Pequeño pero matón, Castrillo Matajudíos e ilustre y de pasado insigne a la vez. Por su castillo medieval por su templo parroquial y su antiguo hospital de peregrinos, y también por lo ilustre y famoso de uno de sus hijos, Antonio de Cabezón -del que la casa natal se conserva aun- maestro organista de Felipe II y de gran renombre internacional, en particular en Flandes, entonces y todavía hoy como el autor de estas líneas habrá tenido ocasión de comprobar y corroborar. Aquel pasado común (glorioso), pegado a sus suelas, lo que sin duda algunos tratan de borrar en esta pequeña localidad castellano/vieja, "de tierras de pan llevar" (¿"de palurdos sin poemas ni canciones" que soltó el guerracivilista aquél?)
Matajudíos, provincia de Burgos. Entre Castrojeriz y Frómista del Campo, camino de Santiago. Un nombre, una localidad de la que a fe mía nunca había oído hablar y de la que habré tenido que esperar a este lunes (belga) de Pascuas -día festivo aquí como también en Francia - para saber de su existencia leyendo en la prensa papel (concretamente en la edición del País de hoy) la noticia -que me deja (un poco) de piedra- del lío que se acaba de montar de pronto ahora, como si dijéramos casi mil años después de la fundación de aquella a raíz, según informa la noticia recogida en el diario madrileño (y en una versión histórica discutible como lo compruebo a posteriori), de una supuesta matanza de judíos en Castrogeriz, en el año de 1035, nota bene el de la muerte del rey de Navarra Sancho el Mayor, y en el principio del declive del Ándalus musulmán tras la abolición del Califato de Córdoba y su desmembramiento en los llamados reinos de Taifas, cuatro años antes.
La noticia del País nos informa también que el nombre oficial de la localidad -Castrillo Matajudíos- fue adoptado en el año de 1623 en la fase final de la guerra de Flandes, y en el cénit (le añado yo) del empuje español en la Guerra de los Treinta Años -cuatro años después de la victoria de los Tercios en la batalla de la Montaña Blanca (cerca de Praga)- y catorce años antes de la rendición de Breda inmortalizada en el cuadro de las Lanzas de Velázquez. Matajudíos -informa igualmente la noticia- fue la cuna ilustre del maestro no menos insigne Antonio de Cabezón, una de las figuras mayores de la polifonía barroca, de gran renombre internacional como me habrá sido comprobar y calibrar los muchos años que llevo residiendo por cima de los Pirineos.
Todo menos una simple cuestión de nomenclatura pues, los lectores de este blog estarán de acuerdo conmigo. Y unas de esas cuestiones además que procedería en principio, así a primera vista, por decisión de sus propia autoridad consistorial, el someter a consulta entre los habitantes. Si no fuera porque es la historia de España la que parece así puesta en entredicho y en un capitulo tan crucial y neurálgico y sensible como el de la Reconquista y en una área geográfica tan cargada de simbolismo y significado además como lo es el Camino de Santiago. La noticia no lo dice explícitamente pero no hay que ser un lince para leer entre líneas que estemos ante una nueva provocación del estilo de las que venimos sufriendo y presenciando los españoles al socaire de la aplicación de la llamada ley de la Memoria Histórica. Y pari passu ante una nueva campaña de guerra de proganda de cierta prensa extranjera.
