Alain Soral. La idea matriz –o una de ellas- de su lucha y de su mensaje (“derecha de los valores e izquierda en lo social") de la reconciliación en suma con el Islam (sic), lleva plomo bajo el ala tras el suceso sangriento de Conflans-Sainte-Honorine, lo reconozca él o no lo reconozca. Las sociedades occidentales -la francesa como la española- tienen de asignatura pendiente la reconciliación, eso es cierto. Pero la reconciliación -con la inmigración árabe y norteafricana- choca como obstáculo mayor con la Charia o ley islámica. En la vida en sociedad como en todos los aspectos –incluso los mas íntimos- de la persona. En aras de la reconciliación pues: ¡ABAJO EL ISLAM!, léase, ¡Fuera el Islam de la vida publica (en Europa)!
La tentación es fuerte ante lo sucedido en Francia de meter la cabeza debajo del ala, de hacer como que no va con nosotros la cosa, como que España no es Francia, y de tratar de mirar para el futuro (sic) a toda costa y evitar –a todo precio- el odio etcétera, etcétera, que nos recuerda a algunos el tancredismo de triste recordación en temas y asuntos sensibles como lo es la ley de la Memoria histórica. Nada será ya igual a partir de ahora, como sea. Y si haya sido precisa una cosa así tan horrible y tan macabra para que algunos se nos caigan de los ojos las ultimas vendas o escamas que nos quedaban, O felix culpa! O como reza el dicho castizo, no hay mal que por bien no venga. Nada será igual ya digo, a comenzar por nosotros mismos, por nuestra manera de pensar, de analizar la actualidad, los acontecimientos de la crónica diaria como venimos haciendo en estas líneas. Exigencia –y urgencia- de aclaraciones y puntualizaciones necesarias. De definición, para dejarnos de eufemismos. En grandes –los más grandes tal vez- debates que sacuden la opinión pública desde hace ya algún tiempo en países de Europa y más particularmente en el país puntero en materia de debates de opinión como fue y lo sigue siendo Francia, en tantas y tantas cosas. “Cuando se habla en francés, Europa entera escucha y comprende” declaraba el Vizconde de Maistre, fuera de toda sospecha. Ni sospechoso, es cierto, de afrancesamiento –y me refiero a la Francia de ahora, de después de la Revolución- ni de hispanofobia, el contrarrevolucionario y reaccionario francés (o italo/francés, de Saboya) como lo atestigua su escrito ya mencionado en ese blog –y que no precisa de traducción- “Lettres a un gentilhomme sur l’Inquisition espagnole, donde en el cargo número uno de la leyenda negra antiespañola que puebla ("urbi et orbe") desde hace siglos las mentes y las conciencias, se muestra aquél de un coraje intelectual y de una libertad plena –de pensamiento (de pensée) y de expresión- que le hacen español "honoris causa" y –entre españoles al menos- de una credibilidad absoluta y de una solvencia total (ideológica como moral) en todos los demás temas que aborda y en los aforismos o sentencias que se le atribuyen como el que cito más arriba, conscientes no obstante de chocar con él a más de uno en su patriotismo (para andar por casa y allende las fronteras). Y es que la decapitación en Conflans de la que acaba de ser victima un (joven) profesor de historia, trae al candelero un debate de altos vuelos en el terreno de la pura ideología que viene echando chispas desde hace ya tiempo como también dejé constancia de ello aquí en estas entradas. Anti-emigración musulmana o antisionismo (léase contra el lobby judío) ¿cuál de las dos posturas o postulados se merece la prioridad en la estrategia del polemista o del ideólogo (o politólogo), o la preferencia a la hora de pesar y de calibrar peligros y amenazas que se ciernen sobre nuestro horizonte de futuro y sobre nuestra convivencia?
