jueves, octubre 17, 2013

PARIA INTERNACIONAL VIVO Y MUERTO (SS Priebke ante la Historia)

Mussolini pagó por todos. Pagó por la España de Franco, al que -como escribió Javier Tussel (fuera de toda sospecha)- ante el espctaculo aquél tan inhumanamente atroz se le aclararon las ideas y se le fueron de la mente veleidades dimisionarias o del tipo que fueran, presto a morir con las botas puestas (...)
La Segunda Guerra Mundial si se exceptúa el episodio de la División Azul es apenas historia universal (o extranjera) para españoles, aunque no deje de tener una relación estrecha con la memoria (llámesele histórica o como se quiera) colectiva o familiar aunque sólo sea. Se trata no obstante de una relación mucho menos estrecha y por lo tanto mucho más indiferente (en principio) o desapasionado que la que mantienen la memoria colectiva de un pueblo de una nación y su propia historia, como sucede en el caso de la guerra civil española. En principio al menos, porque por paradójico que parecer pueda, contra más lejana, más apasionante se torna a veces por una ley (de compensación) psicología sin duda elemental, de compensar con las victorias de los amigos por muy lejanos o distantes que se vean las derrotas propias o las derrotas de los amigos con las propias victorias. Como lo ilustra esa "pasión española" (François Furet), de muchos extranjeros por el bando de los vencidos de nuestra guerra.

Y es obvio, viceversa, que la derrota en la segunda guerra mundial de los amigos del bando nacional durante nuestra guerra civil no deja de pesar y de plantear enigmas e interrogantes a los que se sienten de una manera u otra legatarios o herederos de la memoria de los nacionales, vecedores de la guerra del 36, ante lo que cabe optar como siempre por el olvido o por la recordación y la recuperación -una palabra que pusieron de moda los guerracivilistas españoles del bando de los vencidos- por crítica y revisionista que ella sea.

Y viene a cuento de la historia del fascismo italiano que viene a recobrar ahora una extraña actualidad en uno de sus episodios trágicos, el de la (llamada) matanza de las Fosas Ardeatinas, que en atención a mis lectores españoles me debo de resituar en un marco de coordenadas o hitos indispensables, como lo son la destitución de Mussolini que se siguió de inmediato a la convocatoria del Gran Consejo fascista días después apenas del desembarco aliado en Sicilia (septiembre del 43), su liberación unos días mas tarde, tras verse detenido en el Hotel de alta montaña del Gran Sasso -en las Dolomitas-, por un comando aerotransportado dirigido por el oficial de las SS Otto Skorzeny, a los que cabe añadir el inicio de la batalla de Roma con el ataque aliado en enero del 44 contra Montecassino y el desembarco aliado dos meses más tarde -tratando de evitar el escollo de la encarnizada resistencia alemana en la célebre abadía bendictina- en Anzio, al Sur de la Ciudad Eterna, en el marco de todo lo cual cabe situar el episodio mencionado más arriba de las Fosas Ardeatinas, una operación de represalia -ordenada por el Führer en persona (del diez por uno)- contra civiles (presuntamente partisanos o cómplices de los mismos) por el ataque llevado a cabo un día antes contra un batallón de la Gestapo estacionado en Roma en el que perecieron unos treinta soldados alemanes y algunos civiles italianos.
Otto Skorzeny, liberador de Mussolini y de actuación destacada en su rango de coronel de las Waffen SS durante la batalla de las Ardenas. Refugiado en España tras la guerra, en los años sesenta se le podia cruzar en Madrid en establecimientos públicos charlando de lo más abierto y campechano como le ocurrió a mi difunto padre que tuvo ocasión de saludarle en un bar del aeropuerto de Barajas. Cometió el error -de exceso de confianza- de acudir para una entrevista a los estudios de una cadena de televisión francesa a la salida de la cual sufrió la agresión fatal -un golpe en la cabeza- que le llevaría poco después a la tumba. Vae victis!
La operación fue ejecutada -a las ordenes del superior jerárquico que la mandaba- entre otros por el entonces teniente de las SS Erik Priebke por el que viene el escandalo ahora de nuevo tras haber ocupado -a mediados de la década de los noventa- los primeros planos de los medios en Italia y en el mundo entero por su extradición de la Argentina donde había encontrado refugio tras la guerra y su posterior juicio y condena por un tribunal italiano que fue ocasión que ni pintada para que algunos políticos italianos forcejeasen desesperadamente por parecer mas antifascistas -como fue el caso del entonces jefe de gobierno, el demócrata/cristiano Prodi (¿qué hizo o qué hicieron los suyos en la guerra para sentirse obligado a un paripé semejante?) los unos que los otros y mas políticamente correctos.