Porque está claro que si aquella se refiere concretamente a la memoria de la guerra civil no es menos cierto que el choque de memorias históricas no es algo de ahora, de estos últimos años, ni siquiera se remonta (solo) a la llegada de la democracia ni siquiera a los años del tardofranquismo sino que la misma guerra civil del 36 no tradujo menos un choque de memorias históricas antagonista por cuenta de nuestro pasado colectivo y muy en particular también en relación con el largo y crucial capítulo de la Reconquista que vendría a cristalizar tal vez más que en ningún otro sitio de la geografía española en el enfrentamiento entre izquierdas y derechas en Granada, ya en estado de guerra civil larvada los meses que precedieron al Alzamiento, como lo ilustrarían unas declaraciones semanas antes apenas de producirse el Alzamiento a la prensa madrileña (republicana) de Federico García Lorca -en el tono sentencioso (y vitriólico) tan proverbial en él- donde pronunciaba lo que venía a ser un juicio de execración contra la Reconquista y contra la Toma de Granada, y en favor del Ándalus, léase de la dominación musulmana en la Península (…)
Gato encerrado -o una bomba de relojería tal vez- en la noticia que aquí comento. En la foto, Castrillo Matajudíos a la sombra de su castillo medieval mandado construir en 1440 por un ilustre converso, el regidor de Burgos, Pedro de Cartagena. Cambiar los nombres históricos, secuela imprevista de la ley de la memoria. Con ayuda (faltaría) de la gran prensa internacional pro/judíaLa noticia no dice exactamente a quien corresponde la iniciativa pero está más que claro que no ha sido un idea del alcalde -del PP cabe presumir (y apostar)- que se ve arrastrado un vez (ay dolor) como viene siendo la regla en las alcaldías detentadas por el partido en el poder en todo lo directa o indirectamente relacionado con la memoria histórica. Un botón de muestra inmejorable se me antoja de pronto -como anillo a dedo- este contencioso onomástico por cuenta de Castrillo Matajudíos, del gran descubrimiento en el plano de la memoria que vengo defendiendo y divulgando -un día sí y otro también- desde este blog hace ya un buen rato.
A saber, que la guerra civil se prolongó (para los españoles) en la Segunda Guerra Mundial y que solo acabó consecuentemente pues -con la derrota del bando vencedor en el 39- en mayo del 45. La ley de la Memoria Histórica en consonancia pues -como lo ilustrarían las referencias a la memoria histórica de la Resistencia francesa- del manifiesto "Indignaos" que fue carta fundacional (como quien dice) del 15-M-, impone con fuerza vinculante (dentro y fuera nota bene de nuestras fronteras) una visión histórica que es la de los vencidos del 39 en nuestra guerra civil y también –no se olvide- la de los vencedores de la segunda guerra mundial en el 45, uno de cuyos componentes o ingredientes esenciales lo es la execración o la negación (en bloque) de toda la historia de la civilización occidental anterior -la española también en el saco por sspuuesto- a la Revolución Francesa por causa de anti-semitismo o en otros términos por cuenta de una ideología de los derechos del hombre, y de la negación (y falsificación) de la historia que traería fatalmente con ella consigo.
Algo, esa aporía u oposición irreductible entre historia y derechos del hombre que no dejaban de entrever algunos librepensadores, de izquierdas incluso fuera de toda sospecha como un profesor que tuve yo en la Universidad Libre de Bruselas que nos sorprendió más de una vez en guisa de exabrupto -o a fe mía que así sonaba casi (en aquel ambiente)- interrumpiendo su disertación para exclamar de un tono lapidario (y un tanto divertido): los integristas tienen razón en el plano de la historia aunque no la llevan en el de los derechos humanos. A buen entendedor (...)
