Vidal y Barraquer, el Cardenal de la Paz (o de la Pau), hombre fuerte de la iglesia de España durante la II República, y (excusado el decirlo) catalano parlante. Está todavía por escribir la biografía secreta de este (nefasto) personaje y de su protagonismo -entre bastidores, y entre faldones (y faldoneos) (…)- en la historia de la guerra civil y en particular en la derrota del Alzamiento en Barcelona, si se tienen en cuenta las influencia más que presumibles que debió ejercer sobre una figura clave en el desenlace de la batalla de Barcelona (del 19 de julio del 36), a saber el coronel de la Guardia Civil, Escobar, católico practicante con una hija monja y presumiblemente bajo el influjo también de otro hombre de confianza del cardenal catalán, Carrasco Formiguera, uno de los firmantes del pacto de San Sebastián y condenado a muerte y fusilado por alta traición al final de la guerra. ¿Qué piensan de todo esto los de Plataforma (sic) per Catalunya? Sería interesante –y de una urgencia imperiosa- el que nos lo explicaranMosén Cinto Verdaguer ¡aparte de mi ese cáliz! Me viene a le mente ahora su nombre leyendo en la prensa digital de hy la mención hagiográfica que se le dedica en el comunicado difundido tras los últimos acontecimientos sucedidos en el Parlamento Catalán, por un grupo, Plataforma per Catalunya (Sic), supuestamente en la línea de frente de la defensa de España y del combate contra el separatismo en Cataluña. Soy consciente –dicho sea de entrada- de incurrir en delito de blasfemia para algunos escribiendo lo que sigue, sobre alguien en quien muchos siguen viendo el padre de la lengua catalana.
Un padre (virgen y célibe) un poco especial –por su condición eclesiástico- se me reconocerá. Siempre rondó a mi alrededor, como sea, la memoria (un tanto endiosada) de este eclesiástico catalán que no fue un cura como los otros, en eso estamos de acuerdo. Fue muchos años –por lo que leo ahora (a toda prisa) de su currículo- nada menos que capellán (limosnero) del marqués de Comillas, Grande de España (un respeto) –Antonio López y López (para los prójimos y allegados)- otra de esas figuras del catolicismo español decimonónico (del último tercio del siglo XIX y de la Restauración) camino de los altares, a las que nunca supe (un decir) cómo hincarles el diente, contemporáneo nota bene del pontificado del papa León XIII, el de la Rerum Novarum (y de la democracia cristiana)
Si hay que creer a Rafael Sánchez Mazas en su libro prohibido (España Vaticano), el nacionalismo catalán se incubo en e pontificado de León XIII uno de los mas largo de la hisgori de la iglesia (si se exceptúa el que vendría un siglo después de Juan Pablo II), y fue a través del colegio español de Roma y de la obra de los Pios Operarios de San José (sic) viveros de curas separatistas vascos y catalanes (tales aguas, ales lodos treinta o cuarenta años más tarde)
Lo que -siempre a creer al escritor falangista en su libro prohibido- se había visto proseguido en el pontificado del sucesor de León XIII (san/pío X) bajo el patrocinio del secretario de estado (español) del nuevo papa, Rafael Merry del Val (fuera de toda sospecha) Y fue donde discurrió la mayor parte de la trayectoria de mecenas, bienhechor y alma caritativa -prodigando a troche y moche y a diestro y siniestro caridades hirientes y humillants y discriminantes- de este marqués de la Restauración, abuelo (nota bene) de la Madre Maravillas, con lo que creo que esta ya dicho todo de lo intocable –y rodeado de tabúes- del linaje (y de sus dos vástagos tan ilustres) y también de su protegidos (y paniaguados)
Y está claro que en el pontificado de León XIII al padre (putativo) del catalán contemporáneo -léase lengua/catalana- no le faltaron padrinos, a comenzar por el propio papa Leon XIII que le recibió en audiencia y elogió públicamente la obra más conocida de aquél, la Atlántida, que aquel papa (poeta) –y mentor y padrino y protector de separatistas vascos y catalanes- debía haberse leído. Otro de los padrinos de mosén/cinto lo fue la otra figura iconográfica del catalanismo “dentro de un orden”, y me refiero al obispo Torrás y Bagés –igualmente mencionado a titulo de referente histórico e ideológico (catalán) por los de Plataforma per Catalunya-, también consagrado obispo por el papa/demócrata.
Nunca leí nada así de primera mano ni de Jacinto Verdaguer ni del obispo Torras y Bagés, pero apuesto cien contra uno a que se me hubiera caído de las manos, y hoy a esta altura del partido mucho más todavía. Calamitas calamitatis! La memoria histórica reconstruida -de factura clerical por cierto- de los dos últimos siglos, siempre o casi siempre a costa (¡ay dolor!) de España y de los españoles. Como esa versión clerical de leyenda negra que se fabricó el clero flamenco decimonónico –por cuenta del Duque de Alba y de las guerras de Flandes- con la que las madres flamencas metían miedo (reza la leyenda) a sus hijos para que se fueran a la cama.
Como a lo que a todas luces se forjaron los dos eclesiásticos catalanes mencionados de una Cataluña medieval sin ligazón alguna en la memoria con el resto de España ni con la memoria de la España (visigoda) anterior a la Reconquista de la que a todas luces fueron tributarios los primeros condados pirenacios de donde surgiría el condado de Cataluña. Jacinto Verdaguer fue -catalanismo obliga- fatalmente tributario también de la obra del escritor francés (en provenzal) Federico Mistral, del que ya me ocupé en alguna de mis recientes entradas, y del que tradujo una de sus novelas, lo que prueba que entre ellos –provenzales y catalanes- se precisaba también de traducciones. Un clave de política religiosa la que se desprende todo lo que precede, que nos sirve de hilo (precioso) conductor de la historia de España contemporánea en los dos últimos siglos como al de Cataluña.
Como lo atestigua un dato innegable y es el catolicismo fervoroso y practicante del que fue figura clave –y tan nefasta- de la derrota del Alzamiento en Barcelona el 19 de julio del 36, el corone Escobar de la Guaardia Civil, que lleva a defender la hipótesis de que su postura decisiva en aquella trágica jornada tan crucial de nuestra historia contemporánea, lo fuera por inducción (directa) del entonces cardenal de Tarragona, el cardenal de la Paz (o de la Pau) primado de España en la práctica durante la III República y hombre de confianza del papa Pio XI -otro papa demócrata, opuesto al Alzamiento en sus inicios- para la iglesia de España.
Así –en clave de política religiosa (Maurras dixit)- todo se explica de la historia de España contemporánea y de sus laberintos más inextricables, y en particular los relativos a la guerra civil española. Y es lo que explica igualmente que el “presidente” felón –brazo derecho del anterior cardenal arzobispo de Barcelona (Sistachs) como a todas luces vendrá ser de su sucesor (Omella)- siga siendo la apuesta del Vaticano –y del papa de Roma- en Cataluña.
Como se podrá comprobar en el parlamento/catalán –léase en su segunda sesión de investidura (o si no, en la tercera)- la próxima semana. Arturo Mas o el "tapado" de la Santa/Madre
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