Explicándome a la opinión pública española tras mi autoexilio, con mis crónicas de Bruselas
jueves, noviembre 22, 2018
SALÓ, LA AGONIA DEL FASCISMO
CasaPound. El rostro juvenil transgresor y desafiante –“los italianos primero”- y anticlerical (no se olvide) del neofascismo italiano, renaciente aún
La caída del fascismo fue un resurgir de la tragedia antigua como lo fue la derrota de Alemania. Como lo ilustró la República social (RSI) –más conocida en francés como la République de Salo (ó)-, cuya historia me puse (febrilmente) a leer –en ejemplar de la Casa de Lectores- en mi fase de enroque universitaria (principios de los setenta), justo antes de volar al seminario (tradicionalista) de Ecône. ¿La voz de la sangre –la que entonces oí- que liga los destinos de España e Italia (y Europa)?
¿Muerto el perro se acabo la rabia? Un refrán castizo que me viene a la mente ahora con la movida de la exhumación (en grado de tentativa) de los restos de Franco y el formidable revulsivo -sobre todo entre jóvenes- que ha producido (y lo que aún se espera) Y es que muerto el PP (un decir) se acabaron los complejos y la amnesias y las lagunas de memoria tanto de la historia europea como de la española. De la historia de la Segunda Guerra Mundial, me explico, y de su capítulos tan cruciales de la agonía del fascismo y de la derrota de Alemania, tabúes intocables y en poder de los garantes de o políticamente correcto desde la llegada de la democracia (a la española) Del primero de los dos capítulos mencionados –del alemán- me ocupé más hasta ahora este blog, del segundo menos ¿Por qué?, se preguntarán algunos.
Tal vez porque el tabú sea mas espeso por paradójico que parecer pueda. Y era por lo mas cruel y decisivo que el alemán en nuestra propia historia, quiero decir en la historia de nuestro propio fascismo (sic) –Stanley Payne díxit-, el del régimen anterior, del fascismo a la española. Fuera complejos ya digo, y eufemismos en la forma de hablar y de expresarse en política. Causa final, causa ejemplar, decían o enumeraban los escolásticos. Y es que el fin (de algo, "quis") es más revelador e instructivo y ejemplar e ilustrativo que sus inicios. Como nos lo muestra el caso del fascismo italiano. Decía el historiador Javier Tussel –correcto entre los correctos- que Franco le vio las orejas al lobo con el final (atroz) del Duce -y el de Claretta- y se decidió a resistir a toda costa y a morir con las botas puestas. En lo que estuve de acuerdo hasta no hace mucho, ahora en cambio cuando nos hicimos mucho mas serios (Netzsche díxit) en las cosas del espíritu veo las cosas igual pero de muy distinta forma. Y es que Franco resistió, es cierto, se negó probablemente entonces a abdicar a dejar el poder como se lo habían propuesto o tal vez lo había pensado él mismo, pero lo hizo metiéndose debajo de las faldas o de los faldones de la santa/madre/iglesia. Dejémonos no obstante de polémicas (fastidiosas) y centremos o fijemos nuestra atención en el final del fascismo y saquemos todas las lecciones de su ocaso o de su agonía que tuvo no poco, como ya hemos vsito, de trágica y de gloriosa. Y es que si Franco resistió o no, o si no lo hizo sino de un forma sui generis (un eufemismo apenas), los suyos sí que lo hicieron y lo hicieron, entre todos ellos, más o mucho más los que vieron in situ, de sus propios ojos, la caída del fascismo como ocurrió con Raimundo Fernández Cuesta –embajador e Italia (coincidiendo allí con Dionisio Ridruejo, corresponsal de la Prensa del Movimiento en Roma)- , personaje clave en la transición y más exactamente en los episodios cruentos, polémicos o violentos que la acompañarían. Dicho sea en descargo de su honra.
