Bernanos sigue siendo coartada suprema de muchos bien/pensantes en materia de guerra civil española, sobre todo en países de francofonía, como ocurre ahora, con ocasión del último premio Goncourt. Una historia con níhil óbstat esa obra fetiche sobre el Alzamiento en Mallorca ¿qué digo? una vulgata sobre nuestra guerra civil que la iglesia católica haría suya tras el concilio. A Bernanos lo retrató bien el conde Rossi, “cónsul” fascista de Mallorca durante el primer año de la guerra civil. Que cuando el desembarco fracasado de los rojos en la isla, al cruzarse con el escritor que había ido a reconocer en la playa el cuerpo de un periodista francés amigo suyo –y corresponsal de guerra (de la agencia Havas)- que venía con los que intentaban desembarcar, le espetó: “¡la próxima vez su amigo sabrá escoger mejor!” (lo que iba más bien por él)Niños y mujeres en las primeras líneas del frente, algo que llenaba de frustración (comprensible) a las tropas alemanas en el frente del Este, un tradición de la izquierda internacional de mucho antes de la segunda guerra mundial y que algunos parece que resucitan ahora en esta guerra –civil, asimétrica e interminable- de los Ochenta y Tantos Años. Bernanos pone al destape en su obra célebre sobre la guerra civil española una memoria francesa y (virulentamente) anti-española de la Guerra de los Treinta Años. Y lo que en otro francés sería un motivo de descargo, en alguien como él en cambio -con un apellido ibérico como el suyo, revelador de las raíces hispánicas del Norte de Francia de donde era originario- se convertía más bien en una circunstancia agravante, en estigma de renegado. Desde el punto de vista eclesiástico era él no obstante el que tenía razón, la Iglesia –Roma- acabo inclinando la balanza de aquel conflicto antiguo, del lado de los franceses y de la dinastía fundada por un rey converso (del protestantismo), a expensas de la monarquía (católica) española Así en la localidad valenciana de Agullent, el alcalde, del partido Compromí (léase el Podemos en versión valenciano) alquiló un sala donde los niños de una escuela (en catalãn) de la localidad se emplearon a fondo –bajo la supervisión (y aprobación) de sus maestros y profesores- en pintarrajear e insultar carteles de propaganda electoral del PP. La primera en la frente.
Estamos avisados, los del PP y muchos que no somos del PP y que no admitimos -antes la muerte- ese chantaje de la izquierda guerra civilista y legitimadora (por llamarla así) –donante a izquierdas y a derechas de patentes de democracia y de anti-fascismo- que se prosigue sin pausa ni descanso desde los tiempos de la transición política. Mayo del 68 inauguró nuevas formas de guerra en los países occidentales. “París se despertaba con escenas propias de una guerra civil” escribía François Duprat en su librito sobre el mayo francés de una de las jornadas álgidas de aquello hacia el final de la crisis.
Una guerra civil que no estalló por los pelos, en Francia como en España. El fantasma resucitado sigue ahi no obstante de un peligro siempre latente, del reencenderse de la guerra civil, desde la eclosión del 15-M, en formas nuevas distintas por cierto e insólitas, de las que teorizó ya uno de las vedettes del mayo francés, a saber el filósofo Michel Foucault, que analizaría en algunos de sus escritos múltiples formas de resurgencia entre los nuevos rostros de la guerra moderna (o posmoderna) que otros tras sus huellas calificarían de “asimétrica” Guerra asimétrica, de David contra Goliath -en la mitología que alimentó la movida de los indignados- las que venimos viviendo los españoles desde el final de la Segunda Guerra Mundial en el 45.