Refugiados sirios. ¿De qué huyen y por qué ahora? se preguntaba el diario el País (fuera de toda sospecha) hace pocos meses en la cresta de la afluencia en territorio de la república federal (alemana)de refugiados sirios de esa procedencia. Y la respuesta parecía brindarla la encuestas de una cadena de televisión alemana entre la masa de refugiados, de los que el setenta por ciento (setenta) echaban a Assad y a su régimen las culpas de su situación, y no a la guerra en sí ni al Estado Islámico siquiera. ¿De qué huían los andaluces del éxodo rural -a Cataluña- en la década de los cincuenta, que encarnan hoy -a través de sus descendientes- la principal corriente a favor de la independencia? ¿Del hambre y del atraso, o de Franco y de su régimen del que veían ya los días contados, como la mayor parte de esos refugiados sirios que habían vendido la piel de oso -del régimen de Assad- antes de tenerla en mano (azuzados y manipulados por los medios)?Mari Paz Domínguez -en catalán Mari Pau que es como firma su articulo (todo un síntoma)- es (por lo que ella misma cuenta) una catalana oriunda, léase descendiente de emigrantes procedentes de otras regiones de España (“in casu” de Andalucía) Su articulo chorrea de victimismo y de sentimentalismo y de argumentos o ideas fuerza a la vez que no dejan de ser discutibles. La pobreza les obligó (sic) a dejar de ser andaluces, escribe refiriéndose a aquella generación de emigrantes entre los que a todas luces se encontraron los suyos, sus padres o sus abuelos.
¿La pobreza sólo? Si se acepta la tesis que nos vienen vendiendo hace décadas de una emigración por motivos puramente económicos huyendo del hambre y del paro, para el éxodo rural aquel de los cincuenta habrá que estar de acuerdo con ella, y asentir a pie juntillas a lo que dice. El problema es que algunos no os creemos ese cuento de hadas (al revés) o no del todo por lo menos. Me explico, el cuento de una emigración económica que no dejaba no obstante de verse también impulsada por motivos políticos.
Como (mutatis mutandis) el éxodo de sirios (e irakíes) a los que el continente europeo esta haciendo frente de nuestros días se explica por la guerra y también -a partes iguales por lo menos- por una rebelión inspirada en motivos políticos y confesionales (convenientemente azuzada por los medios occidentales) Huyen de la guerra y también en desafío contra el régimen de Assad del que vendieron la piel (como la del oso) antes de tenerla en mano.
Como muchos de aquellos emigrantes andaluces de extracción obrera -herederos por la vía generacional de los vencidos de la guerra civil o vencidos ellos mismos- vendieron en su momento la piel de Franco y de su régimen del que veían ya (como tantos se lo anunciaba de dentro como de fuera) sus día contados. Como así lo cantaban ya la mayor parte de los protagonistas del segundo aliento o impulso de aquel movimiento emigratorio político y económico a la vez que fue desde finales de los cincuenta y principios de los sesenta la emigración por cima de los Pirineos.
Lloraron de emoción -nos dice la autora del articulo (de los suyos)- cuando oyeron decir al separatista Pujol que todo el que vivía en Cataluña debía sentirse catalán (sic) Si hubiera dicho español, esas lagrimas y esa emoción hubieran tenido mucha más credibilidad y se hubieran vistas provistas de mucha mayor conveniencia -y también decencia (se me reconocerá)- a efectos de lo que en el articulo que aquí comento se aborda y de lo que se ventila en la situación actual en Cataluña.
El limbo emocional (sic) del que se queja la autora del articulo fue el que se buscaron los suyos propios, optando por la emigración salvaje y privilegiando así una memoria de la guerra civil por encima de la memoria de su patria chica y del apego a su propia tierra. Se me dirá que me aplique el cuento de lo que aquí predico, yo que escogí la via del auto exilio por motivos personales, que no dejaba de tener algo de semi forzoso y a la vez de semi voluntario como lo tuvo la emigración en masa aquella de andaluces (cerca de un millón) a Cataluña.
Pero yo no pretendí nunca que en Bélgica se me considerase un belga al cien por cien -ni a mí ni siquiera a mis descendientes- , sino que al contrario no dejé nunca de reivindicar -contra viento y marea- el pasado español (irredento) por estas tierras. ¿Se puede obligar a habitantes del Principado de ocho/apellidos catalanes a sentirse mas ligados emocionalmente a aquella corriente migratoria de oriundos desarraigados (y separatistas), que a otros países europeos y a sus habitantes -a Finlandia o Alemania por ejemplo-, que es la queja o el lamento que parece traducir el articulo que aquí comento?
A riesgo de escandalizar a algunos, y de que se rasguen las vestiduras lo que tanto parecen elogiar y celebrar ese articulo, diré que no. El problema de fondo de la emigración aquella no lo era el hambre, sino una guerra civil interminable de los que aquel éxodo rural no dejo de ser un episodio más de guerra asimétrica. Fue esa guerra civil interminable -en la que ellos no dejaban de tomar parte (a su manera)- la que les hizo dejar de ser andaluces, porque todos o casi todos aquellos emigrantes vieron en su tierra andaluza la tierra de los señoritos, a los que echaban encima todas las culpas y pecados de Israel. Y a los que no conseguían perdonar.
Y por las trazas siguen sin conseguirlo. Unos señoritos que en tantos casos habían escapado a practicas de genocidio en zona roja. ¿No perdonaban ellos tampoco? El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. No volverá a hablar de su familia, promete entretanto -¿y por qué?- la autora del articulo. ¿Nos lo creemos?
maripau una maripava
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