miércoles, junio 03, 2020
MARINE SE RINDE A DE GAULLE
8 de Junio de 1970. Encuentro en el marco del castillo/parador de Santa Catalina (Jaén) de Franco y el general De Gaulle. ¿Por qué, qué fue lo que llevó a España a De Gaulle (a pocos meses de fallecer)? ¿Fue una peineta (“piez de ned”) a sus compatriotas que le acababan -por corta mayoría- de decir NO en referéndum? O, como me comentó un amigo italiano con experiencia (de alto/funcionario) en el campo de las relaciones internacionales, ¿porque veía en el Caudillo el militar vencedor en el campo de batalla, que él –pese a su talla y envergadura de estadista indiscutibles- no llegó a ser? Lo uno y lo otro tal vez, y también, lo que el propio interesado confió a uno de sus partidarios (francés) tras la visita. Que le dijo a Franco que “había sido positivo para España”. “Lo que en el fondo pienso”, continuó“¿Que habría sido de España si el comunismo allí llega a vencer?” Lo que habría aprobado y suscrito el Mariscal Pétain (…)
Agarrar el toro por los cuernos, o más modesto o crúdamente aún, ponerle el cascabel al gato, lo que me inspira el entrar al trapo “nolens volens” de la polémica desatada –y lo que dará- por la presidenta de lo que fue el Frente Nacional, que se ha desatado en un texto lleno de efluvios líricos –muy de su estilo- en homenaje al general De Gaulle, rompiendo así o consumando la ruptura más bien con su propio genitor y con el partido que hereda en línea directa de él. Y eso es lo que más comentario (de execración) me merece en ese texto y ese gesto –de un simbolismo tan extremo-, mucho más que el juicio que me pueda merecer la figura tan compleja y de aspectos o facetas discutibles del augusto general. Marine Le Pen entiende así proseguir hasta las ultimas consecuencias la “desdiabolización”, una consigna de difícil traducción –y transcripción- en español, y revestida de una fatalidad ineluctable como si le viniese dictada desde lo más alto o en el nombre de la Historia que según ella “para siempre falló”. ¿Se le pide o se le pedía tanto?
Es en mi último entender el quid de tan espinosa cuestión. Y es por lo que su toma de posición de ahora en un tema siempre en ascuas se reviste de desafío y de provocación: como si fuera el gesto que se le exige antes de poder alcanzar en las próximas elecciones la suprema magistratura de la Nación. ¿Sí o no? Y estamos tentados de zanjar por la negativa tan espinosa cuestión, si no fuera porque la historia de su país, nos invita a retrospección, y es en algunos de sus capítulos o episodios de ese librito de historia de Francia -un pelín revisionista- que algunos llevamos pegado bien a la piel, desde los años del seminario (tradicionalista) de Ecône. Y es el no tener en cuenta ese pragmatismo político tan fuertemente anclado o enraizado en sus tradiciones, que da la clave o el hilo conductor de esos tramos de su historia, los más difíciles de comprender –y arduos de digerir- , al menos para un español. Y algo elevado no obstante, como lo es, a las mayores alturas de la civilización francesa, o de los más excelsos florones de su cultura “clásica” (y francesa –“Grand Siècle”- a la vez), como el arte del bien/hablar (en la Academia) y/o ese otro (de “salón”) de la buena/conversación. “Paris bien vale una misa”, lo recuerdo ahora una vez mas a riesgo de que algún abogado del diablo de los que me leen me reproche el repetirme con la misma cantinela. ¿Yo?
Y es que me parece verlo ahora todo claro ahí como la luz, el por qué o la razón ultima de la resistencia francesa (“tradi”) al Concilio –en el nombre de la Misa (que entonces, siglos atrás, "valía" menos que otra cosas, y hoy en cambio fue el santo y seña de aquella extrema reacción, lo que en la España/católica en cambio, prácticamente no existió)- y “pari passu” en esta súbita exaltación (en señal de ruptura y desafío) de la memoria del General De Gaulle. Y que mañana no sea ya -la Misa/de/siempre- el "katejon" inamovible -o punto final de la Historia- como así para algunos franceses sobre todo, lo fue (y para mí también) ¿De la Misa (de San Pio V) al aborto/cero (de algunos) ? Yo no le veo desde luego otra explicación. (...) Como si el gesto de Enrique IV, el primero de la dinastía Borbón, se viera ahora repetido o actualizado por la probable nueva presidente allí, como si fuera lo que le permite a acceder o asentir a todo lo que se le pide (sacrificar) sin renegarse, salvando así la cara, guardando el tipo (….) La Iglesia (de Antiguo Régimen) lo vio (mutatis mutandis) así y fue lo que salvó la suerte de aquel monarca (y nos costó a la vez, entre paréntesis, nuestra hegemonía mundial). ¿La opinión publica –reina y diosa a la vez en democracia- juzgará igual el gesto –desacralizante y transgresor hasta cierto punto- de Marine Le Pen? Es lo que está por ver.
