David Irving, contra lo que el boicot tenaz que se le reserva en los medios nos hizo temer a algunos, no se rinde. Y el film estrenado hace poco por cuenta suya, que tiene de heroína a una historiadora judiar norteamericana que le persigue desde hace diecisiete años le habrá hecho salir de nuevo de su guarida. Sus obras sobre Dresde, sobre Churchill, sobre el diario de Goebbels que él contribuyó a exhumar y otros temas y personajes del III Reich y de la Segunda Guerra Mundial (y no solo) “son autoridad” por mucho que se vea igualment boicoteado en los ámbitos académicos y universitarios por cima de los Pirineos, supongo que también entre españoles como lo hacen presumir ciertos artículos recientes que le dedica la prensa global (de vergüenza ajena, la verdad sea dicha) Un signo de los tiempos la sobrevivencia del historiador más calumniado y difamado de nuestra época: del auge ineluctable de Internet y del declive fatal de la prensa y la edición papel y del cine (en sala) que vienen anunciar a su vez el final de la tiranía del pensamiento único en los ámbitos académicos y universitariosMuerto y enterrado, juro que así lo creí. Y me estoy refiriendo al historiador británico revisionista David Irving, que vuelve a estar en el candelero de los medios los ùltimos tiempos por el el reciente estreno de un film sobre una historia ya un poco vieja, a saber el proceso que perdió en el 2000 -hace (ya) diecisiete años (...)- frente a una historiadora judía norteamericana, heroína del film que llega ahora a la pantalla. Dresde, “la hora del juicio para la Alemania nazi” era el subtiíulo (ideado en un principio, de antes de la redacción dela obra) poco sospechosos de partidismo y en extremo significativo a la vez de la obra que hizo famoso a David Irving y cimentó su fama como historiador.
Donde cuenta que la calles de Dresde aquella noche fatídica estaban anegadas de un gentío desbordante por todas partes -esencialmente de mujeres, niño y ancianos-, en aquella festividad alemana Y donde evoca la carcajada grandiosa que se elevó hasta el cielo -de júbilo y de alegría- de miles y miles de gargantas infantiles antes las luces señalizantes de los bombarderos anglo aliados (...) Ahí me gano el historiador revisionista inglés. hasta hoy, humildemente lo confieso, independientemente de cuales fueron sus posturas -o sus dudas y vacilaciones mas bien, no exentas de retractaciones o desmentidos- sobre los temas que le habrán valido el grueso de sus desdichas, y causa principal de verse crucificado en los medios.
Y sus desventuras carcelarias tampoco me dejarían indiferente por supuesto. Por delito de opinión (que se dice pronto) En el 2005 (un 11 de noviembre) entró en Austria por razones que cabria tal vez elucidar viéndose prohibido de entrar en aquel país, tras lo que se vio inmediatamente detenido e inculpado. Se le siguió -siempre preso- un proceso por negacionismo por el que se vio condenado a tres año de prisión de lo que recurrió tras lo que vio rebajada su pena a un año, un espacio de tiempo inferior a la pena preventiva que para entonces ya tenía cumplida con lo que se vería puesto en libertad (20 de diciembre del 2006)
Años mas tarde Irving volvería salir en los periódicos, con motivo del incidente en el que se vería envuelto en una feria del libro de Varsovia por verse de allí expulso. Y ahora cuando muchos -entre otros el autor de estas linea- lo dábamos ya por muerto políticamente hablando (y no sólo), lo vemos resurgir y dando guerra con más vigor y más brío que nunca hasta ahora. Estuve dudando, lo confieso, antes de ponerme a escribir esta entrada. El boicot (tenaz) del que se ve objeto el historiador inglés en los medios académicos y universitarios por encima de los Pirineos -como lo acabo de comprobar a mi paso por la biblioteca de una institución universitaria aquí en Bruselas- me habrá decidido a dar el paso. No me asumí nuca ni me definí como negacionistas, ni me sentí ligado a unos grupos así etiquetados que lo que a Bélgica se refiere me ignoraron -y me boicotearon -siempre olímpicamente por las razones que fueran.
No me niego por sistema a la evidencia de las pruebas (irrefutables), pero no me siento menos movido a compasión por los sufrimientos del pueblo alemán, en la fase final de la guerra y en la inmediata posguerra. ¿Eran culpables? Es posible. No es óbice que llevo a cuestas un apellido germano -de lo más sonoro, y para bien o para mal no precisamente anodino entre españoles- que no me fue siempre fácil de llevar (aún sin yo darme cuenta siquiera), y que me mueve a compasión, y digo, por un imperativo de memoria aunque solo sea. ¿Los judíos acaso no? No lo niego, no niego tampoco que como todos los españoles -en la vulgata científica o seudocientífica que corre sobre el tema al menos- yo también pueda arrastrar mezcla de sangre judía.
No lo excluyo pero de lo que estoy absolutamente cierto es de mi parte de ascendencia germana, que me mueve -por una pulsión incoercible- a rescatar o a recuperar la memoria del bombardeo de Dresde de Hamburgo y de tantas y tanta ciudades alemanas, de todas las miles y miles de mujeres alemanas violadas tras la entrada del ejército rojo y a los millones de alemanes del Este victimas de un gigantes o genocidio -por millones (sin querer entrar en comparaciones odiosas)- tras el derrumbe del frente oriental en las últimas semanas de la guerra. Y ese derecho a un a memora colectiva y propia e intransferible a la vez no creo que me lo pueda discutir nadie. A cada cual, como decía Heidegger, sus héroes y sus muertos.
Y en David Irving aplaudo el historiador y el memorialista valiente, e inconformista, el polemista y provocador me interesa un poco menos, aunque no deja de hacerme gracia y de levantarme el ánimo mismo tiempo (lo confieso) No me digan, un juicio perdido en su propio país, un (largo) encarcelamiento sufrido en Austria, expulsiones de no sé cuantos países, arruinado y desahuciado no sé ya cuantas veces, víctima de linchamiento y de crucifixión e n los medios del mundo entero, y de un boicot tenaz -del que doy fe- en los ámbitos académicos y universitarios de por cima de los Pirineos.
Y a pesar de eso, tras su vuelta inesperada a la superficie nos enteramos ahora que vive en una soberbia mansión de cuarenta habitaciones en Escocia, que conduce un Rolls Royce, que le sigue por Internet un publico quinceañero de Estados Unidos a razón de trescientos o cuatrocientos e-mails diarios a los que responde, que no sabe los libros que vende mundo a través, pero que le llueven las donaciones, y como cabía esperar, que es un ferviente admirador de Donald Trump.
Y que ve el futuro de color rosa por el declive inexorable de la prensa papel, y el auge de Internet, donde sus “enemigos tradicionales” se muestran impotentes. Y donde tiene colgados más de doscientas conferencias (en YouTube) Mis respetos, ya digo, al historiador bitãnico y revisionista. . Daving Irving, o las siete vidas de un revisionista (inglés) incorregible e indomable (e inclasificable)
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