Almirante junto a Blas Piñar. Esa alianza (hermana) acertó a reanimar la llama de la fe y de la esperaza entre un sector de la juventud española, brillante, idealista y heroico, por minoritario que fuera (tardo/franquismo tardío principios de los setenta) Tenía sus fallas (evidentes), más en la vertiente española que en la italiana, y por eso fracasó. Un fracaso que a mi me pilló fuera y lejos. Y en eso, se me reconocerá, no fui cobarde sino profeta (…) ¡Almirante, qué brillo de nombre y qué fuego y qué voz! In memoriam
La bandera de la Republica Social italiana (RSI) –la Rèpublique Sociale de Salo-, el pasado –el haz de líctores- junto al futuro, la llama de la esperanza
Almirante en una concentración del MSI (Movimiento Social Italiano) Récord de duración, el de su intervenciones en el Parlamento Italiano, como buen orador y actor e hijo de actores, lo que silenciaban cuidadosamente los medios en España
Fernando Mezzasoma (a la derecha en la foto), ministro de Cultura de la Republica Social. Fusilado junto a Mussolini, y “último recluta capaz –tal y como retuve en mis lecturas (febriles) de juventud- que produjo el fascismo”. Almirante –que fue su jefe de gabinete- no renegó nunca de su fiel amistad como lo probó en su lecho de muerte, recordando a aquél, en homenaje a su memoria
Raimundo Fernández Cuesta, el amigo de José Antonio. Embajador en Italia durante la caída del fascismo. Su actitud en la Transición y el tardo/franquismo y la de los suyos sin ello no se explica. Escarmentaron en cabeza ajena. Como la clase obrera francesa con la guerra civil española (piensen lo que piensen Stanley Payne y Pío Moa)
La aventura de la Republica Social sigue fascinando hoy como cuando yo era (mucho ) más joven. Como fascinó al cineasta transgresor Pier Paolo Passolini que le dedicó el ultimo de sus filmes, "Saló o los 120 días de Sodoma", el único suyo que ví (lo confieso) donde consigue mostrar el lado trágico –y poético- de aquello. En la escena que ve a uno de los “squadristi”, el jefe de todos ellos, solo en la habitación del hotel su mirada ensombreciéndose y poniéndose cada vez más inquieto con el runrún de los bombarderos cada vez mas cerca (….) O en aquella otra en la que la manada (sic) de fascistas han dejado (sueltas) por un momento a sus chicas (más o menos consintientes, más o menos obligadas o secuestradas) (…) y se ponen a cantar –en posición descanso, armas fuera- un (bello) himno emblemático del fascismo naciente y de su época, “Sul ponte di Bolzano”- de los batallones de “alpini” de la Primera Guerra Mundial, de los de “bandiera nera”, que por aquel puente entraban en el Alto Adigio, zona irredenta. En el seminario de Ecône trabé conocimiento y amistad con uno de los seminaristas italianos –canónicamente reconciliado hoy (papolatría obliga), obispo o arzobispo o que sé yo (….)-, tributario de la memoria (fascista) de los vencidos como todos los de esa nacionalidad allí, doy fe de ello, que ensayaba una tentativa de defensa del bando de los “negros” (“neri”)- léase de los suyos (de su propio padre al que alcancé a conocer también allí)-, lo que rezaba más o menos, teníamos sellada una alianza con esa gente y había que cumplirla hasta las ultimas consecuencias, con lo que se hacía eco de la mística ancestral del Imperio romano y de sus alianzas de guerra con los pueblos vecinos (o vasallos) mucho más viva y operante entre ellos que entre nosotros como lo ilustraría la guerra civil del 36 y en la Segunda Guerra Mundial, la neutralidad (o “no beligerancia”) española. Y los italianos fascistas de la RSI, como los franceses de la Carlomagno como los españoles de la División Azul supieron desmentir los clisés y prejuicios en boga en la Alemania nazi –heredados en gran parte nota bene de las guerras de religión (…)- por cuenta de las razas latinas (…)
Al precio no obstante de la guerra civil (“europea”). Con lo que la Segunda Guerra Mundial mostraba alli un aspecto un tanto insólito como en ningún otro sitio de la Península italiana –y mucho menos en Sicilia- y como no lo había mostrado antes nunca. Y en esa lectura de mis años universitarios que evoqué no hace mucho en este blog, de la editorial Acervo (toda una referencia), “Sangre llama a sangre”, de autor italiano (y antiguo squadrista) se analizaba y desmontaba (dialécticamente) esa trágica espiral .-como la que condujo mutatis mutandis a nuestra guerra civil la primavera del 36- de atentados de la Resistencia y de represalias fascistas y alemanas como la de las Fosas Ardeatinas, aún viva ben la memoria (en grado de iconografía) La Republica Social tuvo pues un alto significado simbólico en el plano militar –de resistencia numantina- que retrasó por lo menos en un año el desenlace del conflicto. Y otra más importante y crucial si cabe aún en el plano político y fue que selló la muerte o el fin del compromiso histórico que hizo posible el fascismo en su nacimiento entre la Iglesia y la Monarquía –o la dinastía de Saboya– y el régimen fascista. Un compromiso bipolar fue roto entonces del que los (llamados) patriotas españoles –todos ellos sin excepción (soy categórico en lo que afirmo), en la faldas o en la órbita de la iglesia- retienen sólo lo republicano (o anti monárquico) –como en un tiro por elevación contra la dinastía borbónica española y no les falta razón-, silenciando escrupulosamente en cambio la cargazón romántica anticlerical, pagana o neo pagana –y anti-clerical, “masónica de derechas”- del fascismo o neofascismo ultima época (…) el de una vuelta en suma al squadrismo de los orígenes, que daba rienda suelta a la sexualidad y al erotismo franco –y sano- sin complejos ni tabúes (judeocristianos), no falto o ayuno –en ningún modo- de credenciales en la Antigüedad clásica o neoclásica grecorromana –y en menor medida también en el libertinaje de las Luces-, como lo ilustra el film de Passolini que arriba comentamos (….)