Un pragmatismo o realismo/francés –el del partido de “los Políticos” de las guerras de religión (entre católicos y protestantes) - al que se remonta en línea recta el nacionalismo maurrasiano –del que se abrevó o dice haberse abrevado el Frente Nacional- y al principal tal vez de todos sus postulados, el de “la política, lo primero” (“politique d’abord”) Y a fe mía que la justificación parece sólida y convincente por demás. ¿La verá así su genitor?, está por ver, pero apuesto (a cien contra uno) que no. Y sin embargo, es Marine la hija díscola tal vez la que lleva (en este punto) razón.
¿Con qué De Gaulle nos quedamos (en un punto de vista europeo y patriota español)? ¿Con el que trajo a Francia -a su sistema- el comunismo en los furgones de cola de la Resistencia que el fundó y mandó? ¿Con el que entregó la colonia –y “provincia”- francesa de Argelia, “quebrantando así su juramento y la palabra dada” a sus subordinados -entre los que se encontraban (nota bene) el joven subteniente (paracaidista) Jean Marie Le Pen- y al conjunto de la población?
¿O con el que frenó –de un manotazo o de una voz- el golpe soviético en Mayo del 68 –agazapado por detrás de los "enrabiados" ("enragés") y de la subversión-, al precio de amnistiar (o perdonar) a las cabezas visibles de la Argelia francesa? Y mucho más secreto y decisivo en cambio en un registro al gusto español, ¿el que desarmó al maquis comunista (en el 49) –e hizo abortar así las tentativas de invasión- y el que dio muestras hacia la España de la posguerra -como ningun otro estadista en la Europa de entonces- de apertura y comprensión?
¿Un militar de estrategia conservadora, Pétain, defensiva como en Verdún y sin el carisma de victoria en las estrategias ofensivas de su rival De Gaulle (y en la memoria de sus compatriotas), como le pintan sus enemigos? ¿O más veterano que el anterior, y por ende más realista y más atento al balance en coste de vidas humanas –y al ahorro máximo posible de sufrimientos y privaciones de los combatientes a sus órdenes en los frentes de guerra-, como le siguen viendo sus más ardientes partidarios, insensibles a las campañas de difamación en su contra? ¿Pura leyenda? : sensible sí que supo demostrar serlo, al sufrimiento que causó a España su guerra civil, en el frente y en las ondas (“Yo odio, siempre odié –declaró a su llegada a Burgos, en 1939, en su presentación de credenciales como embajador- las mentiras que tanto daño os hicieron”) Y por nuestra parte, seguimos empeñados en rendirle homenaje -de agradecimiento y admiración-, sin querer inmiscuirnos en la guerra de memorias de un país que no es el nuestro. Mariscal Philippe Pétain, IN MEMORIAM
Y sin decidirse aún el fiel de la balanza, cayó en mis manos lo que al principio de leer me pareció una requisitoria imparable y resultó al final un pliego de descargo, como una suprema justificación. Y es la biografía (crítica) que le dedicó uno de sus enemigos jurados que le quiso hacer pagar –con la vida- aquella entrega con visos de (alta) traición. Y Dominique Venner explica ahí con claridad diáfana (y cartesiana) lo que fue como el hilo de Ariana de De Gaulle tanto en su política/argelina como en la actitud inflexible en el dilema (trágico y desgarrador) ) por el que atravesó Francia entonces -en la Segunda Mundial-, de Resistencia “versus” Colaboración. Y fue por una conciencia -la suya- perfectamente lúcida de su vocación, la que le llevó a repetir tantas veces “La France c’est moi” (Francia y Yo), ¿por eso y por fidelidad a su trayectoria de militar francés de alta graduación con un pasado –de prisionero de guerra en Alemania en la Primera Guerra mundial- por redimir?. Cuestión de honor (….)
Y más clarividente si cabe el juicio que le merece en dicha obra a este antiguo miembro de la OAS -fuera pues de toda sospecha- la política/argelina de De Gaulle, en la que acaba no viendo -lejos del vil oprtunismo, de la bajeza (en política) y de la (alta) traición-, más que el resultado de una opción fundamental, por Europa, del general, que le parecía comprometida o en grave riesgo por la vertiente/mediterránea –accidental y episódica a su modo de ver- de Francia y de su política exterior, contraria en suma a su destino y a su vocación. Y ahí se puede decir que la Historia le dio la razón. Y de broche final de su trayectoria o en guisa de testamento, sirva la visita que hizo a Franco en sus últimos días de vida.
