La figura del arzobispo San Romero sigue dividiendo a los salvadoreños como lo ilustra el favor innegable del que sigue gozando entre sector considerable de la opinión pública de aquel país centroamericano la figura del (fallecido) comandante Roberto D'Aubuisson (ver foto), al que grupos eclesiales acusaron -sin pruebas- de instigador de la muerte del arzobispo, ejecutado en plena ofensiva de la guerrilla marxista salvadoreña después de que hubiera declarado (sic) desligados del deber de obediencia para con sus mandos, a los miembros de los institutos armados. Lo que se silencia siempre cuidadosamente en las semblanzas biográficas (y hagiográficas) del personaje. La teología de la liberación -como lo vienen a poner de manifiesto escándalos recientes- se habrá convertido en cortada preciosa de la pasividad cómplice del papa argentino y de las instancias jerárquicas de la iglesia frente a la plaga de los abusos (y violaciones) de menores a manos de eclesiásticos a escala del planeta. Tal y como lo viene ahora a corroborar clamorosamente el caso del cardenal australiano Pell, número tres del Vaticano, inculpado con acusaciones de pedofilia por el Supremo de su país, y al que el papa Francisco no ha retirado sin embargo el cargoLa prensa española no dice ni jota, o si lo hace es entre un sinfín de circunloquios y cautelas, en la prensa por cima de los Pirineos en cambio -de la tendencia y del carácter que sea- no se lee casi otra cosa en grandes titulares las últimas horas Y es la noticia de la inculpación por el Supremo australiano del numero tres del Vaticano, el cardenal Pell, de nacionalidad australiana y ministro de finanzas del papa Francisco ¿Por qué esa (ruidosa) anomalía? Y la clave de explicación de la misma se vea tal vez semi enterrada en la memoria colectiva y en la historia española de los últimos ochenta años. Y en particular de uno de sus capítulos que sellaron de manera mas definitiva e irrevocable nuestro destino de españoles.
Y me estoy refiriendo a la rendición pactada por mediación vaticana del régimen de Franco a las potencias vencedoras del 45, que se traduciría en que España y su régimen se convirtiera en un consulado o proconsulado del Vaticano y del papa de Roma, convertido pari passu en el verdadero jefe de estado de la España de la posguerra. Como lo dejé repetidamente sentado en este blog y como lo tengo explicado en el último de mis libros publicados hasta ahora, “Krohn, el cura papicida” Con el corolario principal que la religión, léase la política religiosa pasó a ser razon de estado princialisma, por no decir la única valida en resumidas cuentas.