Estatua de Fray Junípero Serra, blanco de agresión iconoclasta en los Estados Unidos, ante el silencio clamoroso de los hispanos. ¿De qué nos quejamos? No hacen más que seguir el ejemplo nuestro (en el Valle de los Caídos) ¿Y de que extrañarse también? La evangelización de los misioneros se tradujo en un mestizaje en masa que renegaba (en el fondo) de la Conquista –y de la memoria de los conquistadores-, como el único medio de redimir o de rescatarnos de aquella, calificada hoy por el actual pontífice –tras las huellas de Bartolomé De las Casas , camino de los altares (y franciscano también)- de “crimen de guerra?¡¡¡Vergüenza racial (bloede schande), el mestizaje español de America!!!
Fray Junípero Serra, nombre hondo anclado en nuestra memoria y especialmente señalado en los libros de Historia (en lengua española), viene siendo blanco en los últimos días de agresiones iconoclastas en España y en America. "Escribir peligrosamente", así glosé yo unos artículos que escribí en este blog, uno sobre las raíces –religión y nacionalidad- del franco/argelino Zinedine Zidane casado con una “andaluza” –léase (en su mente) "andalusí"- de la emigración en Francia (años setenta), y otro sobre la temática –por antonomasia peligrosa- de los quinquis o “mercheros”, en un obituario de uno de los miembros más emblemáticos de dicha comunidad –o grupo étnico/racial-, Paco, (el) de Lucía, el célebre guitarrista o “tocaor”, casado con la hija (única) del general Varela (que me habrán valido, el uno como el otro, unas cifras récord, con mucho, de visitas) Y lo de temática peligrosa no lo digo por el perfil biográfico –perfectamente pacifico- del monje y misionero franciscano, sino por lo que para muchos, hoy por hoy, mas que nada simboliza. Y me refiero a la llamada Evangelización/americana que vino a sustituir, en una segunda fase, a la Conquista de America, y de la que diserté en un articulo de hace ahora seis años con el que se puso fin (abrupto) a mi colaboración semanal en la páginas (web) de “Minuto Digital”, de lo que nunca se me dio razones y de lo que por lo tanto me siento en derecho de atribuirlo al articulo que publiqué entonces allí con el titulo elocuente de por si, “Calumnias del padre las Casas e inmigración masiva”. Donde vertí –con el nexo causal de telón de fondo, entre el buenismo católico/romano y la inmigración en masa (y en curso) en Europa afro/musulmana.
Un flujo de ideas que venia yo defendiendo desde hacia tiempo y que recogí de forma más sintética y ordenada en mi libro “Krohn el cura papicida”, en uno de sus capítulos no menos elocuente, “Mi opción por Europa de preferencia a la América ex hispana”, donde denunciaba (por mi cuenta y riesgo) lo que tuvo de rebelión mestiza antiespañola –a manos de los criollos- la (llamada) Emancipación americana, y el papel de instigador que en ello cupo al padre Bartolomé de Las Casas, y por encima de él. a la llamada –y nunca resuelta hasta hoy- Controversia (o Junta) de Valladolid (1550), donde se enfrentaron dialécticamente los defensores y adversarios de la Conquista, y de la que salió vencedor en la practica el mencionado franciscano como lo ilustra el hallarse –tantos siglos después bajo el pontificado del papa Francisco- camino de los altares (…) Y en la que se vendría a sancionar –o canonizar-, una versión histórica en la que se condenaba la Conquista en su primera fase –de “encomiendas” (a las que definí como un “apartheid de rostro humano”)-, la cual se veía (sólo) redimida por una segunda fase –de Evangelización- caracterizada por un mestizaje en masa, de resultas éste no de un fenómeno (natural, histórico y biológico a la vez) de fusión de razas, sino inspirada en la predicación de misioneros (como fray Junípero) y en un complejo de culpa colectivo –de raíz judeo/cristiana- en donde el mestizaje aquel venia como a redimir o a rescatar el pecado colectivo –o “crimen de guerra” (en terminología del papa actual)-, y lo que daría lugar al fenómeno social de los criollos, y de su crucial protagonismo en la rebelión mestiza antiespañola (americana)
“A la buena nueva de Jesús –dirán o glosarán aquí algunos ante estos asertos tan crudos- sucedió la de Pablo, la peor de todas”, como estoy yo tentado de glosar también, parafraseando los párrafos mas celebres y divulgados de Nietzsche en “El Anticristo”. Y así me asumo y así me veo hoy, cierto, como "un profeta de calamidades" –en la terminología progre contra la minoría tradicionalista (o “conservadora”) en el concilio vaticano segundo, o como una heraldo de malas/nuevas, y de “la peor de todas”: de lo que tuvo de históricamente errado, de funesto, en suma, de vergüenza racial (sic) –"bloede schande"- la Evangelización de América. Tales aguas, tales lodos, y así el misionero franciscano ejemplar que tanto hizo por los indios hasta predicar el amor –y la cópula sexual- con ellos, se ve hoy defenestrado y tratado de racista (sic), en el silencio clamoroso de hispánicos de toda laya, de los que le deben su supervivencia y el haberles evitado -él y sus hermanos en la fe- el genocidio que reservó la evangelización protestante a las comunidades indígenas.
Los pueblos que no aprenden de la Historia están condenados a repetirla- Y así es como se me antoja que hay que interpretar o reinterpretar –sin tabúes ni complejos- las voces destempladas de esas pasionarias desaforadas que aplauden en los medios y hasta en el Congreso, las defenestraciones iconoclastas en los Estados Unidos de América. Visión critica (sic), o reescritura o revisión de la Historia, sí. Pero sin agresión -ni furia- iconoclasta. Como en Estados Unidos hoy, y ayer, en Flandes (hoy Bélgica)
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