Y en el centro de la escena figura un nombre, el de Alain Soral, del que también nos habremos ocupado aquí alguna vez, de forma crítica tal, que algunos sectarios les puede haber parecido complaciente en extremo o elogiosa. Escandalizado yo como tantos y tantos por el linchamiento y el acoso y persecución de los que él viene siendo blanco en el terreno de la libertad de expresión (o de prensa) No obstante no fuimos sus turiferarios. Y ponemos por testigo a su rival Daniel Conversano con el que se vio (escandalosamente) envuelto en una riña, en plan de agresor –en la pequeña pantalla- a brazo partido (y sangre a chorros) precisamente por el tema (en ascuas) que nos ocupa. Y es que el suceso de Conflans pone a Soral y a los que como él sienten –y no digo (a propósito) piensan- en un insoslayable dilema, y en una no menos grave tesitura. Y es la idea -a modo de moraleja- que me venia a la mente leyendo su comentario –como queriendo quitar hierro al asunto a toda costa o echando a toda prisa balones fuera- sobre lo acaecido en Conflans, en su página digital del nombre del movimiento que el fundó y anima, Egalité et Reconciliation, lo que aquí de entrada se merece ya una apostilla. La de reconciliación es una brillante idea, es cierto, como es también una asignatura pendiente –en la sociedad francesa como en la española- y una fórmula del mayor impacto a la vez y de una actualidad extrema (…) Que no le pertenece en propio a Soral (se me antoja) sino que le viene de prestado y es de una de las mayores figuras de la historia de Francia contemporánea. Y me refiero por supuesto al mariscal Pétain que hizo de la reconciliación, que me diga del proceso de reconciliación (colectiva) franco alemana (o germano/francesa) una línea mayor de su política en la Segunda Guerra Mundial –a través del régimen de Vichy- como lo expuso y defendió sin tapujos en el proceso que le condenó –por alta/traición- al final de la guerra. Reconciliación, la madre del cordero, o el nudo o meollo de la cuestión (que quema).
Y Alain Soral tiene razón en su intuición por más que yerre en todos o algunos de los postulados con los que defiende aquella. Y lo lamento en serio si el que se siente en el deber de hacérselo observar es un español con toda la carga de peyoracion que esos orígenes –en el plano intelectual (para ellos)- comportan. “Un poil dans la soupe”. Igual, dirían ellos, que un pelo en la sopa (…) Pero (sintiéndolo mucho) es como yerra (a nuestro juicio) Soral, y es en la prioridad que le merece el Islam (sic) en el proceso de reconciliación francesa. De antídoto o conjuro de la amenaza de guerra civil que según él pesa sobre ellos.
Lo que es de un punto de vista exacto, aunque esa amenaza sin desactivar venga ya de mucho antes, y para ponerle una fecha relativamente reciente, desde la Segunda Guerra Mundial, desde esa factura indeleble entre Resistencia y Colaboración, en paralelo a la que dejó -entre españoles “fachas” o “rojos”-la guerra civil española. Como no he dejado de analizarlo y de comentarlo últimamente en estas entradas (casi día a día) Y esa reconciliación se nos antoja de todo punto prioritaria, y anterior a la otra que plantea la emigración musulmana (en masa o en aluvión) de naturaleza múltiple, ya sea de índole racial, histórica, o política e ideológica. Y religiosa (…)
Y es así como lo ven muchos de su compatriotas y también como lo vemos nosotros, a riesgo que nuestro análisis se vea tachado de una óptica o una mirada –en la expresión maurrasiana- “du dehors”. Desde fuera. A lo que podemos fácilmente replicar que en tantos o más riesgos de parcialidad -y extranjería- incurre la óptica de Alain Soral, él que se erige en juez y parte a la vez, inmerso como él mismo se presenta –cual pez en el agua- en esos ambientes cerrados y (hostilmente) herméticos a toda prueba, del Islam del extrarradio (banlieue) de las aglomeraciones urbanas a lo largo y a lo ancho de la geografía francesa, una tierra de nadie (o, mejor (que diga, peor, mucho peor, Dar al-Islam, "tierra de Islam") –y sin ley (nuestra)- marcada por la violencia racial (y social) y la hegemonía islámica o islamista que fatalmente se traduce en la implantación brutal, draconiana, de la ley islámica -la Charia- en todos los aspectos de la vida social y también (nota bene) hasta en los aspectos más íntimos, personales e intransferibles de la existencia individual (privée) y cotidiana. Tal y como lo manda el Corán, que en eso como en todas otras cosas –y a la actualidad mas sangrienta me remito- no se anda con bromas (…) ¡Abajo el Islam!
O lo que es lo mismo ¡Fuera el Islam –léase la Charia o ley islámica- de la vida publica! En el respeto más estricto (no se olvide) del fuero interno y de la libertad religiosa (y de las conciencias) Agarrando así el toro por los cuernos del desafío que la inmigración musulmana (en masa) nos plantea. Y sólo a partir de ahí se podrá evitar o conjurar la amenaza de guerra civil, y la lucha o guerra de razas (disfrazada a veces en lucha de clases) –en fase de incubación- en la sociedad francesa (como en la española) Y sólo así se podrá entablar –en serio- el proceso histórico de reconciliación (Mariscal Petain díxit) entre el mundo árabe -o berebere- norteafricano, y la civilización europea
Mensaje de pésame, por el suceso –de decapitación- de Conflans-Saint Honorine, de Donald Trump en plena campaña electoral. “No es tal una nación sin fronteras" (…)
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