viernes, junio 10, 2016

LAVAPIÉS, BASTIÓN DE LA IZQUIERDA (Y DE SUS LIBREROS)

Escena habitual junto a una vivienda “okupada” -con el visto bueno o la vista gorda de los ediles del barrio y del consistorio madrileño- del barrio madrileño de Lavapiés (la antigua judería de antes del 92), por donde hoy pasé en busca de libreras donde dejar ejemplares en deposito de mi ultimo libro  (¡ingenuo de mí!) Empresa vana (utópica) A la vuelta justo de ahí -léase del lugar que se divisa en la foto- en una galería adyacente, tienen su despacho los eurodiputados (sic) de Podemos, y locales abiertos dos librerías todo menos apolíticas (….) “Okupas”, inmigración ilegal y censura (implacable) de la izquierda en el plano cultural (u editorial) Fenómenos concomitantes y característicos de es zona de barrios bajos madrileños. A costa y para tormento y escarnio de la (gran) mayoría de sus sufridos y honorables vecinos (tan castizos) ¿Hasta cuando?
Poder cultural. Una noción que se asocia normalmente a la extrema izquierda -léase (en lenguaje de hoy) a la izquierda anti-sistema- y en particular al nombre del marxista italiano (de la tendencia leninista) Antonio Gramsci, que achacaba a la insuficiencia dekl análisis marxista en ese plano (cultural) el auge y triunfo del fascismo a costa de la socialdemocracia (marxista) italiana de los tiempos que inmediatamente siguieron a la Primera Guerra Mundial.

Y esa misma noción revoloteaba haciéndome sombra al marchar hoy por la tarde a mi paso por zonas emblemáticas de lo que se dio en llamar de antiguo el Madrid de los barrios bajos, en la incursión que ma habré permitido hoy en busca de librerías que quisiesen aceptar en deposito ejemplares de mi último libro, “Krohn el Cura papicida” que al contrario de lo que me ocurrió en otro barrio no menos emblemático sino propiamente de Madrid, sí y del extrarradio madrileño y me refiero al de Vallecas- conde pude ayer depositar en distintos lugares varios ejemplares de mi libro - se habrá saldado por un rotundo fracaso.

Una especie de víacrucis -que por momentos me parecía interminable en la calorina de junio (pasado ya el cuarenta de mayo del refrán tan característico), y subiendo las cuestas tan empinadas de esos barrios bajos madrileños que van descendiendo en circunferencias casi concéntricas hacia el río Manzanares. Plaza de Lavapiés, calle del Tribulete (y del Sombrerete), calle de Embajadores, Ribera de Curtidores, el Rastro, plaza de Cascorro, calle de la Ruda, plaza de la Cebada y vuelta en dirección de Tirso de Molina, y de Antón Martín por la calle del Juanelo, calle de Relatores, del Ave María, del León, al hilo de un itinerario surcado de librerías, que me había yo marcado previamente navegando en la Red.

Nada, ni uno. Ni uno sola librería que aceptara ni un ejemplar tan siquiera de mi libro. Como me ocurrió en la Cuesta de Moyano la ultima vez que por allí pasé cargado de ejemplares del útimo libro que acababa de publicar. No creo en las meg!as pero hay las. Y lo mismo que entre todos aquellos libreros de ocasión de esa cuesta madrileña tan emblemática pude distinguir en su momento -como así lo denuncié en este blog- un sistema de censura discreta y no menos implacable e inflexible -y de censores de carne y hueso (que yo conocía de vista incluso)- se me antoja que en todos las librerías por las que habré transitado hoy de esos barrios bajos madrileños al sur de la linea divisoria que parte Madrid por la mitad (o lo parece) -en el plano electoral incluso- que fueron nota bene importante de abrevadero de votos de la izquierda (radical) actualmente en el poder en el consistorio de la capital de España, rige un control ideológico no menos implacable.

Esa fue desde luego la impresión que daban sus escaparates y también la invariable actitud -de rechazo, de entrada, de desprecio olímpico (sin aspavientos y no menos inequívoco), tras un somero vistazo a la portada (o a lo sumo a la contraportada)- de los encargados (y encargadas) con los que tuve ocasión de hablar. La cabeza contra un muro. Y que no eran figuraciones mías me lo venía a probar esa sede de los eurodiputados de Podemos que divisé junto a la glorieta de Lavapiés, al lado de una de las librerías que jalonaban mi periplo.

Y por si dudas aún me quedaban, me la disipaba todas el lugar escogido por Alerto Garzón, líder de Izquierda Unida -precisamente en la mencionada la glorieta- de arranque de la campaña electoral de la plataforma con la que concurre -en compañía de Podemos- en las próximas elecciones. Y el comentario escueto y terminante, como una o consigna, de una de la responsable de una de las librerías de mi trayecto, ponía tal vez ya de entrada en la pista, sin necesidad de mayores abundamientos.

No, nosotros no trabajamos la auto edición. Auto edición. Horresco referens! Un fenómeno nuevo -comparable mutatis mutandis con el de los vuelos baratos en el terreno de la aviación civil- que amenaza con echar por tierra ese monopolio de poder cultural -que viene ejerciendo olímpicamente la izquierda de antiguo en ciertos áreas de geografía urbana de grandes ciudades como lo viene ilustrar la situación que aquí denuncio en lo llamados barrios bajos madrileños.

Y es esa aprensión lo que dejan traslucir ese boicot (más que evidente) a la nuevas editoriales y los autores que en ellas publican. Razón de más para perseverar en mi empeño. Tigres de papel. Y a fe mía que nunca mejor dicho

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