Habitantes de la localidad alemana de Heidenau en el estado de Sajonia junto a Dresde, enarbolando la antigua bandera imperial (prusiana) en la manifestación convocada el pasado viernes por el NPD contra la llegada masiva de inmigrantes en la localidad, que acabó -caída la noche- degenerando en graves incidentes con las fuerzas del orden –que se volverían repetir la noche del viernes y la del domingo- de unos niveles de violencia con escasos precedentes en manifestaciones de ese signo en Alemania. Reportajes de la manifestación dan cuenta no obstante de la presencia en ella de numerosas mujeres llevando coches de niño con ellas. Parece sin embargo que tengan que darse ellas también por aludidas de las lindezas que habrá dedicado a los protagonistas de los incidentes la canciller Merkel, hija de un pastor protestante que se fue a principios de la década de los cincuenta a la Alemania del Este con toda su familia, por razones ideológicasEscenas de guerrilla urbana -de guerra para dejarnos de eufemismos- durante tres noches sucesivas el pasado fin de semana en la localidad alemana de Heidenau en Sajonia –en lo que fue la antigua Alemania del Este-, a diez y ocho kilómetros de Dresde, la ciudad mártir de la Segunda Guerra Mundial destruida enteramente por las bombas incendiarias y reconstruida después de la guerra.
Los incidentes tuvieron su origen en una manifestación convocada por el partido anti-inmigración NPD que consiguió congregar una gran muchedumbre compuesta de militantes del partido y también de habitantes de la localidad que afluyeron en masa, con presencia incluso de muchas mujeres llevando cochecitos de niño durante la marcha. El detonante de la situación lo habrá sido a no dudar la llegada la localidad de un gran contingente de inmigrantes –de origen diverso (del África negra como del Oriente Próximo) -, en un contexto de ataques sucesivos contra centros de cogidas en diferentes puntos de la geografía alemana.
El que esté libre de pecado que tire al primera piedra, o en otros términos, que antes de arrancar con la consabida letanía de acusaciones (e insultos) y recriminaciones de racismo y xenofobia e intolerancia, como anillo al dedo además tratándose de alemanes, chivo expiatorios por excelencia del mundo surgido de la posguerra (en el 45), los aprendices de inquisidores deberían dignarse por favor en mirar la situación de frente a la que se ve confrontada las horas que corren la población alemana de resultas de la afluencia masiva de refugiados que según todos los cálculos y pronósticos y previsiones alcanzará a finales de este años la cifra de ochocientos mil demandante de asilo, cuatro veces más (cuatro) que el pasado año del 2014.
En causa se ve puesta directamente la guerra en Siria por supuesto pero también la política laxista –o la falta de ella- de los países de la UE en materia de inmigración que ha llevado al ministro alemán del Interior -reaccionando así a los recientes incidentes- a abogar por el reenvío forzoso a sus respectivos países, de aquellos -entre los inmigrantes que viene afluyendo a territorio alemán- procedentes de países “seguros” entre lo que el ministro alemán incluye países que tiene formulada su demanda de ingreso en la UE –en una alusión apenas velada a Turquía- y de ciertos países (sic) del África negra.
Los incidentes de este fin de semana por la violencia de los mismos –que dejaron un saldo de treinta y un policías heridos- prueban que la situación ha alcanzado un punto crítico en Alemania tras as manifestaciones masivas del invierno pasado organizadas por colectivos anti-musulmanes que tuvieron precisamente en esa misma región –con Dresde de bastión principal- sus principales focos de propagación y escenarios de las manifestaciones más masivas, y que no o conocieron no obstante la os niveles de violencia que se están alcanzando ahora.
La canciller Merkel como cabía de esperar habrá puesto el grito en el celo contra los neonazis y contra el racismo y la xenofobia. Si ese tipo de mensaje sigue teniendo el mismo eco y la misma fuerza de impacto que hasta todavía hace poco tiempo entre la población alemana abe preguntárselo desde luego como también hasta qué punto no se tratan esos lamentos de la canciller (demócrata cristiana)e simples cortinas de humo ante una situación que a todas luces se le escapa de las manos, al interior incluso de su propia formación, la CDU/CSU acusada por ciertos sectores de hacer la vista gorda al auge de los movimientos anti-inmigración en Alemania.
