Tiempo de escucha (y palabra)
Para encontrarme a mí mismo
Que cada cosa a su tiempo
Y a mi aire y a mi ritmo
Que buscando, yo me escucho
(ya oí: ¡compasión de sí mismo!)
Y en las arrugas del alma
voy rastreando el futuro
“que viene de la derrota”:
sin futuro no hay camino
y si camino se hace andando,
yo lo hice dando tumbos
¡Traspiés (de salto mortal)
cual trapecista, del circo
y de dejarse los sesos
en el trapecio (del mundo)!
Y heme aquí, con tanto salto
siempre en el centro ¡y aún vivo!
Y en primera línea del frente
de rostro ufano (¿tú el tímido?)
Tímido si -miedoso no-
cuando joven (¡yo “el aprensivo”!),
hasta que me hice hombre
y te perdí el miedo, cariño
Y al perderte miedo a ti amor
Perdí –¡que cosa!- miedo al siglo
y a sus barreras e intrigas
y paredones oscuros
Y al tiempo también que huye
Y a la Nada (y sus murmullos)
cual “desierto de los tártaros”
donde vivo ya hace mucho
Desierto en que me dejaste
en larga ausencia ¡y aquel susto!:
el de verte en otros brazos
¿Espejismo –infernal- de estío?
¡Estío de amor, y de guerra (¡amor!)
donde me hice hombre (adulto)!
esperando incombustible,
al sol (cruel) de los vencidos
(¡Y aún te espero, Amor mío!)
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