Una campaña publicitaria con un tufo que tira para atrás a provocación ideada o teledirigida desde el extranjero. ¿Un dar en la llaga del síndrome de auto desprecio que arrastran algunos –muchos, pocos- españoles, heredado sin duda de nuestro pasado (guerra civilista) más o menos reciente? ¿O una campaña con un tufo más fuerte aún a racismo anti-blanco buscando e enfrentarnos o enemistarnos con la Europa –mayormente en rubio azul- de por encima de los Pirineos, y más exactamente con la que se encuentra por encima de los Alpes y del Rin, que empezaron a mostrarnos signos elocuentes de empatía, precisamente a raíz de los atentados del 11 de marzo? ¿Ad majorem gloriam –obrando así- de la primera potencia (declinante) del planeta y en detrimento de la Vieja Europa (que no está tan vieja ni tan decrepita como algunos piensan)? No creo en las meigas, pero hay lasEstoy harto de los españoles (sic) Por todas partes de pronto, en Madrid y en otras ciudades españolas. Grandes carteles publicitarios para un mensaje que se lee claro y rápido pero del que no se sabe lo que vende o lo que quiere. Para el que esto escribe está más que claro no obstante. Quieren vendernos la paranoia/española que es la suya, para "blanquearse" ellos, para que parezca nuestra. Signo de los tiempos lo español, su auge y “pari passu” el recelo (y celos) y desconfianza que suscita.
Me contaba un buen amigo que un extranjero le había jurado hace poco su voluntad de destruir (sic) a España y a Rusia. Será tal vez porque tras la polvareda creada por la crisis, y sus nubes de colores, empieza a verse claro y a emerger la realidad de los países que de verdad están emergiendo y no los que nos querían vender como tal hasta hace muy poco. Oí una vez viviendo en Francia a un español –que se me antojo lejanísimo, y aún mas inhóspito que un extraño, por el aplomo con el-que hablaba (mal) de los suyos y de su propia patria-, que los españoles éramos (sic) un pueblo de auto flagelantes, rubricándolo por así decir con sus propias palabras.
Y esa imagen sin duda anclada o anidando en algún arcano de la memoria colectiva es lo que están tratando de vendernos ahora. Para que sigamos flagelándonos o auto flagelándonos y dejemos de ser un problema –léase una amenaza in crescendo- para algunos, para los que a todas luces quieren ser mangoneando el mundo y las cosas del mundo –ellos y los suyos- como si estuviéramos todavía en el 45. Ni somos más auto flagelantes ni más cainitas que otros pueblos, y diría que si seguimos siendo guerra civilistas –como un mal endémico- no es por culpa nuestra, de los españoles en sí mismos considerados, ni de los unos ni los otros, sino por culpa de la guerra civil que dura todavía (sin que muchos se den cuenta), tan simple y evidente como eso.
Esa es la reflexión que me viene a la mente de inmediato a cuento de unos españoles jóvenes vecinos del barrio donde vivo en Bruselas procedentes a todas luces de la comunidad emigrante que me parecieron vistos de cerca – desde fuera- perfectamente sociables y abiertos hasta que decidí abordarlos y me echaron el cierre, sin duda alguna porque sintieron en mi un español de los otros no de los de su grupo, no de su España emigrante y anclada –en una gran mayoría de ellos al menos- en la memoria de los vencidos de la guerra civil como aquí ya lo tengo explicado, y viene a cuento del anuncio de marras a riesgo de que algunos digan que me repito con ese tema de la emigración española, que me persigue, que me obsesiona.
En fin dejemos a esos jóvenes oriundos con su conciencia de grupo a parte, de belgo/españoles –que nombre tan feo- como por aquí le dicen, más españoles que los españoles y más belgas que los belgas ¿hay quien dé más? ¡Con su pan se lo coman! Aquí ya embestí contra la pasión española de la izquierda internacional –nacida en el 36- por lo que tiene de ultrajante, de buscarse de coartada una España que no es o que no fue al final o no pudo ser, para seguir rechazando –con buena conciencia- y odiando y denigrando la España que es y existe en realidad hoy día y a los españoles que se sienten tales.
Un profesor griego de la Universidad Libre de Bruselas al que me quejé una vez del problema que parecían arrastrar con España y su pasado algunos profesores de esa universidad me respondió como queriendo recoger el guante del desafío implícito en mis crítica y en mis reproches, que no era un problema con España ni con los españoles sino con cierta imagen de España y de su pasado, de un país de inquisición o que se yo lo que me dijo, lo que no consiguió aliviar y menos embalsamar mis escoceduras –en llaga vivía- de leso patriotismo.