Ceremonia nupcial de Galeazzo (conde) Ciano, y de Edda Musolini, la hija mayor (y preferida) del Duce. La muerte del conde Ciano tras su condena (por instigación alemana, y de los ultras del fascismo, Roberto Farinacci y Alessandro Pavolini, en el proceso de Verona (enero de 1944) acusado de traición y de participación en el complot del Gran Consejo fascista (moción Dino Grandi) (25 julio de 1943) que llevaría a la destitución del Duce -lo que traería la ruptura de padre e hija-, es uno de los episodios más calcados de la tragedia griega en la caída del fascismo. Ciano –elemento clave desde el principio (pese a la leyenda negra, de histrión, que arrastra), de la participación italiana en la guerra civil española-, encarnaba a la vez el compromiso histórico, con la Iglesia católica y la dinastía de Saboya, de un fascismo filo/republicano y filo/masónico (de derechas) de los orígenes, lo que hizo posible la Marcha sobre Roma. Y lo que saltaría por los aires con la República Social italiana
Y el aspecto de tragedia antigua que tuvo la Republica Social lo ilustran en extremo también los personajes –a cual de mayor colorido- que en relatos literarios –como el mas reciente que aparece mencionado en estas lineas- intervienen y desfilan. Como el último jefe del Partido fascista Alessandro Paavolini, cuyo rigor justiciero del final no se explica sin los bombardeos salvajes de laa ciudades alemanas en donde había vivido refugiado hacia el final de la guerra. O Barracu (Francesco Maria) del grupo de fusilados junto al Duce cuya estampa mas divulgada –del parche en el ojo, a lo pirata- oculta o quiere ocultar su trayectoria de militar con las mayores condecoraciones por meritos de guerra. O de Buffarini-Guidi –un nombre que retuve también en la memoria de mi febriles lecturas de la Universitaria, por su musicalidad tan italiana sin duda alguna- militar de alta graduación que supo a todas luces superar un conflicto e lealtades –política y milicia- , como ocurrió tan a mnudo en tamaña tesitura. O el más polémico y escandaloso de todos, Antonio Preziosi, el cura/arrepentido antisemita -al que el Duce, católico bautizado, ninguneaba y despreciaba- muerto defenestrado al final. Mártir del antisemitismo o héroe de opereta, no simboliza menos ese ex-cura fascista, –más allá de los perfiles caricaturescos del personaje- la tentativa de secularización y de sacudirse el corsé clerical de tantos y tantos fascistas (filo/fascistas o fascistizados) En pos de la otra modernidad (no/democrática) en suma, lo que no fue entonces posible. Pero tal vez el mas brillante de todos los fascistas de la hora nona que estamos pasando aquí en revista lo fuera Fernando Mezzasoma, ministro de Cultura de la República Social y el ultimo recluta capaz (sic) –como retuve en mis lecturas febriles de muy joven- que produjo el fascismo. Y junto a él. alguien que no le desmerece en lo más mínimo, en su calidad no obstante de superviviente (casi hasta nuestra época). Y me refiero al que fue entonces su jefe de gabinete Giorgio Almirante, dirigente y fundador mas tarde del MSI, e íntimamente asociado (lo confieso) a mis recuerdos de universidad como una estrella ascendiente en el panorama tan sombrío y tan convulso y tan incierto que era el mío y el de entonces (mayo del 68) Sería una figura teatral –casi histriónica- en la imagen (de desprestigio y de irrisión) que proyectaban de él entre españoles los medios, no dio menos prueba no obstante de lealtad a la memoria de su jefe rindiéndole homenaje (póstumo) en su lecho de muerte- El fascismo murió, y aunque dejamos de creer en la fabula (judía) de la resurrección de los muertos -viva y operante ¡oh sorpresa! en la memoria de los vencidos (iconoclastas y con una reputación bien ganada de come/curas a cuestas) de la guerra civil-, no nos guía e inspira menos la fe en la eternidad del mundo, en el eterno retorno de lo que nunca muere. De lo que tuvo el fascismo de eterno. ¡Presente!!!
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