lunes, octubre 14, 2019

ANSALDO, ¿SICARIO O HÉROE DE GUERRA?

Juan Antonio Ansaldo. Un rara avis, mezcla de vasco e italiano y de monárquico –y aristócrata- alfonsino (juanista),  (notorio) discípulo o admirador de Maurras y de la Acción Francesa. Y piloto aviador –y pionero de la Aviación- y héroe de la guerra del Rif. Figura crucial en la historia –y la prehistoria- de la guerra civil: aunque sólo fuera por su papel crucial en la eclosión y desarrollo de la violencia falangista y en particular por su protagonismo (por pasiva) en la muerte de Juan Cuéllar (falangista) y de Juanita Rico, en la raíz de lo cual estuvo la operación “de represalia generalizada” mandada y planeada por él –frente al desafío (grave) y la (seria) amenaza que representaban los chíbiris socialistas (del PSOE)- en la Casa de Campo. Que salió mal por culpa de delaciones o chivatazos de última hora del círculo más próximo a los falangistas. Y que trajo lo que trajo, el arranque en la espiral de la violencia –y de guerra civil- y un cambio radical de estrategia de la Falange: el convertirla en una fuerza paramilitar al servicio del Ejército, y no (como hasta entonces) de los monárquicos. Más que ideólogo, hombre (brillante y valiente) de acción, Juan Antonio Ansaldo. Y su apartamiento de la Falange –pese a la explotación que de ella hizo Ramiro Ledesma- tuvo mucho -o todo o casi todo- de estratégico, en el terreno de la acción -y también de personal- y no de ideológico. Eugenio Vegas Latapié, en las tertulias de su domicilio (en el barrio de Salamanca) a donde me hizo el honor de invitarme –no sin ciertas reticencias (al principio)-, tras apartarme del FES, y justo antes de irme a Ecône -principios de los setenta-, lo evocaba a menudo –siempre por su nombre de pila (Juan Antonio)- en un tono alegre y divertido invariable y con gran carga de simpatía. Eugenio era del núcleo irreductible de rivales -más en el plano personal que ideológico- de la Falange y de su líder, pero no hablo nunca mal de José Antonio. Por lo menos en mi presencia (…)
Juan Antonio de Ansaldo. Un espeso tabú como el que rodeaba a figuras de la derecha –como la que rodea a Ramón Ruiz Alonso, por cuenta de la muerte de García Lorca– próximos del movimiento falangista, en el tiempo que milité en el FES (Falange rebelde o disidente, de puros/joseantonianos), el que sigue rodeando a este valeroso hombre de acción. ¿Sicario (sic) –con medalla de la virgen o sin ella- conforme a la imagen o el patrón o el tópico (de irrisión) que tanto vendieron (con éxito) en el campo literario las izquierdas (de la América ex hispana) ? Hombre de acción más que ideólogo, y celador de la violencia política (e idealista), Juan Antonio Ansaldo. Esa fue toda su culpa Y al que llega la hora de recuperar (urgentemente) en la memoria antes de que sea demasiado tarde, antes que la Memoria (la nuestra) se hunda, con tantos otros nombres y tantas otras cosas. 

Un mini/frente que hay que abrir por su cuenta en la guerra de propaganda –y de la memoria-. Que venimos riñendo hace años, y que se ha puesto ahora de pronto a todo arder, por culpa del inquilino de la Moncloa (…) Un mediocre estratega y al contrario, un brillante condotiero (o comandante u hombre de guerra), Juan Antonio Ansaldo, conforme a la antinomia que trazaron mercenarios belgas (de África) de los que aquí ya hablé (…) Y un nombre de mención imprescindible en la historia y en la prehistoria de nuestra guerra civil, que se va revistiendo paulatinamente de perfiles mágicos o sagrados y es en la misma medida que hace estragos la guerra de memorias (…) Lugar (sagrado) de la Memoria -en lenguaje de los teólogos-, la guerra civil del 36. Héroe del 10 de Agosto –leal de los leales del general Sanjurjo- , y de la guerra de África –con las más preciadas condecoraciones y medallas- y al tanto de todos los golpes de mano, en los años de violencia callejera durante la Segunda República, de los consumados y de los de en grado de simple tentativa como el atentado contra Azaña del que nos habló con gran jolgorio y divertimiento Eugenio Vegas. Protagonista por activa y por pasiva del cambio de estrategia que se operó en la génesis del movimiento falangista – a creer a la historiografía anglosajona- a raíz del choque en la Casa de Campo que se saldó con la muerte –y profanación- de Juan Cuéllar y la de Juanita Rico. 

En la obra biográfica “Las gafas de José Antonio” de Adriano Gómez Molina donde se trazan los hitos fundamentales de la génesis e historia del movimiento falangista en los años de la República, el que fue intelectual y colaborador del Instituto de Estudios Políticos y político del mayor relieve (y en la sombra a la vez) en la España de la transición, pasa –en tono vergonzante- como de puntillas por ese episodio trágico que preanunció nuestra guerra civil, y de la operación que le sirvió de preludio, que califica de “mal preparada”. Que según él se saldaría por el rotundo fracaso, un balance con el que no estoy enteramente de acuerdo, y es a partir del momento que lo enfocamos con perspectiva histórica suficiente y no a corto plazo como hace el autor citado Tuvo aquello un gran eco (desfavorable) en los medios, es cierto, y en la opinión publica, léase en los medios o sectores de clase obrera ganados a  ojos cerrados a la izquierda. Y su entierro dio lugar a una manifestación de masas casi sin precedentes en el Madrid y en la España de entonces. 

No dice sin embargo que eso galvanizó los ánimos -de los falangistas-, frenó la dinámica guerrera de la izquierda guerra civilista (léase del PSOE) y recogió el guante –en el único terreno posible entonces- del magno desafío y amenaza que planteaba la izquierda marxista en España como en toda Europa en el marco o contexto de la confrontación marxismo nazi fascismo y en el preludio de la Segunda Guerra Mundial, que es lo que fue la guerra civil española (digan lo que digan Stanley Payne y Pío Moa) Y levantó la moral –de combate, de los falangistas y del bando anti-marxista- en resumidas cuentas: porque esa primera represalia de la Falange “dejó abierta la puerta a la esperanza” (como declararon los propios protagonistas, tras recibir luz verde para la operación de represalias de parte de sus mandos y en concreto del propio José Antonio Primo de Rivera) e hizo “que el miedo cambiara de bando” por vez primera en las calles madrileñas (…) (continúa)

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