Chile. 11 de septiembre del 73. Ataque aéreo al Palacio de la Moneda donde se hallaba atrincherado el presidente marxista Salvador Allende. Algunos llevamos dentro en lo más hondo esa efemérides, como lo que fue, un capitulo (glorioso) más de la guerra civil española del 36 interminable. Y a los escépticos que me lean les invito a oír (sin que se les salten las lagrimas) el himno –de la Alborada- que resonó en todo Chile en aquella fecha histórica. ¡El más hispano, Chile, de todos los países de América! Lo pensé y lo sigo pensando. Aunque los cantos de sirena por cuenta del comunista Neruda nos quieran persuadir ahora de lo contrarioConfieso que no amé. Es la frase –parafraseando al interesado- que me viene a la mente de improviso desde hace ya bastantes años evocando a Pablo Neruda. Una anti-poesía en lengua española, hay que acabar ya concluyendo dejándonos de eufemismos (y de complejos) Umbral le celebra a lo largo de su obra y le dedica todo un retrato de la galería de escritores (en lengua española) –una de tantas-, que publicó por entregas en el suplemento cultural del Mundo y acabaría recogiendo en forma de libro bajo el titulo “Los alucinados”, y que me releo ahora a toda prisa –al calor de las últimas informaciones o especulaciones más bien recogidas en los medios sobre la muerte del nobel chileno- tratando de entender algo, un poquito más si quiera de lo poco que le entendí a Umbral las veces (repetidas) que me leí ese texto. Poesía de las cosas, según Umbral, la de Pablo Neruda.
La cosa (res) es uno de los trascendentales en la filosofía antigua, es cierto: la cosa en sí (precisando), considerada en abstracto con un índice de abstracción por mínimo que sea. No es óbice que en el universo de las cosas, hay de todo, hay cosas que inspiran poesía per se, y otras que la inspiran menos, así por ejemplo me he entretenido en una fugaz enumeración de las cosas que inspiraban a Neruda tal como Umbral las recoge en su artículo, las herramientas, las esponjas, la tabla de lavar, el cuchillo de cocina, cosas todas ellas que aparte de inspirar a Nerud,a inspiraron poco en la historia de la poesía, se me reconocerá aquí sin pena, y siguen sin inspirar gran cosa en los años largos transcurridos ya desde la muerte de un autor mucho más conocido y divulgado –y endiosado- que su obra, o que sus poemas. Como las llaves de tuerca –y continúo con la enumeración- o la ropa de las sastrerías, el pico y la pala o las botas (de labranza) o el erizo o el serrucho y paro de contar: la fealdad erigida en norma de belleza y elevada al rango de lo poético y de lo sublime.
¿Tendrá todo eso algo que ver con el rostro tan difícil –por emplear un eufemismo apenas- del poeta (comunista) chileno en las imágenes que de él se nos legaría (post mortem)? Una sugerencia apenas. ¿O acaso con esa memoria escindida –entre el Asia y el Occidente- de los pueblos indios y mestizos de América? “Hay piedras que han tocado el tiempo”, le atribuye Umbral –que se me” antoja es cierto más poeta que Neruda (y que se me perdone la blasfemia)- al final del retrato que aquí estamos comentando en un destello poético luminoso, es cierto.
El que las piedras toquen el tiempo no obstante es algo que se nos escapa al común de los mortales, poetas o no poetas, porque no somos seres inanimados aunque sólo sea, la piedra modelada por el hombre en cambio nos da ya otra idea más precisa y mas poética, esas fachadas desnudas dando a espacios baldíos en medio de una manzana de casas habitadas, que nos miran al pasar como quien dice, caminando por la acera, o esas tapias igualmente desnudas que parecen desafiar el paso del tiempo, los diluvios y las guerras, ahí sí que se diría –en un lenguaje poético y humano al mismo tiempo- que se estrelló el Tiempo dejándose en ellas sus sesos, las piedras de Neruda –de desierto, como el de Atacama- dicen poco en cambio por no decir nada.
Y tal vez hubiera que remontarse al animismo de las culturas indígenas primitivas de América- para intentar entenderlo, y entender al propio Neruda o lo que Umbral dice de Neruda, como de oídas –esa es la impresión que da- o como oyendo campanas sin saber dónde. En resumen, Neruda resulta bastante hermético –por no decir cerrado totalmente o inaccesible a sensibilidades digamos normales, léase libres de reflejos condicionados del tipo estético, ideológico o del que sean, aunque sea yo consciente de enfrascarme así (con algunos) en un diálogo de sordos.
Nadie le discute no obstante su poesía -personal por propia/definición e intransferible- por más que no seamos capaces de entenderla o de apreciarla. Ocurre no obstante con Neruda como con Lorca, que se ven erigidos por los guardianes de lo política o poéticamente correctos en iconos de la Poética en el mundo actual y de la poesía dominante a la sombra o al socaire de aquella. Como lo ilustra el nuevo culebrón que nos están vendiendo ahora por cuenta de la muerte del poeta chileno, o como los que no sirvieron hasta ahora por cuenta de la búsqueda de los restos del poeta granadino (y que no decaiga)
Y no es puro azar o un dato meramente trivial si se trata del mismo forense –vasco de apellidos (y de “nación”)- el que se encuentra detrás de las dos tentativas de re exhumación, por cuenta del cadáver de Neruda y de los presuntos lugares donde podrían encontrarse los restos de Lorca. Y no es de extrañar pues que el diario El País siempre presa –como de un mal endémico- de su fiebre guerra civilista haya sido el encargado de levantar la liebre ahora en el tema, más de cuarenta años transcurridos de la muerte del poeta chileno.
Confieso que no gusté, ni de la poesía ni de la poética de Neruda. Confieso en cambio que Chile y los chilenos se llevan la palma de mis preferencias entre todos los países hispanos o ex hispanos de América, por las mismas razones sólo que al revés de las que habrán impulsado al diario el País a lanzar este nuevo globo sonda. Y me estoy refiriendo al alzamiento cívico –anti-comunista- del 11 de septiembre del 73, aquí todos ya lo ha adivinado.
Cuando los militares chilenos (en bloque), por encima de la ruptura histórica que trajo consigo la Emancipación Americana demostraron tener bien viva y fija en sus mentes la memoria histórica de Alzamiento del 18 de julio de 1936, o supieron oír -en otros términos- la voz de la sangre venida del otro lado del Atlántico (que parecieron desoír en cambio en el momento de la independencia)
Tal y como lo ilustran las declaraciones recientes del que fue secretario –u ordenanza más bien- del escritor chileno (comunista), donde le presenta en aquellos días que siguieron al 11 de septiembre (del 73) y que precedieron inmediatamente su muerte, obsesionado con Franco y con la guerra civil española.
Un bluf más de cultura democrática (y políticamente correcta), Neruda, como tantos otros que siguen relumbrando en el mundo que vivimos. Descanse en paz (y descansemos todos)
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