¿Peineta (“pied de nez”) del mandatario francés hacia sus súbditos y compatriotas que le acababan de decir no (en el referéndum), como así se interpretó mayoritariamente entonces y aún hoy?, o más profundo y significativo aún, ¿un reexaminar con la perspectiva del tiempo transcurrido, la guerra civil española por lo que fue en realidad, la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial (….) ¿O también ahí, a nuestra guerra civil (en versión o visión francesa), le llega el turno de la "desdiabolización"? ¿Autocrítica honorable lo de Marine Le Pen? ¿O deshonrosa rendición?
Agarrar el toro por los cuernos, o más modesto o crúdamente aún, ponerle el cascabel al gato, lo que me inspira el entrar al trapo “nolens volens” de la polémica desatada –y lo que dará- por la presidenta de lo que fue el Frente Nacional, que se ha desatado en un texto lleno de efluvios líricos –muy de su estilo- en homenaje al general De Gaulle, rompiendo así o consumando la ruptura más bien con su propio genitor y con el partido que hereda en línea directa de él. Y eso es lo que más comentario (de execración) me merece en ese texto y ese gesto –de un simbolismo tan extremo-, mucho más que el juicio que me pueda merecer la figura tan compleja y de aspectos o facetas discutibles del augusto general. Marine Le Pen entiende así proseguir hasta las ultimas consecuencias la “desdiabolización”, una consigna de difícil traducción –y transcripción- en español, y revestida de una fatalidad ineluctable como si le viniese dictada desde lo más alto o en el nombre de la Historia que según ella “para siempre falló”. ¿Se le pide o se le pedía tanto?
Es en mi último entender el quid de tan espinosa cuestión. Y es por lo que su toma de posición de ahora en un tema siempre en ascuas se reviste de desafío y de provocación: como si fuera el gesto que se le exige antes de poder alcanzar en las próximas elecciones la suprema magistratura de la Nación. ¿Sí o no? Y estamos tentados de zanjar por la negativa tan espinosa cuestión, si no fuera porque la historia de su país, nos invita a retrospección, y es en algunos de sus capítulos o episodios de ese librito de historia de Francia -un pelín revisionista- que algunos llevamos pegado bien a la piel, desde los años del seminario (tradicionalista) de Ecône. Y es el no tener en cuenta ese pragmatismo político tan fuertemente anclado o enraizado en sus tradiciones, que da la clave o el hilo conductor de esos tramos de su historia, los más difíciles de comprender –y arduos de digerir- , al menos para un español. Y algo elevado no obstante, como lo es, a las mayores alturas de la civilización francesa, o de los más excelsos florones de su cultura “clásica” (y francesa –“Grand Siècle”- a la vez), como el arte del bien/hablar (en la Academia) y/o ese otro (de “salón”) de la buena/conversación. “Paris bien vale una misa”, lo recuerdo ahora una vez mas a riesgo de que algún abogado del diablo de los que me leen me reproche el repetirme con la misma cantinela. ¿Yo?
Y es que me parece verlo ahora todo claro ahí como la luz, el por qué o la razón ultima de la resistencia francesa (“tradi”) al Concilio –en el nombre de la Misa (que entonces, siglos atrás, "valía" menos que otra cosas, y hoy en cambio fue el santo y seña de aquella extrema reacción, lo que en la España/católica en cambio, prácticamente no existió)- y “pari passu” en esta súbita exaltación (en señal de ruptura y desafío) de la memoria del General De Gaulle. Y que mañana no sea ya -la Misa/de/siempre- el "katejon" inamovible -o punto final de la Historia- como así para algunos franceses sobre todo, lo fue (y para mí también) ¿De la Misa (de San Pio V) al aborto/cero (de algunos) ? Yo no le veo desde luego otra explicación. (...) Como si el gesto de Enrique IV, el primero de la dinastía Borbón, se viera ahora repetido o actualizado por la probable nueva presidente allí, como si fuera lo que le permite a acceder o asentir a todo lo que se le pide (sacrificar) sin renegarse, salvando así la cara, guardando el tipo (….) La Iglesia (de Antiguo Régimen) lo vio (mutatis mutandis) así y fue lo que salvó la suerte de aquel monarca (y nos costó a la vez, entre paréntesis, nuestra hegemonía mundial). ¿La opinión publica –reina y diosa a la vez en democracia- juzgará igual el gesto –desacralizante y transgresor hasta cierto punto- de Marine Le Pen? Es lo que está por ver.
Un pragmatismo o realismo/francés –el del partido de “los Políticos” de las guerras de religión (entre católicos y protestantes) - al que se remonta en línea recta el nacionalismo maurrasiano –del que se abrevó o dice haberse abrevado el Frente Nacional- y al principal tal vez de todos sus postulados, el de “la política, lo primero” (“politique d’abord”) Y a fe mía que la justificación parece sólida y convincente por demás. ¿La verá así su genitor?, está por ver, pero apuesto (a cien contra uno) que no. Y sin embargo, es Marine la hija díscola tal vez la que lleva (en este punto) razón.
