Inma Sequí Serrano, de diez y ocho años, presidenta de Vox en Cuenca y la candidata más joven de España en las últimas elecciones. Cobarde y salvajemente agredida en la vía publica por tres individuos –hasta perder el sentido- que la trataron de fascista. ¿Acabarán así por comprender algunos dirigentes de esa formación que democracia en España es algo que sigue sirviendo de simple cortada de violencia “antifascista” y de tapadera y de subterfugio de la guerra civil del 36, léase de la Segunda Guerra Mundial que en España todavía dura? ¿Para cuándo la condena de esta brutal agresión por parte de Pablo Iglesias y de los suyos?No tengo nada que ver con Vox, me curo en salud de inmediato. Como no tengo nada que ver con el PP por más que teclas maliciosas me hagan pasar –como lo leí no hace mucho- por alguien de (un poco) frikie que “tuerce” irresistiblemente por la derecha –léase por el PP y algunas de sus figuras más emblemáticas- ante el avance de los rojos. Vox me pareció siempre –y que se me corrija o se me convenza de lo contrario si no estoy en lo cierto- una formación con avales eclesiásticos y níhil óbstats lo bastantes como para poder permitirse –sin pagarlo de inmediato contante y sonante- una escisión capaz de debilitar por poco que sea el otro gran partido que goza del padrinazgo y del beneplácito de la iglesia y del vaticano. Poder permitirse, por ejemplo, el denunciar en nombre de la doctrina católica –y del magisterio eclesiástico- la debilidad o las contradicciones o incoherencias del partido actualmente en el gobierno en temas de contracepción y de aborto.
Los demás puntos o posicionamiento de su programa y de sus mensajes me parecieron y me siguen pareciendo perfectamente accidentales comparados con el reto (magno) que plantea la cuestión del aborto (u asimilables) a todos lo que se sitúan de una manera u otra a la derecha (para entendernos) en el tablero político español obligándoles a definirse sin concesiones ni reserva alguna en la materia. Como lo ilustra el que otros partidos más anti-abortistas les acusen de tibieza y de concesiones en la materia. Dicho eso –y por poner un ejemplo elocuente- me siento tan cercano de Vox como lejano de los de Podemos o del movimiento indignado en general. Y es en la misma medida que los unos combatieron firmemente a la ETA y los otros en cambio estaban de vacaciones (o haciendo el juego a la violencia terrorista)
¿Frikis, niños pijos? Al pecado penitencia, pero no tanto (convendrán aquí todos conmigo) como la que se le acaba de infligir de forma tan bárbara y salvaje (y cobarde) a su joven representante –de diez ocho años (diez y ocho solo)- por la ciudad y la provincia de Cuenca. Cuenca fue villa mártir en la guerra civil española como lo fueron Albacete, Málaga y otras localidades que todo destinaba a ver triunfar sin problemas el Alzamiento en ellas y que lo pagaron caro al caer finalmente –al cabo de balbuceos e indecisiones iniciales- en zona roja.
Cuenca recóndita, romántica. De casas colgantes, de valles feraces semienterrados en páramos desolados, de pueblos abandonados o de veinte o treinta o cuarenta habitantes como ese del que procede el cantautor José Luis Perales que supo reflejar en su obra (tan extensa) esa Castilla la Nueva mitad manchega mitad alcarreña de la posguerra en vías de extinción o de desaparición estas últimas décadas, y perfectamente incógnita para madrileños flor/de/asfalto como el que eso escribe (como nos llamaba a mí y a mis hermanos mi difunto padre)
Gonzague de Reynold. Un intelectual suizo anti-demócrata, -amigo de Maurras (del Maurras de antes de su condena y del de después de su reconciliación canoníca, con Pio XII, en 1938), y de Olivera Salazar-, por encima de toda sospecha. Si no hubiera sido suizo, sino español por ejemplo, otro gallo le hubiera cantado en la posguerra europea en la que continuó jugando –pese a su pasado comprometido (o "quemado", de intelectual fascistizado)- un papel del mayor protagonismo de animación cultural e ideológica de gran irradiación internacional dentro y fuera de la Suiza, a la sombra de la Iglesia de antes del concilio vaticano II. En su obra sobre la democracia y la Suiza, de los años veinte -en la que se inspiró Vegas Latapié- , Gonzague de Reynolds defendía la tesis que la llamada democracia/suiza emparentada con la democracia antigua (ateniense) era la negación de la democracia moderna surgida en la Revolución Francesa, lo que le valió su expulsión en 1929 de la Universidad de Berna. Gonzague de Reynold -natural del canton (católico) de Friburgo-, que reaccionó resueltamente contra el concilio vaticano segundo y fue uno de los fundadores de Una Voce Helvética (en defensa del latín y del canto gregoriano), fallecido en 1970 justo en el momento que Monseñor Lefebvre ponía los cimientos de su obra precisamente en Friburgo en la órbita de su universidad católica, gravitó de cerca (post mortem) –sin que yo le oyera mucho nombrar- sobre el seminario de Ecône los años que allí pasé aunque sólo mucho más tarde durante mi estancia en Lausanne (en 1986) cayera yo en la cuentaCuenca taurina también como sin duda lo es (o lo fue) el cantautor citado que dedicó a los maletillas de pueblo una de sus canciones más sentidas y difundidas. Y por ahí vienen tal vez los tiros, porque parece ser que la joven tan salvajemente agredida se habría pronunciado en vísperas de la agresión, sobre el tema en ascuas. Escandaloso e inadmisible por muy anti-taurino que se sea.
