Título (en la foto) de la obra escrita –como un testamento político e ideológico- de Stefano delle Chiaie, el líder y activista italiano que acaba de fallecer, antiguo miembro del MSI y próximo –con su movimiento “Avanguardia Nazionale”- de los medios neofascistas. Espantajo número uno –doy fe de ello- de los medios de la prensa global y de los garantes de lo política (e histórico) e ideológicamente correcto. “Le seguí la pista” –en los medios- como lo declaré (ingenuamente quizás) hace años en la blogosfera de Periodista Digital (antes de que me dieran de baja en ella), tal y como no dejaron de recordármelo como un sambenito (de infamia y de oprobio) –y como un cargo o prueba de acusación- en la Red desde entonces. Debo decir no obstante en su descargo y en el mío que su trayectoria –entre España e Italia, Europa y la America ex hispana (entre Chile y Argentina y Méjico, y Francia y Suiza)- gravitó, yo como español, y él como italiano- bastante de cerca sobre la mía. Lo que no quiere decir que estuviésemos destinados o condenados “a volar juntos”–como el Águila y el Cóndor en la profecía indígena (fantasía incumplida). No importa. Fue un modelo de hombre de acción (valeroso) y de militante sincero y consecuente -hasta el heroismo- con sus ideas (léase, con "la Idea"). Del bando de los vencidos, por cierto, en la guerra civil europea (…) Y como tal, espantajo público y chivo dexpiatorio de predilección -por partida doble. por italiano y por neofascista- en la guerra de propaganda de la guerra civil interminable en la España de la Transición -y antes, en el tardofranquismo -finales de los sesenta, primera mitad de los setenta. Suelten sobre él las calumnias y los infundios que quieran: por cuenta del juez Garzón –sobre todo- en la prensa española, y en la prensa italiana echándole muertos (y heridos) encima que no le correspondían. Y en el entorno de la ETA y del separatismo vasco. Libre de cargos en España y ab-suel-to (sic), por falta de pruebas, conforme a las leyes de su país (art. 530, II, 2, Codice Penale, versión actualizada) Stefano Delle Chiaie ¡Presente en la Memoria!
Ha muerto en su lecho de hospital en Roma, Stefano Delle Chiaie, una leyenda de hombre dentro y fuera de Italia. En el seminario de Ecône se hablaba de él- sobre todo como es lógico en los medios de seminaristas italianos, en la orbita todos ellos, y soy formal en lo que digo, de uno de los bandos en que se dividió Italia en la Segunda Guerra Mundial, el de “los negros”, “neri” (fascistas) contra los “blancos” (de la blancura de la democracia)- y en mi rastrear incansable de la crónica de actualidad nacional y extranjera más candente aquellos años (desde muy joven) le “seguí también la pista” No mas que eso. Montejurra (1976).
La noticia de su muerte ha sido la señal de arranque de un nuevo vomitar de calumnias por su cuenta en ese tema a cargo sobre todo de cierta prensa vasca –y navarra- próxima (como por casualidad) del entorno de la ETA. Aquello me pilló lejos de España como tantas otras cosas, pero tengo desde hace mucho mi opinión formada sobre esa y otras mucha cosas, en particular matanzas (sic) de la transición (a la democracia) “La prensa cacareó mucho las fotos en las que se nos veia con porras en las manos a mi y a mis camaradas, no dicen en cambio nada de las armas que llevaban los que estaban en frente nuestra” declaró en una ocasión el interesado a la prensa española. Y la prueba (por el nueve) que en ese asunto aún por esclarecer había una voluntad (política) clara que no se esclareciese del todo, lo es la expulsión –por orden expresa de Manuel Fraga entonces ministro del Interior- de uno de los principales protagonistas de aquello en uno de los bandos en liza, (Don) Sixto de Borbón con el que me encontré una vez –como ya lo tengo declarado-, en su domicilio en Paris dando vistas al jardín de los Inválidos, como si hubiera interés sobre todo que no se oyera –y difundiera- la”otra” versión de los hechos, digna de ser oida por incorrecta que fuera (...) (…)