"Los integristas llevan razón en el plano de la historia, aunque no en el de los derechos del hombre" (...) Robert Joly, antiguo profesor de análisis de textos bíblicos -en una óptica racionalista que no diferia mucho de la posconciliar en vigor entonces todavía en los centros de enseñanza catolica- de la Universidad Libre de Bruselas donde yo le conocí. No era politico pero se definia como un hombre de izquierdas. Y lo era, a su manera "sui generis" por cierto (...) Porque me contó que habia estado disertando a estudiantes en la Universidad de Barcelona en tiempos del tardofranquismo con los buenos auspicios de las autoridades academicas de entonces que preferían, en aras de la concordia sin duda y también del mantenimiento del orden (...)- ateos (librepensadores) como él a católicos contagiados de las fiebres del concilio. Era una especie de Luis Rogier (el padrino intelectual de la Nueva Derecha) en version de izquierdas. Y para mí fue un poco -aquellos años lejanos- como un padre adoptivo. Por lo cordial y lo generoso, y también por lo mucho que sabía. In memoriamY está claro que la muy señera y muy insigne localidad de Castrillo Matajudíos viene a ser ahora sorpresivamente nuevo escenario de ese conflicto latente histórico como ideológico, en España por la especial idiosincrasia de nuestro pasado histórico con más agudeza y virulencia si cabe que en otros países occidentales. Y que hay gato encerrado en este asunto es algo que sale rápido a relucir leyendo la noticia, ya digo. Donde sale a relucir un vecino del pueblo, de un nombre bien judeocristiano, Agustín que cuenta como le pusieron pegas y le amenazaron, o dice que le amenazaron, insidiosamente -con problemas con la policía israelí incluso (…)- en una visita a Israel por cuenta del nombre de su lugar de nacimiento (impreso en el pasaporte)
Cómo tendríamos que reaccionar los españoles ante las recordaciones beligerantes y difamatorias de nuestro pasado histórico que tanto pululan por cima de los Pirineos en algunos países por lo menos, como es el caso aquí en Bélgica sin ir más lejos en la alcaldía de Amberes -no sé si seguir allí en las escalinata de entrada- aquella laida en recuerdo de la furia española (...) Y en Israel, apuesto que tres cuartos de los mismo en todos los capítulos de nuestra historia en donde los judíos por activa o por pasiva tuvieron algún protagonismo. Por chivos expiatorios o no interpuestos (como Franco o el Duque de Alba o los Reyes Católicos) O en el pliego interminable de agravios y de lamentaciones de la memoria judía en relación con España y los españoles, en particular en todo el largo periodo (de ocho siglos) de la Reconquista.
¿ España de las tres Culturas ? Teatro o campo de batalla más bien del choque entre las mismas, ese es el balance histórico más ecuánime y objetivo que todas luces se impone, por encima de las divergencias inevitables entre autores y corrientes historiográficas.
Hay algo más adema en esta revisión insidiosa de lugar de memoria como el que nos ocupa todo menso trivial para españoles. Y lo es el que se trate precisamente de una localidad situada en el Camino de Santiago. Que fue en el Medioevo un poco como el cordón umbilical que unió a la España en ciernes de los Cinco Reynos -Castilla, León, Portugal, Aragón y Navarra- al resto de Europa.
Y que en esto tiempos revueltos de choque de culturas y de memorias viene a ofrecernos a los españoles –y a los que no lo son- credenciales del primer orden de nuestra pertenencia a la Civilización Europea. Antes y después del desenlace de la Segunda Guerra mundial en el 45
No hay que buscar tres pies al gato. En León desde siempre -y ahora también- ir de bar en bar tomando limonadas (alguno sigue con el vino pues las susodichas son "cabezonas") -bebida típica de semana santa que se hace macerando vino con limón, canela, frecuentemente con naranjas y otros le añaden higos y otras frutas- se le llama "matar judíos" y hasta la fecha no se ha generado conflicto internacional.
ResponderEliminarEs dificil soslayar el problema en vez de agarrar el toro por los cuernos, Restituo. No son sólo costumbres locales las que se ven puestas en entredicho, sino toda una historia, "maldita" la que hay que borrar del mapa a toda costa, la nuestra y no otras. La liebre la levantaron las asociaciones judias de la Argentina (un respeto) hace unos días por culpa de un colombiano allí residente que lleva por nombre en su documento de identidad, y en su documento argentino, Iván Darío Matajudíos Galindo. Como suena. Les huele a chamusquina -léase a Inquisición- y han tomado cartas en el asunto, de ahi la que se nos viene encima. ¿Que dirá nuestro jefe de gobierno, seguirá mirando al cielo?
ResponderEliminarCuán difícil es la comprensión de la historia cuando está esta misma ha sido la encargada de no hacerse comprender...
Eliminarhttp://tradiciondigital.es/2014/04/12/semana-santa-leonesa-vamos-a-matar-judios/
ResponderEliminar...quizás no es una frase muy afortunada ó... por lo menos...refleja el sentir popular ingenuo en cuanto que es explícito..