Serrano Suñer en su época de gloria. Con Ribbentrop, ministro de Exteriores de la Alemania nazi, en vísperas de la entrevista de Hendaya. Digan los falange/auténticos lo que quieran, pero la defenestración del Cuñadísimo, en la última fase de la Segunda Guerra Mundial, fue el punto de partida de la desnazificación –léase de la desfalangistización- del régimen y de la España de la posguerra, que todavía dura
Serrano Suñer (Don Ramón) era –nadie lo pone en duda- amigo íntimo de José Antonio. Como Raimundo Fernández Cuesta y como todas esas amistades y compañías monárquicas -de derechas- que guardaba (o que al decir de algunos arrastraba) el Fundador, de su primera época –de señorito (de marqués)- de antes de las luchas callejeras y de su conversión (sic) nacionalsindicalista revolucionaria. En unos como en otros, reinaba un espeso tabú a mi paso por el FES, grupo universitario, falangista joseantoniano del que aquí ya a menudo hablé. Pero sea tal vez –sólo me doy cuenta cabalmente ahora- el de Serrano Suñer, el Cuñadísimo, el tabú que le rodeaba en aquellos ambientes tan supersticiosamente joseantonianos, lo que era propiamente intocable. Y sólo hoy me doy cuenta también lo fácil que era descifrar la razón de aquello, el por qué. Y era sin duda porque si había algo que no podían discutirle los celadores aquellos -de ortodoxia falangista (joseantoniana), del FES- era su adhesión sincera, refractaria, hasta el final a la memoria de José Antonio, que nos da la clave de explicación a la vez de su trayectoria y de su carrera política, como motivo hondo y profundo o como simple coartada oportunista, que me diga existencial, de circunstancia (histórica y personal) Que más da. De su trayectoria y de su actitud con el Caudillo, o si se prefiere, de su franco falangismo consecuente como digo, hasta el final. Y es tal vez lo que más se deja traslucir de la semblanza que de él traza (genialmente) en su Leyenda del Cesar Visionario, Francisco Umbral. Una obra –la mejor a mi juicio de todas las suyas- de la que emerge el ex ministro de Exteriores de la Victoria, con los trazos y perfiles de un personaje literario del mayor relieve, sin muchos parangones por no decir ninguno en la galería de políticos y personalidades más influyentes en la Historia de España contemporánea (hasta la hora actual) como el mismo autor Umbral lo declararía para escándalo y aborrecimiento de muchos con esa labia suya tan proverbial, por lo transgresora y por lo inconformista y anticonvencional. ¿No fue nazi –o pro-nazi o filo nazi el político del régimen anterior que encarna tal vez como ningún otro el alineamiento primero –cuando las espadas (nótese bien) estaban todavía en alto- del régimen de Franco con la Alemania Nazi, de aquel tiempo, de aquel instante histórico, en el que fue todo posible, o cuando lo posible estuvo en un tris de ser –Das Sein, como diría Heidegger- y la Historia dar un vuelco de ciento ochenta grados del curso que acabaría siguiendo, por fuerza mayor del Destino o de la Diosa Fatalidad? No entro en polémicas ni mucho menos quiero herir –¡lo mas lejano de mis propósitos!- susceptibilidades ni sentimiento de piedad filial (o para filial)
Contemplando la escena, el conde Ciano, y al fondo, Martin Bormann. La historia es la que es. Asumirla y no ocultarla. ¿Para qué? Y esa instantánea da la justa medida de la talla histórica del personaje. No fue un comparsa Ramón Serrano Suñer. Me equivoqué
No me siento obligado no obstante a ocultar –¿por qué?- lo que en fondo pienso, que viene a coincidir casi al ciento por ciento con lo que de él dice o deja entender (en ese punto) Francisco Umbral. Quien hace de él -con Ridruejo y Antonio Tovar, del grupo de los laínes (Umbral díxit) de Burgos, y núcleo fundador de la generación del 36, y de la revista Escorial-, el trío pangermanista (sic), pro nazi y hitleriano (sic) irreductible en las más altas esferas del régimen y de los medios mas próximos y allegados del Cuartel General. Y estoy de acuerdo sobre todo al ciento por ciento en lo que dice de la contradicción esencial de ese grupo, de su problema (sic) original. Que no se daban cuenta que la grandeza del pangermanismo (sic) estaba en su virginidad rubia, en su mitología natural y violenta, sin el sucio juego de mentiras y