Estuve –me vine a la mente ahora leyendo estas líneas- acompañando a la TFP (Sociedad Cultural Covadonga, en versión española) en una concentración de requetés en el castillo de Javier (la "javierada") a principios de los setenta y pude calibrar casi a mis expensas -que a fe mía casi no lo cuento (...)- el fanatismo y la radicalización (violenta) separatista o filo separatista de los medios carlistas oficiales (de Carlos Hugo) que se conducían entonces –dentro y fuera del País Vasco- como perfectos compañeros de viaje de la agresión etarra separatista. “¡Iros de aquí esta no es vuestra tierra!”, venia a su labios repetidas veces, en señal o síntoma descarado de xenofobia (anti-castellana cono ellos decían, y para dejarnos de eufemismos, anti-española) (…) Lo mismo más o menos que soltaban los del mismo bando en aquella otra ocasión en Montejurra tal y como me lo contó uno de los testigos de uno ("el otro") de los bandos (y además protagonista) “¡Iros de aquí!”, les decían amenazadoramente en un silencio que se podía cortat a rodajas e interrumpido de pronto por una voz con gracejo andaluz: “¡¡¡pueh que no noh da la gaana!!!”, que se podía cortar con cuchillo igualmente omo las otras. Hubo un muerto (allí), sí –a cargo del “hombre de la gabardina” (que no era Delle Chiaie)- y los que se evitaron, si los de uno de los bandos no hubiera decidido tomarse la justicia por su mano (en legitima defensa) Una autentica escabechina (lo que hubiera sido) Que es lo que los aprendices de brujo buscaban a toda costa. En una estrategia de la tensión, que hace pensar –en España entonces como en Italia- a los escenarios, más maquiavélicos imposibles, de las novelas de James Ellroy, “enfant terrible” de la novela negra (y en negro) o policiaca USA. De provocación, y más exactamente de provocación policial -y de los servicios secretos-, versión típicamente española. Tal y como lo deja a entender también Delle Chiaie en las declaraciones mas arriba mencionadas. Como fuera, inocente o culpable –“reato” se dice en italiano- (en su fuero interno) pagó de sobra y bien, no con pena de cárcel, sino con una expatriación larga y prolongada próxima de la pena del destierro y del confinamiento en la Edad Media. Con ferrete (medieval) de ignominia además –lo que en democracia no se lleva (en pura teoría al menos) y linchamiento mediático (como los que yo, mutaitis mutandis, tambien sufrí) Y de lo que le acusan en Italia le dejo la palabra a la justicia de aquel país, plenamente soberana, ya digo.
Un vencido, Stefano Delle Chiaie, heredero o descendiente que me diga de los vencidos, y al que se le reservó la triste suerte de los vencidos, que cargó con ella con ánimo y entereza. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y esa máxima evangélica nos lleva en verdad muy lejos por las rutas y senderos de la Historia, de la historia europea. De uno de sus principales capítulos, a saber la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra (en Italia), y es que el fascismo fue hijo de aquella. Una guerra en la que los españoles no tuvimos (directamente) ni arte ni parte –salvo en las peleas de barcos (aliadófilos contra germanófilos) en los colegios, y en en las tertulias- como un foco cancerigeno en el suelo europeo que acabo extendiéndose o prolongándose en la guerra civil española. “El suicidio de Europa” así llamó a la Primera Guerra Mundial José Antonio Primo de Rivera. En grado de tentativa, así se podría clasificar también –en una aproximación comparativa- a la guerra civil española. José Antonio, la Falange ¿habrían podido sustraerse al clima aquel, a la espiral de violencia aquella –primavera del 36- calcada de la que tuvo lugar en Italia en vísperas del advenimiento del fascismo y de la marcha sobre Roma? La primera piedra, ya digo. Que si la violencia de las luchas callejeras en las que la Falange se vio envuelta tuvieron de modelo directo de inspiración los métodos -de acción directa (o de estilo directo ardiente y combativo) del “squadrismo” fascista de la primera hora-, aquello no fue más que una respuesta –en legitima defensa- de los falangistas españoles, a la hora de trasponer una lucha de clases –versión de izquierdas y derechas- como la que se dio y se vivió dentro España, en términos de los últimos coletazos –patrióticos- de la Gran Guerra, y de reivindicaciones estrictamente territoriales, que es lo que fue a penas en una rigurosa perspectiva histórica la eclosión en Italia del movimiento fascista como lo ilustra uno de sus capítulos o episodio mas emblemáticos tal y como lo fue la toma (por asalto) –y su expulsión no menos violenta también- por los Fascios de combattimento de la ciudad (irredenta) en la costa adriática, de Fiume (hoy con el nombre cambiado y sin el menor rastro del nombre aquél, en la actual Croacia) a las ordenes del poeta (“Il Comandante”) D’Annunzio. Nada que ver ya digo España y los españoles en aquella aventura de guerra y en aquwel contencioso historico y territorial específicamente italiana. Y sin embargo (…) (..../....)