Y a fe mía que no soy lo que se dice un aficionado y que sólo fui una vez -de adolescente- a una corrida en mi vida. Y esa claro que la violencia anti-taurina como la violencia anti-abortista (comparaciones odiosas) –como la violencia “animalista”- pierden de entrada toda la razón que asistirles podría, y nos ponen igualmente del otro lado a tantos indecisos como el autor de estas líneas. No sentí nunca los toros en lo más hondo del ser como así los sentía a todas luces aquel quinqui merchero (¡ay dolor!) con el que tuve que cohabitar forzosamente en la cárcel portuguesa.
¿Más españoles los quinquis que yo? Una cuestión que no dejó de taladrarme siempre un poco lo confieso, aunque no me quitó el sueño tampoco como lo tengo expuesto y explicado tan prolijamente a lo largo de mi trayectoria digital (y no sólo) Violencia de guerra civil, no se me ocurre otro diagnóstico de la agresión de Cuenca, de la guerra civil interminable la agresión tan indignante a la joven político de Cuenca (de derechas) Atención al disco rojo. ¿A una erupción de violencia que vendría a ser corolario fatal al fracaso o al fiasco electoral que algunos medios vaticinan ya a los de Podemos cuatro años ya transcurridos de la erupción del movimiento de indignación callejera? Vivir para ver fantasmas míos.
El secretario general de Vox –y hombre fuerte del partido- se acaba de pronunciarde forma enérgica y contundente como era de esperar ante un hecho tan repudiable se me dirá, confieso no obstante que su reacción me hace olvidar impresiones primeras de tufo a clase política -o casta como le dicen algunos-, a profesionales de los política en resumidas cuentas, a años luz de los problemas y de las angustias, de los sueños y de las esperanzas de los simples mortales y de situaciones mínimamente frecuentes y normales del mundo de los seres vivos.
Y también declaraciones infelices de algunas de las principales figuras del partido desmarcándose en las últimas elecciones generales de todo lo que pudiera sonar a fascismo, alardeando de credenciales de demócratas de toda la vida (estaría bueno) que les vuelven fatalmente odiosos -o cargantes al menos- a los ojos de algunos, pocos, muchos, que saben de qué va la cosa y que se saben (al dedillo) el pedigrí, léase el pasado que no pasa (de ellos o de los suyos) de algunos de esos demócratas tan intratables e impolutos Como un golpe de viento, ya digo, la noticia de la cobarde y brutal y agresión capaz de borrar de mi mente todos esos escrúpulos a la hora de mostrar mi adhesión sin reserva a la joven político agredida, sin pedirle por supuesto el cambiar de partido.
No sé que darán de sí los de Vox en las próximas elecciones generales, si serán capaces de superar el umbral fatídico del quórum que les impone el juego democrático, que no consiguieron la última vez por un puñado de votos y a la vez por imponderables ligados a ciertas figuras de las del mayor relieve entonces del partido. El auge de Ciudadanos les ha robado mucho protagonismo y también una parte del espacio político que era suyo propio en principio mucho más que de los otros. ¿Barreras infranqueables las que me separan de esa formación? En principio se diría que sí a tenor de todo lo que tengo más arriba expuesto.
