sábado, junio 24, 2017

EL MÁS ALLÁ Y LA GUERRA CVIL ESPAÑOLA

Escena del 36 (con la iglesia en llamas de telón de fondo) En la revisión de la historia de la guerra civil que trajo consigo la versión progre y neo clerical triunfante en el concilio vaticano segundo, esos milicianos rojos del centro de la foto -come curas e iconoclastas- venían a encarnar los verdaderos cristianos, a saber, los auténticos descendientes de los pobres del evangelio, el otro/cristo en resumidas cuentas. Los pueblos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla. Y la revisión de la historia oficial (revisada) que nos impone la fidelidad a nuestra propia memoria (heredada) de la guerra civil nos conduce fatalmente también a una purificación (sic) de esta última (como hubiera dicho el propio papa Wojtyla) ¿La fe en el mas allá perpetuaba acaso la injusticias -léase las desigualdades- como rezaba el catecismo (ateo) de la izquierda española? Digamos -algo que hubiera suscrito el mismo Nietzsche- que impidió sobre todo el defenderse a sus devotos al estallar la guerra civil, y que sin esa actitud defensiva (en principio) del catolicismo español -pacifista y escatológica- la guerra civil no se hubiera producido. Una nueva laicidad la que propugnamos si, revisionista y y al mismo tiempo anti-guerracivilista. Y anti-islamista
La religión, lo religioso convertido tras el concilio -en lo que se refiere al catolicismo, cabe precisar, religión mayoritaria entre” españoles- en el disfraz de una religión (vieja y nueva) de pacifismo universal, en el nombre de la paz (PAX), se ve hoy erigida de nuevo en motivo de discordia entre españoles y en su actualidad política más candente, hay que rendirse evidencia. Como lo habrá sido intermitente a rachas determinados periodos de tiempo en los dos últimos siglos de nuestra historia.

La religión o digamos la iglesia católica (preconciliar) fue casus belli -uno de ellos– de la guerra civil española, explosión de lucha de clases como aquí lo vengo sosteniendo y casi en igual medida, enfrentamiento armado entre clericales y anti-clericales, como lo ilustraría la persecución religiosa -de signo anti-católico- traducida en el asesinato en masa de miembros del clero -curas y monjas- y en la acometida iconoclasta contra iglesias y conventos e imágenes religiosas en publico como en privado. Y hablo de persecución religiosa aunque más propiamente quepa hablar de persecución anti-clerical o anti-eclesiástica.

Curiosamente, los rojos -es decir el bando de los vencidos- no se confesaban anti-católicos si se exceptúa la declaración de Azaña aquella celebre que venía a expresar un voto piadoso -o impío se prefiere- de un sector intelectual y por ende minoritario en el seno de la izquierda español, como lo fue (mutatis mutandis) el ateísmo -de un innegable sello aristocrático- durante la Revolución Francesa . Los anarquistas se proclamaban ateos -ni Dios ni amos-, y los socialistas y comunistas, materialistas científicos acorde con la ideología marxista que les inspiraba. Pero ni en unos ni en otros se dieron referencias explícitas -en el plano de la propaganda al menos- al anti-catolicismo, y anti-cristianismo mucho menos.

Y lo ilustra lo que aquí decir pretendo, fenómenos un tanto atípicos o minoritarios en zona roja aunque no menos significativos, como lo fue de un lado la presencia del PNV y del sector del clero vasco que arrastro con él entre las fuerzas componentes del bando de los vencidos, y también la tolerancia innegable del culto protestante en zona roja, a partir de un omento dado del transcurso de la güera civil por lo menos, como vine a saberlo en os meses que pasé en España tras mi salida de la cárcel portuguesa y antes de expatriarme en Bélgica cuando frecuenté esporádicamente -ingenuo mi- algunas de esas comunidades evangélicas y pude comprobar y experimentar de cerca (y de visu) el guerracivilimo (de izquierdas) irreconciliable y el sectarismo que les animaba.

Y otros casos no menos significativos abundan en ese sentido también como la actitud disidente -del conjunto de la jerarquía- de ciertas figuras eclesiásticas de la mayor relevancia y rango jerarquice como el cardinal arzobispo de Tarragona y el obispo de Vitoria, a los que cabria añadir el cardenal Segura, únicas excepciones en el seno del episcopado española a la postura favorable al bando nacional, plasmada en la carta pastoral colectiva sobre la guerra civil (bendecida por el vaticano), aunque en el ultimo de lo nombrados lo fuese por razones de índole personal y del orden de la política religiosa (porque quería seguir siendo primado a toda costa)

En la revisión histórica innegable de la guerra civil que vino a aflorar con la emergencia del neo cristianismo de signo progre triunfante en el concilio vaticano segundo, se reivindicaba no obstante el cristianismo latente o implícito del bando de los vencidos que habrían venido a encarnar frente al confesionalismo ctolico -hipócrita y degenerado y corruptor del mensaje evangélico (conforme a esa vulgata progre y neo clerical)- del bando nacional el verdadero cristianismo. Y habrían sido ellos -los rojos come curas de la guerra civil- los que en el fondo habrían venido a encarnar el verdadero rostro del cristianismo, una religión de los pobres, y para los pobres.

Como venía a expresarlo de forma literaria harto expresiva uno de los personajes de la novela (de fondo autobiográfico) del escritor oriundo Michel del Castillo “las Estrellas frías” -que ya cité aquí repetidas veces-, a saber, la tía ya de edad avanzada de los hermanos Morán, falangistas de la Quinta Columna asesinados durante la guerra civil en el Madrid en zona roja, que como una vieja arpía o una de esas plañideras de las mas truculentas escenas del célebre film Zorba el Griego venía a abrumar con los reproches más amargos y las recriminaciones más acerbas a sus sobrinos falangistas muertos (asesinados) durante la guerra, acusándoles de haber traicionado al autentico cristianismo.

Reos (según ella) del auténtico pecado contra el espíritu, el “que no se perdona ni en esta vida ni en la otra”, a saber el haber levantado la mano (y mucho más) contra los pobres del evangelio, a saber la clase obrera levantada en armas durante la guerra civil en zona roja, que eran para ella los cristianos auténticos, la encarnación -en el tiempo aquél- del otro Cristo (Alter Christus), a saber, “el cristo de los pobres” Y ese neo clericalismo progre viene a (re) encarnarse hoy -de forma más o menos subliminal o difuminada en la corriente que lidera Pablo Iglesias y su partido de Podemos. Frente a ellos, se percibe otra tendencia propiamente atea, marxista o pos marxista representada por el PSOE y en particular por su actual secretario general Pedro Sánchez.

¿Fractura auténtica entre ambos tendencias que que se diputan el liderazgo de la izquierda o puro barniz de fachada, simple o postureo? Cabe preguntárselo, porque lo mismo que las reivindicaciones feministas se detienen ante el velo islámico, la laicidad de Pedro Sánchez o el anticlericalismo de Pablo iglesias enmudecen o se diluye ante las reivindicaciones de la confesión religiosa mas problemática en el mundo de hoy, a saber, la que configura la religión musulmana. Propugnamos una nueva laicidad, si, sin guerracivilismos, y sin sectarismos ni discriminaciones positivas -injustas y beligerantes- convertida en cortada mayor de la amenaza islamista

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