jueves, febrero 13, 2014

NIÑOS DE DRESDE, NO NACIDOS Y JUSTOS DEL HOLOCAUSTO/JUDÍO

Holocausto y hecatombe, el bombardeo de Dresde del 45. ¿En qué serían más crueles, más infames, más enemigas del género humano las armas químicas que otras armas de destruccion masiva? ¿Qué tendrían de más terrible -y de innombrable- que la muerte por achicharramiento -a base de alfombras de bombas incendiarias, y de las tempestades y huracanes de fuego que se seguirían- de cientos de miles de victimas? Un debate que puso insospechadamente de actualidad la guerra en Siria. El britanico Irving llevaba razón. Dresde fue el verdadero holocausto de la II Guerra Mundial. La verdadera religión de la Memoria
Dresde, trece de febrero del 45. De lo que el año próximo se cumple el setenta aniversario. "La hora del juicio para la Alemania nazi" Así subtituló el historiador británico David Irving su obra tan divulgada sobre aquella tragica efemérides, llamada a ser en su proyecto inicial una requistoria definitiva contra el nacional/socialismo, como la prueba por el nueve de lo bien fundado de la causa aliada -por cuenta de la democracia- tan bien fundada que no podía por menos de tener la victoria de su parte, como una bendicion de los dioses...o del Dios bíblico que me diga de las democracias pro/judías (o de la judeo/democracia)

Hay cosas temas o materias, en los que el diálogo ya no es posible y las discusiones se agotan porque no se trata ya sólo de opiniones sino de apuestas y de opciones o preferencias cruciales, fundamentales, en las que nos va el alma, el destino, el nuestro y el de los nuestros, y donde las razones y sin razones se funden y se entremezclan.

Y el holocausto que los días trece, catorce, y qunce de febrero del cuarenta y cinco, a dos meses y medio del final de la segunda guerra mundial y justo a seguir a la conferencia de Yalta fue perpetrado y consumado en la ciudad martir sobre el Elba -joya de la cultura barroca (católica) en Alemania- es sin lugar a duda una de aquellas. ¿Culpable e impresentable ya de entrada por utilizar la palabra holocausto -de origen griego y no judio (nota bene)- en este tema? Que se piense de mi lo que se quiera. Está claro no obstante que la idea y el término viene fatalmente a la mente conforme nos vemos viendo dentro, en detalles y pormenores a cual más espueluznante, de aquella espantosa tragedia.

Hubo momentos en mi vida en las utimas décadas, lo confieso, que me era dificil por no decir penoso en extremo -¡insoportable¡- el rememorar algo como aquello que yo no había vivido, ni de cerca ni de lejos, ni yo ni los mios tampoco. Como un complejo sordo, soterrado de culpabilidad que se apoderaba  de mí de pronto, no de haber tenido parte alguna en aquello -ni yo ni los míos por cierto- si no por haberlo sobrevivido, como afirmaron siempre muchos sobrevientes judíos de los campos de concentracion alemanes el así haberlo  experimentado. Culpables de haberlo contado. ¿Comparaciones odiosas?
Que se piense de mi de nuevo lo que se quiera. ¿Mi apellido aleman (de Krohn) jugaba a caso algo en aquel fenómeno psicológico, sutil y a la vez complejo, en ello como en las reacciones ambivalentes que me merecieron en los largos años que llevo viviendo en Bélgica las revivindicaciones flamencas? (...)
5 de abril de 1943. Bombardeo aliado de Mortsel, una barriada al sur de Amberes, con cientos de víctimas. Los anglo/aliados bombardearon también ("por error") Bruselas -la estacion de Etterbeek, junto a Ixelles (con una cifra oficial de doscientas cuarenta víctimas)-, Kortrijk repetidas veces (...) Todas ellas operaciones -disfrazadas de "bombardeos estratégicos"- de terrorismo aéreo, léase bombardeos de atrición de la poblacion civil y de objetivos civiles especialmente iglesias y conventos, utilizados como refugio por la población (...), en zona flamenca sobre todo, decretada por el alto mando aliado más culpable por mas germanófila (y de religion católica) que la de la zona francófona. El bombardeo de Kortrijk (Courtrai en francés, Cortrique en español antiguo) sirvió de telón de fondo de algunos de los capítulos y episodios -los más crudos y emotivos- de la novela de Hugo Claus, "La pena de Bélgica"
¿Por provenir de un pais que tuvo una actitud no menos ambivalente (lo menos que se puede decir) en el desarrollo de la segunda guerra mundial y en relacion con aquella tragedia y otras del mismo signo que surcqron implacablemente la fase final del conflicto? Aquí y fuera de aquí ya polemicé con algunos, amigos y allegados incluso, sobre el pensamiento y la filosofia de Nietzsche que inspira no poco de lo que escribo como aqui todos ya se dieron sin duda cuenta.