Alemania invadida de nuevo. Setenta años después de que se consumase la invasión de su territorio por las tropas soviéticas –de un lado y del otro por las fuerzas aliadas anglo americanas (y francesas) tras sucesivas campañas de bombardeos de atrición contra ciudades abiertas y contra la población civil –como sucedió en Dresde- refugiada en ellas. Nunca -doy fe de ello me pronuncié claramente en elación con la política alemana, o no tan explícitamente al menos como si lo hice en relación con otros países europeos, con Francia, o Italia o Bélgica, o incluso con Ucrania.
Con Alemania en cambio me veía victima de poderosos reflejos de inhibición -como sin duda les ocurrirá a tantos, y también por razón de mi apellido alemán (lo reconozco)-, como si aventurándome a analizar y a juzgar sin tapujos ni complejos la actualidad política alemana y situaciones conflictivas como la de ahora que allí fueron presentándose las últimas décadas, me viera fatalmente abocado a tener que cargar con un pasado que no pasa setenta año después –más pesado aun si cabe por lo irrevocable que el pasado español en el siglo XX-, léase, el peso de la derrota alemana en el 45.
De perdidos al rio, y está claro que tras haber tomado conciencia de la realidad de la guerra civil del 36 interminable a la que tengo dedicada no pocas de las entradas más recientes de este blog y también mi último libro, se me antoja que la única forma de recoger el guante del desafío que nos sigue arrojando al rostro la izquierda guerra civilista española (dentro y fuera de Podemos) lo es el asumir también aquella derrota alemana en lo que tuvo de propia (léase de española) Y está claro como sea que la derrota en el 45 no les priva a los alemanes del derecho a reaccionar en defensa de su territorio invadido por una inmigración que se va haciendo cada día que pasa más beligerante y menos silenciosa.
Y que habrá evolucionado de forma drástica con el paso del tiempo, de ser secuelas o consecuencia mayormente del desnivel social y económico de los países europeos y las áreas geográficas circundantes en un principio (década de los setenta), a verse resultado o consecuencia directa de unos conflictos enmarcados dentro de un choque –a nivel mundial- de culturas y de civilizaciones en lo que por paradójico que parezca los damnificados que viene ahora a parar a territorio de la UE viene a configurar una quinta columna (en potencia) de los enemigos de la civilización europea.
Como lo ilustra a las mil maravillas el aflujo de refugiados sirios –a los que otros candidatos a refugiados reprochan un trato de favor por parte de los responsables en materia de emigración de los países de tránsito (como Grecia)-, que vienen mayoritariamente a engrosar –junto a una representación de cristianos de Oriente (sirios o iraquíes) estrictamente minoritaria- miembros de la comunidad suni de aquel país que mayormente protagonizaron la insurrecciona anti-Assad, causante (y culpable) del éxodo del que ahora se ven victimas.
Y el tiempo habrá venido a dar la razón al jefe del estado sirio dos años acabados de transcurrir del inicio de la crisis de las armas químicas que estuvo a punto de desembocar en un conflicto generalizado y que puso al régimen de el Assad a borde del derrumbe, del que salió a flote contra todos los pronósticos –que en España a fe mía no hubo nadie que diera ni un céntimo por su piel (con la sola excepción (prácticamente) se me antoja del autor de estas líneas- y hoy dos años después ve cumplirse su pronóstico (amenazante) de entonces contra los gobiernos occidentales que se habían comprometido tan estrechamente con la insurrección, advirtiéndoles acabarían que las consecuencias de la guerra en su país mas pronto de lo que se imaginaban, como asi parece estar ocurriendo.
¿Frente Nacional francés -en su versión antigua me refiero-, recomendables, el NPD alemán en cambio palabras mayores? Un tabú que habrá saltado por los aires, se me antoja, al calor de loa acontecimientos recientes. Y es que en la medida que la amenaza y el reto que no plantea el aflujo masivo de inmigrantes nos hace sentirnos cien por cien europeos, en esa misma medida también nos hace sentirnos mas próximos de los que están combatiendo aquel en primera fila o línea de frente. Como si buscando su alianza sintiésemos aliviarse en nosotros mismos el peso de la derrota (del 45) que fue también española
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