donald Trump sería además –¿alguien me lo puede negar?- un triunfo para China, empeñada por su cuenta en una guerra contra Occidente, de innegable signo racista, anti-blanco por supuesto. Lo blanco es blanco y lo negro es negro, decía un cantautor (vasco) contestatario en mis tiempos (horresco referens!) de la Facultad de Económicas-, fuera de toda sospecha. Lo dicho, Trump for president! (otra vez) Más fuerte que todas las epidemias (…)
2 comentarios:
Esa canción la cantaba si no recuerdo mal,aute que no era vasco..
No te digo que no, quizás tengas razón, y no sé si nos referimos a la misma canción, es aquello de “lo blanco es blanco y lo negro es negro”, lo único que recuerdo. Por los aires de desafío –y de guerra civil- con los que lo cantaba. Como si nos estuviera mirando a algunos –no vascos- a los ojos, que a todas luces debíamos parecerle menos blancos que ellos (…) Y al que lo oí era vasco, eso por supuesto, que era algo que entonces llevaban por montera, sobre todo en las facultades y en aquel entonces, por cierto
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