arrepentimientos (sic) que es toda religión nacida del judaísmo (óp. cit. p. 153) Y dicho sea ya digo, sin querer faltar. ¿No era “nazi” Ramón Serrano Suñer como parecen desmentirlo sus proclamas e invocaciones de la Unidad Latina? Umbral dice que esto último se explica porque ya no se le recibía tan bien en Alemania (sic) (óp. cit. p. 187)También dice no obstante –con lo cual igualmente estoy de acuerdo- que el Cuñadísimo venía a cerrar así (sic) su ciclo joseantoniano (ibídem), el de un José Antonio primera época que empezó precisamente por ahí. No importa, como fuera, Ramón Serrano Suñer no fue menos el rostro más fotogénico –mediático se dice hoy- del régimen en su fase o época mas triunfal. Lo que dice mucho o revela a la luz del dia la otra gran faceta de su personalidad, de inveterado e incorregible seductor -de la que ya me ocupé en una de las entradas de mi blog-, que tanto ruido armaría y tanta cola traería en las revistas (y noticias) -y filmes- del corazón, y tanto escándalo hay que añadir también ¿por qué no? (lo que también abordé en este blog) Lo que le acerca más –estarán sus próximos de acuerdo- del paganismo o neopaganismo pangermano que de los níhil óbstat e interdictos (eclesiásticos) de toda clase –católico/romanos- en materia de buenas costumbres y de moralidad. Algo no cuadra no obstante o no del todo en el cuadro tan de agua fuerte que de él traza Francisco Umbral.Y es la omisión de una de sus facetas –de padre, o de tutor paterno y paternal– que más recuerdan y añoran y aprecian en él lo que más de cerca le conocieron. ¿Pura casualidad? Se me antoja que no, si se piensa en ese buscador incansable –por culpa de la denegación (injusta) de paternidad de la que fue victima- de padres de reemplazo que fue Francisco Umbral. Un hombre bueno, o un hombre auténtico que me diga, no postizo o de pega sino de carne y hueso, Don Ramón Serrano Suñer. Al natural (rubio/azul). A mil años luz de la que habrá quedado de él -a través de los medios- perpetuada para muchos, para la posteridad
Gran recibimiento el que le hizo Sigfredo a un ya nonagenario Serrano Suñer cuando se presentó a las conferencias, de las creo recordar segundas Jornadas Universitarias en torno al pensamiento de José Antonio que se celebraron en la UCM. Recuerdo a un Sigfredo eufórico por la presencia de Serrano y a un Serrano con una cabeza y porte envidiable autoproclamarse punto menos que camarada de los allí presentes. Como lo recuerdo lo cuento aunque tal vez alguien tenga el vídeo con el coloquio Hillers vs Serrano
ResponderEliminarMe alegra mucho de verdad, y dice mucho en honor y favor -y desagravio- del protagonista (por activa) de la instantánea aquella que tú recuerdas, y que yo absolutamente desconocía. Lo mas grande del caso es que me creo absolutamente lo que me dices, del recibimiento por parte de Sigfredo, entusiasta y absolutamente sincero. En mi época del FES no obstante –lo dije y lo mantengo- no le oí nunca nombrarle; de forma elogiosa, me refiero, que por razones evidentes hubiera quedado más fácilmente en mis recuerdos. Misterio. Lo que sí recuerdo con nitidez absoluta en cambio es la imagen negativa –en negro- que de Serrano se desprendía en los juicios y comentarios de nuestros demás camaradas, perfectamente acorde por lo demás con la memoria colectiva, del FES, que arrastrábamos todos sus integrantes sin excepción, referente a los sucesos de Salamanca, de la que emergía (y no me lo negarás) Serrano Suñer de líder indiscutible de los franco falangistas, y en cuanto tal, de rival y enemigo directo y principal de Manuel Hedilla –que para todos los “auténticos” (lato sensu) representaba (y sigue representando) la legitimidad encarnada- y también, en cuanto tal, de artífice o urdidor último y supremo del Decreto de Unificación, horresco referens! Y añadir a ello, el anti-nazismo y antifascismo latente –y antes y después de la Transición visible in crescendo en nuestros camaradas de entonces (y chorreando agua bendita convenientemente por cierto) - que le echaban encima, impunemente y sin la menor posibilidad de réplica alguna, todos “los pecados de Israel”, de la Alemania nazi, que me diga. Lo cuento yo también como lo recuerdo. Un fuerte abrazo, camarada
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