Estandarte de "l’Alleanza Cattolica", movimiento italiano católico tradicionalista en el que gravitaban los seminaristas italianos de Ecône con los que coincidí varios años allí, y que eran todos ellos (todos, y digo bien) de uno de los bandos –el de los negros (neri), fascistas o neofascistas- en el que se dividió la sociedad italiana en la Segunda Guerra Mundial y tras la caída del fascismo. Boton de muestra inmejorable, el estandarte de aquel movimento, de una simbologia y de un mestizaje (sic) ideologico a la vez: del neofascismo italiano y de la TFP. Detalle todo menos trivial, el líder y fundador de l’Alleanza Cattolica –hermano de uno de los seminaristas italianos de Ecône-. Giovanni Cantoni, próximo (cuando yo les conocí) de la organiacion integrista -de ramificaciones internacionales y de matriz brasileña- , y huesped en Sao Paulo (Brasil) del fundador y dirigente de aquella, "Profesor Plinio" (Correa de Oliveira) en alguna ocasión y es que era de un rostro –pelado al rape, o al cero- mussoliniano (como un clon) Miembro en su origen (nota bene) del MSI
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(continuación) …/…En lo que el conflicto italiano tenia y tuvo también de conflicto social de lucha de clases, y en lo que los del otro bando de la izquierda socialista (o marxista) tenían no solo de derrotistas (sic) –principal cargo que les echaban encima los escuadristas fascistas (los del “manganello” y del aceite de ricino y de tantas otras cosas como nos cuenta la leyenda)- sino también de renegados y de enemigos –de clase y “de la Patria”- su lucha, de los fascistas y neofascistas, hermanados en la misma guerra civil europea, no era muy distinta de la que llevaban adelante los falangistas españoles envueltos y enfrascados en una lucha de clases –de ricos contra pobres, léase de izquierdas y derechas- como se presentó la sociedad española en vísperas del estallido de la guerra civil (fratricida) Dos versiones en suma o en sustancia de una misma guerra civil europea. Aunque para aceptarlo y asumirlo me hago cargo que les haga falta a algunos un largo itinerario y es que les lleve a sortear ese dogma de la superación (sic) –léase negación- de la lucha de clases –como un dogma o un postulado "a priori" o un tabú espeso e intocable e insoslayable-, erigido en calidad de norma programática tanto en el entramado ideológico –a base de leyes fundamentales- del régimen de Franco, como en el ideario de la Falange.
O como una petición de principio falaz y mentirosa: léase, no hay lucha de clases porque la clase o las clases no existen (decían) (…) Tan falaz y mentirosa como el negar los conflictos étnicos o la guerra de razas (la raza en definitiva) No me estoy aquí justificando, pero todo lo que precede les explicará a algunos –muchos, pocos- de mis lectores mi interés –exacerbado como les parecerá a algunos- por Italia y por la historia del movimiento fascista (y neofascista) Y mi comprensión y empatía hasta el punto de expresarle solidaridad –a distancia- en su lucha a Stefano delle Chiaie –el “nacional-revolucionario” que no tenía empacho alguno en definirse y en proclamarse de derechas (“destra”), de la Destra Nazionale, “la alternativa al sistema”, como el grueso de la corriente italiana neofascista de la posguerra- y del que se cebaron los medios en campañas de linchamiento, como aquellas de los que yo mismo fui victima. Stefano Delle Chiaie, camarada. ¡Presente en la Memoria! (…)
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