"¡Cuán largo me lo fiáis!"
decían nuestros clásicos
Que los españoles aquellos
Sabían esperar (de pie)
Veían largo (estaca en mano)
¿Aprender a esperar ?
¡Cuán largo nos lo fiaron
a los que sentíamos arder
en el pecho y en las manos
una sangre azul y roja
y hervir de ideas astrales
-como estrellas novas, frías
y bien fijas que no caedizas-
nuestras mentes y cerebros
al fuego lento, sin quemarnos!
Hasta que al fin aprendimos
a cocer (y a curtir) por dentro
sin que nuestras mentes ardieran
y sin quemarnos las manos
aunque jugasen con fuego
Nuestros enemigos lo ven,
por eso nos miran con tiento
y evitan o o pasan cedo,
de puntillas, con cuidado
como quien va pisando espejos,
sin mancharlos, ni romperlos,
o huyen aprisa y se esconden
en cuanto aparecer nos ven
y se dicen "¡lagarto, lagarto!"
¿Un ego sin fin el nuestro?
Globos hinchables digamos
que se desinflan e hinchan
según nos viene, u obligan
otros, llenos de humo y viento,
los que nos chupan el aire
¿Sin quererlo? ¡Nada más verlos!
Que sólo gana las guerras
el que sabe de pie esperar
el trance justo o el momento
de asestar el golpe certero
o de presentar batalla
de una vez, a cielo abierto
Que a todos no les es dado
la Ciencia Nueva del Tiempo,
y esa sería la leccion
de aquella derrota total
a plazo, como por tiempos,
la que perdieron jóvenes,
la que ganaron en cambio
otros más gordos, más viejos (…)
Que el ganar las guerras nuevas
es cosa de veteranos,
de viejos supervivientes
de unas guerras por su cuenta
que ellos solos riñeron,
no de héroes a destiempo
que quedaron descolgados,
atrás ¡Paso al Tiempo Nuevo!
Que habrá que haber roído ya
-¡qué duros!- no pocos huesos
y haber dejado una era
y un tiempo y una edad atrás
y lucir canas y asumir
que tanto nos parezcamos
a los que nos predecedieron
Y sólo asì aprenderemos
lo que les faltó a ellos
lo que les robó la victoria,
que ni siquiera supieron
asumir que fracasaron,
reconocer la derrota
¡Porque otros se la escondieron!
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