Nietzsche afirmó, es cierto, en el Anti-Cristo que la compasion -"in casu" la compasion cristiana- era contagiosa (sic) en la medida que era excesiva, sin comun demoninador con el quantum (o el "cuanto") de la causa, a saber la muerte del nazareno, del que la teologia catolica mas rancia no dejo nunca de afirmar que fuera un hombre completo (como otros, como cualquier otro, o como otro cualquiera)

Como sea, es cierto que un sentimiento de compasión inmensa, desbordante -cristiana o pagana, llamésele como se quiera- me acompañó siempre desde que llegue a conocimiento de ciertos detalles cruciales de la tragedia aquella que se recogen o se dejan filtrar como a cuentagotas en el libro del historiador británico que evoco al principio de estas líneas. Y como me la inspiraron otros -no menos crueles, inhumanos, y espeluzantes- recogidos en una novela que aqui ya mencioné "la Pena de los Belgas" con el telon de fondo de la segunda guerra mundial y de la ocupacion alemana en Bélgica,

Y en concreto de los bombardeos salvajes de la aviacion anglo/aliada sobre estas tierras y en particular sobre la region flamenca -para el alto mando aliado más culpable ( mas meritoria pues de atrición) por más ganada a la causa alemana que la zona valona francófona- y el episodio que se narra en dicha obra del bombardeo de un convento de monjas, me movía a más compasion y más dolor (en visión retrospectiva) que el bombardeo de Dresde incluso, en la medida que se trataba de una poblacion, de un país más cercano para nosotros los españoles, no menos cercano -y que no se me tome a provocacion- de lo que puedan sentirse algunos españoles (muchos pocos) de los sefardíes.
Aquiles curando a Patroclo, su amigo fiel y compañero de armas, herido en la guerra de Troya (escena de la Ilíada) La compasion, la piedad, la clemencia, la misericordia eran virtudes reconocidas (y reconocibles) entre los dioses y los héroes de la Antiguedad pagana, particularmente en los poemas homéricos y en la tragedia clásica. Y la compasión que Nietzsche denigra, tan agrio, en "el Anti-Cristo" no era más que la caricatura degenerada que de aquellas virtudes antiguas hizo el judeo/cristianismo primitivo. ¿Una chispa o destello en mi mente de esa memoria antigua, lo que me llevó a sentir compasión por la suerte del coronel Gadafi -con el que no tuve nunca nada que ver en absoluto al contrario que muchos otros que bailaron y rieron y exultaron sobre su cadáver- y a dar testimonio de ello en mi blog de Periodista Digital? ¿Y uno de los motivos acaso también de que me acabaran dando de baja en su blogosfera? (...)
Y se trataba del hecho historico rigurosamente silenciado por la historiografia y la memoria official en Bélgica del bombardeo de Kortrijk (Courtray en francés, Cortrique en español de los tiempos de las guerras de Flandes) por el que se vio destruido un convento de monjas a donde uno de los personajes de la novela -trasunto de una figura de gran realce de la Colaboracion en Bélgica flamenca- habia confiado a sus dos hijos gemelos, de corta edad, uno de ellos víctima directa del bombardeo y el otro indirecta y no menos cruel y atrozmente, en la medida que intentando escapar sin duda por su cuenta, enloquecido porlas bombas, seria encontrando ya cadáver en pleno campo dias después, el cuerpo medio devorado por las ratas (...)