¿Con qué De Gaulle nos quedamos (en un punto de vista europeo y patriota español)? ¿Con el que trajo a Francia -a su sistema- el comunismo en los furgones de cola de la Resistencia que el fundó y mandó? ¿Con el que entregó la colonia –y “provincia”- francesa de Argelia, “quebrantando así su juramento y la palabra dada” a sus subordinados -entre los que se encontraban (nota bene) el joven subteniente (paracaidista) Jean Marie Le Pen- y al conjunto de la población?
¿O con el que frenó –de un manotazo o de una voz- el golpe soviético en Mayo del 68 –agazapado por detrás de los "enrabiados" ("enragés") y de la subversión-, al precio de amnistiar (o perdonar) a las cabezas visibles de la Argelia francesa? Y mucho más secreto y decisivo en cambio en un registro al gusto español, ¿el que desarmó al maquis comunista (en el 49) –e hizo abortar así las tentativas de invasión- y el que dio muestras hacia la España de la posguerra -como ningun otro estadista en la Europa de entonces- de apertura y comprensión?
¿Un militar de estrategia conservadora, Pétain, defensiva como en Verdún y sin el carisma de victoria en las estrategias ofensivas de su rival De Gaulle (y en la memoria de sus compatriotas), como le pintan sus enemigos? ¿O más veterano que el anterior, y por ende más realista y más atento al balance en coste de vidas humanas –y al ahorro máximo posible de sufrimientos y privaciones de los combatientes a sus órdenes en los frentes de guerra-, como le siguen viendo sus más ardientes partidarios, insensibles a las campañas de difamación en su contra? ¿Pura leyenda? : sensible sí que supo demostrar serlo, al sufrimiento que causó a España su guerra civil, en el frente y en las ondas (“Yo odio, siempre odié –declaró a su llegada a Burgos, en 1939, en su presentación de credenciales como embajador- las mentiras que tanto daño os hicieron”) Y por nuestra parte, seguimos empeñados en rendirle homenaje -de agradecimiento y admiración-, sin querer inmiscuirnos en la guerra de memorias de un país que no es el nuestro. Mariscal Philippe Pétain, IN MEMORIAM
Y sin decidirse aún el fiel de la balanza, cayó en mis manos lo que al principio de leer me pareció una requisitoria imparable y resultó al final un pliego de descargo, como una suprema justificación. Y es la biografía (crítica) que le dedicó uno de sus enemigos jurados que le quiso hacer pagar –con la vida- aquella entrega con visos de (alta) traición. Y Dominique Venner explica ahí con claridad diáfana (y cartesiana) lo que fue como el hilo de Ariana de De Gaulle tanto en su política/argelina como en la actitud inflexible en el dilema (trágico y desgarrador) ) por el que atravesó Francia entonces -en la Segunda Mundial-, de Resistencia “versus” Colaboración. Y fue por una conciencia -la suya- perfectamente lúcida de su vocación, la que le llevó a repetir tantas veces “La France c’est moi” (Francia y Yo), ¿por eso y por fidelidad a su trayectoria de militar francés de alta graduación con un pasado –de prisionero de guerra en Alemania en la Primera Guerra mundial- por redimir?. Cuestión de honor (….)
Y más clarividente si cabe el juicio que le merece en dicha obra a este antiguo miembro de la OAS -fuera pues de toda sospecha- la política/argelina de De Gaulle, en la que acaba no viendo -lejos del vil oprtunismo, de la bajeza (en política) y de la (alta) traición-, más que el resultado de una opción fundamental, por Europa, del general, que le parecía comprometida o en grave riesgo por la vertiente/mediterránea –accidental y episódica a su modo de ver- de Francia y de su política exterior, contraria en suma a su destino y a su vocación. Y ahí se puede decir que la Historia le dio la razón. Y de broche final de su trayectoria o en guisa de testamento, sirva la visita que hizo a Franco en sus últimos días de vida.
¿Peineta (“pied de nez”) del mandatario francés hacia sus súbditos y compatriotas que le acababan de decir no (en el referéndum), como así se interpretó mayoritariamente entonces y aún hoy?, o más profundo y significativo aún, ¿un reexaminar con la perspectiva del tiempo transcurrido, la guerra civil española por lo que fue en realidad, la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial (….) ¿O también ahí, a nuestra guerra civil (en versión o visión francesa), le llega el turno de la "desdiabolización"? ¿Autocrítica honorable lo de Marine Le Pen? ¿O deshonrosa rendición?
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