Digamos que me parecen mucho más infranqueable de su parte que de la parte del apestado impresentable (e infrecuentable) que el autor de estas líneas debe ser a sus ojos. Está además entre medias de ellos y yo, la presencia (semi) invisible y no menos ubicua de la tutela eclesiástica, ya lo saben aquí todos, y luego además, yo diría que sobre todo, ese tabú o tótem o tótem y tabú a la vez que lleva por nombre el de la diosa democracia.
Aquí ya tengo noticiado en abundancia sobre la crisis que sacude al Frente Nacional (francés) por dentro de resultas del conflicto personal, intimo y desgarrador entre el fundador del partido, Jean Marie Le Pen y su hija Marine. Y tanto más desgarrador en la medida que a la vez de tratarse de un conflicto de orden personal, familiar e íntimo se trata también de un contencioso del orden irreductiblemente ideológico, más incluso que de orden histórico (o e memoria histórica) Una conflicto primordial e irresoluble en torno al valor, a la noción o al termino (conceptual) de democracia en su sentido al menos de democracia moderna (tal y como la impuso orbi et orbe la revolución francesa)
El autor de estas líneas –como le ocurre a Jean Marie Le Pen- tampoco cree en la democracia. Y recuerdo en la asamblea constituyente (o algo asi) de “la coordinadora por la paz”, un colectivo –pacifista, "contra el terrorismo de ETA"- que se fundó en Bruselas por vuelta de 1996 entre el funcionariado español de la UE, a la que asistí y en donde me presté a estampar mi firma, lo que hice con una salvedad que mencioné a modo de apostilla al lado de mi rúbrica y era que yo no creía en la democracia, ante el estupor de la euro funcionaria encargada de la recogida de firmas. No era a mis ojos lo que se ventilaba con la agresión terrorista de la ETA, la democracia, sino el propio ser histórico de España y de los españoles.
No creo en la democracia moderna ni siquiera en su versión suiza que no tiene de democracia más que el nombre, que no viene en suma más que a camuflar una tradición secular en el país alpino de sistemas de gobierno más o menos autoritarios que históricamente se erigieron a modo de contra/poder o contrafuertes de los estados poderosos -el Imperio de los Habsburgo, la monarquía francesa, los estados pontificios- que le circundaban. Una cortada valiosa en el mundo surgido de la posguerra europea, el de la democracia suiza tal y como lo ilustra una obra sobre el tema ("Consideraciones sobre la democracia") que me leí de un tirón de joven, de Eugenio Vegas Latapié que había sido preceptor (educador y profesor particular) del entonces príncipe Juan Carlos en el periodo de la estancia de la familia real –finales de los cuarenta principios de los cincuenta- en la ciudad suiza de Lausanne.
“Lausanne me legitima ante el mundo”, le hacía decir Francisco Umbral a Franco en su Leyenda del César Visionario, en referencia al manifiesto célebre de Don Juan en el 45 redactado en aquella ciudad balneario suiza -volcada (como acostada) en el lago Leman-, que era en definitiva, visto con la perspectiva histórica que da el tiempo transcurrido, un salvavidas de oferta al régimen de Franco entonces en la picota y a la deriva (y a punto de naufragio) Y a fe mía que no dejé nunca de preguntarme si detrás de esa fascinación que Lausanne ejerce sobre mí de antiguo (tal y como aquí ya lo tengo confesado) no se escondía ese gravitar silencioso y prudente y discreto de Lausanne –republicana y la vez aristocrática y señorial- en la historia de España contemporánea, y tal vez de mucho antes (…)
No soy demócrata no, como no lo era (me consta) Eugenio Vegas escribiese lo que escribiese sobre la democracia suiza. Y tal vez por eso mi siento más libre a la hora de condenar una brutal y cobarde agresión en nombre del anti-fascismo (tapadera de la democracia que le sirve a la vez de coartada)
ANTONIO BURGOS ha publicado en twiter un mensaje de apoyo a
ResponderEliminarINMA SEGUI, la cual ha sido víctima de una agresión incalificable y cobarde sin que hasta ahora, que yo sepa, politicos o "feministas" hayan condenado ese atentado.
ANTONIO BURGOS, quizas ha querido solidarizarse con el
eslogan YO TAMBIEN SOY FASCISTA, lo cual me parece bien
sólo para responder a la chuleria "antifascista", que es la que tiene aval legal en toda Europa desde 1945