¡Triste suerte la de paria internacional! A quien no quiere nadie (o eso parece) ni vivo ni después de muerto. Así me lo sentí un poco -durante años (y mientras vivió Juan Pablo II)- tras mi gesto de Fátima, y así parece ocurrir ahora con ese oficial alemán recientemente fallecido que se vio ayer prácticamente secuestrado -sus restos mortales me refiero- tras la tentaiva abortada de funerales que pretendieron dispensarle en la comunidad integrista de Albano Laziale cerca de Roma -donde me alojé (nota bene) las navidades del 81, unos meses antes de mi gesto de Fátima (...)- suspendida al poco de comenzar por orden del alcalde (izquierdista) de aquella localidad que tomó como pretexto los incidentes que se sucedieron en las inmediaciones del edificio entre los que protestaban por el acto y grupos de italianos neofacistas (o de extrema/derecha) que pretendían asistir a él y que se vieron cerrado el paso por las fuerzas del orden.

Y la reacción desenfrenada de la pequeña multitud agolpada delante del convento integrista -a gritos de "¡Boia, Boia!" (¡verdugo!)- evoca fatalmente la suerte trágica del Duce (y de su amante Claretta Petacci) y el espectáculo que ofreció otra mutitud mucho mayor en torno a sus cadáveres colgados boca abajo de una gasolinera llenándole de escupitajos e infligiéndole toda clase de vejámenes corporales mientras que resonaban los mismos gritos (de ¡Boia, Boia!) que se oyeron ayer en los funerales abortados. El espectáculo aquél innoble e indigno de una humanidad civilizada nos impidió siempre psicológicamente a algunos el condenar el fascismo en su conjunto -en visión retrospectiva me refiero- y menos aun en fulminar excomuniones en contra suya por cuenta de una ortodoxia o verdad cualquiera (y mucho menos de un signo joseantoniano) Lo mismo que el espectáculo -aun más atroz- de la muerte del coronel Gadafi nos impidió sumarnos a las condenas generalizadas en España y fuera de ella de su persona y de su régimen.
Mussolini pagó por Franco como Gadafi lo hizo por Bachar-el-Assad que escarmentó en cabeza ajena sin lo cual no habría sido capaz de enfrentar -con éxito- a la primera potencia del planeta. Y Priebke paga "post mortem" por el resurgir (inminente e inevitable) de una memoria de los vencidos del 45
Por un respeto elemental aunque sólo sea a aquella ley histórica que ya anuncié en alguna ocasión que se podría llamar del chivo expiatorio que hace que en la Historia paguen unos (con creces) por los otros, y que aquellos acaben siriviendo de arca de salvación para otros en resumidas cuentas como lo fue la muerte (expiatoria) del Duce para el régimen de Franco al que -como lo reconocía Javier Tussel (fuera de toda sospecha)- el final atroz de su antiguo aliado le aclaró del todo las ideas (si dudas aún le cabían) y como lo habrá sido el coronel libio para el régimen sirio de Bachar-el-Assad que sin el ejemplo bien fijo en su retina de la suerte de aquél tal vez no hubiera ofrecido una resistencia tan encarnizada solo (o casi) frente al mundo, hasta hacer plegarse al propio presidente USA Obama.

Y sin el escándalo montado en torno al oficial alemán SS ahora fallecido, cabe conjeturar que no se produciría una recuperación de los vencidos de la segunda guerra mundial como la que cabe conjeturar en un futuro cercano entre españoles, y no sólo (palabras de profecía)

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