Tenemos un derecho (sacrosanto) a una buena imagen, tanto a nivel individual como colectivo, en el plano del derecho (civ) de las personas, como en el del derecho público, y eso supone que tenemos derecho a que esa sea la imagen que los oros –extranjeros -u oriundos o renegados- vean proyectad de nosotros mismos, independientemente que se quieran fabricar ellos otra muy distinta o en las antípodas de aquella.
Iba yo un día hace ya años –pongamos siete ocho- en autobús por Bruselas y no recuerdo bien por qué, sin duda porque el vehículo iba bastante lleno acabé teniendo una pequeña trifulca con un pasajero al lado mío que resultó ser español o emigrante/español para más señas y, por las trazas también –por lo joven me refiero-, de la segunda o tercera generación de los que aquí vinieron, y que se puso a maldecir en un español pobre y rudimentario –y ordinario e inhóspito que me producía auténticos cortocircuitos en los oídos y en la mente-repitiendo sin parar “me c…en Dios!” “me c…en Dios!”, una y otra vez que parecía que no sabía otra frase en la lengua de Cervantes, y acabé diciéndole en voz alta que primero aprendiese español que lo habían olvidado él y los suyos hacía treinta años. “¡La imagen que dais de España en Bélgica!” así acabe mi perorata en medio del silencio sepulcral que se hizo entre los demás pasajeros.
Y cual sería mi sorpresa que unos minutos después vi levantarse de su asiento para bajar del autobús, un poco más adelante de donde yo iba, a uno de los pasajeros que resultó ser un personaje de cierto relieve de la comunidad de los euro funcionarios –y asimilados (léase extraños a la comunidad emigrante de los sesenta)- al que había visto años antes presidir una conferencia de Fernando Savater e la Universidad Libre de Bruselas, y que me miró con una mezcla de sorpresa y de bullicio y un poco también de admiración o eso me pareció como si mis palabras le resultasen lenguaje de marcianos, lo nunca oído en un español en Bélgica ni entre residentes ni entre turistas siquiera tampoco.
“Miré los muros de la patria mía”, cantó el poeta, y el que esto escribe después de llevar ya años de expatriación a sus espaldas creyendo hacer patria a su manera, se volvió a un día mirar atrás y se dio cuenta que por mucho que él pretendiese hacer patria fuera, lo que pasaba era que se estaba quedado sin ella, y ahí comprendí un poco el sentido cabal de la frase “me duele España”, aunque para captarla bien sea preciso tal vez –como es mi caso- el haber vivido largo tiempo en el extranjero. A los del anuncio les duele también (a su manera) España pero aunque no se den cuenta ese dolor es el que ellos mismos nos producen al resto de los españoles. El dolor de una imagen, de un país, de un pueblo de una Patria en definitiva irredenta hasta hoy en el concierto de las naciones.
¿Tan grande fue nuestra culpa? Hasta la guerra civil del 36 pagamos los españoles en términos de imagen en el extranjero todos los los clisés infamantes de la Leyenda Negra, después no es que esa Leyenda despareciera, sin embargo se nos haría pagar sobre todo una neutralidad pactada con las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, léase el haber estado del lado de los vencidos entonces (parra dejarnos de eufemismos) y lo pagamos –hasta el día de hoy- con una guerra civil interminable que dura todavía. ¿Una ayuda, una mano amiga, un guiño -bailándoles el caldo y preparándoles el ambiente-, esos anuncios insólitos y caldeándoles el ambiente a sesos fautores de guerra civil (de3 36) –del último episodio de la misma- que son Podemos y su jefe Pablo Iglesias? ¡Vivir para ver fantasmas míos!
http://www.gaceta.es/noticias/los-espanoles-campana-10032015-2034
ResponderEliminarEfectivamente, en Europa y sobre todo en España es habitual un mensaje o discurso MASOQUISTA, de autoodio... Cada vez que algún idiota dice "ESTEPAIS" para no decir ESPAÑA... habriá que preguntarle "De qué país hablas?"
Ayer mismo observé una pintada, en Oviedo, que estaba tachada: La frase "Moros no" era casi ilegible, pero debajo álguen habia escrito "ESPAÑOLES, NO!".
Parece absurdo, pero apostaría a que quien escribió la última frase
seguramente es español... aunque debido a la intoxicación ideológica que padecemos...
cabe la posibilidad de que él se considere de "nacionalidad asturiana"...
Está claro... mientras a Rafael García Serrano le multan con 21000 euros por un "delito de opinión" al criticar un video (de la Generalitat) de propaganda homosexual para "educar" a los jovenes en Cataluña... a otros
"intelectuales" se les permite "cagarse" en España,...en Dios, etc. Basta ver las obscenas blasfemias que ha publicado CHARLIE (contra el Cristianismo más que ontra Mahoma)con el cobarde silencio (o la ignorancia) de tanta gente...