¿Ficcion, realidad? Las dos cosas a la vez, en la medida que se trató de un práctica sistematica de de los anglo/aliados en la eleccion (preferencial) de sus objetivos civiles, conventos, colegios y centros de culto catolicos -de preferencia a los de confesion protestante-, y en la medida también que como aquel suceso, de espeluznate y de cruel, se debieron contar por miles -o cientos de miles- de resulta de los bombardeos angol/aliados por cuenta de la democracia (real, formal o como quiera que ellos la vieran) (...)

¿Compasion selectiva la mia? ¿Como mi memoria? Se es lo que se, y se siente como lo que se es, y tal y como se ven las cosas y como se las recuerda y se las almacena en la memoria (propia o de prestado, por voluntad propia) Y cuando supe -por el libro de Irving- que Dresde la noche aquella se veía anegada de un río humano de refugiados huyendo del avance de las tropas soviéticas, que era  fiesta en el viejo casco urbano de Dresde la noche aquella y que cuando las luces señalizantes -como un gigantesco árbol (sic) de navidad- se encendieron en el cielo de la ciudad, una gigantesca carcajada infantil se elevó al cielo de las calles anegadas de niños que iban o venian de la fiesta, ahí se me entristeció el alma hasta hoy -como en el enigma del joven y de la serpiente de "Asi hablaba Zaratustra"-, cada vez que recuerdo la tragedia aquella .

De(n) Haan es una playa recogida, coqueta, de la costa belga que no lo es menos (de unos sesenta kilómetros de extensión, de un extremo a otro, en zona flamenca toda ella), donde vivi unos meses mis primeros años de estancia en Bélgica. Una vez, corría el mes de septiembre, bajando yo hacia la playa en bici por una calle que iba a dar al mar -como ese camino entre dunas-, estaba nublado, lluvioso, no se oía o veía un alma y sólo ya casi al final de la bajada me di cuenta que iba atravesando una colonia de veraneantes alemanes -que copaban la playa de Den Haan por aquellas fechas (el verano dando ya sus últimas boqueadas)-, todos, niños y grandes, metidos dentro de las casas, en bañador, con puertas y ventanas abiertas, bajo la lluvia (...) ¡Sin que se oyese el vuelo de una mosca tan siquiera! Como les ocurría a exploradores europeos adentrándose en un poblado pigmeo en lo hondo de la selva, que sólo se percataban cuando llevaban ya un rato dentro (...) ¡El silencio -y el vacío sobrecogedor, de vértigo (...)- de la derrota (total) alemana! (...)
O cada vez que me vería confrontado en directo -como un suplicio insoportable- a la timidez desarmante (¡de partirte el alma!) de los niños alemanes los años que viví aquí en Bélgica, o al estado de prostración y de derrota de sus progenitores, que escojian el lluvioso mes de septiembre -como lo presencié de cerca una vez- para copar las playas belgas, fantasmales, silenciosos, casi funebres -¡qué diferencia con un playa española!- como si les persiguiese todavia a sol y a sombra el recuerdo de la tragedia aquella.

Y siempre me venia la misma pregunta a la mente ¿Tan grande fue su pecado (de racismo o de lo que fuera)? Hasta el punto que presenciando el espectaculo insolito aquél, de silencio tan melancolico,  de pura compasion me sentía alemán como ellos, por adopcion o por un deber de memoria siquiera. ¿Por la voz de la sangre? ¿Por compasion de los que no la tuvieron? ¡Que se piense de mí una vez más lo que se quiera!

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