viernes, marzo 13, 2015

¿DESPRECIÓ FRANCO A JOSÉ ANTONIO?

Manuel Hedilla, maquinista naval y jefe nacional de Falange Española a título provisional en ausencia del fundador, José Antonio. Fue él –y no Franco- el responsable último del nacimiento del mito del Ausente, prohibiendo terminantemente al dia siguiente de la muerte de José Antonio –el 21 de noviembre del 36- en una reunión del consejo nacional del partido la difusión de la noticia. Sólo en la primavera/verano del 38 –donde Umbral sitúa cronológicamente su episodio de historia/ficción del Falso José Antonio (un quinqui roba gallinas que se hizo pasar por el Ausente)- empezaría a difundirse y a aceptarse en zona nacional la noticia de la muerte del líder
¿Despreció Franco a José Antonio? Es lo que viene a afirmar en la edición de hoy en titular en primera página de un reportaje sobre el tema en páginas interiores el diario el País qu viene sorprendiéndonos últimamente a sus lectores y al conjunto de la opinión publica con incursiones en terrenos tan escabrosos como la -memoria histórica o la memoria literaria primero con el tema de la filiación paterna en Francisco Umbral y ahora con la pretendida actitud que Franco habría observado hacia José Antonio, y es tras verse difundida un correspondencia del anterior jefe de estado con una joven falangista de la Sección Femenina que le escribía para inquirir la suerte de su líder.

¿Se despierta el País ahora joseantoniano (puro)? ¡Vivir para ver fantasmas míos! Digamos que la tentación debe ser muy fuerte en tránsfugas del régimen anterior como los que fundaron y dirigieron mucho tiempo ese diario –y no sé si lo sieguen haciendo (de cerca o de lejos)- y a tanos años ya de la caída del muro, en medio del descredito generalizado que se habrá ido extendiendo después hacia ciertas formas de pensamiento de izquierda que impusieron una tiranía implacable rayana en el terrorismo psicológico durante década desde los tiempos del tardo franquismo, y es la de servirse del mito joseantoniano pese a encontrarse en franco declive, más aun en plena fase agonizante, de coartada preciosa e indispensable a la hora de blanquear sus curriculum o de adaptarlos a las nuevas realidades emergentes en el mundo de hoy y ms concretamente en el ámbito cultural e ideológico de los países europeos y sobre todo en España donde el clima ideológico lleva hace un rato cambiando a todas luces.

Un mito de piel dura y longeva el de José Antonio el Ausente, antes y después siempre/presente en la memoria de los españoles, que ayudo a aganar la guerra y sufriría después profundas metamorfosis en el marco del proceso de desfalangistización –con su hoja de ruta y su calendario correspondiente (por descontado)- que los aliados impondrían al régimen de Franco tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en el 45. José Antonio pasaría de ser un modelo (español) de héroe fascista o fascistizado –con perdón de los puristas y de los devotos de la religión joseantoniana-, a convertirse paulatinamente en modelo de caballero/cristiano y de la buena/muerte conforme a los patrones más rancios del santoral y del devocionario tradicionales del catolicismo patrio.

Y aún le faltaría una última metamorfosis que es la que se viene cociendo desde hace cuatro años, a saber la del líder indignado, como un Alter Christus que sacaba él también a latigazos a los mercaderes del templo, y en la que algunos de su más encendidos partidarios (post mortem) parecen querer encontrar una semejanza sorprendente -¡flor de la maravilla!- con el lidere de Pdeos, de una facetas “crísticas” o cristológicas –y mesiánicas- innegables en la imagen que de él vienen vendiendo y sirviéndonos los medios.
Raimundo Fernández Cuesta, amigo íntimo de José Antonio, fue el primero en dar cuenta en público –el 18 de Julio de 1938- de la muerte de José Antonio. ¿La ocultación de la noticia y su colorario fatal, el nacimiento del mito de José Antonio, favorecieron acaso a Franco en la medida que se perpetuaba así la interinidad de la jefatura falangista, como tanto lo repitieron los detractores del anterior jefe del estado y de la corriente de falangistas que le permanecieron fieles? Pregunta sin respuesta, de esas que se acaban perdiendo en la noche de los tiempos o que siguen en pie, en espera del juicio de las naciones. Y pregunta ociosa también en la medida que su esclarecimiento -fuera en el sentido que fuera- no conseguiría aplacar el odio (eterno) de los odiadores
Por ahí en mi modesto entender es por donde vienen ahora los tiros de esa rehabilitación de ribetes así a primera vista tan anacrónicos y tan inesperados además y sorprendentes en una publicación del perfil y el historial del diario El País, por cuenta de la figura del líder falangista a costa de seguir echando tierra y más tierra sobre la figura (histórica) de Franco. El País se hace reo desde luego en ese artículo de juicio temerario, porque de la respuesta de Franco a la joven falangista no se deduce desdén ninguno, por más que se anduviera –algo que salta en cambio a la vista a la lectura de la misiva- con pies de plomo en ese asunto apenas unos días trascurridos tan sólo del asesinato de José Antonio en la cárcel de Alicante.

Lo que sale ahora a relucir en cambio es la exoneración completa de todos los cargos que echaron sobe las espaldas del anterior jefe de estado toda una vulgata falange/auténtica –en el sentido de joseantonianos/puros- por cuenta de la muerte del líder, y del pretendido papel (nefasto) de Franco tanto en las tentativas de canje o de liberación de las que aquel se vería objeto como en el nacimiento y auge del mito de José Antonio y del culto a la personalidad en torno a su figura.

Una evidencia: transcurridos diez días apenas de la muerte del fundado en la cárcel de Alicante Franco no le quedaba la menor duda de su suerte ni encontraba empacho alguno en hacerlo saber a su alrededor tampoco, como lo testigua esa correspondencia inédita y como lo daba a entender Francisco Umbral en su Leyenda del César Visionario. Y como anillo al dedo viene ahora una de mis lecturas recientes uen una página web falangista (fuera de toda sospecha) –El Rastro de la Historia- en donde se puede leer negro sobre blanco que el responsable último y supremo del nacimiento del mito de José Antonio el Ausente lo fue el jefe provisional de la organización entonces, Manuel Hedilla quien prohibió terminantemente que se difundiera la noticia de la muerte de sus jefe.

Como sea, el Mito del Ausente en la medida que mantuvo en pie la moral de los combatientes y de la retaguardia contribuyó decisivamente a la Victoria antes como después de divulgarse la noticia de la muerte del fundador de la Falange. Y se puede decir que la historia de su evolución –y de sus metamorfosis- es inseparable de la historia de España en el siglo XX. Los Dióscuros –Castor y Pólux, en la mitología antigua- llamó el autor de estas líneas en un momento de exaltación a Franco y a José Antonio.

No me retracto, lo fueron el uno en vida y el otro muerto, y sólo tras la muerte de Franco comenzarían a eclipsarse los dos, el de José Antonio mucho más lentamente en lo que acabó cobrando todos los visos de una interminable agonía, a la que hay que poner un punto final de todas todas. Al mito de José Antonio y a la guerrra civil interminable que le hizo nacer y que los descendientes o herederos ideológicos de los que le asesinaron se empeñan en proseguir todavía

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